sábado, 1 de abril de 2023

Hemos de sentir en nosotros ese paso de Dios, pero no es algo que se pueda quedar en la superficie, en la superficialidad de nuestras vanidades para que haya auténtica Pascua

 


Hemos de sentir en nosotros ese paso de Dios, pero no es algo que se pueda quedar en la superficie, en la superficialidad de nuestras vanidades para que haya auténtica Pascua

Ezequiel 37, 21-28; Sal.: Jer 31, 10. 11-12ab. 13; Juan 11, 45-57

Estamos en las puertas de la semana santa y seguramente cada uno se la ha programado según su manera de entender o según las prioridades de la vida. No hemos de escandalizarnos por la deriva que toman muchos en estos días, pues refleja por una parte la pluralidad de nuestra sociedad, los agobios muchas veces en que vivimos donde tan pronto tenemos la oportunidad de escapar de ellos hacemos la carrera, por así decirlo, claro que también a los cristianos que somos más conscientes de nuestra fe y de nuestro compromiso cristiano nos tiene que hacer pensar hasta donde llega el evangelio a nuestra sociedad.

Quizás tendríamos que preguntarnos si la Iglesia, si nosotros los que nos sentimos más cristianos, estaremos realmente siendo evangelio para nuestra sociedad de hoy. Quizás, aunque nos quejemos con mucha facilidad de la falta de evangelización, tendríamos que preguntarnos en qué medida somos evangelio para el mundo que nos rodea, hay una buena noticia en nuestras vidas, en la forma incluso que vivimos nuestros actos religiosos que llame la atención al mundo de hoy. Quizá tendríamos que revisar muchas cosas empezando por la forma en que hacemos las cosas.

¿Estaremos siendo en verdad un interrogante para el mundo que nos rodea por lo que descubre en nosotros? ¿No nos puede estar sucediendo que tampoco nosotros hemos terminado de entender lo que ha de significar Cristo en el mundo? Algo muy cruento es lo que vamos a contemplar y celebrar en estos días, pero lo terrible es que lo hayamos convertido en un espectáculo donde luchamos los unos contra los otros por ver con cuanto más esplendor lo vamos a presentar. ¿Habremos convertido la sangre preciosa de Cristo derramada por nosotros en un oropel más que es como un adorno en este mundo de vanidades en que vivimos? ¿Nos hemos fijado en cual es la carrera que hacemos en estos días en nuestras iglesias, en nuestras procesiones, en nuestros monumentos? ¿Huele a evangelio o solamente se queda en el perfume del incienso que derrochamos en estos días? ¿No podría haber ahí algo, o mucho, de contradictorio?

El evangelio de esta mañana de sábado en las vísperas de la entrada de Jesús en Jerusalén nos habla de aquellos preparativos de la pasión. Sí, fueron auténticos preparativos. Habían llegado noticias de lo sucedido días atrás en Betania con la muerte y la resurrección de Lázaro; cómo las gentes estaban entusiasmadas con aquellos signos de Jesús y los principales dirigentes de Jerusalén andan con el miedo en el cuerpo. Podría haber revueltas, podían actuar los romanos con mano dura, y aquello podía ser anuncio de destrucción. Algo tenían que hacer. En ello estaban deliberando.

Fue el sumo sacerdote el que dio la clave. Claro que hablaba según sus intereses, pero no sabía El que con ello se estaba cumpliendo el plan de Dios. ‘Uno tiene que morir por todo el pueblo’, anuncia el sumo sacerdote. Y ya el evangelista nos dirá que con ello se estaba anunciando la muerte de Jesús que iba a ser para nuestra redención, nuestra salvación. Moriría Jesús no solo por el pueblo de Israel, en habitación de males mayores con la intervención de los romanos, sino que moriría por todos nosotros.

