sábado, 22 de julio de 2023

En Jesús encontraremos el sentido de nuestro amor, el valor de un amor verdadero, la satisfacción más honda en nuestro corazón cuando somos capaces de darnos por amor

 


En Jesús encontraremos el sentido de nuestro amor, el valor de un amor verdadero, la satisfacción más honda en nuestro corazón cuando somos capaces de darnos por amor

Cantar de los Cantares 3, 1-4b; Sal 62; Juan 20, 1-2. 11-18

Hoy no hacemos sino hablar de amor, de amor nos habla la literatura y nos habla la música, mensajes de amor estamos trasmitiendo en todas direcciones en todos los rincones del mundo, es la palabra que más fácil y pronto sale de los labios, la gente dice que está muriendo de amor. Suena muy romántico, parece ser que es una cosa sabida, pero también podemos decir que se muere de amor porque quizás no se alcanza el amor; no sabemos llegar al amor y ser felices porque quizás algunas veces creamos confusiones con la palabra y con el concepto y cuando se está hablando decimos de amor, quizás son otras cosas las que están en nuestro deseo interior. Hemos de tener cuidado con no jugar con esa palabra de amor y lo echemos a perder.

Hoy estamos celebrando y contemplando en algunos momentos de su vida en el evangelio a quien vivió una búsqueda intensa de amor. María Magdalena y el evangelio con certeros trazos nos describe su búsqueda del amor. Marcos nos dirá que de ella Jesús arrojó siete espíritus, que pueden reflejar etapas de su vida y de su búsqueda de amor quizás no siempre de forma correcta; pero se encontró con Jesús y se vio liberada del mal y de la muerte, la vemos caminando con Jesús entre aquellas mujeres que le acompañaban y le ayudaban, pero destacan esos momentos en que la vemos en toda la fidelidad de amor junto a la cruz de Jesús. Nos lo describe el evangelista. No era fácil estar al lado de un reo en el momento de su condena, pero allí está María Magdalena; no era fácil en ese momento supremo de la muerte estar a su lado sin poder hacer nada, pero allí estaba María Magdalena. No podría nunca arrancar de su corazón al amor que había encontrado.

Pero su presencia no termina ahí, porque será del grupo de mujeres que en el primer día de la semana al amanecer corren al sepulcro porque había que cumplir con todos los ritos funerarios en la víspera del sábado no pudieron cumplir. ¿Quién moverá la piedra de la entrada del sepulcro?, iban pensando en el camino pero sentían que la fuerza del amor haría lo posible. Pero la piedra estaba corrida y el cuerpo de Jesús no estaba allí. La llamo la mañana de las carreras; había que contarlo a los discípulos que seguían encerrados en el cenáculo, Pedro y Juan vendrían y constatarían lo mismo, y mientras María se quedaba a la entrada del sepulcro entre sus lágrimas y sollozos porque quería saber donde estaba el cuerpo de Jesús que de allí habían sacado.

Sus lágrimas le impiden ver y entender el mensaje de los ángeles, por cuando alguien se acerca pensando que era el encargado del huerto ya está pidiendo, reclamando donde se ha llevado el cuerpo de Jesús, que ella lo recogería. Será la voz de Jesús la que le hará escuchar y comprender, para encontrarse con Jesús mismo que le ha salido al encuentro. ‘¡Maestro!’ exclama y quiere agarrarse a sus pies porque ya nada ni nadie podrán separarla de Jesús, aunque recibirá un encargo y una misión. Hay que llevar la Buena Noticia a los apóstoles, por eso se convertirá en la primera portadora de evangelio para comunicarlo a los demás. ¿Quién mejor podía ser la primera portadora del evangelio que quien tanto había llenado su corazón del amor de Jesús?

El amor la hace buscar y el amor la hace misionera. ¿Por qué lloras? ¿A quien buscas? Habían sido las preguntas que se le habían repetido en aquella mañana. Ahora había encontrado definitivamente el amor y tenía que ser esa mensajera de amor, del amor verdadero, del amor de quien había dado su vida por aquellos que amaba, que es el amor más sublime.

