sábado, 23 de abril de 2022

Cristo resucitado de una forma o de otra nos saldrá al encuentro, no perdamos los ánimos ni desistamos de nuestra búsqueda para seguirle con fidelidad

 


Cristo resucitado de una forma o de otra nos saldrá al encuentro, no perdamos los ánimos ni desistamos de nuestra búsqueda para seguirle con fidelidad

Hechos de los apóstoles 4, 13-21; Sal 117; Marcos 16, 9-15

En la vida nos aparecen momentos de desaliento en que perdemos los ánimos y algunas veces terminamos en la huida como defensa frente a ese desaliento; algo que no nos sale como nosotros queremos, un fracaso de algo que teníamos muy soñado y planeado, contratiempos que nos aparecen que nos hacen cambiar de rumbo, y parece que todo se nos viene abajo, no tenemos fuerzas para seguir y una de las formas de huida en encerrarnos quizás en nosotros mismos no queriendo saber nada de lo que pudiera levantarnos el ánimo e incluso huimos del contacto con los demás; todo lo que nos puedan decir de comenzar de nuevo, o de que todo no está acabado no nos lo creemos. Son momentos difíciles.

Fueron los momentos difíciles por los que pasaron los apóstoles con el prendimiento de Jesús y su posterior muerte en la cruz después de la dura y dolorosa pasión que tuvo que sufrir. No nos extraña la desbandada desde un primer momento en el prendimiento en Getsemaní, y aunque alguno intentó acercarse a donde juzgaban a Jesús, salió con el rabo entrepiernas, como se suele salir, cuando incluso las criadas lo reconocieron como discípulo, que tuvo que estar negando. Se encerraron en el Cenáculo; el miedo se les había metido en el cuerpo porque a ellos como seguidores les podía pasar lo mismo. Ya no recordaban los anuncios de Jesús, o no podían ni querían recordarlos porque todo porque menos que les parecía un fracaso.

En la mañana de aquel primer día las mujeres les vienen diciendo que el sepulcro está vacío, algunos incluso lo comprueban, más incertidumbre se ponía sobre ellos; comenzaban a llegar noticias de que alguien lo había visto vivo y resucitado como aquellos que se habían marchado también desalentados a Emaús, pero ya no podían creer a pesar del entusiasmo con que lo contaban; fue necesario que Jesús mismo se manifestara en medio de ellos, que estaban allí encerrados en el Cenáculo sin que se abrieran las puertas para Jesús entrar.

Ahora, con la presencia de Jesús en medio de ellos, comienzan a creer, comienzan a ver las cosas distintas, aunque Jesús les recrimina que no hayan creído ni lo que El había anunciado, ni lo que decían las Escrituras, ni a aquellos que venían con la noticia que lo habían visto resucitado. Pero Jesús sigue confiando en ellos, porque ahora los envía para que ellos hagan el anuncio que no habían creído y lleven la noticia por todas partes, a todo el mundo. Así son las cosas de Dios frente a las indecisiones, reservas y miedos con que andamos los hombres por aquí abajo.

Estamos culminando la octava de Pascua donde hemos venido contemplando esos diversos momentos de los encuentros de Cristo resucitado con los discípulos. Hoy hemos escuchado el breve relato que nos hace el evangelista Marcos de la Resurrección del Señor – es el más escueto – pero donde aparece esa incredulidad de los discípulos. Fue un camino duro que tuvieron que recorrer pero al final se encontraron con la luz, se encontraron con la verdad de su fe en Jesús. Y de ello habían de ser testigos. Hasta los confines del mundo.

Duro se nos hace el camino en la vida muchas veces, como reflexionábamos al principio. Nos sentimos tentados muchas veces al desaliento cuando se nos van metiendo oscuridades en la vida. Pero tiene que ser todo un proceso en el que tenemos que luchar por una meta, en el que tenemos continuar en la búsqueda de eso bueno que pretendemos, en que no nos podemos dejar vencer por el desaliento.

Nos sucede en todas las facetas de la vida; será ese crecimiento personal que hemos de ir realizando día a día buscando superarnos aunque nos cueste; será todo lo que significa relación con los demás que muchas veces se nos puede hacer dificultosa; será en el cumplimiento de nuestras responsabilidades, del desarrollo de nuestras cualidades, el logro de nuestras metas en nuestro trabajo, el alcanzar aquellas facetas más bellas de la vida en las que nos sentimos creadores.

