miércoles, 4 de diciembre de 2024

No nos quedemos anclados a nuestras mesas que nos hacen quedarnos en vacío, sino desear de verdad sentarnos a la Mesa de plenitud que el Señor nos ha preparado

 


No nos quedemos anclados a nuestras mesas que nos hacen quedarnos en vacío, sino desear de verdad sentarnos a la Mesa de plenitud que el Señor nos ha preparado

Isaías 25, 6-10ª; Salmo 22; Mateo 15, 29-37

Todo encuentro vivido con intensidad termina en una comida, como también podemos decir que toda comida vivida con sentido es motivo y  alimento de encuentro y de comunión. Nos encontramos quizás de muchos años sin vernos y la alegría de ese encuentro nos llevará a que deseemos tomar algo juntos o hacer una comida para celebrar ese encuentro; pero también nos puede suceder que estemos haciendo un camino juntos pero en el que no faltan dificultades, que vivimos con una tensión fuerte en nuestro espíritu porque quizás parece que las esperanzas flaquean y no vemos la manera de salir adelante, que tenemos de alguna manera que empujarnos unos a otros para seguir haciendo el camino porque nos falta ánimo, un momento que nos detengamos a la vera del camino y compartamos ese pan de la amargura nos hace sentirnos fuertes y con renovadas esperanzas para seguir en nuestros intentos, para mantener los ánimos para la lucha y queremos avanzar hacia delante; ese pan compartido quizás con lágrimas sirvió para aunar nuestro espíritu y sentirnos renovados y con nueva fuerza.

¿Será algo así lo que necesitemos en estos momentos de la vida? Me viene a la mente los que últimamente han estado sufriendo las consecuencias de la DANA y ese pan que habrán compartido tantos en medio de su dolor pero que les mantiene el ánimo para seguir adelante; un pan de solidaridad que entre ellos habrán compartido, pero ese pan de la solidaridad de tantos que allí se han acercado para echar una mano o que desde lejos también se sienten solidarios y aportan lo que pueden. Me imagino ver a cuantos allí se han acercado que también han recibido lo que desde los mismos damnificados han recibido y compartido.

Como podemos pensar en los que están sufriendo tantas guerras como siguen retumbando en tantos lugares de nuestro mundo, en aquellos que todo lo han perdido y en las esperanzas que aun les quedan en sus espíritus para encontrar un día ese momento en que puedan compartir ese pan de la paz.

Mientras nosotros aquí, como tantos a lo largo y ancho de nuestro mundo cristiano queremos seguir haciendo nuestro camino de Adviento con esos deseos también de encuentro, con esos deseos de compartir vida, de llegar a encontrarnos con quien viene a ofrecernos el banquete del Reino nuevo de Dios. Es la imagen que se nos ofrece hoy en la Palabra de Dios. Por una parte ese anuncio del profeta de ese festín preparado para nosotros en el monte santo, donde se van a descorrer para siempre esos velos de dolor y de sufrimiento, donde van a ser enjugadas las lágrimas de todos los ojos, donde brillará una nueva alegría porque nos vamos a gozar con la salvación que nos trae nuestro Dios y que vamos a celebrar en la cercana navidad.

Pero el evangelio nos habla también de una comida. Allá hay una muchedumbre inmensa, una muchedumbre inmensa hambrienta – llevan varios días siguiendo los pasos de Jesús y las provisiones se han acabado y como dicen los discípulos dónde van a sacar comida para tantos en aquel despoblado -, pero una muchedumbre son sus dolores y sufrimientos - Acudió a él mucha gente llevando tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros y los ponían a sus pies -, una muchedumbre con sus esperanzas que parecían muchas veces frustradas, con sus sueños y con sus inquietudes, con sus deseos de algo nuevo y distinto que no terminaban de ver llegar y a todos Jesús quiere sanarlos, a todos Jesús quiere alimentarlos. El pequeño compartir de un corazón generoso se verá multiplicado por el amor y la misericordia del Señor y todos comerán hasta saciarse.

¿Seremos parte nosotros también de esa muchedumbre? En medio de ellos estamos también; de una forma o de otra nuestros corazones están también recargados de sufrimientos o con ansias de algo nuevo y distinto para nuestras vidas y para nuestro mundo. ¿Nos hemos puesto también en camino para venir al encuentro con el Señor para sentir como todo se renueva en nosotros y todo es posible que se vaya renovando en nuestro mundo? ¿Será esa verdaderamente la esperanza que llevamos en el corazón en este camino de Adviento? En lo que sucede a nuestro alrededor y en nuestro mundo encontraremos también ejemplo y estímulo para la renovación de nuestra vida.

No nos podemos quedar anclados a nuestras mesas que muchas veces lo que hacen es darnos más vacío, tenemos que desear de verdad sentarnos a la Mesa que el Señor ha preparado para nosotros. Busquemos el verdadero sentido de ese sentarnos a la mesa. ¿Será así nuestra navidad para nosotros?

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