sábado, 15 de diciembre de 2012


Surgió Elías un profeta como un fuego para purificar a su pueblo

Eclesiástico, 48, 1-4.9-11; Sal. 79; Mt. 17, 10-13
‘Surgió Elías, un profeta como un fuego, cuyas palabras eran horno encendido…’ El libro del Eclesiástico hace un elogio de la figura de Elías. A lo largo del año litúrgico en muchas ocasiones hemos reflexionado sobre la figura del profeta, de gran importancia en la historia del pueblo de Israel, en la historia de la salvación.
El profeta fue el defensor acérrimo de la religión de Yahvé, el Dios único y verdadero, frente a los falsos dioses, los baales que algunos pretendían introducir en Israel. Con energía y palabra ardiente combatió la idolatría - no hace muchos días en nuestra reflexión hemos hecho mención a ello - y contra la impiedad de la sociedad de su tiempo. En medio de aquel ambiente resplandeció su figura como fuego.
Siempre encontramos un cierto paralelismo o una referencia entre la primera lectura y el Evangelio. Hoy nos habla del Profeta Elías, desde la pregunta que le hacen a Jesús sobre la vuelta de Elías, el que había sido arrebatado al cielo en un carro de fuego y del que, apoyándose literalmente en las palabras de algunos profetas, tenían la creencia que había de volver antes de la llegada del Mesías. 
A la pregunta que le hacen los discípulos a Jesús éste les manifiesta cómo en cierto modo Elías ha venido ya. ‘Los discípulos entendieron que Jesús se refería a Juan el Bautista’, nos dice el evangelista. Como le había anunciado el ángel a Zacarías su hijo se iba a manifestar ‘con el espíritu y el poder de Elías para preparar un pueblo bien dispuesto’. Es la voz del Bautista que así se manifiesta en el desierto preparando los caminos del Señor; es el profeta y más que profeta que diría Jesús de él que invitaba a la conversión y a la penitencia para mantenerse fieles al Señor y a su Alianza y así preparasen de verdad sus corazones para la venida del Mesías anunciado y esperado.
Aquel pueblo en parte no supo escuchar la voz del Bautista y como dice Jesús ‘no lo reconocieron’. Pero Jesús anunciará también que ‘así también el Hijo del hombre va a padecer en manos de ellos’ en un anuncio claro a su pasión. Queremos, sin embargo, nosotros escuchar la voz del profeta, la voz del Bautista. No queremos que haya rechazo por nuestra parte, aunque tengamos la tentación de hacernos oídos sordos a su llamada.
En este sentido estamos haciendo nosotros este camino de adviento que es preparar los caminos del Señor. Queremos caminar nosotros caminos de fidelidad y de amor, no permitiendo que nada se apodere de nuestro corazón porque Dios tiene que ser nuestro único Señor. Tentados estamos muchas veces a poner ídolos en nuestro corazón cuando tanta importancia le damos a las cosas materiales, a las sensualidades y a las cosas terrenas que nos esclavizan el corazón. Que sintamos la fuerza del Señor que nos haga superar toda tentación y todo peligro. Que esas peticiones que hacemos en el padrenuestro las hagamos con fuerza, con fe, con la certeza de la gracia del Señor que va a fortalecer nuestra vida. ‘No nos dejes caer en la tentación, líbranos del mal’.
‘Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve’, hemos pedido y repetido muchas veces en el salmo. Que venga el Señor a nuestra vida que está rota por el pecado que dejamos introducir en ella tanta veces. Que el Señor vuelva su rostro sobre nosotros porque sabemos que su mirada es una mirada de amor, una mirada de gracia, una mirada de salvación. Que nos encuentre el Señor preparados y con un corazón bien dispuesto.
Que el fuego del Espíritu purifique nuestros corazones. Se nos ha presentado hoy el profeta Elías, un profeta como un fuego, y ese ardor del profeta nos está hablando de ese Espíritu ardiente del Señor que nos renueva y que nos purifica. Preparemos el camino del Señor.