Caminamos, caminamos con esperanza, con ilusión, con determinación. Será el camino de nuestra fe y de nuestro compromiso cristiano, nuestra vivencia eclesial que algunas veces cuando vemos sombras nos puede desalentar, será todo lo que sea nuestra búsqueda de Dios y nuestra relación con El, será el empeño por seguir el camino de Jesús. Cristo resucitado de una forma o de otra nos saldrá al encuentro.

viernes, 22 de abril de 2022

Aquel amanecer en el lago había sido distinto, había sido un nuevo amanecer, solo nos estará pidiendo amor para que tengamos una nueva visión y una nueva mirada

 


Aquel amanecer en el lago había sido distinto, había sido un nuevo amanecer, solo nos estará pidiendo amor para que tengamos una nueva visión y una nueva mirada

Hechos de los apóstoles 4, 1-12; Sal 117; Juan 21, 1-14

Es la vida misma de cada día, trabajo, luchas por sacar adelante nuestras responsabilidades, esfuerzos en los que en ocasiones no vemos el fruto del trabajo, contratiempos que hace que las cosas no salen como quisiéramos, momentos de satisfacción por lo hecho y lo conseguido, momentos de luz y momentos oscuros, éxitos y fracasos, reconocimiento por parte de otros de lo que hemos hecho o indiferencia u oposición; no siempre nos sentimos bien y satisfechos. Pero aun así no queremos tirar la toalla, queremos seguir adelante.

En esta ocasión aquellos pescadores no vieron el fruto del trabajo realizado durante la noche; aquella noche se les estaba prolongando, porque detrás venían de otros malos momentos que habían sonado a fracasos; aunque algunos decían que comenzaba algo nuevo, no lo terminaban de ver. Por eso aquel amanecer en el lago de Tiberíades tuvo un significado especial.

Estamos haciendo referencia a ese momento en que los apóstoles aún no lo tenían todo claro; algunos  hablaban de que Jesús había resucitado, que lo habían visto, que había estado con ellos; ahora este grupo está de nuevo en Galilea a donde al final han tenido que venirse, pero es que a través de los mensajes que les llegaban les decían que fueran a Galilea que allí lo verían. La tarde anterior aburridos de no hacer nada se decidieron a salir aquella noche a pescar. Pero había sido una noche infructuosa. ¿Estaban acostumbrados a que eso les sucediera los pescadores del lago? Realmente es la vida misma, como decíamos al principio, a todos los pescadores les pasa más de una vez en la vida. Una noche sin coger nada.

Pero aquel amanecer en el lago de Tiberíades tenía un significado especial. En la orilla alguien preguntaba si habían cogido nada, y ante la respuesta negativa les había dicho que echaran la red por el otro lado de la barca. No distinguían quien era en la distancia y en la neblina del amanecer, pero al parecer el que estaba en la orilla veía el cardume de peces, la redada fue grande y en el esfuerzo estaban de sacar las redes cargadas de peces. Uno de ellos por lo bajo le sugiere a Pedro quien es el que está en la orilla. ‘¡Es el Señor!’

Fue suficiente para que Pedro se lanzara al agua para llegar pronto a los pies de Jesús. ‘Se ató la túnica y se echó al agua mientras los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos doscientos codos, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan’. Jesús les pide ahora que trajeran de los peces que han cogido y realizada la tarea les dice: ‘Vamos, almorzad’.

Ya no era necesario preguntarse nada porque todos sabían que era el Señor. Aquel amanecer en el lago había sido un nuevo amanecer; se disipaban las tinieblas y volvía de nuevo la luz; se terminaban las sombras de muerte y reaparecía la vida; atrás quedaban las dudas y las cobardías, los miedos y las huidas; ahora todos querían venir corriendo para estar a los pies de Jesús. Solo les estaba pidiendo su amor; solo les estaba pidiendo que escucharan la voz que sentían en su corazón; solo quería que se dejaran conducir; solo les pedía que dejaran caer aquellas escamas que velaban sus para que pudieran ver y descubrir quien siempre está al lado en la orilla de la vida; solo quería que fueran capaces de decir también al que está al lado, ‘¡es el Señor!’.

