sábado, 24 de agosto de 2024

Entremos en la sintonía de Dios que nos llega por los demás, porque la fe ha nacido en nosotros por algo que alguien nos ha trasmitido y en quien hemos puesto nuestra confianza

 


Entremos en la sintonía de Dios que nos llega por los demás, porque la fe ha nacido en nosotros por algo que alguien nos ha transmitido y en quien hemos puesto nuestra confianza

Apocalipsis 21, 9b-14; Salmo 144; Juan 1, 45-51

¿Lo experimentamos para poder saberlo, para poder estar convencidos? No es mala manera de llegar al conocimiento de las cosas. El conocimiento científico de alguna manera parte de aquello que podemos experimentar. Ya decimos muchas veces si no lo veo no lo creo, y también cuando tratamos de contar algo que hemos visto nosotros y  no nos creen le decimos que vengan y que lo vean por sus propios ojos. Claro que por medio está también por una parte la credibilidad que pueden dar nuestras palabras, o la credibilidad con que hemos de vivir en nuestras mutuas relaciones, si no nos ofrecen nada ejemplo de lo contrario, y que facilita nuestro trato y nuestra mutua confianza. Algo que nos estará hablando por otra parte de la madurez con que nos expresamos en la vida y es base importante de nuestra mutua intercomunicación.

La página del evangelio que hoy se nos ofrece, en esta fiesta del apóstol san Bartolomé podemos decir que va por este sentido, Es base también de lo que ha de ser el anuncio del evangelio, que ya nos decía san Juan en el principio de sus cartas que El nos habla de lo que ha visto y de lo que ha vivido,  es precisamente la base del anuncio del evangelio que nos hace.

Pero en nuestro camino humano de la vida, como en el camino de nuestra fe podríamos decir que son procesos que de alguna manera tenemos que realizar en la vida. Precisamente en estas primeras páginas del evangelio de san Juan la comunicación de la Buena Noticia de Jesús arranca precisamente de lo que van recibiendo unos de otros  y en lo que van creyendo para llegar a ese seguimiento de Jesús.

Juan Bautista que ha visto bajar al Espíritu Santo desde el cielo sobre Jesús, será el que anuncie a sus discípulos que aquel pasa entre ellos es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo; tras ese anuncio Juan y Andrés se van tras Jesús queriendo ya saber de su vida, ‘¿donde vives?, le preguntan a lo que Jesús les dirá ‘Venid y lo veréis’.

Será lo suficiente para que Andrés a la mañana siguiente vaya a convencer a su hermano Simón que han encontrado el Mesías, y así lo llevará hasta Jesús; después de la invitación de Jesús a Felipe para que le siga, éste irá al encuentro de su amigo Natanael para convencerlo de que han encontrado aquel de quien hablaban Moisés y los profetas; ante la resistencia de Natanael, solamente le dirá ‘ven y lo verás’. Será suficiente ese encuentro para que comience a creer comenzando a hacer ya una confesión de fe, pero Jesús les dirá que mayores cosas verán.

Todo un camino y un proceso que también se ha ido realizando en nuestra vida, porque la fe ha nacido en nosotros por algo que alguien nos ha trasmitido y en quien hemos puesto nuestra confianza. No nos habrán faltado momentos de ponerlo todo en duda, pero experiencias hemos tenido en el corazón que nos han mantenido en esa fe y que tenemos que reavivar continuamente para que no se nos debilite.

Ese ‘ven y lo verás’ será algo que de una forma o de otra escuchamos muchas veces en el corazón sobre todo cuando nos vienen momentos oscuros y momentos de ponerlo todo en crisis. Siempre habrá una llamada interior que de forma misteriosa quizás nos haga despertar en el corazón, pero hemos de estar atentos a esa voz y a esa llamada; no podemos hacernos oídos sordos, tenemos que aprender a sintonizar con ese susurro del Espíritu que de alguna manera llega a nosotros, pero que si estamos distraídos podemos perder.

No nos dejemos aturdir por tantos ruidos de la vida que quieren distraernos. Dejemos que suene en nuestros corazones esa melodía de la fe que nos llenará de la verdadera paz, que nos abrirá a nuevos rumbos, que abre nuestro corazón a Dios, que nos hace sintonizar con la vida de los que nos rodean en los que podemos admirar también las maravillas de Dios.

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