Es nuestra búsqueda y son también nuestras lágrimas, porque muchas veces buscamos pero no encontramos ese amor porque no sabemos bien donde hemos de ponerlo y se crean tantas confusiones en nuestra mente y en nuestro corazón. No era suficiente para María Magdalena buscar en un lugar de muerte, sino que tenía que encontrarse con quien en verdad estaba vivo. Buscamos a veces amores de muerte, que no nos satisfacen, que nos dejan vacíos, que se nos desbordan en nuestras vidas en cosas que no son verdadero amor. Tenemos que aprender de María Magdalena, aunque también tengamos que pasar muchas veces por el dolor del calvario, pero sabemos que es camino a la vida verdadera, al amor verdadero.

En Jesús encontraremos el sentido de nuestro amor, el valor de un amor verdadero, la satisfacción más hondo que podemos sentir en nuestro corazón cuando somos capaces de darnos por amor. Hagamos ese recorrido con arrojo y valentía, porque sabemos además que luego tenemos que seguir caminando porque tenemos que convertirnos en mensajeros del amor verdadero que puede salvar a nuestro mundo. Es el evangelio que tenemos que comunicar.

 

viernes, 21 de julio de 2023

Hagamos florecer un poquito más la ternura de nuestro corazón y tendremos un mundo más humano, porque lo que tenemos que hacer es que resplandezca la misericordia

 


Hagamos florecer un poquito más la ternura de nuestro corazón y tendremos un mundo más humano, porque lo que tenemos que hacer es que resplandezca la misericordia

Éxodo 11,10-12,14; Sal 115; Mateo 12,1-8

Es cierto que como seres humanos que somos, sujetos a nuestra libertad personal pero con las limitaciones que surgen de una vida dominada por muchas pasiones y en la que tendríamos la tendencia a querer imponernos los unos a los otros buscando el dominio y nuestra propia relevancia sobre los demás, necesitamos de unas normas de convivencia con las que busquemos siempre el bien común, seamos capaces de armonizar la libertad de cada uno con el bien y el respeto que hemos de tener hacia los demás. Son las leyes que con un sentido ético universal que sea aceptado y respetado por todos nos hemos ido imponiendo en la construcción de nuestra sociedad.

Pero a todo eso hemos de saber ponerle humanidad, porque no es un cumplimiento estricto, frío y formal lo que va a facilitar esa armonía y esa unidad de la comunidad, de la sociedad. Algo de esa humanidad que brota del corazón tendrá que darle color y calor a nuestras relaciones, porque además no somos unos autómatas ciegos para cumplir unas normas. En fin de cuentas lo que estamos buscando es el bien de todo ser humano.

Por eso siempre hemos de mirar a la persona y siempre hemos de tener una mirada de persona. No somos unas máquinas que funcionen automáticamente. Y cuidado que tenemos el peligro de cuadricular así nuestra vida y más ahora que con los avances y los medios de los que hoy disponemos tendemos a esa automatización de todo lo que hacemos. No podemos olvidar a la persona que vale mucho más que todo eso. No es una tecla o un botón que pulsemos para que se realicen las cosas.

Qué frialdad encontramos muchas veces en la tramitación de tantas cosas de la vida. Vamos a resolver algo a un departamento, necesitamos la atención para un problema, y enfrente de nosotros parece que no está una persona sino simplemente una máquina. Necesitamos algo más. Las personas no podemos convertirnos en máquinas y aunque dispongamos de muchos medios técnicos que tendrían que facilitarnos la vida, quizá por encima y más allá de todo eso necesitamos una sonrisa de calor humano, una mirada a los ojos que sean capaces de trasmitirnos un calor y una relación humana.

Hoy Jesús en el evangelio ante una situación que le plantean algunos fariseos desde sus rigorismos y el cumplimiento exigente de las leyes, terminará Jesús pidiendo que seamos capaces de poner humanidad en la vida. Vienen reclamando porque los discípulos se han atrevido a coger unas espigas mientras van de camino en medio de aquellos sembrados, pero además lo han hecho en sábado. Aquel gesto de coger unas espigas, estrujarlas para sacar unos granos que llevarse a la boda, quizás matando una fatiga en el cansancio del camino, se ha convertido en el trabajo de la siega que no podría realizarse porque había que guardar el descanso sabático. Un rigorismo que no mira a la persona, como tantas exigencias que muchas veces nos imponemos con nuestras normas y reglamentos. ¿Dónde está el corazón?

