domingo, 21 de julio de 2024

Encontremos ese momento para estar con Jesús, escucharle en nuestro corazón, disfrutar de su presencia, sentirnos renovados en el espíritu porque El está con nosotros

 


Encontremos ese momento para estar con Jesús, escucharle en nuestro corazón, disfrutar de su presencia, sentirnos renovados en el espíritu porque El está con nosotros

Jeremías 23, 1-6; Sal. 22; Efesios 2, 13-18; Marcos 6, 30-34

‘Mira, estás estresado, estas viviendo una tensión muy fuerte, mejor te vas unos días a descansar y luego hablamos’, quizás hemos dicho alguna vez a alguien que venía con sus agobios y problemas, no sabíamos por donde hacer algo por él, y pensamos que lo mejor es que tuviera ese tiempo de descanso para que él mismo se aclarara y luego poder hablar para encontrar soluciones. Es lo que le dice el padre al hijo que está viviendo un momento malo y no hay por donde hablar, y le dice ‘vete, duerme esta noche, y mañana estarás más tranquilo y podemos hablar’. Muchos ejemplos de situaciones así podíamos seguir poniendo en las relaciones de la pareja y del matrimonio, en los problemas de los amigos, en la tensión del trabajo cuando las cosas no salen y parece que todo puede ir al fracaso.

¿Es esa la solución y los protocolos técnicos que podamos tener para esos casos? Nos hablarán los sicólogos, nos hablaran los asistentes sociales, los consejeros matrimoniales, los asesores en recursos humanos… para todo tenemos protocolos y respuestas, que en esta reflexión no entro a valorar.

Solo quiero fijarme en este pasaje del evangelio que este domingo se nos propone. Jesús había enviado a los discípulos a hacer el anuncio del Reino e incluso les había dado autoridad, como en otros momentos hemos reflexionado, para curar enfermos y para expulsar demonios. Es el regreso de la misión que Jesús les había encomendado, vienen contentos por lo que han realizado en nombre de Jesús, pero sabe El que después de aquella actividad necesitan un descanso. Además eran tantos los que iban y venían que nos les daban tiempo ni para comer. ‘Vamos a un sitio aparte, a un lugar desierto, para descansar’.

¿Tú, duerme y descansa ahora que luego hablamos? No es eso lo que quiere Jesus. ‘Vamos’, dice, porque El va con ellos; vamos a un lugar apartado, pero será un lugar, al menos es lo que pretende, donde podamos estar juntos, donde podamos disfrutar de nuestro descansa, donde podamos tener tiempo de compartir. Vamos, que yo estaré con nosotros.

Podíamos recordar otro pasaje del evangelio donde Jesus invita a los que están cansados y agobiados a ir con El, porque en El encontrarán su descanso, a ir con El, porque de su mansedumbre han de aprender para mantener la paz en el corazón, porque en El nos vamos a sentir fuertes frente a todos los embates, frente a todos los agobios y carreras, frente a todas las luchas que habremos de mantener, porque no es que no nos dejen ni comer, es que no nos dará cuartel ni descanso ese mundo que tenemos enfrente y del que no nos podemos desentender.

No es el descanso solo de meternos dentro de nosotros mismos y quizás querer olvidarnos de todo, es el descanso de estar con Jesus porque en El encontraremos la fuerza que necesitamos, recargamos nuestras pilar como decimos tantas veces; pero no es algo externo que venga a nosotros sino que será Dios mismo el que estará dentro de nosotros; es inundarnos de Dios, dejarnos empapar de Dios y de su Palabra, dejarnos conducir por Dios porque su espíritu estará con nosotros inspirando y haciendo nueva nuestra vida. El es nuestra paz, como nos decía san Pablo. El es el Pastor que en verdes praderas nos hace recostar y repara nuestras fuerzas, como decíamos en el Salmo.

No es aislarnos para nadie nos moleste, mientras resolvemos nuestras cosas, sino abrir nuestro espíritu de manera distinta para que sea el espíritu de Dios el que inhabite en nosotros; no es aislarnos para olvidarnos de ese mundo que nos rodea con sus problemas y con sus aspiraciones, sino aprender a tener una mirada distinta para conocerlo mejor y para también para mejor darle una respuesta. Solo lo podremos haces desde Dios, solo lo podremos hacer si aprendemos a hacerlo con la mirada de Dios.

En aquella travesía que hicieron entonces los discípulos con Jesus para encontrar aquel lugar apartado y de silencio no tuvieron tiempo de muchas cosas, porque al llegar a aquel sitio se encontraron que ese mundo estaba esperándolos. Y Jesús no se desentiende, se puso a enseñarles y a curar a sus enfermos; y los discípulos tuvieron ya con la fuerza de lo que habían estado con Jesús que comenzar a realizar también su tarea. Ya escucharemos en próximos domingos la continuación de este relato del evangelio.

Quedémonos aquí, o mejor, vayamos con Jesús, porque El quiere que estemos con El. Encontremos, sí, ese momento para estar con Jesus, para escucharle en nuestro corazón, para disfrutar de su presencia, para sentirnos renovados en el espíritu porque sabemos que El está con nosotros.

Que el domingo, día del Señor, día para ir y estar con el Señor de manera especial como El nos llama, sepamos aprovecharlo; no lo convirtamos en un cumplimiento que despachamos en unos minutos; mucho más tendría que ser nuestro encuentro con el Señor y su Palabra en la Eucaristía dominical, el prepara para nosotros una mesa, nos unge con perfume y nos ofrece una copa que rebosa. ¿Sabremos disfrutar de ese banquete del Señor que nos ofrece el Señor? Es mucho más que los protocolos de la vida nos puedan ofrecer.

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