Es lo que desemboca en los acontecimientos que se suceden, como iremos contemplando en estos días. Es el anuncio, sin saberlo ni comprenderlo el sumo sacerdote, de una nueva pascua, de un paso de Dios en la muerte de Jesús. Y es lo que nosotros vamos a celebrar, es lo que nosotros tenemos que llegar a vivir. Hemos de sentir en nosotros ese paso de Dios. Pero no es algo que se pueda quedar en la superficie, en la superficialidad de nuestras vanidades. Es algo que en verdad tenemos que interiorizar para que en verdad desde unas actitudes nuevas, desde algo nuevo y distinto que estamos llamados a hacer, podamos convertirnos en evangelio para el mundo. Es un nuevo anuncio que tenemos que hacer, pero no será con palabras y gestos rebuscados sino desde el mundo en que nosotros nos sintamos transformados por ese paso de Dios por nuestra vida, desde esa Pascua que tenemos que vivir con toda autenticidad.

¿Qué tendremos que quitar, corregir, cambiar para no quedarnos en la banalidad de lo superficial, de lo suntuoso, de lo que está tan lejos del evangelio del Reino de Dios? Con sinceridad ante Dios preguntémonoslo y demos pasos de mayor autenticidad en nuestra vida.

viernes, 31 de marzo de 2023

Abramos los ojos lo suficiente para darnos cuenta de lo que hay de pasión en nosotros o en nuestro entorno y llegar a convertirlo en Pascua descubriendo el paso de Dios

 


Abramos los ojos lo suficiente para darnos cuenta de lo que hay de pasión en nosotros o en nuestro entorno y llegar a convertirlo en Pascua descubriendo el paso de Dios

Jeremías 20, 10-13; Sal 17; Juan 10, 31-42

Tiene que ser duro cuando alguien con buena voluntad trata de convencer de la veracidad y de la autenticidad de su vida a quienes no quieren aceptarlo. Expondrá mil razones y testimonios de que lo que hace es bueno, que no hay doble intención en lo que ofrece porque no quiere engañar a nadie, trata de justificarse por mil medios, pero los que le escuchan no dan el brazo a torcer, lo rechazan y ya en su interior lo tienen condenado. Lágrimas de sangre, podríamos decir que salen del corazón ante la terquedad de los que le escuchan y o se mantendrá firme en sus convicciones y en la misión que cree tener en aquel momento a pesar del rechazo, o terminará marchando por otra parte donde pueda ser mejor escuchado y aceptado.

Jesús era consciente de su misión, se sentía enviado por el Padre y sabía también lo que tendría que sufrir por parte de quienes no le aceptaban y rechazaban. Hoy en el evangelio encontramos uno de esos momentos, en que Jesús apela a las obras que realiza, porque quien hace lo que El no puede ser sino alguien venido de Dios.

Un día Nicodemo lo reconocerá, si no vienes de Dios, si no eres un hombre de Dios, no podrías realizar las obras que tú haces, le dice más o menos con estas palabras aquel magistrado judío. Será quien más tarde en algún momento querrá hacer recapacitar a sus compañeros del Sanedrín que no se puede juzgar a nadie sin haberle escuchado y de alguna forma se pone de parte de Jesús. También va a ser mal considerado Nicodemo por esta defensa que hace de Jesús.

Ahora les dice Jesús que crean en las obras que El realiza. Eran los sencillos y los humildes – a los que se revela el Padre y por eso Jesús en una ocasión da gracias al Padre porque revela estas cosas no a los sabios y entendidos, sino a los pequeños y a los sencillos – los que aceptaban a Jesús, glorificaban a Dios cuando Jesús realizaba obras maravillosas, como serán los sencillos, más allá del Jordán donde terminará retirándose Jesús, los que van a creer en El en estos momentos. Pero en Jerusalén no quieren aceptarle.

Y a todas estas, ¿nosotros, qué? ¿Aceptamos a Jesús y creemos en El? ¿O también pondremos nuestras pantallas, nuestras condiciones, nuestras reservas? ¿Hasta donde somos capaces de creer en Jesús? ¿Hasta donde seremos capaces de subir también con El a Jerusalén para la fiesta de la Pascua? Tenemos ahora mismo la oportunidad de decantarnos claramente por Jesús.