Jesús quiere hacerles comprender el sin sentido de lo que plantean apelando incluso a las Escrituras santas, pero Jesús lo que quiere es que sepamos poner corazón en la vida y en lo que hacemos. Conectando con lo que veníamos reflexionando podemos aplicar aquí esta sentencia de Jesús a esa falta de humanidad con que vivimos tantas veces.

Simplemente vamos tan preocupados por hacer nuestras cosas, por cumplir quizá con nuestras obligaciones, atentos a los protocolos que nos imponemos en la vida, que no somos capaces de mirarnos los unos a los otros, que nos lleva consigo a esa cerrazón del corazón con que tantas veces vivimos que no sabemos ver ni escuchar el clamor de muchos que sufren a nuestro lado. Muy preocupados ‘por llegar temprano al templo’, no miramos a los ojos a los que encontramos a su puerta o con los que nos cruzamos por la calle, y tantas veces en la vida pasamos de largo.

‘Misericordia quiero, y no sacrificios’, nos está diciendo hoy Jesús. Hagamos florecer un poquito más la ternura de nuestro corazón y tendremos un mundo más humano.

jueves, 20 de julio de 2023

Detengámonos y queramos parecernos a Jesús que siempre tendrá tiempo para detenerse junto al borde del camino, El nos llenará de su paz y mansedumbre

 


Detengámonos y queramos parecernos a Jesús que siempre tendrá tiempo para detenerse junto al borde del camino, El nos llenará de su paz y mansedumbre

Éxodo 3, 13- 20; Sal 104; Mateo 11,28-30

Sí, algunas veces estamos cansados, muy cansados y necesitamos descansar. Después de un duro día de trabajo, necesitamos descansar; después de esas tareas que desarrollamos cada día, necesitamos descansar; después de un duro esfuerzo, un largo camino recorrido, del agobio que sentimos envueltos en los problemas de la gente a la que tratamos de ayudar, necesitamos descansar… a veces son otras las cosas que nos producen cansancio, les desesperanzas que nos obnubilan el camino, los desalientos por los fracasos en aquello que estábamos intentando realizar, los sueños que se ven frustrados porque ni creen en nuestros sueños ni se nos ponen fáciles las cosas de la vida para alcanzar esas metas que tanto deseábamos, la soledad cuando no cuentan contigo, cuando te arriman a un rincón, cuando no nos muestran confianza ni aquellos que más cerca tenemos y en quien nosotros habíamos confiado, cuando nos encontramos las dificultades de la vida, cuando todo parece que se nos pone en contra… nos sentimos cansados que es una desilusión, una desesperanza, una soledad.

Algunas veces nos encontramos con gente que siempre nos dicen que están cansados, que parece que se han envejecido, que han perdido ilusiones, que las metas de su vida son ramplonas y siempre se quedan de tejas abajo, que quizás no han encontrado en sentido para sus vidas y simplemente se contentan con vivir, con vegetar, con trabajar para poder producir unos beneficios que le faciliten la vida, pero que andan como zombis sin rumbo y sin sentido. No nos extrañe que nos digan siempre que están cansados porque todo eso da un tremendo cansancio a la vida.

Necesitamos descansar que es reavivar y recuperar las fuerzas perdidas; necesitamos descansar que es reavivar nuestras ilusiones para comenzar de nuevo a creer en nosotros mismos; necesitamos descansar porque necesitamos meternos dentro de nosotros mismos para revisar caminos, para sentirnos fuertes desde lo más hondo para seguir luchando; necesitamos descansar que es abrir de nuevo los ojos a la luz para salir de esas oscuridades que nos aturden, que nos hacen perder ilusión, que nos han quitado metas de nuestra vida, que nos han envejecido.

