jueves, 26 de septiembre de 2024

Que no pesen en nosotros los miedos y las cobardías, que seamos capaces de dejarnos interrogar por Jesús y el evangelio para hacernos nuevos planteamientos

 


Que no pesen en nosotros los miedos y las cobardías, que seamos capaces de dejarnos interrogar por Jesús y el evangelio para hacernos nuevos planteamientos

Eclesiastés 1, 2-11; Salmo 89; Lucas 9, 7-9

Puede pasarnos alguna vez que algún acontecimiento que se produce en nuestro entorno nos produce una cierta inquietud, porque quizás no calibramos bien las consecuencias que tendrá y lo que nosotros pudiéramos vernos implicados, o quizás es una palabra que escuchamos, la actitud o la postura de una persona ante determinadas situaciones, los que nos pueden producir esa inquietud, plantearnos interrogantes sobre la vida, sobre lo que hacemos o sobre lo que va a suceder.

¿A quien no le inquietan los momentos que vivimos, ya sea en nuestra sociedad cercana donde no terminamos de entender por ejemplo a nuestros dirigentes ni a dónde nos llevan, o lo que esta sucediendo en nuestro mundo con tantos tambores de guerra que están sonando? Pero, como decíamos, quizás alguna vez simplemente es una persona que vemos actuar cerca de nosotros que nos hace preguntarnos de qué manera nosotros nos estamos implicando con la marcha de nuestra sociedad. Inquietudes de todo tipo pueden aparecernos muchas veces en la vida. ¿Cómo reaccionamos?

Me hace pensar en todas estas cosas y mucho más que podríamos seguir deduciendo en nuestra reflexión, lo que hoy escuchamos en el evangelio. Cuando escuchamos el evangelio no nos quedamos reducidos a aquel momento que en él se nos relatan, sino que pueden ser en verdad imagen donde veamos reflejada nuestra vida y nuestras problemáticas de hoy. Es la forma cómo tenemos que hacer que en el evangelio encontremos esa respuesta y esa luz para nuestra vida.

Herodes estaba oyendo hablar de aquel profeta de Galilea que allá por su territorio realizaba sus andanzas; a él llegan noticias de Jesús de Nazaret, claro que tendría sus medios de información como todo dirigente o todo político, porque cuanto sucediera en su reina a él le afectaba también. Y como nos dice el evangelista Herodes se pregunta quien es ese Jesús del que tanto oye hablar. Llegan diferentes versiones según también lo que eran las distintas opiniones que tenía la gente sobre Jesús. Ya sabemos que había quien lo rechazaba, no estaba de acuerdo con lo que hacía Jesús, pero mucha gente sencilla lo aclamaba.

¿Sería Juan el bautista que había vuelto a la vida? Y Herodes andaría inquieto puesto que había sido él quien lo había mandado matar. Pero le hablaban también de un profeta del que se decía que había sido arrebatado al cielo en un carro de fuego y que un día antes de la venida del Mesías haría de nuevo su aparición sobre la tierra; otros pensaban que Jesús era como alguno de aquellos grandes profetas de la antigüedad; no había concordancia y eso le hacía también estar inquieto a Herodes preguntándose por Jesús y queriendo conocerlo.

¿No se atrevería ahora porque podría echarle en cara, lo mismo que había hecho Juan Bautista a quien él también le gustaba escuchar, sobre la vida que llevaba? Algunas veces parece que queremos algo, pero mejor no menearlo por si acaso nos salga el tiro por la culata, como se suele decir, se vuelve en contra nuestra.

Toda esta reflexión también nos llevaría a nosotros a hacernos algunas preguntas. ¿Tendremos en verdad inquietud y verdaderos deseos de conocer a Jesús porque hay cosas que nos dice el evangelio que nos hace hacernos nuevos y distintos planteamientos? ¿O quizá andemos nosotros también reculando, no atreviéndonos a enfrentarnos con ese conocimiento y escucha de Jesús porque eso nos tendría que hacer tomar decisiones drásticas para nuestra vida? Muchas veces reculamos, muchas veces no queremos saber para no complicarnos, muchas veces quisiéramos cerrar ojos y oídos para no enterarnos. ¿Será que no nos tomamos tan en serio el mensaje del evangelio, el mensaje de Jesús? Muchas veces pesan en nosotros los miedos y las cobardías.

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