En las puertas de la semana de pasión estamos, que será la semana donde vamos a celebrar todo el misterio de la pasión y muerte de Jesús. ¿Será una verdadera celebración lo que vamos a vivir, los pasos que vamos a dar para poder llegar a la Pascua? Cuidado no nos pongamos simplemente a la expectativa, como muchos de los que estaban en Jerusalén entonces, de contemplar unos espectáculos, de contentarnos con ver desfilar delante de nuestros ojos todos esos momentos de la pasión de Jesús. ¿No tendríamos que ponernos nosotros a hacer ese mismo camino de pasión de Jesús?

Es cierto que la contemplación es una actitud muy importante pero cuando lo hacemos desde el corazón dejándonos envolver por el misterio. No puede ser algo que veamos desde fuera o que contemplemos fuera de nosotros. Otra tiene que ser la manera, porque tenemos que hacerlo desde la realidad de nuestra vida que también necesita hacerse pascua, o contemplando también todos esos signos de pasión, de dolor, de sufrimiento que hay a nuestro alrededor; no es necesario que pensemos en otros lugares o en grandes cosas, que también están ahí como parte de la pasión de Jesús, sino ser capaces de verlo en pequeñas cosas en las personas que están cerca de nosotros.

Terminaremos reconociendo, si abrimos suficientemente los ojos, que hay más pasión, más dolor del que podemos nosotros imaginar. Y eso, ya sea en nosotros, o lo que estamos también contemplando en nuestro entorno tenemos que convertirlo en Pascua, porque ahí veamos el paso de Dios, y ahí al paso de Jesús nosotros demos ese paso hacia adelante, hacia la Pascua.

jueves, 30 de marzo de 2023

Pongamos nuestra fe en Jesús, creamos en su palabra y nos llenaremos de vida, sabremos lo que no es morir para siempre

 


Pongamos nuestra fe en Jesús, creamos en su palabra y nos llenaremos de vida, sabremos lo que no es morir para siempre

Génesis 17, 3-9; Sal 104; Juan 8, 51-59

Nadie se quiere morir, queremos vivir, aunque en ocasiones la vida se nos haga dura, problemas, enfermedades, luchas y contratiempos, soledades y abandonos… queremos vivir. Y sabemos de la realidad de la muerte, un día se nos acaba, porque se debilita, se consume y se apaga, porque nos aparece una enfermedad, porque vamos gestando esa muerte según el uso, digámoslo así, que le damos a lo que vivimos, porque de repente un día nos llega el final.

Pero queremos vivir, queremos prolongar la vida, queremos disfrutar de la vida. Y ante eso hay diferentes posturas, desde los que te dicen la vida son cuatro días, aprovecha y disfruta todo lo que puedas y de ahí saldrán las diferentes maneras de entender ese disfrute, o queremos que aunque la vida se nos apague dejemos una huella, una semilla, y serán los hijos, será la familia, serán esas obras que vamos creando con nuestro trabajo, será lo que podamos ir haciendo por ese mundo en que estamos para que otros puedan vivir mejor. Se reflejará así la responsabilidad con que la asumimos, o la pendiente de la superficialidad por la que nos podemos dejar caer.

Hoy Jesús en el evangelio nos habla de que El nos puede dar una vida que no se acaba, no verá la muerte para siempre. Y allí están los entendidos de siempre poco menos que burlándose de Jesús y de alguna manera lo están considerando como un iluso cuando habla de estas cosas, porque todos tienen la experiencia de lo que es el morir. Pero es algo de lo que Jesús nos hablará muchas veces. Es necesario confiarnos en El, es necesario creer su palabra, es necesario vaciarnos de tantos sin sentidos con que vivimos muchas veces para que en El descubramos el sentido hondo profundo que le quiere dar a nuestra vida. Que no son solo las sumas de los años que podamos acumular en nuestro calendario particular. Es algo hondo que tenemos que descubrir desde lo más profundo de nosotros mismos.