El trabajo se nos puede hacer duro, la tarea que como testigos tenemos que realizar no siempre será fácil, muchas veces parecerá que vamos adelante y atrás al mismo tiempo porque no avanzamos como queremos; pero siempre Jesús está a nuestro lado, siempre Jesús despertará amor en nuestro corazón para que podamos tener una visión nueva y distinta, siempre Jesús con la fuerza de su Espíritu nos estará enseñando el camino señalando que miremos por el otro lado de la barca, siempre Jesús estará abriéndonos a un nuevo día y a nuevos horizontes. ‘¡Es el Señor!’, El está con nosotros y nos está invitando a sentarnos a su mesa. ‘Vamos, almorzad’.

jueves, 21 de abril de 2022

Dejémonos conducir por el Espíritu del Señor y comenzaremos a caminar los caminos de la fe convirtiéndonos en testigos

 


Dejémonos conducir por el Espíritu del Señor y comenzaremos a caminar los caminos de la fe convirtiéndonos en testigos

Hechos de los apóstoles 3, 11-26; Sal 8; Lucas 24, 35-48

No siempre nos creemos todo lo que nos cuentan; si es algo asombroso sin querer negar claramente la veracidad del que nos lo está contando, nos quedamos en nuestro interior con ciertas reservas, como si lo creyéramos pero al mismo tiempo no lo creyéramos, y de alguna manera indagamos para ver si desde otra fuente nos vienen a corroborar lo que los primeros informadores nos han contado, nos quedamos con la sospecha de la exageración de quien por algo se ha sentido impresionado y ahora cuando nos lo cuenta añade detalles, añade cosas que le pueden dar mayor espectacularidad pero que puede ser producto de sus ensoñaciones, de su fantasía a la hora de contar, o de lo que quizá quiera impresionarnos.

¿Qué pasaba con los anuncios que unos a otros se hacían en aquel momento del hecho de la resurrección de Jesús? Cuando las mujeres vinieron contando lo del sepulcro vacío y la aparición de Ángeles, lo echaron a fantasías de mujeres que no podían ser realidad. Con ese pensamiento incluso se habían marchado los discípulos de Emaús, pero cuando ahora ellos vienen contando que le han visto en el camino, que le reconocieron a la hora de partir el pan, seguían queriendo creer pero no estaban todavía tan convencidos.

Y el evangelio nos dice que mientras los de Emaús contaban Jesús mismo en persona, apareció entre ellos, sin que se abrieran las puertas. Sorpresa, susto, miedos y temores, posibilidades de fantasmas, incredulidad de nuevo. Y allí estaba Jesús mismo en medio de ellos. Y es Jesús el que quiere ofrecerles pruebas mostrando sus manos y la llaga del costado; más aún les pide que si tienen algo que comer que le traigan, que comerá ante ellos para que se convenzan que no es un fantasma. Y así lo hacen. Pero sus mentes seguían cerradas y el miedo seguía atenazándoles de manera que les impedía creer de verdad.

Y Jesús pacientemente, como había hecho con los discípulos en el camino, les explica las Escrituras y todo lo que estaba anunciado acerca de El que se ha cumplido. Esto es lo que os dije mientras estaba con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y Salmos acerca de mí’. Y a continuación nos dice el evangelista que ‘les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras’.

Solo cuando nos dejamos conducir por el Espíritu del Señor, el Espíritu de Sabiduría, comenzaremos en verdad a caminar los caminos de la fe. No es cuestión solo de razonamientos, de pruebas que podamos palpar con nuestras manos. Cuántas veces nos buscamos esos razonamientos, cuántas veces queremos solo a base de explicaciones llegar a meternos de verdad en el misterio de Dios. Es cierto que tenemos que dar razón de nuestra fe y tenemos que buscar de la mejor manera formarnos para profundizar en todo ese misterio de Dios.

