miércoles, 25 de septiembre de 2024

Tenemos que aprender los cristianos a apoyarnos menos en las vanidades que se nos pegan del mundo y que nuestra fortaleza sea el mismo anuncio del evangelio

 


Tenemos que aprender los cristianos a apoyarnos menos en las vanidades que se nos pegan del mundo y que nuestra fortaleza sea el mismo anuncio del evangelio

Proverbios 30, 5-9; Salmo 118; Lucas 9, 1-6

¿Ricos? ¿Pobres? Algunas veces lo planteamos como si fuera entre una cosa y otra. Todos deseamos disponer de lo necesario para una vida digna, para nosotros y para los nuestros. Para eso trabajamos, nos esforzamos, buscamos los medios necesarios. Sentimos con los que nada tienen la angustia de no tener con qué salir adelante. Ansiamos algunas veces, o al menos alguno, tener de todo no solo ya para lo necesario sino incluso para lo superfluo, es la tentación de riqueza que llevamos dentro de alguna manera. Pero queremos tener los suficientes medios para poder realizar nuestros sueños, desarrollar iniciativas, hacer producir nuestro mundo. Es en nuestro trabajo o nuestras profesiones, es en el ámbito de la familia, es contemplando la sociedad en la que vivimos y que queremos de alguna manera desarrollar. Pero ese desarrollo ¿estará solo en función de los bienes materiales o económicos de los que dispongamos?

Esta última pregunta nos tendría que hacer plantearnos qué es lo verdaderamente importante para la vida, para ser más persona, para hacer mejor nuestro mundo. Pudiera ser que algunas veces andemos un tanto confundidos. Todo parece que queremos resolverlo desde la posesión de esos medios y así vemos en nuestra sociedad que siempre se están pidiendo esos medios para hacer algo, pero muchas veces no nos implicamos desde otros valores que son importantes en la vida y que serán los que de verdad nos harán crecer. Vemos cómo muchas cosas están abocadas al fracaso por muchos medios materiales que puedan tener cuando no se implican de verdad las personas con sus propios valores.

¿Nos sucederá también así a los cristianos, en el ámbito de la Iglesia? Es cierto que algunos critican las riquezas de la Iglesia, mientras desde dentro muchas veces andamos demasiado angustiados porque no tenemos los medios suficientes para llevar adelante nuestras tareas. ¿En qué tendremos que quedarnos? ¿Tendríamos quizás que revisarnos en muchas de las cosas en las que ponemos tanto esfuerzo para ver si en verdad nuestro actuar tiene verdadero sentido evangélico?

Creo que el evangelio de hoy nos ofrece mucha luz en este sentido. Nos narra el evangelista que Jesús ha elegido a los apóstoles para que vayan con su misión a anunciar también el Reino de Dios. ‘Los envió a proclamar el reino de Dios y a curar a los enfermos…’ nos dice el evangelista, como un signo de esa llegada del Reino de Dios. Pero fijémonos en lo que les dice Jesús, cómo los envía, las condiciones para ponerse en camino. ‘No llevéis nada para el camino: ni bastón ni alforja, ni pan ni dinero; tampoco tengáis dos túnicas cada uno. Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio’.

Son muy significativas las palabras de Jesús. El único poder que Jesús les da es el de curar enfermos y expulsar demonios. Son los signos que han de realizar de la llegada del Reino de Dios, la liberación de todo mal. Pero el signo está también en la manera en que han de ir; en nada se han de apoyar. ‘No llevéis nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan ni dinero’. Vacíos de sí mismos, vacíos de todo signo de poder, en la pobreza de quien no se apoya en sus medios materiales, pero con la disponibilidad del que vacío de si mismo solo se apoya en el Señor.  Es la autenticidad de sus vidas lo que en verdad tiene que convencer. Nos dejaremos acoger y alimentar por aquellos que quieran con nosotros compartir. Entramos en una nueva dinámica donde serán las personas con unos valores que no son los materiales sino los que la hacen más personas  los que van a hacer presente ese Reino de Dios.

¿Habría algo que revisar, plantearnos de nuevo a la hora de trabajar por el evangelio? ¿Tendremos que desprendernos de tantos signos de ostentación que algunas veces damos los cristianos o la misma presencia de la Iglesia? ¿Nos estaremos apoyando de verdad en el evangelio o en esas vanidades que se nos pegan de nuestro mundo?

 

 

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