viernes, 14 de diciembre de 2012


Necesitamos ojos luminosos para ver la acción de Dios en nuestra historia

Is. 48, 17-19; Sal. 1; Mt. 11, 16-19
Se encuentra uno con personas que dan la impresión de que son incapaces de apreciar lo bueno que hay en los demás, siempre están con desconfianza, haciendo sus propias interpretaciones de lo que ven o lo que hacen las otras personas, como si su corazón estuviera lleno de malicia e incapacitado para ver lo bueno. Parece como si siempre fueran a la contra, si yo veo esto blanco, ellos lo ven negro. Es una forma muy negativa de ir por la vida.
Sucede ahora y ha sucedido siempre. Ojalá fuéramos capaces de tener los ojos llenos de luz para ver con claridad y con buena intención cuanto sucede a nuestro alrededor. Seríamos capaces de ver cuánto de bueno hay también a nuestro lado. Quitaríamos pesimismos y negruras de nuestra vida y nos daría ilusión para luchar con más ganas por lo bueno y por hacer que nuestro mundo sea mejor.
Pienso que sería una actitud muy positiva que tendríamos que cultivar en este camino de adviento que estamos haciendo y teniendo siempre esperanza de que con la fuerza y la gracia del Señor en verdad podemos hacer que nuestro mundo sea mejor. Tendría que ser un fruto importante que obtuviéramos en esta navidad en nuestro encuentro con el Señor, mirar con ojos claros, con ojos distintos, llenos de luz, llenos de amor y de vida a los demás. Nuestro trato, nuestras relaciones serían mejores, nos llevarían a un mundo más feliz, con una felicidad auténtica.
Me ilumina esta reflexión las palabras de Jesús en el evangelio que hemos proclamado. En cierto modo Jesús se queja de esa mala interpretación que hace mucha gente tanto de lo que significó Juan Bautista, como también de su presencia en medio de ellos. ‘Os parecéis a los niños que juegan en la plaza’, les viene a decir; esos niños que siempre en sus juegos le están llevando la contraria a sus amigos y compañeros.
‘Vino Juan, que ni comía ni bebía, y dice que tiene un demonio; viene el Hijo del Hombre que come y bebe, que está ahí en medio de los gentes haciendo su misma vida (qué hermoso la cercanía de Dios, y decís que es un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores’.
Cuánto  nos cuesta aceptar y acoger en nuestra vida todo el misterio de Jesús, todo su mensaje de salvación. Es necesario dejarse conducir. Es necesario sentir que el Espíritu Santo está con nosotros guiando nuestra vida, inspirándonos lo bueno, conduciendo con su sabiduría divina los caminos de la Iglesia. Hemos de saber tener ojos de fe para descubrir ese actuar del Espíritu de Dios que actúa en nuestra historia, cómo ha conducido a la Iglesia en todos los tiempos, pero en la época histórica que nos ha tocado vivir podemos ver clara esa acción divina en la Iglesia.
Aquella intuición del Papa Juan XXIII convocando un concilio ecuménico fue realmente algo profético. Todo el movimiento que surgió en la Iglesia a partir de ese momento fue en verdad renovador de nuestra vida por la inspiración del Espíritu. Bien sabemos que siempre hubo personas que no supieron ver esa acción del Espíritu sino más bien lo mal interpretaron y ha provocado al paso de los años muchas reticencias, pero es lo que antes decíamos. Necesitamos abrir los ojos a la acción del Espíritu y dejarnos conducir por El.
Como  nos decía el Señor por el profeta ‘yo, el Señor, tu Dios, te enseño para tu bien, te guío por el camino que sigues’. Dejémonos conducir por el Señor, porque ‘al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios’, como decíamos con el salmo. Sigamos este camino emprendido ahora en este tiempo del Adviento para llegar a ver la salvación de Dios, para que lleguemos a tener ese encuentro vivo con el Señor que es nuestro Salvador.