Pero lo importante es que nos dejemos inundar por ese misterio, dejemos que sea el Espíritu divino el que nos vaya conduciendo. Es lo que llamamos la obediencia de la fe. Algo que tiene que llegarnos al corazón, algo que tenemos que experimentar dentro de nosotros mismos, algo que solo puede ser una experiencia de vida. Y desde ahí nos sentiremos transformados, desde ahí comenzarán a aparecer una actitudes nuevas en nuestra vida, desde ahí comenzarán a aparecer unas vivencias distintas. Es algo que tenemos que vivir desde lo más hondo de nosotros mismos.

Allí ahora los discípulos con la presencia de Jesús comenzaron a vivir algo; por eso comenzaron a ser testigos. Todo aquello que habían vivido no era solo el fruto de las maquinaciones de los sumos sacerdotes y de los dirigentes del pueblo, ni el fruto de una sentencia del procurador romano. Allí había habido un actuar de Dios, un paso de Dios en aquella pasión y muerte de Jesús, por lo que ahora no se quedaban en un crucificado que había muerto y había sido enterrado, sino que era el Señor que vive, porque a Jesús lo contemplaban vivo y resucitado.

Estaba escrito: ‘el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén’. Era lo que habían vivido y ahora lo comprendían y sentían y era de lo que ahora eran testigos. ‘Vosotros sois testigos de esto’.

¿Seremos nosotros también testigos de esto ante el mundo que nos rodea? ¿Cómo vamos a dar ese testimonio?

miércoles, 20 de abril de 2022

No nos dejemos obnubilar por las sombras de las situaciones que nos rodean, aprendamos a descubrir los latidos de Dios que nos pueden anunciar algo nuevo para nuestro mundo

 


No nos dejemos obnubilar por las sombras de las situaciones que nos rodean, aprendamos a descubrir los latidos de Dios que nos pueden anunciar algo nuevo para nuestro mundo

Hechos de los apóstoles 3, 1-10; Sal 104; Lucas 24, 13-35

‘¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?’ Si a nosotros ahora nos hicieran esa misma pregunta que hacía aquel caminante que les salió al paso a los cariacontecidos discípulos que marchaban a Emaús aquella tarde, también tendríamos que hablar de cosas tristes y preocupantes que nos están sucediendo estos días. Que si la guerra de Ucrania que no sabemos cómo va a acabar con tan tristes presagios y con tantas amarguras de gente que sufre, que si eso de la pandemia ha acabado o no ha acabado, que si habrán nuevos rebrotes, que si lo que ahora están permitiendo desde los gobiernos quizás por tener a la gente contenta, que si la economía, que si las perspectivas de futuro… son tantas las cosas que nos preocupan que también nos pondríamos cariacontecidos y repreguntando que si no sabemos qué es lo que está sucediendo a nuestro mundo y es motivo de preocupación.

Es cierto que el mundo se nos llena de sombras, es cierto que no vemos salida a tantos problemas que se van creciendo y multiplicando día a día, es cierto que de alguna manera parece que perdemos la paciencia y perdemos las esperanzas y de alguna manera también vamos dando tumbos de un lado para otro como aquellos discípulos.

Tan dando tumbos estaban que no reconocen a quien les ha salido al paso en el camino. Muchas veces tratamos de disculpar que si esa hora del atardecer es hora de claroscuros que no ayudan mucho, pero era raro que no reconocieran su voz, que no terminaran de entender por donde les estaba El dirigiendo la conversación. Ellos iban preocupados por lo sucedido en Jerusalén en días pasados, sus esperanzas parece que se desvanecían, no terminaban de ver y entender lo que había sucedido, y para ellos no se estaba cumpliendo con lo prometido por Jesús. Bien enterrado había quedado en aquella tumba cercana al Gólgota que un buen hombre, José de Aritmatea había ofrecido, y aunque las mujeres habían venido en la mañana diciendo que la tumba estaba vacía, que unas apariciones de ángeles les habían dicho que estaba vivo, pero para ellos eran visiones y ensoñaciones de mujeres.

Y es aquel caminante el que les va explicando lo anunciado en las Escrituras y que todo se había ido cumpliendo en aquellos días. Y ellos se entusiasmaban con la conversación y con las explicaciones que pronto se dieron cuenta que habían hecho el camino y estaban a las puertas de Emaús. El forastero quería seguir haciendo su camino pero ellos le convencieron para que se quedara ofreciéndole su hospitalidad porque era peligroso hacer aquellos caminos en la noche.

