viernes, 22 de abril de 2022

Aquel amanecer en el lago había sido distinto, había sido un nuevo amanecer, solo nos estará pidiendo amor para que tengamos una nueva visión y una nueva mirada

 


Aquel amanecer en el lago había sido distinto, había sido un nuevo amanecer, solo nos estará pidiendo amor para que tengamos una nueva visión y una nueva mirada

Hechos de los apóstoles 4, 1-12; Sal 117; Juan 21, 1-14

Es la vida misma de cada día, trabajo, luchas por sacar adelante nuestras responsabilidades, esfuerzos en los que en ocasiones no vemos el fruto del trabajo, contratiempos que hace que las cosas no salen como quisiéramos, momentos de satisfacción por lo hecho y lo conseguido, momentos de luz y momentos oscuros, éxitos y fracasos, reconocimiento por parte de otros de lo que hemos hecho o indiferencia u oposición; no siempre nos sentimos bien y satisfechos. Pero aun así no queremos tirar la toalla, queremos seguir adelante.

En esta ocasión aquellos pescadores no vieron el fruto del trabajo realizado durante la noche; aquella noche se les estaba prolongando, porque detrás venían de otros malos momentos que habían sonado a fracasos; aunque algunos decían que comenzaba algo nuevo, no lo terminaban de ver. Por eso aquel amanecer en el lago de Tiberíades tuvo un significado especial.

Estamos haciendo referencia a ese momento en que los apóstoles aún no lo tenían todo claro; algunos  hablaban de que Jesús había resucitado, que lo habían visto, que había estado con ellos; ahora este grupo está de nuevo en Galilea a donde al final han tenido que venirse, pero es que a través de los mensajes que les llegaban les decían que fueran a Galilea que allí lo verían. La tarde anterior aburridos de no hacer nada se decidieron a salir aquella noche a pescar. Pero había sido una noche infructuosa. ¿Estaban acostumbrados a que eso les sucediera los pescadores del lago? Realmente es la vida misma, como decíamos al principio, a todos los pescadores les pasa más de una vez en la vida. Una noche sin coger nada.

Pero aquel amanecer en el lago de Tiberíades tenía un significado especial. En la orilla alguien preguntaba si habían cogido nada, y ante la respuesta negativa les había dicho que echaran la red por el otro lado de la barca. No distinguían quien era en la distancia y en la neblina del amanecer, pero al parecer el que estaba en la orilla veía el cardume de peces, la redada fue grande y en el esfuerzo estaban de sacar las redes cargadas de peces. Uno de ellos por lo bajo le sugiere a Pedro quien es el que está en la orilla. ‘¡Es el Señor!’

Fue suficiente para que Pedro se lanzara al agua para llegar pronto a los pies de Jesús. ‘Se ató la túnica y se echó al agua mientras los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos doscientos codos, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan’. Jesús les pide ahora que trajeran de los peces que han cogido y realizada la tarea les dice: ‘Vamos, almorzad’.

Ya no era necesario preguntarse nada porque todos sabían que era el Señor. Aquel amanecer en el lago había sido un nuevo amanecer; se disipaban las tinieblas y volvía de nuevo la luz; se terminaban las sombras de muerte y reaparecía la vida; atrás quedaban las dudas y las cobardías, los miedos y las huidas; ahora todos querían venir corriendo para estar a los pies de Jesús. Solo les estaba pidiendo su amor; solo les estaba pidiendo que escucharan la voz que sentían en su corazón; solo quería que se dejaran conducir; solo les pedía que dejaran caer aquellas escamas que velaban sus para que pudieran ver y descubrir quien siempre está al lado en la orilla de la vida; solo quería que fueran capaces de decir también al que está al lado, ‘¡es el Señor!’.

El trabajo se nos puede hacer duro, la tarea que como testigos tenemos que realizar no siempre será fácil, muchas veces parecerá que vamos adelante y atrás al mismo tiempo porque no avanzamos como queremos; pero siempre Jesús está a nuestro lado, siempre Jesús despertará amor en nuestro corazón para que podamos tener una visión nueva y distinta, siempre Jesús con la fuerza de su Espíritu nos estará enseñando el camino señalando que miremos por el otro lado de la barca, siempre Jesús estará abriéndonos a un nuevo día y a nuevos horizontes. ‘¡Es el Señor!’, El está con nosotros y nos está invitando a sentarnos a su mesa. ‘Vamos, almorzad’.

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