jueves, 13 de diciembre de 2012


Para que vean y conozcan que la mano del Señor lo ha hecho

Is. 41, 13-20; Sal. 144; Mt. 11, 11-15
El espíritu del Éxodo y del desierto forma parte muy importante de la espiritualidad del pueblo judío. La pascua celebrada como principio de aquella salida y la Alianza ratificada al pie del Sinaí serán piezas fundamentales de su espiritualidad porque en esos momentos se constituye plenamente el pueblo de Dios que había tenido su inicio en la fe de Abraham y la respuesta que éste había hecho a la llamada de Dios.
Aquel primer éxodo estuvo rodeado de austeridad grande al atravesar el desierto que le llevaría a la Tierra prometida. Pero ahora el profeta anuncia como un nuevo éxodo en su vuelta del destierro y la cautividad padecida en Babilonia. En aquel primer éxodo se manifestó la gloria y el poder del Señor en las maravillas que realizó el Señor con ellos frente a los peligros y carencias que vivieron en aquellos cuarenta años de desierto. En este nuevo éxodo de retorno a Jerusalén y a su patria el profeta anuncia también cosas maravillosas para expresar como el Señor les conduce por ese camino que les trae de la vuelta del destierro.
Si entonces se les abrió un camino en medio del mar, les hizo brotar agua de la roca o les envió el maná del cielo que los alimentara, ahora el profeta habla de ríos, manantiales y fuentes de agua en el desierto  haciendo surgir la frondosidad de los árboles que les den sombra y fruto a través de su camino. ‘Para que vean y conozcan, reflexionen y aprendan de una vez que la mano del Señor lo ha hecho, que el Santo de Israel lo ha creado’.
Pero todo eso es imagen y signo de un nuevo camino que el pueblo del Señor ha de realizar. Todo eso se convierten en imágenes mesiánicas que nos ayudarán a preparar el camino del Señor, como habían anunciado también los profetas y ahora anuncia el Bautista allá junto al Jordán. Nos aparece la figura del Bautista, el más grande de los nacidos de mujer como dirá Jesús, ayudándonos a preparar el camino del Señor. Un desierto y un camino, un éxodo partiendo y arrancando de nosotros mismos para ir a buscar no ya la tierra prometida, sino para acoger y recibir al Salvador prometido, al Mesías anunciado, al que va a ser el Emmanuel, el Dios con nosotros que nos trae la salvación.
Es la lectura que nosotros hemos de hacer de estos textos sagrados que escuchamos en medio del camino del Adviento que vamos realizando. ¿Un éxodo? ¿un desierto? Esa espiritualidad también nos ayuda a nosotros a hacer este camino. Estamos como desterrados lejos del Señor, buscamos también la salvación, queremos caminar al encuentro del Señor. Vamos a escuchar repetidamente al Bautista invitándonos a la conversión, a rehacer nuestros caminos, a desprendernos de todo lo que sea impedimento y que nos tenga alejados del Señor. No haremos una alianza en la sangre de los animales sacrificados, sino que ya nosotros somos los hijos de la nueva y definitiva alianza, la Alianza eterna realizada en la Sangre de Cristo que nos salva.
Pero estamos seguros que en ese camino no nos faltará nunca la gracia y la fuerza del Señor. Los manantiales del agua de la gracia siempre están a nuestra mano para calmar nuestra sed, para hacernos sentir la fuerza del Señor. Un camino de esfuerzo de superación que es el que siempre hemos de ir haciendo en nuestra vida para no dejarnos vencer por la modorra y la rutina.
‘El Reino de los cielos padece violencia y sólo los esforzados podrán alcanzarlo’. Es la lucha de nuestro camino, que nos recuerda caminos de desierto para que aprendamos a vivir en la austeridad de solo preocuparnos de lo que es verdaderamente importante. Y esto lo necesitamos aprender en todos los ámbitos de la vida. Sólo así podremos alcanzar la plenitud que Cristo quiere dar a nuestra vida. hagamos con intensidad este camino del Adviento que nos lleva al encuentro con el Señor.