Y fue al sentarse en la mesa y al partir el pan cuando le reconocieron. Entonces dirían que les ardía el corazón mientras les hablaba por el camino y les explicaba las Escrituras. Pero allí ya no estaba El, pero estaban convencidos que era Jesús quien había caminado con ellos y les había explicado las Escrituras. Era verdad, lo habían comprobado por sí mismos, el Señor había resucitado y por eso corren ahora sin ningún miedo de hacer el camino de noche para regresar a Jerusalén y contar a los discípulos en el cenáculo cómo le habían reconocido al partir el pan, porque había hecho el camino con ellos.

Fue suficiente que detuvieran sus pasos en el camino para ponerse a escuchar, para acoger a aquel forastero que parecía hacer su mismo camino para que su corazón comenzara a latir de forma distinta y apareciera la luz en sus vidas. ¿Será eso lo que también nosotros necesitamos? Cariacontecidos vamos caminando por la vida desde las preocupaciones que tenemos y que sentimos. ¿Cómo podemos sentir que de nuevo renacen las esperanzas en nuestro corazón? ¿Cómo podremos comenzar a descubrir una luz para el final de ese camino de sombras que vamos viviendo?

También Cristo nos sale a nuestro encuentro. Muchas veces no lo sabemos ver. Vamos tan entretenidos con nuestros pensamientos muchas veces lúgubres que no sabemos descubrir los signos que va poniendo a nuestro lado. Sepamos descubrir las señales de Dios en el hoy de nuestra vida. ¿No hay nada positivo en medio de tanta crueldad como por otra parte estamos viendo? ¿Habrá algún tipo de despertar en nuestra sociedad, algunos atisbos de solidaridad, alguna preocupación seria que sintamos en nuestros corazones y que nos puedan estar motivándo para actuar?

Intentemos descubrir esos latidos de Dios que de alguna manera, aunque nos parezcan débiles, pueden estar resonando en nuestro mundo. Intentemos descubrir rayos de luz y de esperanza, confiemos en que el Señor pondrá señales a nuestro lado de que todo tiene que terminar y de nuevo brillará la luz, de nuevo podremos sentir el palpitar de la vida.

Nos cuesta ver y entender, pero confiemos, no perdamos la esperanza, pongamos por nuestra parte gestos de vida, de solidaridad, de cercanía a los que sufren cerca de nosotros para que esa chispa del amor vaya prendiendo y extendiéndose como fuego renovador por esa llanura de la vida.

martes, 19 de abril de 2022

No perdamos la sensibilidad ni nos acostumbremos a las sombras, en medio del dolor mantengamos la sintonía del amor, un día todo será distinto porque nos encontraremos con el Señor

 


No perdamos la sensibilidad ni nos acostumbremos a las sombras, en medio del dolor mantengamos la sintonía del amor, un día todo será distinto porque nos encontraremos con el Señor

Hechos de los apóstoles 2, 36-41; Sal 32; Juan 20, 11-18

Las lágrimas cuando dejamos que se conviertan en amargura en el corazón fácilmente nos ciegan y no terminamos de ver lo que está palpable ante nosotros. Había allí un corazón ardiente de amor; había amado mucho y se le habían perdonado sus muchos pecados; pero seguía amando, desde aquellos primeros momentos en que se había visto liberada por Jesús de sus siete demonios, no se apartaba del lado de Jesús. Fue de las pocas que fueron capaces de subir al Gólgota para estar a los pies de la cruz de Jesús.

Cuando el corazón se llena de dolor y de tormento todo se nos hace difícil de comprender; aquellas cosas que con más ardor nos habíamos como bebido de la persona amada ahora parece que se olvidan y no somos capaces de aunar unos acontecimientos con unas palabras previamente anunciadas y todo se vuelve noche en nuestro interior. Los interrogantes surgirían en su interior como toda persona que sufre y no podía entender que la vida de Jesús terminara así en un sepulcro. Le queda ahora quedarse junto al sepulcro de su amado, pero no habían podido realizar con su cuerpo lo mínimo para su embalsamamiento y por eso junto a las otras mujeres, siendo aun de noche, habían venido para culminar los ritos funerarios. Pero el cuerpo de Jesús no estaba allí.

