jueves, 5 de diciembre de 2024

Lealtad de corazón con serenidad de espíritu en la escucha de la Palabra que será nuestra sabiduría y nuestra fortaleza interior para caminar por caminos de paz

 


Lealtad de corazón con serenidad de espíritu en la escucha de la Palabra que será nuestra sabiduría y nuestra fortaleza interior para caminar por caminos de paz

Isaías 26, 1-6; Salmo 117; Mateo 7, 21. 24-27

Cuando nos sentimos con seguridad allí donde estamos parece que comenzamos a saborear las mieles de la paz; desde esa seguridad no tenemos miedo a los ataques que podamos recibir porque nos sentimos protegidos por aquello o por quien nos da esa seguridad; cuando procuramos por todos los medios mantener esa serenidad de nuestro espíritu nos sentimos fortalecidos para afrontar todos los embates y peligros y nada nos va a perturbar en nuestro corazón. Tarea difícil sin embargo tenemos que reconocer cuando nos falta la confianza, tarea difícil porque quizás en momentos determinados buscamos apoyos allí donde no vamos a encontrarlos, o porque dejamos que la confusión se meta dentro de nuestro espíritu que como vientre de caballo de Troya nos va a hacer perder esa estabilidad. Mantener la calma y la serenidad, pero conocer bien la roca sobre la que hemos edificado nuestra vida.

Espiritualmente es un camino de fe el que hemos de realizar, pero un camino que hemos de cimentar bien para que no haya errores ni confusiones, para que no se tambalee nuestra fe cuando aparezcan las oscuridades, para que no andemos zarandeados de una lado para otro dejándonos arrastrar por el más fuerte o novedoso canto de sirena que pueda sonar en nuestros oídos.

El profeta hoy nos ha hablado de una ciudad fuerte con sus murallas y baluartes, fundamentado en la lealtad que le da ánimos para mantenerse firme y conseguir la paz. ¿De donde saca esos ánimos que le ponen en camino de lealtad? Porque sabe que el Señor es la Roca perpetua que nunca fallará.

Ser leales, qué importante. Aunque nos veamos zarandeados por muchas cosas de la vida que parece que nos quieren hacer perder el equilibrio. Tenemos que apoyar bien fuertes nuestros pies en el suelo, sobre esa roca que no nos falla y que nada podrá hacer resquebrajar. Muchas veces en la vida andamos como veletas dejándonos llevar de aquí para allá según el viento que nos sople. Nuestro anclaje tiene que ser fuerte, nuestros principios tienen que ser inamovibles, nuestros valores no pueden ser hoy unos y mañana cambiamos según las conveniencias.

Que importante que sigamos el camino que hemos emprendido porque tenemos claras las metas que tenemos en la vida. Es una madurez humana y espiritual que tiene que ir creciendo continuamente en nosotros. No es fácil, porque son muchas las influencias que recibimos; no es fácil, porque nos acecha la tentación de tantas ofertas que estamos recibiendo continuamente. Cada cual quiere arrimar el ascua a su sardina, como nos dice el refranero popular.

Por eso hoy Jesús nos habla de los buenos cimientos que tenemos que darle a nuestra vida; no nos podemos quedar en apariencias ni en palabras bonitas, hemos de saber enraizar bien nuestra vida. El árbol que tiene raíces superficiales ante el menos viento es derribado. La casa edificada sobre arena, nos dirá Jesús en sus alegorías y comparaciones, es derribada cuando viene la tormenta y el huracán; la que está bien cimentada sobre roca y en el lugar más oportuno permanece.

Algunas veces somos atrevidos desde falsas seguridades cuando queremos apoyarnos solo en nosotros mismos, nos metemos en la boca del lobo, vamos donde sabemos que nos vamos a encontrar en peligro; tenemos que tener fuerza de voluntad pero sobre todo claridad de espíritu para ver donde tenemos que estar y lo que tenemos que hacer.

Hoy nos dice Jesús que no nos basta decir ‘¡Señor! ¡Señor!’, sino que es necesario algo más. Y nos habla de la Palabra de Dios que tenemos que escuchar, y plantar en nuestro corazón. ‘El que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos’, nos dice.

Ya en otro momento nos hablará de la semilla que no siempre sembramos en buena tierra; eso tenemos que ser, buena tierra, donde plantemos esa semilla de la Palabra de Dios para que pueda dar fruto, para que sea esa sabiduría de nuestra vida, para que sea esa fortaleza que nos mantiene firmes frente a las tentaciones del mal, esa luz que nos ilumine, ese sentido de nuestra vida que nos ayude a caminar por caminos de lealtad. Podremos alcanzar la paz, podemos sentirnos seguros en el Señor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario