sábado, 26 de agosto de 2023

Ante esta página del evangelio muchas cosas tenemos que revisar para darle congruencia y autenticidad a la Iglesia y a los cristianos, seguidores de Jesús


 

Ante esta página del evangelio muchas cosas tenemos que revisar para darle congruencia y autenticidad a la Iglesia y a los cristianos, seguidores de Jesús  

Rut 2,1-3.8-11;4,13-17; Sal 127; Mateo 23,1-12 

¿A quién no le gusta tener un cierto prestigio y relevancia entre aquellos que le rodean? Ser personas que somos consideradas en bien por todos, que nos respetan y nos tienen en cuenta, que nos mostramos con cierta influencia sobre los demás; quieras que no, aunque digamos lo contrario, de alguna manera soñamos con grandezas, con el respeto y la valoración de todo el mundo, no nos sentimos mal por los honores o reconocimientos que podamos recibir de los demás. Ganarnos, por nuestra manera responsable de actuar o por el compromiso que vivamos hacia los demás, podemos decir que es bueno, y de alguna manera puede ser también como un estímulo para nuestro propio crecimiento personal y para la madurez de nuestra vida, aunque siempre tenemos la tentación de llenarnos de apetencias y ambiciones que cuando no lo conseguimos de buena manera nuestra vida se vuelva turbia en nuestro actuar. 

Sin embargo, otro es el sentido y el estilo que Jesús quiere proponernos para nuestra vida. Nos lo contrapone con lo que están contemplando en ciertos grupos que se dejan conducir por la ostentación y la vanagloria; les estaba sucediendo a los que se consideraban en aquellos momentos dirigentes del pueblo, algunos de ellos pertenecientes al grupo de los fariseos para quienes todo era vanidad y vanagloria. Por eso Jesús les dice a sus discípulos que cuiden no ser como ellos porque el estilo de los que quieran seguir a Jesús tiene que ser otro. 

‘Haced y cumplid todo lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos dicen, pero no hacen’. Pueden ser buenas las cosas que ellos enseñan, pero luego no son congruentes con su vida. Quieren enseñar a los demás e incluso se vuelven exigentes en sus planteamientos, pero no es lo que ellos hacen en la vida, y ellos por sí mismos no están dispuestos ni a realizar lo que dicen o enseñan. 

No es la búsqueda de primeros puestos o de lugares de honor, no es el ponernos en un pedestal por encima de los demás, no es la búsqueda de reverencias ni de reconocimientos lo que tiene que entrar dentro de nuestras ambiciones. Nuestra grandeza no está en un título que pongamos sobre nuestra cabeza, sino en el espíritu de servicio con el que nos acercamos a los demás, siendo capaces de hacernos los últimos y los servidores de todos. 

El estilo del seguidor de Jesús es el estilo del amor y del servicio. Por eso no podemos ponernos nunca en un escalón superior al de los demás. Nos dice Jesús que ni nos dejemos llamar padre ni maestros. Si alguien tiene una responsabilidad mayor, más grande tiene que ser el espíritu de servicio con el que envuelva su vida. Ahí está nuestra grandeza. Por eso terminará diciéndonos Jesús que ‘el primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido’

¿Haremos terminado de entender esto los cristianos? ¿Verdaderamente será éste el estilo que vivimos en la Iglesia? No quiero ser pesimista porque si uno va con mirada atenta se encontrará mucha gente que vive en este estilo de servicio, personas que se gastan y se desgastan por servir a los demás. Mucha gente buena y anónima que nos pasa desapercibida muchas veces podemos ver a nuestro lado. Son los que de verdad están viviendo y están construyendo el reino de Dios. 