¿Cuáles son las recetas para curar esa enfermedad del cansancio que tanto nos adormece? Hoy simplemente quiero escuchar en el evangelio las palabras de Jesús que me invitan a ir hasta El. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas’.

Sí, vayamos a Jesús cualesquiera que sea nuestro cansancio, El es nuestro alivio, El es nuestro descanso. Es una buena noticia. Jesús es esa buena noticia, porque El es nuestro descanso. Como nos ha pedido desde siempre, desde el primer momento para creer en esa buena noticia, para creer en El, tenemos que vaciarnos de tantas cosas con las que hemos querido llenar nuestras vidas pensando que ellas eran la razón de nuestra felicidad. Aunque llenos de cosas nos sentimos vacíos, aunque llenos de cosas no hemos encontrado el camino que dé ese verdadero sentido a nuestra vida. Nos pide convertirnos para creer en la buena noticia, para creer en El.

¿No estamos encontrando en El esa mansedumbre y esa paz que tanto necesitamos? No son las locas carreras que nos llenan de violencia la vida las que nos van a dar esa paz. Detengámonos y queramos parecernos a El. Nunca lo veremos  corriendo por muy grande que sea la tarea. Sabe siempre tener tiempo para detenerse porque una mujer le tocó el manto y quiere interesarse por ella; sabe tener tiempo para escurrirse del barullo de la gente e ir a dar con aquel paralítico que está al borde de la piscina y nadie ayuda; sabe detenerse para mirar a los ojos a la mujer que llora a sus pies y darle la mano para levantarla aunque todos la desprecien porque es una pecadora; sabe tener tiempo para dejar que los pequeños se acerquen a El y con los niños entretenerse incluso con sus juegos, pero también para escuchar aunque fuera en la noche a los que están agobiados buscando un sentido para sus vidas.

Cuánto tenemos que aprender de Jesús. ‘Aprended de mi que soy manso y humilde de corazón… porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera’.

miércoles, 19 de julio de 2023

Ojalá seamos nosotros, que por nuestro corazón humilde y sencillo, porque nos hemos hecho los pequeños siendo capaces de descalzarnos, recibamos esa revelación de Dios

 


Ojalá seamos nosotros, que por nuestro corazón humilde y sencillo, porque nos hemos hecho los pequeños siendo capaces de descalzarnos, recibamos esa revelación de Dios

Éxodo 3,1-6.9-12; Sal 102; Mateo 11,25-27

Oye, por favor, preséntame a esa persona, quizás habremos pedido alguna a algún amigo o persona conocida y de confianza cuando queríamos conocer a alguien al que hasta cierto punto considerábamos inalcanzable. Son recursos de los que nos valemos las personas  en nuestras relaciones, en nuestro deseo de alcanzar unos objetivos, en nuestro afán por llegar a donde quizá por nosotros mismos o por nuestros medios pensábamos que no podríamos llegar.

Es también la influencia que buscamos en alguien que tiene abiertas muchas puertas, muchos accesos a lo que consideramos personas importantes, a lugares de relevancia a donde quisiéramos llegar y situarnos. Es el buen amigo que nos puede ayudar, es la persona de influencia que puede alcanzarnos lo que nosotros no alcanzamos. Son situaciones en que nos podemos encontrar en la vida o que vemos que es la experiencia quizás de muchos en nuestro entorno.

¿Nos sucede así en nuestra relación con Dios? ¿Nos sucede en la posibilidad o no de poder tener un conocimiento de Dios? Así andamos también algunas veces; podemos convertir ese conocimiento de Dios en algo muy intelectual, podemos andar con nuestros razonamientos y nuestra búsqueda de pruebas y muchas veces lo hemos hecho, y muchas veces es lo que buscamos o encontramos que es lo que quieren muchos para intentar recorrer ese camino de la fe.

Jesús, el que es la revelación de Dios, el que en verdad conoce a Dios porque viene de Dios, nos viene a decir que es algo mucho más sencillo. Que no se trata solamente de la búsqueda que nosotros hagamos de Dios y el obtener esas pruebas palpables que nos abran el camino de la fe, sino que es algo mucho más sencillo.

