domingo, 21 de enero de 2024

No podemos quedarnos enredados, sino que comencemos a liberarnos de tantas cosas que nos atan para escuchar el hoy de la llamada de Jesús y ponernos en camino

 


No podemos quedarnos enredados, sino que comencemos a liberarnos de tantas cosas que nos atan para escuchar el hoy de la llamada de Jesús y ponernos en camino

Jonás 3, 1-5. 10; Sal 24; Corintios 7, 29-31; Marcos 1, 14-20

Ya quisiéramos hacer las cosas ya desde el mismo instante en que sentimos la inspiración de hacerlo. Algunas veces hay que esperar que llegue su momento. No cogemos la fruta del árbol tan pronto la vemos despuntar tras el proceso de la flor; tendremos que esperar a que esté en su punto para poder tomarla, para poder saborearla y disfrutarla, pero cuando llegue su momento no lo podemos dejar pasar, porque, como decimos, se nos pasa la fruta y se nos vuelve inservible. Es el trabajo que vamos a hacer, es la siembra que vamos a realizar, es el proyecto que podamos tener entre manos, es lo que queremos emprender… todo tendrá su momento.

Pero hoy nos dice Jesús en el evangelio que el momento ha llegado, se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios. Y hemos de emprender la tarea; y vendrá el momento de la conversión y de la escucha, como el momento de la proclamación de la Palabra y de la elección de aquellos primeros discípulos que se van a convertir en pescadores de hombres. Es lo que nos describe el evangelio en este domingo en que estamos retomando ya plenamente el tiempo ordinario y la lectura del evangelio de san Marcos que será el que nos guíe en este ciclo.

Fue el comienzo de la predicación de Jesús tal como nos lo presenta el inicio del evangelio de san Marcos, pero es también la llamada que hoy nosotros seguimos escuchamos. Y digo hoy, no ayer, ni mañana. Es en este hoy, en este tiempo, en que se cumple el plazo, como nos dice Jesús, donde tenemos que escuchar para nuestra vida, para nuestro mundo ese anuncio que es buena noticia, que eso significa evangelio. Una buena noticia para el hoy de nuestra vida y de nuestro mundo. Es importante que lo comprendamos.

¿Necesitamos en este mundo de hoy, en nuestra vida, ese anuncio de Buena Noticia que Jesús nos está haciendo? Miremos con sinceridad nuestra vida y tengamos de mirar con valentía la realidad de nuestro mundo. Las buenas noticias tienen que despertar alegría en aquellos que la reciben. ¿Será en verdad una alegría para nuestro mundo? Quizás vamos a escuchar a muchos que nos dicen que no la necesitan; tienen sus alegrías y tienen sus soluciones a la situación de nuestro mundo.

Pero seamos sinceros, quizás escuchamos mucha música y muchos cantos y muchos gritos, que dicen que son gritos y expresiones de alegría y de felicidad, pero quizás nos podemos dar cuenta de la insatisfacción que reina realmente en los corazones, en los que esa música y esos cánticos vienen a ser como panaceas, como sustitutos de lo que realmente falta por dentro.

Porque el sufrimiento sigue marcando el ritmo de muchas vidas, porque la paz no termina de reinar en nuestro mundo sino que cada vez se ve más rota y echa añicos en tantas lugares del mundo donde continuamente no dejan de aparecer nuevas guerras y nuevas violencias; hablamos de un mundo de mayor justicia y autenticidad, pero sigue existiendo la maldad y la mentira, seguimos envolviéndonos en gasas de fantasía y de vanidad.

Necesitamos una palabra que nos despierte, que nos haga centrar de verdad nuestra vida en valores permanentes que restablezcan la dignidad de la persona y que verdaderamente nos engrandezcan; necesitamos que de verdad todos emprendamos esa tarea de hacer un mundo nuevo, un mundo mejor, y de verdad nos sintamos comprometidos, alejando de nosotros miedos y cobardías.

Jesús nos dice hoy que llega el tiempo, que hemos de darle la vuelta a nuestro corazón para que encontremos lo que verdaderamente va a engrandecer nuestra vida y hará nuestro mundo mejor. Nos habla de la hora del Reino de Dios que llega, que tenemos que hacer presente, hacer realidad en nuestra vida y en nuestro mundo. No podemos seguir entretenidos en nuestras cosas en las que tanto nos afanamos. Jesús pasa, está pasando junto a nosotros, como aquel día en el lago de Tiberíades con aquellos pescadores, para invitarnos a seguirle, a ir con El, a hacer realidad ese Reino de Dios en nuestro mundo.

No podemos quedarnos enredados, sino que comencemos a liberarnos de tantas cosas que nos atan, nos cierran los oídos, quieren hacer opacos nuestros ojos, para escuchar esa llamada de Jesús y ponernos en camino. Como Simón y Andrés, como Santiago y Juan dejemos atrás nuestras redes y nuestras barcas particulares, pongámonos en camino tras Jesús. Y eso tiene que ser hoy y no mañana, ni nos podemos quedar en lo que en otro tiempo se haya hecho, porque hoy nos ha dicho Jesús que se ha cumplido el plazo.

¿Qué respuesta le vamos a dar?

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