También hemos de reconocer, sin embargo, que todavía seguimos contemplando muchos codazos entre los seguidores de Jesús, mucha gente ambicionando ropajes y vanidades, honores y reconocimientos, privilegios y hasta ganancias, que empañan ese rostro de la Iglesia, que es empañar el rostro de Jesús. No somos siempre imagen auténtica de ese rostro de Jesús, porque todavía nos encontramos muy lejos de este ideal que hoy nos ofrece Jesús en el evangelio. Muchas cosas tendríamos que revisar para darle autenticidad y congruencia a nuestra vida. 


viernes, 25 de agosto de 2023

Pensemos en la intensidad que ponemos en nuestro amor a Dios comparando con la intensidad que ponemos en otros apegos del corazón


 

Pensemos en la intensidad que ponemos en nuestro amor a Dios comparando con la intensidad que ponemos en otros apegos del corazón 

Rut 1,1.3-6 14b-16.22; Sal 145; Mateo 22,34-40 

¿Qué es lo importante? ¿Qué es lo principal? Son preguntas que con frecuencia nos hacemos en la vida. Queremos resumir un mensaje o una lección que se nos ha ofrecido o que quizás tenemos que transmitir y terminamos resaltando aquello que es lo más importante de dicho mensaje. Vemos unos acontecimientos en nuestro entorno que nos pueden afectar o donde quizás podemos intervenir y naturalmente buscamos aquel que más nos interesa, aquel que consideramos más importante. Tenemos ante nosotros una lista, digámoslo así, de posibilidades en nuestros estudios o en nuestro trabajo y también buscaremos lo que es más fundamental para dedicarnos a ello con mayor ahínco. 

Ahora vienen a plantearle a Jesús también qué es lo más importante. Claro que en la pregunta se ocultan ciertas reticencias y desconfianzas y de alguna manera también están buscando algo en lo que diga Jesús con lo que poder desprestigiarlo, porque realmente la presencia y la enseñanza de Jesús les está molestando. Los saduceos que con sus preguntas capciosas trataban de enrollar de mala manera a Jesús se vieron descubiertos ante la sabiduría de Jesús. Ahora son los fariseos los que vienen a Jesús con una pregunta que parece inocente, pero vienen también con sus aviesas intenciones. ‘Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?’ 

En cierto modo para aquel pueblo confundido era necesario quizás hacerse esta misma pregunta, aunque estaba muy claro en la Escritura santa de la Ley y los Profetas. De muchos mandamientos habían ido envolviéndose en sus interpretaciones y en sus exigencias, de manera que la gente sencilla al final les costaba comprender cual era de verdad el meollo de la ley del Señor. Pero la pregunta no pretendía, por otra parte, poner claridad en medio de aquella confusión de tantos preceptos, sino que también venía con la intención de coger a Jesús en sus palabras y tener de qué acusarlo. 

Pero la sabiduría de Dios supera todas esas mezquinas intenciones con que andamos tantas veces los hombres. Y Jesús claramente repetirá lo que estaba en la Escritura Santa, y que además todo buen judío debía incluso saberse de memoria porque era algo que repetían continuamente a la entrada o a la salida de casa, al ponerse en camino cada día o al iniciar cada tarea casi como una oración y como una profesión de fe. ‘Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente’. Pero Jesús no se queda ahí, lo que podría ser el primer mandamiento, sino que añadirá, ‘este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él, amará a tu prójimo como a ti mismo’. 

Es sí, una confesión de fe, nos viene a decir Jesús.  Es el reconocimiento de que Dios es el único Señor de nuestra vida. Qué importante esto cuando Jesús tanto nos ha hablado del Reino de Dios. El Reino de Dios no son cosas, el Reino de Dios no son solo unas actitudes más o menos buenos que podamos tener hacia los demás, el Reino de Dios no son unos comportamientos humanos que nosotros tengamos con los otros. El Reino de Dios tiene que comenzar por ese reconocimiento de que Dios es el único Señor de nuestra vida. No es nuestro reino, no somos nosotros con las cosas más o menos buenas que podamos realizar. Es reconocer el Reinado de Dios, que es nuestro único Señor; luego vendrán las consecuencias de cómo vamos nosotros a manifestar ese Reino de Dios. Pero el centro de todo lo ponemos en Dios, a quien tenemos que amar con todo el corazón, con toda el alma, con toda nuestra mente, con toda nuestra vida. 

Pero claro que nos dirá luego que el segundo es semejante, que al segundo también hemos de darle toda la importancia porque es tan equivalente que no podemos cumplir uno sin el otro. Ni podremos amar a Dios con todo nuestro amor si no amamos al prójimo, ni podremos amar al prójimo con toda la intensidad que le hemos de dar a ese amor si no amamos a Dios. Por eso nos dirá Jesús que es semejante. 

