viernes, 23 de agosto de 2024

Hay preguntas que tenemos que tomárnoslas en serio como qué es lo que realmente nos hace felices y qué es lo más importante para nuestra vida

 


Hay preguntas que tenemos que tomárnoslas en serio como qué es lo que realmente nos hace felices y qué es lo más importante para nuestra vida

Ezequiel 37, 1-14; Salmo 106;  Mateo 22, 34-40

Ni aún en aquello que todos buscaríamos para ser felices, nos pondríamos de acuerdo. Todos queremos ser felices, buscamos la felicidad, es cierto, pero bien sabemos que a todos no nos hace felices lo mismo. Intentando ponernos un poco sensatos podremos decir incluso cosas bonitas, de que buscamos la felicidad de los demás, que buscamos aquello en lo que verdaderamente nos realicemos, que tengamos una buena conciencia, y así podríamos decir muchas cosas bonitas, pero en el fondo ¿qué buscamos para ser felices? Y por ahí aparecen nuestras ambiciones, nuestras pasiones, nuestros sueños y hasta nuestros egoísmos de pensar solo en nosotros mismos. Nos daría qué pensar.

Me vale esto como introducción a lo que hoy nos presenta el evangelio. Por medio están las discusiones con Jesús, el pretender dejarlo callado y parece que se van sustituyendo unos a otros en cola buscando un argumento nuevo con el que enfrentarse a Jesús o buscar la manera de dejarlo callado y en evidencia. Ha hecho callar a los saduceos y ahora son los fariseos con los maestros de la ley los que vienen haciendo preguntas.

Pudiera parece una pregunta muy elemental y que nos podría hacer pensar que o tiene sino una única respuesta. Pero bien sabemos que tampoco entre ellos se ponían de acuerdo, y por allá andan precisamente los rigoristas fariseos con su pregunta. Bien sabemos qué hincapié hacían ellos con algunas cosas mientras otras que estaban también en la ley de Moisés las dejaban de lado.

¿Nos pasará a nosotros lo mismo? Poniéndonos sensatos como decíamos antes podemos decir cosas bonitas o aprendidas de memoria;  pero si preguntamos al conjunto de los que nos rodean qué es lo que sería más importante de todo lo que tenemos que hacer como creyentes y como cristianos, nos encontraremos también con las más diversas respuestas. Que si todos tenemos que respetarnos y tratarnos bien, que si nos portamos bien con aquellos que se portan bien con nosotros, que si somos amigos de nuestros amigos pero los demás… ya nos lo pensaremos, que si tenemos que hacer el bien cuando podamos (y ya veremos cuan pocas veces podemos), que si hay que ir de sinceros por la vida y no podemos ser unos fachas para los demás, y desgranaríamos un montón de cosas que irían apareciendo en esta hipotética lluvia de ideas que nos hagamos.

Es más importante de lo que pensamos este planteamiento que se nos hace en el evangelio. Porque no es solamente la pregunta que los maestros de la ley le hicieron a Jesús para ponerlo a prueba – que poco nos importarían hoy las malas intenciones que pudiera tener aquella gente – sino que desde la Palabra de Dios se nos está interrogando a la sinceridad de nuestra vida cuál es ese mandamiento importante.

Nos puede parecer cosa sabida de catecismo la respuesta que estamos escuchando en el evangelio, pero realmente nos preguntamos nosotros por el amor de Dios, por el amor que le tenemos a Dios, como decimos en el catecismo, sobre todas las cosas, o como se nos dice aquí ‘con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente’. No es cosa baladí, no son meras palabras que podamos poner o quitar según nos convenga, es algo que va a afectar realmente a toda nuestra vida.

Jesús ha venido anunciando la llegada del Reino de Dios, está en el centro de su mensaje, pero repito que no son solo palabras; es poner en verdad a Dios como el centro único de nuestra vida, ‘corazón, alma, mente’, se nos dice. ¿Dios está en verdad en el centro de nuestro corazón, de nuestros pensamientos, de lo que es la motivación más profunda de nuestra vida? Cuando hacemos examen de conciencia pasamos demasiado rápido por este primer mandamiento, nos lo damos por sabido y por cumplido; pero vayamos analizando lo que hacemos, lo que es nuestra vida de cada día, nuestras preocupaciones y nuestras ocupaciones, ¿qué lugar ocupa Dios en todo ello? ¿También cuando podamos o cuando nos sobre tiempo?

Pero Jesús en la respuesta no se queda ahí, porque nos dice que el segundo es igual de importante.  ‘El segundo es semejante a él: Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. Semejante, no los podemos separar porque el uno se cumple y se realiza en el otro. Y porque no estamos hablando de un amor cualquiera. ‘Como a ti mismo’, nos dice. Y amarnos a nosotros mismos eso sí que lo haremos. Y ya sabemos cuantas cosas podríamos señalar para decir que nos amamos. Porque tenemos que amarnos porque amamos la vida y queremos vivir, y buscar lo mejor, y darle la mayor dignidad a la vida, y hacernos querer y respetar, y valorar lo que somos como nos gozamos también en lo que hacemos, y así podríamos seguir diciendo muchas cosas. Pues nos dice Jesús ‘y a tu prójimo como a ti mismo’.

Y nos concluirá Jesús que ‘en estos mandamientos se sostienen la ley y los profetas’. Está respondiendo Jesús a unos maestros de la ley. ¿Por dónde ha de ir nuestra búsqueda de la felicidad, como habíamos comenzado planteándonos? ¿Qué es lo realmente importante para nuestra vida?

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