¿Cuál es precisamente la buena nueva, la buena noticia que El quiere transmitirnos? Nos quedamos muchas veces en nuestros prejuicios, en lo que nosotros nos decimos que creemos desde siempre y no terminamos de ver ese sentido nuevo que Jesús está ofreciendo a nuestra vida. Nos preguntamos tantas veces para que vivimos, por qué vivimos. Nuestra vida no se puede quedar en acumular cosas que un día de nada nos servirán porque al final todo se va a quedar ahí y ni siquiera sabremos disfrutarlo bien. ¿No recordamos la parábola que un día nos propuso Jesús de aquel hombre ambicioso que porque un día tuvo una buena cosecha que llenó sus graneros y bodegas pensaba que ya todo lo tenía y le llegó la hora de la muerte y todo se quedó atrás?

Son otros los valores que hemos de sembrar en nuestro corazón que verdaderamente enriquecerán nuestra vida. Jesús nos está enseñando que la vida no consiste en vivir para nosotros mismos; Jesús nos abre a otros horizontes en esas personas que hacen camino a nuestro lado y en ese mundo que tenemos de llenar de buenas cosas; Jesús nos enseña a hacer una siembra distinta con una semilla nueva que en verdad transformará el mundo; sembremos paz, sembremos concordia, sembremos entendimiento entre unos y otros, sembremos de generosidad el corazón, creemos verdaderos nidos de armonía donde todos nos sintamos valorados y queridos, hagamos regueros de justicia, de bondad, de unidad, regalemos palabras y sonrisas de amabilidad, y estaremos llenándonos de una vida que bien merece la pena vivir porque pondrá más felicidad en nuestros corazones.

Pongamos nuestra fe en Jesús, creamos en su palabra y nos llenaremos de vida, sabremos lo que no es morir para siempre. Para eso El dio su vida por nosotros, aprendamos nosotros a dar la vida y tendremos vida para siempre. ¿No es así como le vamos a contemplar a El en la Pascua?

miércoles, 29 de marzo de 2023

Entendamos que encontrándonos con Cristo nos encontraremos con la verdad porque es el sentido de nuestra vida y entraremos en la camino de la verdadera libertad

 


Entendamos que encontrándonos con Cristo nos encontraremos con la verdad porque es el sentido de nuestra vida y entraremos en la camino de la verdadera libertad

Daniel 3, 14-20. 91-92. 95; Sal. Dn. 3, 52ª-56; Juan 8, 31-42

Cuando hablamos de libertad nos damos cuenta que ciertamente es algo que todos deseamos, pero también nos damos cuenta de que no tenemos todos el mismo concepto de la libertad. Se crean muchas confusiones. Libres se creen los que en nombre de una supuesta libertad solo aspiran a hacer lo que quieren en cuanto a ellos les beneficie, o digan que eso les beneficia, o libres se creen los que por esa libertar convierten su vida en una violencia y todo lo destruyen con tal que no sea como ellos creen  y todo se convierte en muerte a su alrededor; libre se cree el que hace lo que le da la gana pero sin criterios ni fundamentos porque al final en su ignorancia va a ser manipulado y llevado porque donde quizás él tampoco quiere pero se ha cegado su mente y no es capaz de ver ninguna otra cosa. ¿Dónde está la verdad y la razón?

Mucho tendríamos que hablar de todo este tema de la libertad. Quienes quieren encauzar sus vidas por unos principios que se convierten en cauces de su actuar, porque se sujetan a unas reglas fundamentalmente puestas buscando siempre el bien común, sin embargo habrá quien les diga que no son libres. Bien vemos que tras los gritos de libertad en muchas ocasiones pronto surgen las violencias, pronto se rompen todas las normas de convivencia, desechamos todo lo que sea ley o reglamento que pueda regular nuestra vida.

Hoy nos habla Jesús de una nueva libertad que El nos ofrece. Pero nos dice cual es el camino para esa libertad. Y para ello nos pide confiar en El, creer en El, porque cuando creemos en Jesús no simplemente vamos a aprender unas normas o leyes, sino que nos está diciendo que aceptarle a El, creer en El es encontrarnos con la verdad, y que esa verdad es la que nos hará realmente libres. Es una nueva manera, por así decirlo, de ver las cosas. En Jesús nos vamos a encontrar con el sentido más hondo y más profundo de nuestra existencia, es encontrarnos con la verdad, la verdad del ser humano, la verdad de la vida, la verdad del sentido del mundo y de las cosas, que es la verdad y el sentido por el que vivimos, y es donde vamos a encontrar nuestra grandeza.

