viernes, 31 de marzo de 2023

Abramos los ojos lo suficiente para darnos cuenta de lo que hay de pasión en nosotros o en nuestro entorno y llegar a convertirlo en Pascua descubriendo el paso de Dios

 


Abramos los ojos lo suficiente para darnos cuenta de lo que hay de pasión en nosotros o en nuestro entorno y llegar a convertirlo en Pascua descubriendo el paso de Dios

Jeremías 20, 10-13; Sal 17; Juan 10, 31-42

Tiene que ser duro cuando alguien con buena voluntad trata de convencer de la veracidad y de la autenticidad de su vida a quienes no quieren aceptarlo. Expondrá mil razones y testimonios de que lo que hace es bueno, que no hay doble intención en lo que ofrece porque no quiere engañar a nadie, trata de justificarse por mil medios, pero los que le escuchan no dan el brazo a torcer, lo rechazan y ya en su interior lo tienen condenado. Lágrimas de sangre, podríamos decir que salen del corazón ante la terquedad de los que le escuchan y o se mantendrá firme en sus convicciones y en la misión que cree tener en aquel momento a pesar del rechazo, o terminará marchando por otra parte donde pueda ser mejor escuchado y aceptado.

Jesús era consciente de su misión, se sentía enviado por el Padre y sabía también lo que tendría que sufrir por parte de quienes no le aceptaban y rechazaban. Hoy en el evangelio encontramos uno de esos momentos, en que Jesús apela a las obras que realiza, porque quien hace lo que El no puede ser sino alguien venido de Dios.

Un día Nicodemo lo reconocerá, si no vienes de Dios, si no eres un hombre de Dios, no podrías realizar las obras que tú haces, le dice más o menos con estas palabras aquel magistrado judío. Será quien más tarde en algún momento querrá hacer recapacitar a sus compañeros del Sanedrín que no se puede juzgar a nadie sin haberle escuchado y de alguna forma se pone de parte de Jesús. También va a ser mal considerado Nicodemo por esta defensa que hace de Jesús.

Ahora les dice Jesús que crean en las obras que El realiza. Eran los sencillos y los humildes – a los que se revela el Padre y por eso Jesús en una ocasión da gracias al Padre porque revela estas cosas no a los sabios y entendidos, sino a los pequeños y a los sencillos – los que aceptaban a Jesús, glorificaban a Dios cuando Jesús realizaba obras maravillosas, como serán los sencillos, más allá del Jordán donde terminará retirándose Jesús, los que van a creer en El en estos momentos. Pero en Jerusalén no quieren aceptarle.

Y a todas estas, ¿nosotros, qué? ¿Aceptamos a Jesús y creemos en El? ¿O también pondremos nuestras pantallas, nuestras condiciones, nuestras reservas? ¿Hasta donde somos capaces de creer en Jesús? ¿Hasta donde seremos capaces de subir también con El a Jerusalén para la fiesta de la Pascua? Tenemos ahora mismo la oportunidad de decantarnos claramente por Jesús.

En las puertas de la semana de pasión estamos, que será la semana donde vamos a celebrar todo el misterio de la pasión y muerte de Jesús. ¿Será una verdadera celebración lo que vamos a vivir, los pasos que vamos a dar para poder llegar a la Pascua? Cuidado no nos pongamos simplemente a la expectativa, como muchos de los que estaban en Jerusalén entonces, de contemplar unos espectáculos, de contentarnos con ver desfilar delante de nuestros ojos todos esos momentos de la pasión de Jesús. ¿No tendríamos que ponernos nosotros a hacer ese mismo camino de pasión de Jesús?

Es cierto que la contemplación es una actitud muy importante pero cuando lo hacemos desde el corazón dejándonos envolver por el misterio. No puede ser algo que veamos desde fuera o que contemplemos fuera de nosotros. Otra tiene que ser la manera, porque tenemos que hacerlo desde la realidad de nuestra vida que también necesita hacerse pascua, o contemplando también todos esos signos de pasión, de dolor, de sufrimiento que hay a nuestro alrededor; no es necesario que pensemos en otros lugares o en grandes cosas, que también están ahí como parte de la pasión de Jesús, sino ser capaces de verlo en pequeñas cosas en las personas que están cerca de nosotros.

Terminaremos reconociendo, si abrimos suficientemente los ojos, que hay más pasión, más dolor del que podemos nosotros imaginar. Y eso, ya sea en nosotros, o lo que estamos también contemplando en nuestro entorno tenemos que convertirlo en Pascua, porque ahí veamos el paso de Dios, y ahí al paso de Jesús nosotros demos ese paso hacia adelante, hacia la Pascua.

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