martes, 18 de julio de 2023

Con sinceridad tendríamos que decirnos a nosotros mismos, mira qué desagradecido con Dios con tanto que de Dios ha recibido

 

Con sinceridad tendríamos que decirnos a nosotros mismos, mira qué desagradecido con Dios con tanto que de Dios ha recibido

 Éxodo 2,1-15a; Sal 68;  Mateo 11,20-24

Mira qué desagradecido, nos atrevemos a pensar en más de una ocasión cuando no somos correspondidos por alguien al que quizás en muchas ocasiones habíamos ayudado de alguna manera pero que ahora parece que se desentiende de todo y todo parece darlo por olvidado. No es que hagamos las cosas para que nos las agradezcan, eso al menos decimos no sé si por quedar bien, pero nos gusta que esas personas correspondan de alguna manera, se acuerden de lo que un día hicimos por ellas y de alguna manera den una respuesta.

Claro que eso nos es fácil pensarlo de los demás y quizás somos nosotros en muchas cosas de la vida los que de alguna manera estamos actuando así. En fin de cuentas en la vida todo nos relaciona a los unos con los otros y siempre directa o indirectamente siempre estamos recibiendo algo de los demás. Son cosas que hemos de saber valorar, tener en cuenta, corresponder de alguna manera, es como iremos haciendo crecer también nuestras relaciones de amistad y todo lo que es el aprecio que nos hemos de tener los unos a los otros. Mucho tenemos en la vida que aprender en este sentido.

El evangelio de hoy nos está hablando de una queja de Jesús, por llamarlo de alguna manera; una queja hacia algunos pueblos y ciudades de aquel entorno de Galilea donde Jesús se prodigó más en su predicación y en sus milagros.  Se nos está refiriendo a algunos pueblos de aquel entorno del lago de Tiberíades, como eran Betsaida, precisamente la patria de Simón y de Andrés, y otras ciudades como Corozaín. Mucho había predicado Jesús allí y muchos milagros habría realizado y sin embargo no daban señales de conversión, no daban señales de creer en El.

‘Se puso Jesús a recriminar a las ciudades donde había hecho la mayor parte de sus milagros, porque no se habían convertido: ¡Ay de ti, Corozaín, ay de ti, Betsaida!’ Y Jesús les hace la comparación con Sodoma y Gomorra, aquellas ciudades destruidas por la increencia y la maldad con fuego del cielo, y también compara con Tiro y con Sidón, dos ciudades de gentiles, en las tierras de Fenicia junto al mar, dedicadas al comercio sobre todo pero que eran famosas por su increencia.

Y Jesús ahora les dice que si en esos sitios se hubieran hecho los milagros que en Corozaín y Betsaida se han realizado, seguro que hubieran dado señales de conversión.Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido, cubiertas de sayal y ceniza. Pues os digo que el día del juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras… Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que en ti, - y está haciendo referencia ahora a Cafarnaún - habría durado hasta hoy’.

Pero releamos este pasaje del evangelio no solo pensando en aquellas ciudades y aquel entorno donde Jesús realizaba el anuncio del Reino de Dios, sino haciendo referencia a nosotros mismos. Hablábamos al principio de esa actitud desagradecida con que muchas veces caminos en la vida en nuestras relaciones entre unos y otros, hagamos ahora referencia a nuestra relación personal con Dios. ¿Cuál es nuestra respuesta? ¿Seremos en verdad conscientes de cuanto recibimos cada día de Dios en la misma vida que vivimos y en cuanto nos rodea que tendríamos que saber descubrir la mano de Dios?

Pensemos en nuestra vida personal, con nuestra historia, con nuestras luces y con nuestras sombras, todo lo que ha sido el camino en nuestra vida en lo religioso y en nuestra fe, en los sacramentos que hemos recibido o la Palabra de Dios que tantas veces hemos escuchado, en los problemas con que nos hemos ido encontrando en la vida y cómo tantas veces hemos pedido la ayuda de Dios, en tantos que Dios ha puesto a nuestro lado y que con su palabra, con su testimonio y su ejemplo han sido voz de Dios para nuestra vida, en las veces que nos hemos sentido pecadores y hemos implorado el perdón del Señor, y así podríamos según pensando en muchas cosas más. ¿Cuál ha sido nuestra respuesta? ¿Qué frutos de vida cristiana estamos manifestando en nuestra vida? ¿Hasta donde llega nuestro compromiso con la Iglesia?

Mira qué desagradecido, decíamos al principio pensando en las cosas que vemos en nuestro entorno en otras persona, pero ¿no tendríamos que decirnos a nosotros mismos, mira qué desagradecido con Dios con tanto que de Dios ha recibido?

 


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