Esas preguntas que bullen siempre en lo más hondo del corazón del hombre sobre el sentido de la vida, ¿por qué vivimos? ¿A dónde vamos? ¿Qué hacemos? ¿Dónde está nuestra grandeza y dignidad?, en Jesús van a encontrar su respuesta. Cuando hablamos de salvación no estamos solo en un final de la existencia, sino que estamos pensando en el ahora de nuestra vida y encontrar con ese sentido de la vida es encontrarnos con la salvación.

Y cuando la persona sabe por qué y para qué vive, cual es su sentido y su valor, qué consecuencias tiene lo que hace, sabe cómo va a repercutir su vida también en la vida de los demás y del mundo que le rodea, la persona se va a sentir profundamente llena en sí misma, estará encontrando su verdadera grandeza y dignidad, y se sentirá la persona más feliz del mundo porque se siente libre de verdad.

No son ya unas reglas que nos impongamos los unos a los otros, es el cauce que nos lleva a la mayor grandeza que podamos vivir, y como sabemos que en verdad es camino de felicidad con entusiasmo lo asumimos, con alegre y gozosa libertad caminamos por él y va a encontrar la mayor plenitud de su ser.

Por eso es tan importante el conocimiento que tengamos de Jesús, en algo en lo que flaqueamos mucho incluso los que nos decimos cristianos. Por eso es tan importante esa apertura de nuestra vida a la Palabra de Dios; por eso es tan importante que profundicemos en la verdad de nuestra fe. Nos conducirá al camino de la verdad, nos conducirá al camino de la verdadera libertad.


martes, 28 de marzo de 2023

Quién eres tú, una pregunta que nos seguimos haciendo, una pregunta a la que desde nuestros miedos y cobardías no terminamos de dar respuesta comprometida

 


Quién eres tú, una pregunta que nos seguimos haciendo, una pregunta a la que desde nuestros miedos y cobardías no terminamos de dar respuesta comprometida

 Números 21, 4-9; Sal 101; Juan 8, 21-30

¿Quién eres tú?, le preguntamos al intruso que se ha metido en nuestra conversación, al que de nada conocemos, pero que se ha puesto a opinar de todo en lo que estamos hablando o discutiendo entre amigos. ¿Quién eres tú?, le preguntamos quizás al que sí conocemos, pero que ahora se ha puesto a darnos opiniones dispares de lo que de siempre habíamos conocido de de él. ¿Quién eres tú?, le preguntamos a quien ahora pontifica sobre todo cuando nosotros sabemos que él nunca destacó por sus conocimientos o su sabiduría. ¿Quién eres tú? ¿De donde sacas todo eso? ¿Qué nos vienes a decir ahora si nosotros te conocemos?

¿Quién eres tú? Una pregunta que puede ser interesante que nos hace buscar mucho más hondo en el conocimiento que tengamos de los demás, de la vida misma, o incluso de nosotros mismos. ¿Nos conoceremos de verdad? ¿Conoceremos hondamente a aquellos con los que nos relacionamos?

Pero la pregunta surge hoy en el evangelio cuando los oyentes de Jesús no terminan de comprender, no terminan de enterarse de lo que realmente Jesús les está hablando. Podían conocerle, pues él actuaba libre y públicamente. De todos era conocido su actuar, la predicación que había realizado en Galilea, los signos y milagros que hacía, pero aun así andaban confusos. ¿Podía ser el Mesías? en algunas ocasiones así lo habían querido proclamar, muchos querían reconocerlo aunque quizá públicamente no se atrevían porque sabían de la inquina de los fariseos y de los principales dirigentes de Jerusalén que no querían reconocer las obras de Jesús y que incluso de todo era conocido como estaban tramando para quitarlo de en medio.