Y nos vendrá a concluir Jesús que ahí está resumido todo. ‘En estos dos mandamientos se sostienen la ley y los profetas’. ¿Cuál es lo primero y lo principal en lo que hemos de centrar nuestra vida cristiana, nuestra vida de seguimiento de Jesús? ¿Será eso lo primero y principal para nuestra vida como cristianos? Aquí tendríamos muchas cosas que revisar, empezando porque veces nos preguntamos cómo es el amor que le tenemos a Dios. Creemos y amamos, vamos a decir que es cierto, pero ¿cuál es la intensidad que ponemos en ese amor? Comparemos un poco con otros amores que tenemos en la vida y que consideramos importantes. 

 


jueves, 24 de agosto de 2023

Hay dudas y hay preguntas, hay silencios y hay oscuridades, pero en esos procesos debajo de la higuera siempre podemos encontrar a Dios

 


Hay dudas y hay preguntas, hay silencios y hay oscuridades, pero en esos procesos debajo de la higuera siempre podemos encontrar a Dios

Apocalipsis 21, 9b-14;Sal 144;Juan 1, 45-51

Algunas veces somos crédulos para aceptar lo que nos dicen en torno a las cosas que suceden, noticias que nos dan, comentarios que nos hacen sobre situaciones o problemas de la vida, pero hay ocasiones en que nos resistimos, no nos lo creemos así porque sí y de alguna manera queremos comprobar la veracidad de lo que se nos dice, la confianza que podemos poner en quien nos está comunicando algo, y de alguna manera lo ponemos todo en duda. no es malo el comprobar, el cerciorarnos de la verdad que nos comunican antes de ofrecer nuestro asentimiento. Muchas veces corren noticias que se divulgan con demasiada facilidad, noticias en ocasiones nacidas también de ciertos fanatismos con los que queremos ver las cosas según sean nuestras apetencias o nuestros gustos; hay, por otra parte, personas a las que gusta el sensacionalismo y de cualquier cosa se crean un mundo grandioso y fantasioso que muchas veces pueda estar bien lejos de la realidad. Por eso, digo, es bueno sopesar con equilibrio lo que no dicen para poder encontrar lo que es la auténtica verdad.

¿Era una situación así la que vivían en aquellos momentos en Israel? Estaba, es cierto, la esperanza del pueblo judío en la pronta venida del Mesias, pues de alguna manera los tiempos se cumplían segun lo anunciado por los antiguos profetas. Era especial la situación que vivían bajo la dominación romana, que tanta inquietud podría producir en sus cosas aumentando sus deseos de la pronta venida del Mesías. Habían, o mejor, aún estaban viviendo la experiencia de aquel profeta surgido allá en el desierto en las orillas del Jordán con el anuncio de la inminente venida del Mesías; él en cierto modo se presentaba como el precursor con la misión de preparar los caminos para la llegada del Mesías, acudían por esto gentes no solo de Jerusalén sino de toda Palestina para escucharle, y ya algunos hablaban de que había señalado a quien iba a ser el Mesías. 

Con estas noticias llega un amigo de Natanael a contarle que han encontrado al Mesías. Felipe encuentra a Natanael y le dijo: Aquel de quien escribieron Moisés en la ley y los profetas, lo hemos encontrado: Jesús, hijo de José, de Nazaret’. Pero Natanael lo pone en duda, no se lo cree. Por mucho que le insista su amigo, no se traga así tan fácilmente sus palabras; claro que surge también la rivalidad pueblerina entre pueblos vecinos, al decirle que es de Nazaret, y él era de Caná de Galilea, un pueblo cercano. ‘De Nazaret no puede salir nada bueno’. 

Aunque algunas veces pareciera que nos escudamos en esas rivalidades es normal y podríamos decir que tambien bueno que surjan esas dudas que nos hacen pensar, que nos hacen reflexionar, que nos hacen buscar; aunque nuestra mente parezca un torbellino de cosas y de ideas de las que nos parece imposible salir es la manera de cribar, es la manera de ir a lo más profundo para no quedarnos en frivolidades, para no quedarnos en lo superficial, para encontrar lo que llegue a ser nuestra verdadera sabiduría.