Primero fijémonos en lo que hoy termina diciéndonos: Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar’. Y El en verdad quiere revelarnos a Dios, es la Buena Noticia, el Evangelio, que nos quiere trasmitir. Es la continua referencia que El está haciendo del Padre; es lo que finalmente vendrá a decirle cuando uno de los discípulos en la cena le dice ‘revélanos al Padre y eso nos basta’, respondiéndole que quien le conoce a El conoce al Padre, ‘porque nadie va al Padre sino por mí’.

Pero es que hoy nos dice algo maravilloso. Como decíamos antes, no es la búsqueda que nosotros queramos hacer de Dios, sino que es Dios el que quiere revelársenos, quiere dársenos a conocer. Y esto es lo maravilloso. ‘Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños. Si, Padre, así te ha parecido bien’. Y al Padre le ha parecido dársenos a conocer, solo que tenemos que formar parte de ese grupo de los pequeños y de los sencillos, porque es ahí donde se nos revela Dios.

Por eso serán los pequeños y los sencillos los que más cerca estarán siempre de Jesús. son los que le escuchan con gusto, son los que son capaces de admirarse por las cosas que realiza Jesús, son lo que en verdad entienden lo que dice Jesús porque llegarán a decir que ‘nadie habla como este hombre’, son los que nunca se pondrán a distancia como simples observadores sino que se arremolinaran junto a El de modo que necesita subirse a la barca para que no lo estrujen allí en la playa de Tiberíades, son los que caminarán a su lado apretujándolo por todas partes de modo que incluso alzarán la mano para atreverse a tocar su manto, son los que serán capaces de irse todo el tiempo que sea necesario detrás de Jesús aunque sea para encontrarle en los lugares más inhóspitos y más lejanos, son los que vendrán ansiosos porque querían estar con El y El ha llegado primero que ellos antes de Cafarnaún sin saber incluso cómo o por dónde ha venido, son los que tendrán un corazón y una mente abierta para escucharle aunque a veces haya cosas que no entiendan, pero ¿a donde van a acudir si solo Jesús tiene palabras de vida eterna?


¿Seremos en verdad nosotros los que recibamos esa revelación de Dios por nuestro corazón humilde y sencillo? Moisés fue capaz de descalzarse en el Horeb y recibió la revelación de Dios.

martes, 18 de julio de 2023

Con sinceridad tendríamos que decirnos a nosotros mismos, mira qué desagradecido con Dios con tanto que de Dios ha recibido

 

Con sinceridad tendríamos que decirnos a nosotros mismos, mira qué desagradecido con Dios con tanto que de Dios ha recibido

 Éxodo 2,1-15a; Sal 68;  Mateo 11,20-24

Mira qué desagradecido, nos atrevemos a pensar en más de una ocasión cuando no somos correspondidos por alguien al que quizás en muchas ocasiones habíamos ayudado de alguna manera pero que ahora parece que se desentiende de todo y todo parece darlo por olvidado. No es que hagamos las cosas para que nos las agradezcan, eso al menos decimos no sé si por quedar bien, pero nos gusta que esas personas correspondan de alguna manera, se acuerden de lo que un día hicimos por ellas y de alguna manera den una respuesta.

Claro que eso nos es fácil pensarlo de los demás y quizás somos nosotros en muchas cosas de la vida los que de alguna manera estamos actuando así. En fin de cuentas en la vida todo nos relaciona a los unos con los otros y siempre directa o indirectamente siempre estamos recibiendo algo de los demás. Son cosas que hemos de saber valorar, tener en cuenta, corresponder de alguna manera, es como iremos haciendo crecer también nuestras relaciones de amistad y todo lo que es el aprecio que nos hemos de tener los unos a los otros. Mucho tenemos en la vida que aprender en este sentido.

El evangelio de hoy nos está hablando de una queja de Jesús, por llamarlo de alguna manera; una queja hacia algunos pueblos y ciudades de aquel entorno de Galilea donde Jesús se prodigó más en su predicación y en sus milagros.  Se nos está refiriendo a algunos pueblos de aquel entorno del lago de Tiberíades, como eran Betsaida, precisamente la patria de Simón y de Andrés, y otras ciudades como Corozaín. Mucho había predicado Jesús allí y muchos milagros habría realizado y sin embargo no daban señales de conversión, no daban señales de creer en El.