Se preguntan quién es Jesús porque realmente no lo conocen, o no quieren tampoco reconocerlo porque en la situación en que estaban no parecía lo políticamente correcto, ya que había quien quería quitarlo de en medio y precisamente desde los que se consideraban poderosos en medio de aquella sociedad. Se preguntan también quien es Jesús porque queriéndolo reconocer como Mesías, era algo como una necesidad que sentían porque el pueblo necesitaba una liberación, pero no terminaban de ver en Jesús lo que ellos creían que eran las señales anunciadas por los profetas.

Costaba definirse por Jesús. Se hacían preguntas. No olvidemos que de alguna manera esas preguntas estaban latentes en aquellos que eran los discípulos más cercanos, porque bien que los encontraba Jesús a cada rato discutiendo sobre primeros puestos o cuotas de poder en ese reino nuevo que anunciaba Jesús. Cuando incluso Jesús directamente les pregunta a ellos qué es lo que piensan de El, si se trata de repetir lo que la gente decían lo tenían muy fácil, pero cuando la respuesta tenía que ser más personal y comprometida, comenzaban los tartamudeos, los silencios, los mirarse los unos a los otros y si no hubiera sido por Pedro siempre dispuesto a ser el primero en responder, aquella tarde hubiera reinado el silencio entre el grupo de los discípulos porque tampoco ninguna terminaba por decantarse sobre la opinión sobre Jesús.

En la cena los veremos seguir haciendo preguntas de su ignorancia aun no terminada de corregir sobre la personalidad de Jesús, y en vísperas de la ascensión todavía preguntarán sobre si era ya el momento de la restauración de Israel. Necesitarán que venga el Espíritu Santo para poder dar un testimonio claro y valiente sobre Jesús, para atreverse a salir en la calle y proclamar a los cuatro vientos quien era en verdad Jesús.

¿Seguiremos aun nosotros en esas dudas? ¿Qué mezcolanzas nos hacemos en nuestro interior cuando tenemos que definirnos sobre nuestra fe? ¿No andaremos también con nuestros miedos y cobardías a hablar claramente de nuestra fe? ¿Estaremos en verdad dando razón de nuestra fe al mundo que nos rodea o aun en nuestra manera de actuar no se nota lo que tendría que ser el compromiso de nuestra fe? ¿Hasta donde llega nuestro testimonio?

lunes, 27 de marzo de 2023

Aprendamos de una vez por todas a no apedrear a nadie con nuestros juicios y condenas, sensibilicemos nuestro corazón para hacerlo compasivo y misericordioso

 


Aprendamos de una vez por todas a no apedrear a nadie con nuestros juicios y condenas, sensibilicemos nuestro corazón para hacerlo compasivo y misericordioso

Daniel 13, 1-9. 15-17. 19-30. 33-62; Sal 22; Juan 8, 1-11

¿Quiénes somos nosotros para saber y para juzgar lo que sucede tras las puertas en el interior de una casa? La discreción, el respeto a la intimidad de cada hogar y de cada familia ha de marcar nuestra línea de actuación, y no somos nadie para averiguar ni para juzgar lo que se vive en cada familia. Esto que es muy importante y básico en el respeto de nuestras mutuas relaciones lo hemos de referir a la conciencia de cada uno; nada sabemos de lo que hay en el interior de la persona, ¿Quiénes somos nosotros para juzgar y condenar?

Esto que nos vale para ese respeto que hemos de tener a toda persona, también nos tiene que hacer pensar en las tragedias de sufrimiento que puede haber tras cada mirada; miradas, es cierto, que algunas veces son gritos a voces, aunque no oigamos los sonidos, desde esas tragedias del interior de cada persona, pero donde no podemos entrar sin que nos abran su corazón. A varias cosas nos puede llevar, pues, esta consideración de lo que hay en el interior de cada persona. Como también ha de hacernos mirar con sinceridad nuestro interior y lo que nosotros encerramos, para actuar en consecuencia con misericordia y compasión con los demás. Dios es quien en verdad puede conocer nuestro corazón, pero también El nos respeta esa sacrosanta libertad que nos ha concedido.