No es solo que queramos experimentar y probar todo para poder llegar a conocerlo, pero si son necesarios en la vida encuentros profundos que incluso nos haga encontrarnos a nosotros mismos que también muchas podemos andar como perdidos. ¿Será ese en cierto modo el proceso que se estaba desarrollando en el corazón de Natanael mientras planteaba sus dudas a su amigo Felipe? 

Finalmente se dejó conducir. Felipe logró llevarlo ante jesús. Y aquí surgen las sorpresas por las alabanzas de Jesús y es el propio Natanael el que se siente sorprendido por las palabras de Jesus. ‘¿De qué me conoces?’, le pregunta. Jesús, sí, nos conoce; Jesus si sabe cual es nuestro corazón; Jesus si ha estado cerca de nuestra vida aunque nosotros no lo hubiéramos visto. ‘Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera yo te ví’. Y surgió la respuesta de fe de Natanael. ‘Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel’.

No sabemos qué había pasado debajo de la higuera. Pero podemos intuir ahí todo el proceso que se estaba desarrollando en su corazón que ahora venía a terminar con una experiencia de encuentro. Allí, debajo de la higuera, en ese proceso de la vida de Natanael aunque él entonces no se diera cuenta había estado Dios, había estado Jesús. Había sido como una llamada que había ido sintiendo en su corazón a la que se resistía, como luego se estaba resistiendo a la invitación de su amigo Felipe; pero su corazón había terminado abriéndose a Dios, había dado el paso adelante, ahora estaba ante jesús confesando su fe pero recibiendo también la promesa de cosas mayores.

¿Seremos capaces nosotros también de dejarnos conducir para llegar también a tener esa experiencia de Dios, como la que tuvo Natanael? También muchas veces ponemos resistencias, nos llenamos de dudas, buscamos muchas veces sin saber dónde o cómo buscar. Habrá un Felipe o habrá un Natanael que nos ayudará a encontrar la luz. No nos hagamos sordos a las invitaciones que podamos recibir.  Dejémonos conducir para llegar a ese encuentro con Dios.


miércoles, 23 de agosto de 2023

Hay otros valores mayores que simplemente cumplir rectamente con un trabajo; la gratuidad eleva nuestro espíritu y nos hace tener una mirada distinta

 




Hay otros valores mayores que simplemente cumplir rectamente con un trabajo; la gratuidad eleva nuestro espíritu y nos hace tener una mirada distinta

Jueces 9,6-15; Sal 20; Mateo 20, 1-16a

Es cierto que tenemos que cuidar las relaciones que mantenemos los unos con los otros para saber actuar siempre con rectitud y justicia en todo lo que sea intercambio de nuestros servicios y trabajos, como aquello que es fruto de nuestro trabajo. Por eso decimos siempre que hemos de actuar en justicia y de alguna manera nos hemos establecido como unas normas o unas pautas de comportamiento que faciliten esa rectitud. Pero también es cierto que nuestras relaciones humanas van mucho más allá de un mercantilismo en ese intercambio con unos beneficios que consideramos justos pero también de la calidad de esas prestaciones que nosotros realizamos.

Pero también hemos de considerar que unas relaciones humanas, que nos ayuden a nuestro crecimiento como personas y a un enriquecimiento de nuestro espíritu van más allá de ese mercantilismo y hemos de entrar en unos parámetros de generosidad, de altruismo, de desinterés material y de gratuidad. Cuando entramos en el cultivo de valores así estaremos dándole más hondura a nuestra vida y podremos sentir las mayores satisfacciones en nuestro corazón. Es la satisfacción y el gozo interior por lo bien hecho que es lo que pondrá una verdadera alegría en nuestro espíritu. Ya no estaremos usando medidas materiales e interesadas porque lo que vamos logrando en nuestro interior es muy superior a todas las ganancias materiales que podamos obtener en la vida.

Es cierto que no todos lo entenderán porque muchas veces nos ciega el materialismo de la vida y el poder tener contante y sonante en nuestras manos esas ganancias que siempre en ese sentido se nos quedan en lo material y no llegarán nunca a darnos ese gozo interior del que pone como eje de su vida la gratuidad y la generosidad. No es fácil liberarnos de esos condicionamientos y necesitaremos un esfuerzo grande para estar por encima de todo eso y no seguir con nuestros apegos egoístas. Cuando andamos tras esos intereses terminaremos con un desastroso vacío interior, que al final nos hará estar mano sobre mano sin llegar a saber por donde emprendemos el camino.