‘Se puso Jesús a recriminar a las ciudades donde había hecho la mayor parte de sus milagros, porque no se habían convertido: ¡Ay de ti, Corozaín, ay de ti, Betsaida!’ Y Jesús les hace la comparación con Sodoma y Gomorra, aquellas ciudades destruidas por la increencia y la maldad con fuego del cielo, y también compara con Tiro y con Sidón, dos ciudades de gentiles, en las tierras de Fenicia junto al mar, dedicadas al comercio sobre todo pero que eran famosas por su increencia.

Y Jesús ahora les dice que si en esos sitios se hubieran hecho los milagros que en Corozaín y Betsaida se han realizado, seguro que hubieran dado señales de conversión.Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido, cubiertas de sayal y ceniza. Pues os digo que el día del juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras… Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que en ti, - y está haciendo referencia ahora a Cafarnaún - habría durado hasta hoy’.

Pero releamos este pasaje del evangelio no solo pensando en aquellas ciudades y aquel entorno donde Jesús realizaba el anuncio del Reino de Dios, sino haciendo referencia a nosotros mismos. Hablábamos al principio de esa actitud desagradecida con que muchas veces caminos en la vida en nuestras relaciones entre unos y otros, hagamos ahora referencia a nuestra relación personal con Dios. ¿Cuál es nuestra respuesta? ¿Seremos en verdad conscientes de cuanto recibimos cada día de Dios en la misma vida que vivimos y en cuanto nos rodea que tendríamos que saber descubrir la mano de Dios?

Pensemos en nuestra vida personal, con nuestra historia, con nuestras luces y con nuestras sombras, todo lo que ha sido el camino en nuestra vida en lo religioso y en nuestra fe, en los sacramentos que hemos recibido o la Palabra de Dios que tantas veces hemos escuchado, en los problemas con que nos hemos ido encontrando en la vida y cómo tantas veces hemos pedido la ayuda de Dios, en tantos que Dios ha puesto a nuestro lado y que con su palabra, con su testimonio y su ejemplo han sido voz de Dios para nuestra vida, en las veces que nos hemos sentido pecadores y hemos implorado el perdón del Señor, y así podríamos según pensando en muchas cosas más. ¿Cuál ha sido nuestra respuesta? ¿Qué frutos de vida cristiana estamos manifestando en nuestra vida? ¿Hasta donde llega nuestro compromiso con la Iglesia?

Mira qué desagradecido, decíamos al principio pensando en las cosas que vemos en nuestro entorno en otras persona, pero ¿no tendríamos que decirnos a nosotros mismos, mira qué desagradecido con Dios con tanto que de Dios ha recibido?

 


lunes, 17 de julio de 2023

Las palabras de Jesús son de ánimo y de consuelo, poniendo ilusión y esperanza en el corazón para sentir la fuerza de ese camino de fidelidad que hemos de seguir

 


Las palabras de Jesús son de ánimo y de consuelo, poniendo  ilusión y esperanza en el corazón para sentir la fuerza de ese camino de fidelidad que hemos de seguir

Éxodo 1,8-14.22; Sal 123; Mateo 10, 34-11,1

Hay cosas que algunas veces nos desconciertan cuando hacemos una lectura ligera y superficial del evangelio. Escuchando lo que hoy nos dice Jesús, nos puede parecer inverosímil que quien viene a construir un mundo de amor y de paz, quien nos enseña a amar y a mantenernos siempre en unidad, hoy nos hable de división, nos hable de enfrentamientos incluso entre familiares, nos hable incluso de violencia. En una primera impresión nos quedamos como estupefactos, sin comprender.

Jesús no deja de hablarnos del amor y ese es el camino que hemos de seguir, Jesús no deja de hablarnos de paz, ya que así fue anunciado y proclamado desde su nacimiento para todos los hombres de buena voluntad. Pero es que quien opta por ese camino de Jesús no lo va a tener fácil, no todos van a comprender ese camino y lo que nosotros hagamos; otros serán los planteamientos que el mundo se haga sobre el sentido de vivir que chocan, y de qué manera, con el camino y los valores del Reino de Dios.