miércoles, 12 de diciembre de 2012


El Señor es un Dios eterno y creó los confines del orbe

Is. 40, 25-31; Sal. 102; Mt. 11, 28-30
Cuando los profetas trasmiten el mensaje de la Palabra de Dios al pueblo de Israel, éste se ve sometido a fuertes tentaciones a la idolatría, porque viven en medio de pueblos paganos que se habían creado multitud de ídolos, dioses a su medida que no podían ofrecer ningun tipo de salvación. Es por eso que los profetas luchan fuerte contra la idolatría de los pueblos vecinos y a la se ve tentado Israel en caer. Podríamos recordar, porque sobre ello hemos meditado en más de una ocasión, la lucha del profeta Elías contra los profetas de los baales, lo que le acarrearía momentos difíciles y de persecusiones.
Ahora el profeta Isaías que  hoy hemos escuchado les recuerda al Dios todopoderoso creador de todas las cosas que se manifiesta con fuerza y poder pero al mismo tiempo cercano de su pueblo. Cuando ellos podían pensar que Dios no les hacía caso ni les tenía en cuenta, el profeta les recuerda esa cercanía de Dios siempre atento a sus necesidades y que por amor a su pueblo se hace presente en medio de ellos.
‘¿Por qué andas hablando, Jacob, y diciendo, Israel: mi suerta está oculta al Señor, mi Dios ignora mi causa?’ ¿No nos recuerda esto lo que quizá muchas veces nosotros hayamos pensado o dicho cuando acudimos a El en nuestra oración y decimos que Dios no nos escucha y no atiende a nuestras peticiones?
‘El Señor es un Dios eterno y creó los confines del orbe, les dice el profeta. No se cansa, no se fatiga, es insondable en su inteligencia. El da fuerza al cansado, acrecienta el valor de inválido… los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas…’ ¡Qué bellas palabras que llenan al pueblo, nos llenan a nosotros, de esperanza! ¡Cómo tenemos que aprender a fiarnos del Señor, a poner en El toda nuestra confianza! No podemos olvidar nunca las maravillas que el Señor hace continuamente en nuestra vida, El que ‘es compasivo y misericordioso’.
No nos falta la ayuda y la gracia del Señor. El sí nos escucha y nos llena continuamente con su gracia. Aún en aquellos momentos oscuros por los que podamos pasar, porque quizá se debilite nuestra fe o nos llenemos de dudas y temores, porque quizá por el mal que hemos dejado meter en nuestro corazón nos sintamos más débiles y más tentados, sabemos que el Señor está ahí, es nuestra fuerza, nuestra vida, nuestra luz. A El en medio de las oscuridades con más fuerza tenemos que acudir porque hemos de sentir la certeza en nuestro interior de que el Señor no nos deja, no nos abandona está junto a nosotros.
En los momentos que nos sintamos cansados, porque nos cuesta luchar, porque quizá no avanzamos todo lo que quisiéramos o porque nuestro corazón se haya llenado de desilusión con más fuerza hemos de escuchar la voz del Señor que nos llama y nos invita a ir hasta El, como hoy hemos escuchado en el evangelio. ‘Venid a mí, todos los que estáis cansado y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso’.
‘Se cansan los muchachos, se fatigan, los jóvenes tropiezan y vacilan’, que decía el profeta Isaias; pero que no son sólo los jóvenes, que todos tropezamos y a todos nos aparecen cansancios. Pero hemos de escuchar esa palabra de aliento del Señor porque estando con El ‘se renuevan las fuerzas, les nacen alas como de águilas, corren sin cansarse, marchan sin fatigarse’. Unas bellas imágenes que nos están hablando de esa fortaleza del Señor que nunca nos faltará.
Como nos decía Jesús ‘mi yugo es llevadero y mi carga ligera’. Es llevadero y ligero porque lo tenemos a El como dulce Cireneo que nos ayuda a llevar la cruz de cada día; es llevadero y ligero porque cuando amamos los mandamientos del Señor nos damos cuenta que lo que nos pueda pedir el Señor será siempre para nuestra mayor felicidad con lo que asi le daremos gloria al Señor.