De eso nos está hablando Jesús en la parábola que nos ofrece. Un hombre que busca jornaleros para su viña en la plaza en distintas horas del día, unos obreros que en principio están mano sobre mano mientras encuentran a alguien que los contrata. Una expectativas que se crean en su interior los que comenzaron la jornada desde el principio del día olvidando por cuanto han sido contratados. Finalmente aquella sorpresiva forma de actuar del dueño de la viña que a todos paga por igual.

A todos los surgen dudas; tomamos el relato demasiado al pie de la letra y queremos usar nuestros parámetros humanos; pero la parábola nos está queriendo hablar de lo que es la generosidad del corazón de Dios. No importan medidas ni tiempos, porque los tiempos de Dios son otros, las medidas de Jesús son bien distintas porque son nuevos los valores que nos quiere ofrecer. Hay otros valores más y mayores que simplemente cumplir rectamente con un trabajo, aunque también es importante; la gratuidad eleva nuestro espíritu, los regalos de Dios sí que nos hacen sentirnos bien en el corazón.

Así está actuando Jesús con unos nuevos valores y entrará en juego la generosidad del corazón, entrará en juego la rectitud con que nosotros actuamos dejando a un lado intereses demasiado materiales y mercantilistas, y tendrá que resplandecer de manera especial la gratuidad, que tanto nos cuesta poner como medida de nuestro corazón. Así tendrá que ser nuestra manera de actuar; no es el interés por una recompensa, sino la generosidad del que se da y está siempre en actitud de servicio. Es el camino que Jesús va haciendo delante de nosotros y que nos enseña a recorrer nosotros también, aunque tantas veces nos resistamos. Con Jesús algo nuevo tiene que brillar en nuestra vida.

martes, 22 de agosto de 2023

Disfrutemos del amor, disfrutemos de la paz que sentimos en el corazón, disfrutemos sintiendo que Dios es amado cada día más, nos sentiremos pagados en ese amor

 


Disfrutemos del amor, disfrutemos de la paz que sentimos en el corazón, disfrutemos sintiendo que Dios es amado cada día más, nos sentiremos pagados en ese amor

Jueces 6,11-24ª; Sal 84; Mateo 19, 23-30

En la sociedad en la que vivimos, quizás por aquello de las leyes del comercio y de la economía, estamos acostumbrados a que necesitamos tener mucho para alcanzar aquello que deseamos. Se nos impone la ley del tener de alguna manera. Cuanto más tengamos, más podemos conseguir. Por eso, como consecuencia, terminaremos porque todo aquello que hacemos ha de tener una compensación, de alguna manera tiene un precio que ha de significar una ganancia para nosotros. ¿Cuánto gano yo por esto que voy a hacer? Nos olvidamos así de la gratuidad y nos olvidamos también de los valores que no podemos cuantificar en algo material y económico.

¿En que convertimos, en consecuencia, la vida? Viene la competición, viene la lucha, viene la rivalidad que fácilmente puede derivar incluso en violencias. Todo son carreras locas por ver cuanto vamos a obtener y cuanto más podemos conseguir. Regateamos incluso hasta en las cosas buenas que podamos hacer; terminamos regateando hasta con Dios a ver cual es el premio o recompensa que vamos a obtener por lo bueno que vayamos haciendo en la vida.

Nos ganamos la salvación, nos decimos, por las misas a las que vamos, por nuestros rezos de cada día, por las limosnas que hacemos, porque estamos cumpliendo con los mandamientos, al menos yo no mato ni robo ni hablo mal de nadie, que nos decimos tantas veces para justificarnos, o para buscar esa justificación y esa salvación.

Cuando hoy en el evangelio escuchamos comentar a Jesús, después de aquel episodio del joven rico que no fue capaz de seguir a Jesús desprendiéndose todo, lo difícil que será a los ricos entrar en el reino de los cielos, por los apegos que tienen en el corazón, vemos que a los discípulos cercanos a Jesús les entran unas dudas si en verdad ha merecido la pena haber seguido a Jesús dejándolo todo.

Y nosotros, ¿qué?, se preguntan y le preguntan a Jesús. Un día dejaron las redes y la barca, un día abandonaron la garita de cobrador en la que trabajaba, un día dejaron sus casas y sus tareas por seguir a Jesús por estar a Jesús, ¿y eso no va a tener ninguna recompensa?