Claro que cuando vean que nosotros somos capaces de entregarnos por los demás olvidándonos incluso de nosotros mismos, no se va a entender y habrá muchos que tratarán de apartarnos de ese camino; cuando nos vean comprometidos seriamente por la verdad y por la justicia, como chocamos con el mundo de vanidad y de mentira en que muchos viven y nuestra vida se convierta en testimonio y denuncia de su mentira, claro que tratarán de hacernos callar porque les resultamos incómodos. Y así podíamos seguir pensando en la radicalidad de vida que nos exige el evangelio, que muchos verán como algo ilusorio o inútil y lucharán contra lo que ellos llamarán nuestros sueños.

Y eso lo vamos a encontrar hasta en los más cercanos a nosotros que tratarán de imponernos sus planteamientos o su sentido de vida. Resultaremos incómodos por nuestra rectitud, por nuestra manera de luchar por la justicia, por nuestro desprendimiento y la generosidad de nuestro corazón para darnos y para compartir. Pero quien quiere seguir el camino del evangelio, el camino de Jesús tiene que mantenerse firme y fiel a ese ideal, a esa opción que ha hecho de su vida. Y eso, es cierto, va a costar.

Y Jesús nos habla de unas exigencias. ‘El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mi; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mi no es digno de mi; y el que no carga con su cruz y me sigue, no es digno de mi. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mi, la encontrará’.

Por eso, cuando hoy contemplamos a Jesús en ese diálogo intimo y cercano con aquellos discípulos que están a su lado y lo va instruyendo sobre el sentido del Reino de Dios, vemos cómo va desgranando esos consejos, va ayudándoles a descubrir ese camino con el que se van a encontrar que no siempre será fácil, pero al mismo tiempo sus palabras son de ánimo y de consuelo, poniendo  ilusión y esperanza en el corazón para sentir la fuerza de ese camino de fidelidad que han de seguir.

‘El que os recibe a vosotros, me recibe a mí, les dice Jesús, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta, tendrá recompensa de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo, tendrá recompensa de justo’. Y le enseña el valor grande que van a tener esas pequeñas cosas que han de realizar cada día. Nada se pierde, todo tiene su valor, todo es importante. ‘El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños, sólo porque es mi discípulo, en verdad os digo que no perderá su recompensa’.

Son las palabras que necesitamos escuchar, las que darán hondura a nuestra vida, las que despiertan ilusión y esperanza en nuestros corazones, las que nos ponen en camino aunque algunas veces nos cueste entender y aceptar muchas cosas, pero las que nos darán seguridad a nuestra fe.

domingo, 16 de julio de 2023

Una buena semilla que Dios planta de mil maneras en nuestro corazón, que hemos de saber asimilar al tiempo que ser sembradores también para los demás

 


Una buena semilla que Dios planta de mil maneras en nuestro corazón, que hemos de saber asimilar al tiempo que ser sembradores también para los demás

Isaías 55, 10-11; Sal 64; Romanos 8, 18-23; Mateo 13, 1-23

Una palabra puede tener muchas y diferentes resonancias según quien la escuche, porque podemos darle diferentes significados, o porque la miramos y escuchamos desde diferentes ecos que llevemos en el corazón; podemos ir precavidos de entrada ante quien nos pronuncia esa palabra y esa malicia que llevamos en el corazón nos haga tergiversar esa palabra que se nos dice; experiencia tenemos de cuantos conflictos se han producido en nuestras relaciones humanas, por esa malicia que llevábamos como prejuicio y esa interpretación que le dimos a algo que era bueno en sí. La palabra era buena en si misma, pero nosotros la maleamos y no será ya para nosotros palabra de sabiduría que nos enriquezca.

Decimos las palabras, decimos los gestos, decimos cualquier cosa que hagamos que siendo algo bueno sin embargo no encuentra la misma reacción por quienes nos rodean, nos escuchan, o caminan con nosotros en la vida. Es también la valoración que nosotros hacemos tantas veces de lo que nos dicen o hacen junto a nosotros los que nos rodean.