martes, 11 de diciembre de 2012


Aquí está nuestro Dios… llega con poder manifestándonos su amor

Is. 40, 1-11; Sal. 95; Mt. 18, 12-14
‘Súbete a lo alto de un monte, heraldo de Sión; alza con fuerza la voz… no temas, di a las ciudades de Judá: aquí está nuestro Dios… llega con poder…’ Es el grito del profeta que escuchamos en Isaías y que nos trae una buena noticia. Por eso hay que gritarla muy fuerte. Llega el Señor con poder.
¿Cómo se manifiesta ese poder del Señor? Es aquí donde tenemos que reflexionar y escuchar muy bien lo que hoy nos dice el Señor. Podemos tener nuestros prejuicios, nuestras maneras de pensar que pudieran ser distintas a lo que nos dice el Señor. Hablar de poder nos puede sonar a imposición, a dominación por la fuerza, a ejércitos en plan de batalla y de guerra. Es lo que entendemos muchas veces en la vida ordinaria; lo que por otra parte pudiera hacernos pensar algunas expresiones que podamos encontrar en el Antiguo Testamento.
¿Cómo se manifiesta ese poder del Señor? seguimos preguntándonos. Fijémonos en lo que nos dice Isaías en el texto que hemos escuchado. ‘Como un pastor que apacienta el rebaño, su mano los reúne. Lleva en brazos a los corderos, cuida de las madres’. ¿Pueden haber imágenes que mejor nos hablen de la ternura y del amor? El pastor que cuida de su rebaño, que lleva en brazos a los corderos, que busca a la oveja perdida, que lo defiende y lo cuida de los lobos depredadores es precisamente la imagen que nos ofrecerá Jesús en el evangelio.
Pero no es imagen sólo del Nuevo Testamento, sino imagen que contemplamos también en el Antiguo Testamento. Nos habla del Señor compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en piedad; nos habla de que quiere misericordia y no sacrificios; nos hablan los profetas de los lazos de amor con Dios quiere atraernos; nos habla de la misericordia que Dios tiene con nosotros en su inmensa ternura por ejemplo en el salmo penitencial por excelencia para pedir perdón al Señor - ‘por tu inmensa compasión, borra mi culpa’, que le pedimos -.
Y ya hemos escuchado hoy la parábola del pastor que va a buscar la oveja perdida, y de la alegría del cielo por un pecador que se arrepiente; o recordamos también la alegría de aquel padre lleno de amor que acoge y recibe al hijo pródigo que se había marchado de casa. Podríamos recordar más momentos.
Hoy nos invitaba el profeta al consuelo que sentimos en el Señor porque ya para siempre nuestro crimen está pagado. En la sangre de Jesús hemos sido lavados por la misericordia y la bondad del Señor que en su amor lo que quiere es nuestra conversión y arrepentimiento.
¿Cómo se manifiesta ese poder del Señor? Ya tenemos la respuesta, en el amor. Es la más auténtica y genuina manifestación del poder del Señor. En nuestras miras humanas hay quien pudiera pensar que el perdón y la misericordia son señales de debilidad. Todo lo contrario, es la más grande manifestación del poder de Dios que así nos ama, tiene misericordia con nosotros y nos perdona. Humanamente hablando, incluso, yo diría que hay que tener gran fortaleza en el corazón para perdonar a los demás. Es ahí cuando nos vemos grandes, cuando somos capaces de amor y de perdonar. Así se nos manifiesta también el poder del Señor, la grandeza del amor del Señor.
Por eso escuchamos con gozo todos estos anuncios que nos van haciendo los profetas en este camino de Adviento que vamos recorriendo. Así surge con más fuerza en nuestro corazón ese deseo de encontrarnos con el Señor en esa vivencia profunda que queremos hacer de la Navidad. 
Nos preparamos abriéndonos al amor, sintiendo ese amor del Señor que viene a nosotros y poniendo en consecuencia amor en nuestra vida. Por eso acoger al Señor que viene a nosotros significará acoger al hermano que está a nuestro lado; ahí quiere hacerse presente el Señor. Cuanto  más le abramos el corazón al hermano que camina a nuestro lado más se lo estaremos abriendo al Señor. Por ahí tiene que ir nuestro camino de adviento para llegar a una auténtica navidad.