Habían corrido como locas por las callejuelas de Jerusalén para anunciar a los discípulos que no estaba el cuerpo de Jesús y aunque las otras mujeres hablarían de Ángeles aparecidos junto a la tumba y de que les habían dicho que estaba vivo, para ella, María Magdalena, lo que había sucedido era que se habían robado o llevado de allí el cuerpo de Jesús.

Allí está llorosa a la entrada del sepulcro, vigilando sin saber qué, esperando sin saber qué; es la fidelidad incansable aunque todo permanezca oscuro. De nuevo unos ángeles que se le manifiestan ‘¿Por qué lloras?’ No sabe decir otra cosa. ‘Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto’. Es como su cantinela dispuesta a preguntar a todo el mundo dónde se han llevado el cuerpo del Señor Jesús.

Cuando se vuelve porque siente pasos o siente presencia de alguien, sin darse cuenta de con quién está hablando, pensando que era el encargado del huerto que por alguna razón habría quitado el cuerpo de aquel sepulcro nuevo, y ante la misma pregunta ‘¿por qué lloras?’ vuelve con lo mismo. ‘Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré’.

No sabe con quién habla, las amarguras cuando se apoderan del corazón nos ciegan y nada somos capaces de reconocer. Pero será una voz, será una palabra ‘¡María!’, la que le haría volver en sí. Era la voz que bien conocía, y aunque los ojos no son capaces de ver, el corazón si es capaz de sentir. ‘¡Rabboni! ¡Maestro!’. Y ahora sí se le han abierto los ojos, se le ha abierto la vida.

No podemos perder la sensibilidad del corazón aunque se nos cieguen todos los demás sentidos. Los latidos del amor tienen que seguir estando presentes en nuestra vida por muchas que sean las oscuridades. Cuidado no endurezcamos el corazón de tal manera que ya no seamos capaces de oír, que ya no seamos capaces de sentir los latidos del amor. El corazón de Magdalena quería seguir latiendo al unísono con el corazón de Cristo y por eso pudo verlo de nuevo, pudo sentirlo y escucharlo.

No perdamos esa sensibilidad, no nos acostumbremos a las negruras y a las sombras, en medio del dolor mantengamos la sensibilidad del amor; aunque pase largo tiempo de sombras y de tinieblas no perdamos la sensibilidad del amor. Aprendamos a mirar a nuestro alrededor, no temamos tener que enfrentarnos a oscuridades y a sufrimientos, por debajo de todo tiene que seguir circulando la sangre del amor; un día nos curaremos, un día volveremos a la luz, un día se despertará de nuevo la esperanza, un día podremos ver que las cosas comienzan a ser distintas, un día vamos a sentir fuerte la presencia del Señor y nos sentiremos transformados.

lunes, 18 de abril de 2022

Las mujeres se pusieron en camino y vino Jesús resucitado a su encuentro que ahora les pedía que el grupo de los discípulos vaya a Galilea para encontrarse con el Señor

 


Las mujeres se pusieron en camino y vino Jesús resucitado a su encuentro que ahora les pedía que el grupo de los discípulos vaya a Galilea para encontrarse con el Señor

Hechos de los apóstoles 2, 14. 22-33; Sal 15; Mateo 28, 8-15

Ellas sólo habían visto que el sepulcro estaba vacío; allí no estaba el cuerpo muerto de Jesús que iban buscando para embalsamarlo debidamente porque en la tarde del viernes no habían podido realizar. Unos ángeles les habían dicho que por qué buscaban entre los muertos al que vivía, que no estaba allí porque había resucitado como lo había dicho, pero ellas corrieron llenas de miedo y al mismo tiempo con alegría en el alma a anunciar a los que estaban reunidos en el cenáculo lo que había sucedido.

Hasta entonces no lo habían visto, no tenían otra certeza sino que el sepulcro estaba vacío, pero Jesús les sale al encuentro en el camino. Llenas de alegría por el asombro y la sorpresa se tiran a sus pies para abrazarlo pero allí están sus palabras. No temáis: Id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán’. Se acaban los temores y los miedos. Era El. No lo habían encontrado en el lugar de la muerte, en la sepultura, pero ahora les sale al encuentro en el camino. ¿Será acaso que necesitamos ponernos en camino, salir al camino porque será así cómo Jesús viene a nuestro encuentro?

