miércoles, 20 de abril de 2022

No nos dejemos obnubilar por las sombras de las situaciones que nos rodean, aprendamos a descubrir los latidos de Dios que nos pueden anunciar algo nuevo para nuestro mundo

 


No nos dejemos obnubilar por las sombras de las situaciones que nos rodean, aprendamos a descubrir los latidos de Dios que nos pueden anunciar algo nuevo para nuestro mundo

Hechos de los apóstoles 3, 1-10; Sal 104; Lucas 24, 13-35

‘¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?’ Si a nosotros ahora nos hicieran esa misma pregunta que hacía aquel caminante que les salió al paso a los cariacontecidos discípulos que marchaban a Emaús aquella tarde, también tendríamos que hablar de cosas tristes y preocupantes que nos están sucediendo estos días. Que si la guerra de Ucrania que no sabemos cómo va a acabar con tan tristes presagios y con tantas amarguras de gente que sufre, que si eso de la pandemia ha acabado o no ha acabado, que si habrán nuevos rebrotes, que si lo que ahora están permitiendo desde los gobiernos quizás por tener a la gente contenta, que si la economía, que si las perspectivas de futuro… son tantas las cosas que nos preocupan que también nos pondríamos cariacontecidos y repreguntando que si no sabemos qué es lo que está sucediendo a nuestro mundo y es motivo de preocupación.

Es cierto que el mundo se nos llena de sombras, es cierto que no vemos salida a tantos problemas que se van creciendo y multiplicando día a día, es cierto que de alguna manera parece que perdemos la paciencia y perdemos las esperanzas y de alguna manera también vamos dando tumbos de un lado para otro como aquellos discípulos.

Tan dando tumbos estaban que no reconocen a quien les ha salido al paso en el camino. Muchas veces tratamos de disculpar que si esa hora del atardecer es hora de claroscuros que no ayudan mucho, pero era raro que no reconocieran su voz, que no terminaran de entender por donde les estaba El dirigiendo la conversación. Ellos iban preocupados por lo sucedido en Jerusalén en días pasados, sus esperanzas parece que se desvanecían, no terminaban de ver y entender lo que había sucedido, y para ellos no se estaba cumpliendo con lo prometido por Jesús. Bien enterrado había quedado en aquella tumba cercana al Gólgota que un buen hombre, José de Aritmatea había ofrecido, y aunque las mujeres habían venido en la mañana diciendo que la tumba estaba vacía, que unas apariciones de ángeles les habían dicho que estaba vivo, pero para ellos eran visiones y ensoñaciones de mujeres.

Y es aquel caminante el que les va explicando lo anunciado en las Escrituras y que todo se había ido cumpliendo en aquellos días. Y ellos se entusiasmaban con la conversación y con las explicaciones que pronto se dieron cuenta que habían hecho el camino y estaban a las puertas de Emaús. El forastero quería seguir haciendo su camino pero ellos le convencieron para que se quedara ofreciéndole su hospitalidad porque era peligroso hacer aquellos caminos en la noche.

Y fue al sentarse en la mesa y al partir el pan cuando le reconocieron. Entonces dirían que les ardía el corazón mientras les hablaba por el camino y les explicaba las Escrituras. Pero allí ya no estaba El, pero estaban convencidos que era Jesús quien había caminado con ellos y les había explicado las Escrituras. Era verdad, lo habían comprobado por sí mismos, el Señor había resucitado y por eso corren ahora sin ningún miedo de hacer el camino de noche para regresar a Jerusalén y contar a los discípulos en el cenáculo cómo le habían reconocido al partir el pan, porque había hecho el camino con ellos.

Fue suficiente que detuvieran sus pasos en el camino para ponerse a escuchar, para acoger a aquel forastero que parecía hacer su mismo camino para que su corazón comenzara a latir de forma distinta y apareciera la luz en sus vidas. ¿Será eso lo que también nosotros necesitamos? Cariacontecidos vamos caminando por la vida desde las preocupaciones que tenemos y que sentimos. ¿Cómo podemos sentir que de nuevo renacen las esperanzas en nuestro corazón? ¿Cómo podremos comenzar a descubrir una luz para el final de ese camino de sombras que vamos viviendo?

También Cristo nos sale a nuestro encuentro. Muchas veces no lo sabemos ver. Vamos tan entretenidos con nuestros pensamientos muchas veces lúgubres que no sabemos descubrir los signos que va poniendo a nuestro lado. Sepamos descubrir las señales de Dios en el hoy de nuestra vida. ¿No hay nada positivo en medio de tanta crueldad como por otra parte estamos viendo? ¿Habrá algún tipo de despertar en nuestra sociedad, algunos atisbos de solidaridad, alguna preocupación seria que sintamos en nuestros corazones y que nos puedan estar motivándo para actuar?

Intentemos descubrir esos latidos de Dios que de alguna manera, aunque nos parezcan débiles, pueden estar resonando en nuestro mundo. Intentemos descubrir rayos de luz y de esperanza, confiemos en que el Señor pondrá señales a nuestro lado de que todo tiene que terminar y de nuevo brillará la luz, de nuevo podremos sentir el palpitar de la vida.

Nos cuesta ver y entender, pero confiemos, no perdamos la esperanza, pongamos por nuestra parte gestos de vida, de solidaridad, de cercanía a los que sufren cerca de nosotros para que esa chispa del amor vaya prendiendo y extendiéndose como fuego renovador por esa llanura de la vida.

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