Hoy el evangelio nos está hablando de momentos de placidez, de sentirnos a gusto disfrutando de cuanto nos rodea. La escena que nos presenta el evangelio realmente es bucólica; la orilla del lago, la gente que va y viene, los pescadores que a la vuelta de sus faenas reparan redes, mantienen en orden las artes de pesca y Jesús allí en medio sentado entre la gente hablando y comentando, como suele suceder, los acontecimientos del día.

Pero la palabra de Jesús no será nunca una palabra superficial que se lleva el viento, la palabra de Jesús tiene la sabiduría de hacernos pensar, de hacernos reflexionar, de hacer que nos miremos por dentro, pero también de despertar muchas cosas buenas en nuestros corazones. Una palabra dicha con sencillez, como quien va desgranando los granos de una espiga, que no simplemente alimentan a los pajarillos que revolotean a nuestro lado si cae en el suelo, sino que van siendo alimento para nuestra vida, despertando nuevas ilusiones de cosas grandes, sembrando inquietud en nuestras vidas, abriéndonos horizontes y caminos que nos hacen avanzar hacia una nueva plenitud.

Y nos está hablando de esa riqueza de vida que encierra la semilla; cuántas nuevas plantas que produzcan nuevos frutos pueden surgir, qué hermoso alimento y energía para la vida cuando comemos ese fruto. En misma tiene su valor ¿sabremos apreciar cuanto nos ofrece? ‘La semilla cayó a tierra y dio fruto’, repetimos en el salmo recordando el meollo del mensaje.

Hoy nos hablado Jesús de una semilla que sale el sembrador a sembrar. La parábola, es cierto, nos describe los diferentes terrenos en que puede caer y del fruto o no fruto que pudiera producir. Muchas veces en nuestra reflexión hemos hecho mucho hincapié en esa diferencia de terrenos que nosotros podemos ser; y tenemos que hacerlo también. Pero me atrevo a decir que el protagonista de la parábola es la semilla y la riqueza de esa semilla que el sembrador ha salido a sembrar. No era una semilla estéril, no era una semilla dañada, como en otros momentos Jesús nos dirá en otras parábolas, era una semilla buena.

Valoremos, pues, esa buena semilla. Es cierto que es una clara referencia a la Palabra de Dios que se siembra o se ha de sembrar en los campos de nuestro mundo. Una semilla que está ahí y a su tiempo producirá su fruto. Una buena semilla que también podemos encontrar en cuanto de bueno vamos encontrando en la vida, que podemos encontrar en esa palabra enriquecedora que podemos recibir, que podemos escuchar a los que están a nuestro lado, y tanto nos puede ayudar.

Una buena semilla en tantos gestos de humanidad que podemos encontrar en los que nos rodean, una buena semilla en ese buen testimonio y ejemplo que recibimos de alguien que pasa a nuestro lado, una buena semilla que podemos encontrar en la generosidad de tantos corazones que hacen el bien, que tienen una mano para ayudar al que va tambaleante por los caminos de la vida, en una sonrisa que llena de un nuevo azul el cielo que nos rodea para desterrar sombras, una buena semilla que podemos encontrar en tantas cosas si somos capaces de abrir los ojos para ver la bondad y generosidad de muchos corazones. Una buena semilla, es cierto, que nosotros también podemos ir sembrando al borde del camino de nuestra vida.

Vamos, pues, a intentar descubrir esas buenas semillas, porque son también una forma de cómo Dios nos habla. Seamos capaces de crear en nuestros corazones aquellos momentos de placidez de los que hablábamos al principio cuando contemplábamos a Jesús junto al lago hablando con la gente. No vamos a permitir ni que nuestros oídos ni nuestra mirada se llenen de malicia que malinterpreten esa Palabra de vida que llega a nosotros. Hagamos ese silencio interior, llenemos de paz y serenidad nuestro corazón y nos vamos a encontrar con Jesús que desgranará para nosotros esos granos de semillas que alimenten nuestra vida.