No
nos quedemos anclados a nuestras mesas que nos hacen quedarnos en vacío, sino
desear de verdad sentarnos a la Mesa de plenitud que el Señor nos ha preparado
Isaías 25, 6-10ª; Salmo 22; Mateo 15, 29-37
Todo encuentro vivido con intensidad
termina en una comida, como también podemos decir que toda comida vivida con
sentido es motivo y alimento de
encuentro y de comunión. Nos encontramos quizás de muchos años sin vernos y la
alegría de ese encuentro nos llevará a que deseemos tomar algo juntos o hacer
una comida para celebrar ese encuentro; pero también nos puede suceder que
estemos haciendo un camino juntos pero en el que no faltan dificultades, que
vivimos con una tensión fuerte en nuestro espíritu porque quizás parece que las
esperanzas flaquean y no vemos la manera de salir adelante, que tenemos de
alguna manera que empujarnos unos a otros para seguir haciendo el camino porque
nos falta ánimo, un momento que nos detengamos a la vera del camino y
compartamos ese pan de la amargura nos hace sentirnos fuertes y con renovadas
esperanzas para seguir en nuestros intentos, para mantener los ánimos para la
lucha y queremos avanzar hacia delante; ese pan compartido quizás con lágrimas
sirvió para aunar nuestro espíritu y sentirnos renovados y con nueva fuerza.
¿Será algo así lo que necesitemos en
estos momentos de la vida? Me viene a la mente los que últimamente han estado
sufriendo las consecuencias de la DANA y ese pan que habrán compartido tantos
en medio de su dolor pero que les mantiene el ánimo para seguir adelante; un
pan de solidaridad que entre ellos habrán compartido, pero ese pan de la
solidaridad de tantos que allí se han acercado para echar una mano o que desde
lejos también se sienten solidarios y aportan lo que pueden. Me imagino ver a
cuantos allí se han acercado que también han recibido lo que desde los mismos
damnificados han recibido y compartido.
Como podemos pensar en los que están
sufriendo tantas guerras como siguen retumbando en tantos lugares de nuestro
mundo, en aquellos que todo lo han perdido y en las esperanzas que aun les
quedan en sus espíritus para encontrar un día ese momento en que puedan
compartir ese pan de la paz.
Mientras nosotros aquí, como tantos a
lo largo y ancho de nuestro mundo cristiano queremos seguir haciendo nuestro camino
de Adviento con esos deseos también de encuentro, con esos deseos de compartir
vida, de llegar a encontrarnos con quien viene a ofrecernos el banquete del
Reino nuevo de Dios. Es la imagen que se nos ofrece hoy en la Palabra de Dios.
Por una parte ese anuncio del profeta de ese festín preparado para nosotros en
el monte santo, donde se van a descorrer para siempre esos velos de dolor y de
sufrimiento, donde van a ser enjugadas las lágrimas de todos los ojos, donde
brillará una nueva alegría porque nos vamos a gozar con la salvación que nos
trae nuestro Dios y que vamos a celebrar en la cercana navidad.
Pero el evangelio nos habla también de
una comida. Allá hay una muchedumbre inmensa, una muchedumbre inmensa
hambrienta – llevan varios días siguiendo los pasos de Jesús y las provisiones
se han acabado y como dicen los discípulos dónde van a sacar comida para
tantos en aquel despoblado -, pero una muchedumbre son sus dolores y
sufrimientos - Acudió a él mucha gente llevando tullidos, ciegos, lisiados,
sordomudos y muchos otros y los ponían a sus pies -, una muchedumbre con
sus esperanzas que parecían muchas veces frustradas, con sus sueños y con sus
inquietudes, con sus deseos de algo nuevo y distinto que no terminaban de ver
llegar y a todos Jesús quiere sanarlos, a todos Jesús quiere alimentarlos. El
pequeño compartir de un corazón generoso se verá multiplicado por el amor y la
misericordia del Señor y todos comerán hasta saciarse.
¿Seremos parte nosotros también de esa
muchedumbre? En medio de ellos estamos también; de una forma o de otra nuestros
corazones están también recargados de sufrimientos o con ansias de algo nuevo y
distinto para nuestras vidas y para nuestro mundo. ¿Nos hemos puesto también en
camino para venir al encuentro con el Señor para sentir como todo se renueva en
nosotros y todo es posible que se vaya renovando en nuestro mundo? ¿Será esa
verdaderamente la esperanza que llevamos en el corazón en este camino de
Adviento? En lo que sucede a nuestro alrededor y en nuestro mundo encontraremos
también ejemplo y estímulo para la renovación de nuestra vida.
No nos podemos quedar anclados a
nuestras mesas que muchas veces lo que hacen es darnos más vacío, tenemos que
desear de verdad sentarnos a la Mesa que el Señor ha preparado para nosotros. Busquemos
el verdadero sentido de ese sentarnos a la mesa. ¿Será así nuestra navidad para
nosotros?
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