Hoy nos habla el evangelio de que estando Jesús en el templo enseñando, después de venir de Betania donde había ido en la noche a descansar, los fariseos le traen a una mujer que ha sido sorprendida en adulterio. Es cierto que ahí está su pecado, para que el que la ley de Moisés era muy dura, pues la mujer adúltera había de ser apedreada. Pero aquellos dirigentes de Israel que buscaban motivos por todas partes para desprestigiar e incluso condenar a Jesús por lo que hacía y decía, la traen ante con la malicia de sus intenciones.

¿Conocía Jesús el drama que en aquellos momentos estuviera viviendo aquella mujer que así se ve condenada poco menos que irremediablemente? Pero conocía Jesús también las aviesas intenciones de aquellos acusadores y la maldad que pudiera haber en sus corazones. Hay silencios que se hacen dolorosos y producen mucha inquietud. Jesús se ha quedado en silencio y agachado en el suelo, como quien anda distraído se ha puesto a dibujar en la tierra. Será el silencio que está traspasando el corazón de aquella mujer, pero es el silencio que les duele a los acusadores que parece no verse secundados por Jesús en lo que son sus peticiones.

Insisten y reclaman, pero Jesús tiene una sola palabra dirigiéndose a todos. ‘El que esté sin pecado que le arroje la primera piedra’. Querían enfrentar a Jesús con el cumplimiento o no de la ley de Moisés, pero Jesús les hace enfrentarse cada uno a su propia conciencia. ¿Quién con sinceridad puede decir que no tiene pecado? Poco a poco se va despejando el patio, porque uno a uno comienzan a desaparecer de escena comenzando por los mayores. Si miramos con sinceridad nuestra conciencia, nuestra propia vida, ¿cómo es que no vamos a ser compasivos y misericordiosos con los demás si somos tan pecadores como ellos?

Por algo Jesús nos había enseñado que teníamos que ser compasivos y misericordiosos como nuestro Padre del cielo. ¿Cómo podremos decir con sinceridad la oración que Jesús nos enseño si no somos capaces de ser misericordiosos con los demás para ofrecerles generosamente nuestro perdón? ¿Podremos decir en verdad, ‘perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden’ si guardamos rencor en el corazón y no perdonamos a los que nos han ofendido?

‘¿Nadie te ha condenado, mujer? Yo tampoco te condeno, vete y no peques más’. Es el final del episodio que está encerrando tantas enseñanzas para nuestra vida. Tendríamos que tenerlo muy en cuenta porque aun seguimos apedreando en la vida, porque seguimos con nuestros juicios y condenas, porque seguimos endureciendo el corazón.

domingo, 26 de marzo de 2023

Comencemos a desatar vendas y ataduras y a despojarnos de sudarios de muerte ya para siempre para poder vivir el verdadero sentido de resurrección y de pascua

 


Comencemos a desatar vendas y ataduras y a despojarnos de sudarios de muerte ya para siempre para poder vivir el verdadero sentido de resurrección y de pascua

Ezequiel 37, 12-14; Sal 129; Romanos 8, 8-11; Juan 11, 3-7. 17. 20-27. 33-45

¿Qué hacemos, cómo reaccionamos si en un momento determinado por algunas circunstancias que consideramos grave mandamos aviso a quien sabemos que nos aprecia y nosotros apreciamos también pero parece no dar respuesta y no acude a nuestra llamada? ¿Seguimos esperando? ¿Seguimos confiando? De diversas maneras podemos reaccionar, ¿disculpando quizás que no haya captado de verdad la señal de alarma de nuestras palabras? ¿Dando por rota esa relación ante la respuesta negativa? ¿Seguir esperando y confiando porque siempre habrá una respuesta o una razón?

Esto puede parecer un caso hipotético pero situaciones en la vida así nos encontramos, ya sea en nuestras relaciones con los demás, o allá en lo más hondo de nosotros mismos en lo que son nuestras esperanzas, es lo que es esa trascendencia con que queremos vivir la vida, lo que es la situación de angustia de un mundo que sufre con guerras, con hambre y miseria, con tanta pobreza, con tantas situaciones que nosotros consideramos injustas y por las que clamamos a Dios en nuestra oración y en nuestra esperanza.

