jueves, 22 de agosto de 2024

¿Cuál será el traje de fiesta - de unas actitudes distintas, de unos valores nuevos, de una apertura del corazón… - con el que hemos de vestirnos para ir a ese banquete de bodas?

 


¿Cuál será el traje de fiesta - de unas actitudes distintas, de unos valores nuevos, de una apertura del corazón… - con el que hemos de vestirnos para ir a ese banquete de bodas?

 Ezequiel 36, 23-28; Salmo 50; Mateo 22, 1-14

¿Por qué esa persona rechazó mi invitación? Nos habrá podido suceder en alguna ocasión. Era nuestro cumpleaños, teníamos en casa algún acontecimiento que celebrar, bueno, lo que sea, y con todos nuestros buenos deseos invitamos a amigos, a personas de nuestro entorno social, compañeros de trabajo… a que vinieran a merendar con nosotros, a cenar, a comer algo, pero hubo alguien que ni siquiera respondió para disculparse, y, claro, nos hacemos preguntas. ¿Qué le pasó a esa persona? ¿Por qué no vino? ¿Qué le hemos hecho que no le agradó venir a estar con nosotros? ¿Se sentirá acaso superior a nosotros y no quiere rebajarse? Ella se lo pierde, decimos quizás para disimular nuestro desánimo, pero aun así seguimos haciéndonos muchas preguntas.

Cosas que suceden en nuestro entorno y en nuestro ámbito social que quizás nos haga plantearnos muchas cosas en nuestras relaciones, pero es lo que hoy Jesús nos está planteando en el evangelio que va más allá de lo social o nuestras relaciones con los demás. Está haciéndonos Jesús una comparación con el Reino de Dios pero al mismo tiempo planteándonos cuál es nuestra actitud ante la invitación que nos está haciendo de nuestra acogida al Reino de Dios que nos anuncia.

Una invitación y una llamada a todos que hace desde su aparición pública por los caminos y aldeas de Galilea. Pero, no lo olvidemos, es también una invitación a cambiar nuestro corazón para creer y aceptar esa buena noticia que nos está transmitiendo. Una buena noticia que se anuncia a los pobres pero para todos los que de alguna manera se sienten esclavizados y oprimidos en la vida por algo para quienes se ofrece un nuevo camino de liberación y de perdón. Podemos recordar aquel anuncio de la sinagoga de Nazaret con las palabras del profeta. Y Jesús les decía eso se cumple hoy y aquí. No todos lo entendieron, sin embargo, muchos incluso lo rechazaron.

Son muchos los que acuden a escucharle, sienten incluso que son agradables y esperanzadoras sus palabras para sus oídos y para su corazón; en ese anuncio de liberación total que Jesús va ofreciendo, serán muchos los que sintiéndose oprimidos por el mal, y para ellos sus enfermedades con como una expresión de ese dominio del mal sobre sus vidas, vienen hasta Jesús para que les cure y libere de sus enfermedades. Pero la vida sigue y muchos pronto olvidarán o harán sus genuinas interpretaciones de las palabras de Jesús, o pronto quedarán atrás aquellos signos que Jesús ha realizado con ellos porque no terminan de entrar en el camino del Reino de Dios que les anuncia.

Todo cuanto iba realizando Jesús era una invitación a vivir en los valores nuevos del Reino de Dios, pero no lo entenderán porque siguen quizás con sus ambiciones, como les pasaba a los mismos apóstoles que aún seguían pensando en los primeros puestos después de todo lo que Jesús les había enseñado, y la respuesta no siempre es plena. Es lo que Jesús nos está diciendo con la parábola.

Pero es lo que nos está diciendo Jesús con la parábola hoy, ahora y aquí a nosotros que hemos escuchado este evangelio y sobre él queremos reflexionar. ¿No nos sucederá que también tenemos otras cosas en qué ocuparnos, como las respuestas de todos aquellos que fueron invitados al banquete de bodas, y también nosotros nos entretenemos con otras cosas y pronto olvidamos lo que Jesús nos dice?

La invitación sigue ahí en pie; de nosotros depende la respuesta, porque el banquete está preparado. No es cuestión de ir de cualquier manera, como aquello de a dónde vas Vicente, a donde va la gente, con que muchas veces nosotros hacemos algunas cosas de nuestra vida cristiana. Es que es la fiesta y hay que ir a la procesión; es que se nos enfermó algún familiar y rezamos y rezamos para que Dios lo ayude; es que tenemos problemas, y hay que acordarse de santa Bárbara cuando truena; es que se nos murió un familiar y tenemos que ir para que les digan algunas misas.

¿Y acaso nos hemos preguntado dónde está el traje de fiesta de unas actitudes distintas, de unos valores nuevos, de una apertura del corazón… con el que hemos de vestirnos para ir a ese banquete de bodas?


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