lunes, 10 de diciembre de 2012


Hoy hemos visto cosas admirables

Is. 35, 1-10; Sal. 84; Lc. 5, 17-26
‘Hoy hemos visto cosas admirables’, exclamaba la gente después de contemplar lo que Jesús había hecho. ‘Todos quedaron asombrados y daban gloria a Dios’. Jesús no solo había curado al paralítico que le habían traído y que en su fe se habían atrevido a introducirlo a los pies de Jesús separando las losetas de la azotea y descolgándolo hasta Jesús, sino que además le había perdonado los pecados. Los fariseos se habían escandalizado y lo habían criticado, pero Jesús se había mostrado poderoso y con capacidad para también perdonar los pecados. Estaban asombrados y hasta llenos de temor, pero daban gloria a Dios.
‘Nuestro Dios viene y nos salvará’, habían anunciado los profetas, que nosotros hemos repetido también hecho oración en el salmo. ‘Mirad a vuestro Dios que trae el desquite; viene en persona, resarcirá y os salvará’. Así se estaba manifestando la salvación que Jesús viene a ofrecernos. No solo se van a despegar los ojos del ciego, no solo los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo y la lengua del mudo se soltará para cantar a Dios, sino que algo más profundo se viene a realizar con la venida del Mesías, con la venida de Jesús.
Los profetas habían anunciado que la transformación que se iba a realizar era como si un desierto se convirtiera en un vergel. Pero eso eran imágenes de la belleza nueva en la vida nueva que el Mesías nos iba a ofrecer. Lo estamos viendo. Es de lo que nos vamos nosotros impregnando con la fuerza de la palabra del Señor de manera que en Jesús nos vamos a sentir fuertes, renovados, con nueva vida.
Estamos llenos de debilidades y también de muchos tropiezos en la vida, andamos a veces como ciegos sin saber a donde vamos, nos sentimos confundidos con muchas cosas que nos suceden que no terminamos de comprender, pero para nosotros hay una nueva luz, un nuevo sentido que nos llena de fortaleza, nos llena de gracia para sentirnos distintos, para alejar de nosotros todos los temores y desconfianzas.
‘Fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes, decid a los cobardes de corazón: sed fuertes, no temáis’. Así nos decía el profeta y todo eso lo vamos a ver realizado en Jesús. Nuestro corazón se llena de esperanza y de alegría. Llega a nosotros la salvación. Porque con Jesús nos viene la gracia, con Jesús nos viene el perdón, con Jesús nos sentiremos llenos del Espíritu y nuestra vida será distinta.
Estamos haciendo el camino del Adviento y todo esto hemos de tenerlo en mente, hemos de tener muy claro lo que nos ofrece Jesús, lo que entonces ha de ser para nosotros la navidad. Es el Señor que viene en persona y nos salvará. Y podremos ver la gloria del Señor.
Si ayer escuchábamos al Bautista clamando en el desierto que había que preparar los caminos del Señor enderezando todo lo que estaba torcido, limpiando todo lo que hay de escabroso en nuestra vida, hoy estamos viendo cómo esto será posible, cómo podremos realizarlo. Quien viene a nosotros no viene solo con bonitas palabras, sino que nos trae el perdón y la gracia.
Algunos no lo entenderán. Algunos incluso se resistirán a acercarse a Jesús con humildad para reconocerse necesitados de salvación. Algunos se opondrán y hasta querrán llamar blasfemo a Jesús cuando nos hable del perdón de los pecados.
Pero ahí está Jesús con su poder y con su gracia y para nosotros nos trae el perdón que es la salvación más hondo que podemos alcanzar, porque cuando nos sintamos perdonados nos sentiremos renovados; cuando nos sintamos perdonados nos encontraremos con fuerza para emprender una nueva vida; cuando nos sintamos perdonados sentiremos el gozo  más hondo en el alma; cuando nos sintamos perdonados veremos cómo es el amor del Señor que ya nunca más va a tener en cuenta ese pecado que habíamos cometido y El  nos ha perdonado; cuando nos sintamos perdonados nos sentiremos en verdadera paz.
‘Hoy hemos visto cosas admirables’, terminaremos diciendo nosotros también  y daremos gloria al Señor.