Pensamos así también en la lista que mentalmente nosotros también nos hacemos de lo que hemos hecho, de aquellas cosas a las que hemos renunciado, de lo que de nuestro bolsillo nosotros hemos gastado porque hemos querido contribuir a las obras de la Iglesia, y así seguimos haciéndonos una lista donde además sabremos también con gran sentido económico ir abultando bien lo que hemos hecho o de lo que hemos renunciado.

O sea, tendríamos que son sinceridad preguntarnos, ¿nosotros hacemos las cosas porque también en esto de las cosas de Dios también queremos obtener unos beneficios? ¿Nos mueve nuestro interés, camuflándolo quizás en eso de ganarnos la salvación, o realmente buscamos el Reino de Dios y su justicia, como nos enseña Jesús en el Evangelio?

Seamos generosos que Dios no se deja ganar en generosidad. Disfrutemos del amor, disfrutemos de la paz que sentimos en el corazón, disfrutemos sintiendo que Dios es amado cada día un poquito más, disfrutemos con la dicha y la satisfacción de que estamos contribuyendo a hacer que nuestro mundo mejor, a que la gente se ame más, a que haya menos violencias en nuestro entorno, a que con lo que hacemos logramos que alguien pueda ser un poquito más feliz. Nos sentiremos pagamos en ese amor.

Y para hacer eso no necesitamos cosas, necesitamos solo el amor que llevamos en el corazón. No convirtamos en pura economía cuanto hacemos por un mundo mejor al que nosotros queremos llamar el reino de Dios.

lunes, 21 de agosto de 2023

No son cosas que adosamos como un adorno ni las banalidades de los oropeles que nos dejan un vacío mayor, es la búsqueda de auténticos valores para sendas de plenitud

 


No son cosas que adosamos como un adorno ni las banalidades de los oropeles que nos dejan un vacío mayor, es la búsqueda de auténticos valores para sendas de plenitud

Jueces 2,11-19; Sal 105; Mateo 19,16-22

¿Qué es lo que tengo que hacer? Una pregunta muy socorrida, una pregunta muy repetida, una pregunta que nosotros mismos nos habremos hecho en alguna ocasión o más de una vez.

Es lo que se pregunta el que tiene que hacer un trabajo y no tiene claro lo que tiene que hacer; es lo que se pregunta el que quiere obtener un trabajo y se pregunta a quien tiene que acudir, qué trámites tiene que realizar, qué pasos tiene que dar; es la pregunta que nos hacemos y que de alguna manera tiene relación con el futuro de nuestra vida; es la pregunta que le hace el niño o el joven a su padre aunque sea de una forma indirecta para ver cómo llegar a ser como su padre que es el ideal de su vida; es la pregunta fundamental que nos hacemos cuando nos planteamos la vida, cuando nos planteamos una vocación, cuando nos planteamos un futuro vital para nosotros mismos donde en el fondo estamos preguntando por algo más que por cosas. Es la pregunta que le hacemos a aquella persona de nuestra confianza y que va a ser el consejero de nuestra vida.

Es importante hacerse preguntas así; son las preguntas que nos llevaran por el camino de algo mejor, de algo que nos supera y nos hace superarnos a nosotros mismos, que nos hacen descubrir toda la riqueza de la vida; son las preguntas sobre el sentido de la vida, son las preguntas de las opciones fundamentales de nuestra existencia.

Hay algo importante para responder, que nos da la pauta de nuestra existencia, que nos señala metas pero también nos hace vislumbrar el camino, que nos hace entrar por una senda de rectitud y de búsqueda de la verdad de la existencia, por la búsqueda del sentido de la vida. Son cosas que nos tienen que hacer pensar, que van a dar profundidad a nuestra existencia, donde entonces no nos podemos quedar en la superficialidad de cosas que adosamos casi como pegostes a nuestra vida, pero que son tan débiles e inútiles que un día desaparecerán. Es cierto que tenemos la tentación de lo fácil y de lo menos costoso, pero en la respuesta se nos va a trazar una senda de superación que nos exige esfuerzo, lucha interior, pero lucha también en lo externo para desterrar vanidades y cosas superficiales, y esto muchas veces no es fácil, tiene su costo.

