viernes, 3 de octubre de 2025

Escuchemos esa Palabra que se nos anuncia como en verdad lo tiene que ser para nosotros, Palabra de Dios que nos está hablando hoy a nuestra vida concreta

 


Escuchemos esa Palabra que se nos anuncia como en verdad lo tiene que ser para nosotros, Palabra de Dios que nos está hablando hoy a nuestra vida concreta

Baruc 1,15-22; Salmo 78; Lucas 10,13-16

Es como si me lo hicieras a mí. Es la reacción que solemos tener cuando sentimos que se ofrende, por ejemplo, a alguien a quien nosotros queremos mucho; son las reacciones que tenemos cuando nos ‘tocan’ a nuestra madre, por decirlo de alguna manera, y salimos en su defensa, porque es nuestra madre, y lo sentimos como algo que nos hacen a nosotros mismos; es también una reacción cuando hay una amistad profunda entre dos personas que se sienten muy unidas de manera que casi las cosas de uno son como si fueran de los dos. ‘Me estás ofendiendo a mi’, les decimos y eso no lo puedo aguantar. Por extensión así nos afectan las cosas de nuestro pueblo y son las reacciones que tenemos muchas veces entre pueblos vecinos, donde defendemos lo nuestro, las cosas de nuestro pueblo como si tocaran cosas nuestras personales.

Es lo que nos está expresando Jesús de la recepción o no que se haga de sus palabras, pero sobre todo de aquellos que como enviados suyos nos traen la buena nueva del Evangelio. De ahí nace también la valoración y el respeto que los cristianos tenemos por nuestros pastores, porque los vemos como enviados de Jesús para ofrecernos la gracia de la salvación.

Este texto intercalado aquí en el evangelio en la valoración que se está haciendo de la acogida al evangelio que se tiene en algunos lugares de Galilea, tiene también esa amplitud más abierta y universal en referencia a los que son los enviados de Jesús para el anuncio del evangelio; cosa que, por supuesto, tendría que hacernos pensar en la acogida que hacemos del mensaje de Jesús en nuestras vidas, la importancia que le damos a la Palabra de Dios y cómo hacemos que sea semilla plantada en la buena tierra de nuestro corazón para hacerle dar fruto.

Como decíamos, en este texto se parte de la respuesta que están dando al anuncio del Reino de Dios en algunos lugares de Galilea. Hemos visto cómo la gente acogía la palabra y la enseñanza de Jesús, cómo se entusiasmaban por escucharle y por estar con El, cómo cuando contemplaban los milagros que Jesús hacia curando a los enfermos o expulsando a los demonios ellos sabían ver un signo de la presencia de Dios en medio de ellos. ‘Dios ha visitado a su pueblo’, exclamaban en muchas ocasiones.

Pero bien contemplamos en algunas ocasiones que esos entusiasmos eran pasajeros; ya Jesús nos había señalado en la parábola del Sembrador, como no siempre la tierra estaba preparada para recibir la semilla, y la caída en el borde del camino se la comían las aves del cielo y lo daba fruto, la caída entre pedregales o zarzales pronto se secaba por falta de buena tierra donde enraizarse esa nueva planta del Reino de Dios que iba brotando en los corazones de quienes la escuchaban. No siempre se recogía el fruto al ciento por uno.

Es lo que ahora detectamos en este texto en relación a aquellos pueblos de Corozaín y Betsaida, en los alrededores del lago de Tiberíades o en el propio Cafarnaún. Muchos milagros había realizado Jesús en aquellos lugares, mucha había sido su presencia cuando caminaba aquellos caminos de Galilea, pero no siempre dan fruto; pronto se secaba aquella planta del Reino de Dios, porque pronto olvidaban las acciones de Dios en medio de ellos.

Es la queja de Jesús, es la nueva invitación que está haciendo Jesús, es la persistencia de la presencia y predicación de Jesús en aquellos lugares. Pero no lo podemos mirar como hechos acaecidos en la lejanía de los tiempos y lugares. Somos nosotros hoy los que escuchamos esa Palabra de Dios, en medio de nosotros también se están realizando esos signos de Dios que no siempre sabemos descubrir; también nosotros muchas veces nos ponemos críticos ante el anuncio que nos hace la Iglesia o ante la invitación que nos hacen nuestros pastores; tantas veces damos la vuelta, no queremos escuchar, no nos dejamos interpelar, ponemos nuestros ‘peros’ y nuestras pegas, nos hacemos oídos sordos.

¿Escucharemos esa Palabra que se nos anuncia como en verdad lo tiene que ser para nosotros Palabra de Dios que nos está hablando hoy?

No hay comentarios:

Publicar un comentario