domingo, 9 de diciembre de 2012


Vino la palabra de Dios sobre Juan en el desierto

Baruc, 5, 1-9; Sal. 125; Filp. 1, 4-6.8-11; Lc. 3, 1-6
En Roma y sobre todo su imperio reinaba el emperador Tiberio; en Jerusalén Poncio Pilato era el gobernador de Judea; en Herodes era el virrey y sus hermanos Felipe en Iturea y Traconítide, y Lisanio en Abilene; en el templo de Jerusalén los sumos sacerdotes eran Anás y Caifás, pero a ninguno de ellos vino la Palabra del Señor. Podría parecer que en esos lugares de poder político y religioso podrían resonar grandes palabras, pero la Palabra de Dios vino a resonar en un lugar apartado, allá en el desierto junto al Jordán a un hombre sencillo y pobre que vivía en la mayor austeridad. ‘Vino la palabra de Dios sobre Juan, el hijo de Zacarías, allá en el desierto’.
Son las sorpresas de Dios. Sus caminos no son nuestros caminos ni nuestros planes son sus planes. Dios actúa de otra manera. Nosotros los hombres para preparar un acontecimiento que fuera importante y que pudiera tener trascendencia en la historia hubiéramos hecho otros preparativos quizá con grandes dispendios materiales y hasta con obras faraónicas para que quedara constancia no solo del acontecimiento sino de lo que nosotros habíamos hecho. Estamos acostumbrados en la vida a grandes inauguraciones y a monumentos o placas que dejen constancia de las cosas que los hombres consideramos importantes. Pero el actuar de Dios es otro.
La Palabra de Dios que iba a resonar sí que iba a tener una trascendencia para toda la humanidad y marcaría la historia. Pero los hechos van a comenzar a suceder allá en el desierto en una voz que se va a comenzar a escuchar pero sin los altavoces mediáticos o de grandes medios que hoy utilizaríamos. ¿Quién la va a escuchar en el desierto? Pero allí va a resonar. Un hombre famélico en su apariencia por la austeridad y penitencias que hacía, vestido solo con una piel de camello va a ser lo voz que resuene con fuerza. ‘Una voz grita en el desierto’, recordará el evangelista recordando lo anunciado previamente por los profetas.
¿A qué invita esa voz? ¿cuál es el mensaje? Es una gran noticia, es una buena noticia que merecerá la pena escuchar. ‘Todos verán la salvación de Dios’. Llega el esperado de las naciones, se van a cumplir todas las esperanzas de Israel, viene la salvación y no solo para Israel sino que será para todos los pueblos, para toda la humanidad. Y hay que preparar los caminos, allanando los senderos, elevándose los valles y abatiéndose las montañas para hacer ese camino recto que nos conduzca a la salvación.
Escuchábamos ese mismo mensaje en el profeta que anunciaba la vuelta del pueblo desterrado a Jerusalén. Marcharon entre lágrimas al destierro y ahora vuelven entre cantos y llenos de alegría. ‘A pie marcharon conducidos por el enemigo, pero Dios los traerá con gloria, como llevados en carroza real’.  Se enderezarán los caminos, los árboles darán sombra a Israel ‘porque Dios guiará a su pueblo con alegría, a la luz de su gloria con su justicia y su misericordia’.
Aquello que fue un momento de la historia de Israel se convirtió en signo de lo que ahora hay que realizar porque ahora se va a manifestar en plenitud lo que es la misericordia del Señor que trae la salvación para toda la humanidad. Por eso ahora Juan ‘recorría toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados’. Sobre Juan había llegado la Palabra del Señor que ahora proclamaba para todos los hombres desde la humildad y la pobreza del que está en el desierto, desde la austeridad de una vida de penitencia para ser un signo para todos de esa conversión del corazón que había que realizar.