Ponerse en camino es salir de sí mismo; no nos podemos quedar encerrados en nosotros mismos, en lo de siempre, en nuestras ideas o planteamientos; salimos de nosotros mismos y abrimos nuestro espíritu, descubrimos algo nuevo, se amplían horizontes, vemos con más claridad lo que quizá teníamos antes delante de nosotros pero no nos habíamos fijado; salimos de nosotros mismos y nos encontramos con los demás, salimos de nosotros mismos y nos damos cuenta del paso de Dios.

Iban con sus ideas preconcebidas al sepulcro; incluso lo que habían escuchado a Jesús no terminaban de entenderlo; no terminaban de entender aquella muerte, no terminaban de entender que todo acabara así; seguían con sus lagrimas en los ojos, no podían ver con claridad.

Llegaron al sepulcro y lo encontrado las desconcertó, no estaba allí el cuerpo de Jesús, porque solo pensaban en un cuerpo muerto al que había que embalsamar; se sintieron descolocadas y lo que los Ángeles les decían comenzaron a abrirles camino, se pusieron en camino, al menos habría que anunciar al grupo de los apóstoles lo que habían encontrado. Pero al ponerse en camino se encontraron con Jesús. No era un muerto al que tenían que buscar. El estaba vivo, había resucitado.

Pero ese encuentro les hacía seguir en camino; claro que tenían que ir al encuentro con los demás, era el encuentro con la comunidad, pero ahora tenían algo más que anunciar. Jesús había estado con ellas, aunque luego ellos tampoco las creyeran, y allí estaba el mensaje, también tenían que ponerse en camino para ir a Galilea, para encontrarse con el Señor.

¿Seremos en verdad una comunidad en camino? ¿Cuál será esa Galilea a la que tenemos que ir para seguir encontrándonos con el Señor? Y nosotros ¿qué buscamos? ¿Qué ideas preconcebidas tenemos? ¿Seguiremos encerrados en nuestros círculos sin salirnos de ellos? ¿Tendremos miedo de ponernos en camino también?

Tenemos que comunicar lo que hemos vivido y experimentado en estos días, en estas celebraciones. Seguro que hay una riqueza grande dentro de nosotros. Algo nuevo habrá llegado a nuestro corazón. Pero pongamos en camino para comunicarlo, para anunciarlo, veremos cómo en ese camino vamos a ir teniendo un encuentro nuevo y vivo con el Señor.

domingo, 17 de abril de 2022

La luz pascual de Cristo resucitado que se ha encendido en esta noche es luz de esperanza también para nuestro mundo y somos testigos y portadores de esa luz

 


La luz pascual de Cristo resucitado que se ha encendido en esta noche es luz de esperanza también para nuestro mundo y somos testigos y portadores de esa luz

Romanos 6, 3-11; Lucas 24, 1-12; Juan 20, 1-9

‘¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?’ Sorpresa, asombro, desconcierto una vez más para aquellas buenas mujeres. Habían pasado por un trance bien amargo en la mañana y en la tarde del viernes. Con buena voluntad habían preparado sus aromas y sus ungüentos para embalsamar debidamente el cuerpo de Jesús, que no lo habían podido hacer en la tarde del viernes por ser el día de la preparación y al caer la tarde ya nada podían hacer. Ahora se encuentran removida la piedra del sepulcro, el cuerpo de Jesús que no está allí y aquella aparición de ángeles con sus anuncios. ‘¿Por qué buscar entre los muertos…?

Aunque por naturaleza decimos que amamos la vida, buscamos la vida, defendemos la vida, sin embargo nos gusta husmear entre sombras de muerte; para algunos después de determinados momentos de la vida parece que todo girara ya en torno a la muerte y al sepulcro.

Envolvemos con demasiados crespones negros la vida; envolvemos demasiado la vida con sombras y negruras; decimos que amamos la vida y destruimos la vida, demasiada muerte metemos entre nosotros; nos oscurecemos con demasiadas sombras cuando nos destruimos, nos hacemos daño, dejamos que impere la violencia, detrás de nuestras ambiciones no nos importa destruir lo que sea. A niveles grandes con nuestras guerras - ¡cuánta destrucción! -, pero a niveles no menos grandes en la cercanía de los unos y los otros con tantos traspiés que nos vamos haciendo los unos a los otros. ¿Qué buscamos?