¿Será que Dios no nos escucha? Nos atrevemos a aventurar desde esa misma angustia en la que vivimos muchas veces. ¿O acaso nuestra relación con Dios está solo motivada porque esperamos el milagro que todo nos lo solucione? ¿Llegaremos a vislumbrar algo más sobre el sentido de la vida ante ese aparente, vamos a decirlo así, silencio de Dios?

¿Será de algo de todo esto de lo que nos está hablando hoy el evangelio? Jesús no acudió ante el aviso y súplica de aquellas dos hermanas; su llegada a Betania tendríamos que decir que fue tardía porque ya habían pasado incluso cuatro días de que Lázaro había sido enterrado. Pero Jesús está allí. Le había dicho a los discípulos que aquella enfermedad no era mortal, sino para que se manifestara la gloria de Dios y hasta entonces no habían comprendido. Todo parecía tinieblas, oscuridad. Y allí está el dolor y la queja de las hermanas. ‘Si hubieras estado aquí…’

‘Tu hermano resucitará’, le dice Jesús. Y la esperanza de aquella mujer habla de la resurrección al final de los tiempos. Pero Jesús quiere decirnos algo más. Porque Jesús habla de resurrección y de vida que ahora tenemos que hacer realidad en nuestra existencia. Es algo más que un cuerpo no muera, o que un cuerpo vuelva a la vida. Jesús nos está hablando de una vida permanente, de una vida para siempre, de una vida que en todo momento hemos de vivir. Y Jesús nos habla de creer en El, porque quien cree en El no muere.

Nos está abriendo Jesús a un nuevo sentido de la fe y de la vida. Nos habla de un nuevo vivir que solo en El podemos encontrar. Nos habla entonces de una nueva forma de vivir que tiene que haber en nosotros. Desde la fe en Jesús lo podemos descubrir. Esa vida nueva que de Jesús recibimos es el milagro que nosotros estamos llamados a hacer dándole un nuevo valor a nuestra existencia, dándole un nuevo sentido a lo hacemos, sintiendo que somos nosotros los que vamos a hacer que haya esa nueva vida en nuestro mundo porque vamos a actuar de una manera nueva.

Nuestra espera no será un cruzarnos de brazos para que todo nos lo den hecho, sino ponernos manos a la obra. Jesús nos está diciendo que quitemos esas lozas de sepulcro, de muerte que vemos por todas partes en esas personas que sufren, en esas situaciones difíciles que vivimos, en ese mal que contemplamos a nuestro alrededor. Tenemos que hacer salir a nuestro mundo de ese sepulcro de muerte en que nos hemos metido. Tenemos que ir desatando vendas que nos han atado y siguen atando de pies y manos a tantos a nuestro lado.

Cuando Lázaro a la voz de Jesús salió del sepulcro aun salio atado de pies y manos con los sudarios y vendas de la muerte y Jesús les mandó que se los quitasen. Es lo que con Jesús tenemos que aprender a hacer. Fijémonos que cuando Jesús resucitó, se encontraron las vendas por el suelo y el sudario doblado en sitio aparte; ya Jesús resucitado no estaba atado con aquellas vendas ni envuelto en aquel sudario. Es lo que tiene que realizarse en nuestra vida desde nuestra fe en Jesús y es lo que tenemos que realizar nosotros con los demás, con nuestro mundo.

Estamos ya a punto de celebrar la Pascua y será lo que tendrá que realizarse en nosotros si vamos a vivir de verdad la Pascua. Es el anuncio de resurrección que entonces haremos a nuestro mundo, pero es la tarea que nosotros tenemos que comenzar a realizar en nuestro mundo. Esa es nuestra verdadera esperanza. Esa es nuestra verdadera tarea. Esa es la manera en que llegaremos a proclamar nuestra fe en Cristo resucitado que a nosotros nos resucita y nos da vida. Comencemos a desatar vendas y ataduras y a despojarnos de sudarios de muerte ya para siempre.