Hoy también, y podríamos recordar las coordenadas históricas que vivimos en el momento presente y también en la situación social concreta en la que vivimos, nos llega la Palabra del Señor. No será por grandes medios sino que será quizá en el silencio de cada corazón que la quiera escuchar, en cualquier lugar que haya una persona de buena voluntad y que quiera vivir con sinceridad y autenticidad su vida podrá escuchar esta Palabra, esta voz que resuena fuerte en medio de desierto de nuestro mundo pero que tendrá que hacerse eco en cada uno de nosotros porque a cada uno nos invita, nos llama también a la conversión para preparar los caminos del Señor.
El Señor quiere seguir llegando a nuestro mundo, quiere hacerse presente en medio de nuestra sociedad porque todos están bien necesitados de esa salvación que el Señor nos trae. Puede sucederle a nuestro mundo, como a aquellos grandes personajes de la historia de aquel momento que nos recordaba el evangelista, que estaban en sus cosas, en sus propias preocupaciones, en sus afanes de poder y para ellos no resonó la Palabra del Señor.
Así puede suceder y de hecho sigue sucediendo en nuestro mundo en medio del cual va a brillar la estrella de la navidad pero no van a entender su luz, la van a interpretar a su manera y para sus intereses, no van a escuchar esa voz que nos llama a algo nuevo y distinto.
Así nos puede suceder a nosotros también que andemos tan encandilados en medio de nuestra sociedad materialista y consumista que no sepamos captar el mensaje y aunque digamos que hacemos fiesta de navidad, sin embargo siga sin llegar de verdad el Señor a nuestra vida; tengamos cerrado el corazón en nuestros afanes y preocupaciones y no  nos demos cuenta de quien está llamando a nuestra puerta.
Que llegue a nosotros esa voz que grita en el desierto; que sobre nosotros llegue esa Palabra del Señor y sepamos acogerla. Juan desde el evangelio nos está dando la voz de alerta, no para asustarnos sino para anunciarnos la Buena Noticia. Dios se ha compadecido de nosotros y viene con su salvación.
Ante la proximidad de la llegada del Señor, que eso tiene que ser en verdad la navidad para nosotros, hemos de despertar; no podemos seguir con nuestras lámparas apagadas; es necesario estar vigilantes y orando pidiendo la venida del Señor. Esa lámpara que vamos encendiendo en la corona de Adviento esto nos recuerda.
Nos invita a la conversión, porque para preparar de verdad el camino del Señor muchas cosas habrá que corregir y arreglar en los caminos de nuestra vida personal como en los caminos de nuestra sociedad. Menos soberbia y más humildad, menos violencia y más justicia, menos codicia y egoísmo y más solidaridad y amor, menos hipocresía y mentira y más verdad y autenticidad en nuestra vida.
Habremos de purificarnos. Juan invitaba a un bautismo de penitencia para la conversión. Nosotros tenemos los sacramentos y en especial el sacramento de la Penitencia que ya nos hace partícipes de esa gracia redentora que Cristo nos ganara con su muerte en la cruz. Por eso es algo que tenemos que pensarnos muy bien para disponernos a recibir ese sacramento que nos purifica, pero nos trae el perdón del Señor y nos llena de su gracia.
Y mantener la esperanza de que con Cristo podemos hacer ese mundo nuevo. Quitemos pesimismos y negruras de nuestra vida que nos hacen creer que nada puede cambiar, que las cosas no tienen arreglo. Con la gracia del Señor que llega a nuestra vida si cada uno ponemos nuestro granito de arena podremos ir haciendo un mundo mejor y podremos salir de esas situaciones difíciles en las que vivimos.
Como nos decía el apóstol: ‘Esta es mi oración: que vuestro amor siga creciendo más y más en penetración y en sensibilidad para apreciar los valores. Así llegaréis al día de Cristo limpios e irreprochables cargados de frutos de justicia…’ Lo podremos hacer. La gracia del Señor no nos faltará.