¿Qué buscaban aquellas mujeres cuando fueron aquella mañana al sepulcro? Buena voluntad no les faltaba pero se les estaba ofreciendo mucho más de lo que buscaban. Se les estaba haciendo un anuncio muy importante capaz de cambiar la historia. ‘¡No está aquí!’ No está en el sepulcro y en la muerte. ‘¡Ha resucitado!’


‘Recordad cómo os habló estando todavía en Galilea, cuando dijo que el Hijo del hombre tiene que ser entregado en manos de hombres pecadores, ser crucificado y al tercer día resucitar’
. Es el anuncio grande que reciben. Su Palabra se ha cumplido. No busquen la muerte, no busquen a uno que ha sido derrotado, busquen al vencedor de la muerte. ¡Ha resucitado! ¡Ha triunfado la vida! De nuevo brilla la luz. Es el momento de la victoria definitiva. Contemplemos al resucitado, al que vive.

La sorpresa, el asombro, el desconcierto de los primeros momentos se transformó en alegría. Una alegría de la que tenían que contagiar a los demás. Por eso fueron corriendo al encuentro de los demás discípulos para contar cuánto les había sucedido. A todos les cuesta creer, pero ellas ya tienen la experiencia. Por eso algunos correrán de un lado para otro en aquella mañana con visitas también al sepulcro para comprobar que estaba vacío. Pero no era suficiente, lo podían haber robado como seguía pensando María Magdalena; tenían que ir todo teniendo la experiencia del encuentro con el resucitado. Todos al final se convertirían en transmisores de esa buena nueva, de esa gran noticia, Cristo había resucitado.

No olvidemos una cosa que hemos ido teniendo muy en cuenta en estos días. Jesús nos había invitado a sentarnos a su mesa en la cena de la Pascua; así vivimos aquellos momentos. Con Jesús habíamos realizado todo el camino de la pasión hasta hacernos presentes también al pie de la cruz en el Gólgota. Jesús también quiere salirnos al encuentro en esta noche y en este día de pascua para hacernos partícipes también de esa misma experiencia. Nosotros también estamos invitados por una parte a vivir esta alegría de la Pascua pero también a contagiarla al mundo que nos rodea.

Cristo resucitado también nos sale al encuentro aunque nosotros sigamos revolviéndonos entre sombras y entre muertes en el hoy y ahora de nuestra vida y de la misma situación que vive el mundo. La experiencia de la resurrección del Señor no es algo que podamos relegar solo al tiempo de los apóstoles y en aquellos momentos vividos en Jerusalén. Hoy Cristo viene a nosotros para decirnos que es posible salir de esas sombras en que nos vamos envolviendo.

La luz pascual de Cristo resucitado que simbólicamente hemos encendido en esta noche es luz de esperanza también para nuestro mundo. Es hora de encender esa luz, de encender esa nueva esperanza para nuestro mundo. Es la tarea de los testigos de la resurrección. No podemos seguir dejándonos envolver por esos agobios y esas angustias; no podemos seguir postrados en nuestros desalientos y nuestras desesperanzas; es posible algo nuevo, es necesario sentir la fuerza del Espíritu de Cristo resucitado que renueve nuestros corazones y renueve nuestro mundo, nuestra sociedad; son posibles los caminos de la paz y de una nueva solidaridad; no podemos pensar que todo está perdido.

Signos bonitos de solidaridad hemos sido capaces de tener en los peores momentos por ejemplo de la pandemia que hemos vivido y tenemos que ser capaces de seguirlos teniendo con quienes están sufriendo tantos horrores. Son señales que nos dan esperanza. Aunque la maldad, la ambición, los afanes de destrucción parezca que imperen en nuestro mundo tenemos la esperanza del cambio de los corazones.

La victoria de Cristo sobre la muerte que hoy contemplamos y celebramos nos llena de esperanza en la tarea de la construcción de ese mundo nuevo. Tenemos que ser esos promotores de paz, esos sembradores de esperanza, esos contagios de alegría nueva en el amor y la nueva ternura que vamos sembrando en nuestro mundo.