lunes, 22 de enero de 2024

El evangelio es siempre un camino de esperanza, un camino que nos abre a algo nuevo, siempre es buena noticia de salvación que nos tiene que hacer pensar

 


El evangelio es siempre un camino de esperanza, un camino que nos abre a algo nuevo, siempre es buena noticia de salvación que nos tiene que hacer pensar

2Samuel 5, 1-7. 10; Sal 88; Marcos 3, 22-30

Una página dura la que nos presenta hoy el evangelio, pero como siempre el evangelio es un camino de esperanza, un camino que nos abre a algo nuevo; siempre es buena noticia de salvación. A muchas cosas nos puede llevar a reflexionar.

Por una parte ese rechazo blasfemo que hacen de Jesús los escribas y fariseos que han bajado de Jerusalén a Galilea tratando de controlar aquello nuevo que ha surgido y que a ellos les produce tanto escándalo. Rechazan la buena nueva de Jesús, rechazan su obra, no son capaces de descubrir la obra y la mano de Dios en lo que Jesús realiza, por eso llegan a la blasfemia de decir que lo que Jesús realiza es obra del espíritu maligno.

Pero la respuesta de Jesús, las palabras de Jesús tratan de ser conciliadoras; quiere hacerles comprender la incongruencia de sus planteamientos; como nos dice Jesús un reino dividido está abocado a la muerte y a desaparecer; ¿cómo puede el espíritu maligno actuar en contra de si mismo? Lo que Jesús está haciendo es expulsar al maligno de la vida de las personas, para que sea en verdad Dios el que reine en nuestra vida. Pero no llegarán a comprender.

‘¿Cómo va a echar Satanás a Satanás? Un reino dividido internamente no puede subsistir; una familia dividida no puede subsistir. Si Satanás se rebela contra sí mismo, para hacerse la guerra, no puede subsistir, está perdido. Nadie puede meterse en casa de un hombre forzudo para arramblar con su ajuar, si primero no lo ata; entonces podrá arramblar con la casa’. Ahí están las palabras de Jesús.  

Por eso, esa parte dura de las palabras de Jesús que les dice que quienes niegan la acción del espíritu Santo no tendrán perdón. Se ha de comprender que para recibir el perdón hay que reconocer el pecado, reconocer el mal que hay en nuestra vida y del que Jesús con el perdón nos quiere liberar; si no hay arrepentimiento, y arrepentimiento es reconocimiento del pecado y querer cambiar nuestra vida para entrar en una órbita nueva, no habría entonces perdón. Si negamos la acción del espíritu del que nos viene el perdón de Dios, tampoco habría perdón. Es necesaria esa conversión de la que Jesús nos está hablando continuamente.

Todo esto de lo que nos está hablando hoy el evangelio no es una cuestión que vemos planteada solo en aquellos momentos. Es algo actual. ¿De alguna manera no estaremos negando en nuestra sociedad actual esa realidad del pecado? Cuánto nos cuesta reconocerlo, nadie tiene pecado, nadie quiere reconocer que es pecador. Y hablaremos de errores o de debilidades, está bien si lo queremos decir así, pero ¿por qué negar la culpabilidad que nosotros podamos tener en nuestro pecado en lo que hemos obrado mal? No nos queremos sentir culpables, todo lo tratamos de disculpar, claro en lo que nos atañe a nosotros, porque bien que nos fijamos en lo que hacen mal los demás y bien que los queremos hundir en su mal. Y por supuesto en la práctica de nuestra vida hasta hemos ido desapareciendo el concepto del demonio o de Satanás del que ya no queremos oír hablar.

Y es que por otra parte olvidamos nuestra relación con Dios, con buscar lo que Dios quiere y hacer su voluntad. Olvidamos o dejamos de lado los sentimientos religiosos más profundos de la persona; es cierto que se mantienen ciertas religiosidades populares que muchas veces las reducimos a unas costumbres, unas tradiciones o un folclorismo.

Veamos y reconozcamos cómo en nuestra sociedad se han ido transformando expresiones religiosas en meras costumbres populares y que cuando incluso las celebramos le hemos mermado las expresiones religiosas más profundas. Las fiestas religiosas que marcaron el calendario de nuestra vida son ahora fiestas populares a las que incluso les hemos cambiado su nombre por fiestas de la primavera o del invierno o de no sé que nombres nos inventamos. ¿En que hemos convertido incluso nuestras celebraciones de Semana Santa? Repasemos todo lo que la rodea con sus publicidades y veamos en qué la hemos convertido.

 

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