Jesús se ha sentido sorprendido en la petición de aquel joven y está viendo en él posibilidades de cosas grandes, de una grandeza de espíritu que podría alcanzar. Se regocija Jesús en aquel muchacho. Y simplemente le dice que cumpla los mandamientos.  Ahí tiene la pauta y la senda, donde no van a ser cosas sino actitudes nuevas las que tienen que surgir el corazón del hombre.

Pero aquello muchacho en un paso más dice que eso lo ha cumplido desde su niñez. El gozo en el espíritu de Jesús se va acrecentando. Hay un paso más que puede dar, desprenderse de cuanto tiene para que ese no sea el apoyo de su vida y compartirlo todo con los pobres. De ahí aquel joven ya no pudo pasar. Era rico, en muchas cosas había puesto todo el apoyo de su vida; ahora pensaba que con dar alguna de esas cosas era suficiente, como una compraventa. Pero ese no es el camino de Jesús que va por la vía del desprendimiento. ‘Vende lo que tienes y dalo a los pobres’, le dice Jesús. Ya fue un paso imposible para él; era muy rico, dice el evangelista.

¿Queremos comprar cosas que pongamos como adornos en la vida sin llegar a comprometernos más? Por otro lado van los derroteros del evangelio. No siempre es fácil dar el paso adelante, porque tenemos muchas cosas enredadas en nuestros pies, en nuestro corazón. Tenemos que quitar redes, tenemos que quitar pesos muertos, tenemos que arrojar lejos de nosotros tantas banalidades que nos dejan en la superficie sin enterrar bien nuestras raíces allí donde pueda nacer esa planta nueva, tenemos que dejar a un lado lo que de verdad nos lleva una plenitud en la vida.

domingo, 20 de agosto de 2023

Desde el evangelio de Jesús algo nuevo tiene que comenzar a germinar en nuestro corazón y llenos de la osadía del Espíritu romper los moldes de nuestras rutinas

 


Desde el evangelio de Jesús algo nuevo tiene que comenzar a germinar en nuestro corazón y llenos de la osadía del Espíritu romper los moldes de nuestras rutinas

Isaías 56, 1. 6-7; Sal 66; Romanos 11, 13-15. 29-32; Mateo 15, 21-28

¡Qué atrevido! ¡Una osadía! pensamos cuando vemos a alguien a arriesgarse a hacer algo insólito, algo muy atrevido y quizás hasta peligroso por los riesgos que corre, porque se sale de lo normal, de lo que se hace siempre, emprende algo que parece que está llamado al fracaso pero insiste en seguir adelante a pesar de todas las cosas que pueda tener en contra, trata de cambiar cosas que se han encallecido en la vida con la rutina y el paso del tiempo. Al final terminaremos alabando su intrepidez, felicitándolo incluso por su perseverancia, y por los logros conseguidos.

Así, como de entrada, me atrevo a calificar este pasaje del evangelio que hoy se nos ofrece como el pasaje de los atrevidos que vienen a romper todos los moldes que nos encorsetan. Empecemos por la mujer que nos aparece con un cierto protagonismo en el relato, la mujer cananea. Jesús anda por la región de Tiro y Sidón, muy al norte y en las afueras de Palestina, que era una región pagana y gentil. No era una región muy transitada por los judíos, que habitualmente no querían mezclarse con los gentiles. No nos dice que Jesús fuera a predicar allí, formaba parte de alguna manera de aquellos momentos en los que Jesús quiere estás más a solas con sus discípulos más cercanos, en especial aquellos a los que escogería para apóstoles.

Esta mujer cananea tiene una hija enferma, poseída por un espíritu malo como era habitual considerarlo. Y cuando conoce la presencia de Jesús acude a Jesús gritando tras de él para pedirle que cure a su hija. Ahí, por así decirlo, comienzan los atrevimientos. Si ella era pagana, ¿cómo es que acude a un judío, de religión distinta, para implorar que su Dios sane y libere a su hija enferma? Pero ella insiste gritando tras Jesús aunque parezca que no es escuchada. ‘Ten compasión de mí, Señor Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo’.

Pero allí están como siempre aquellos discípulos muy fervorosos y celosos – cuanto se pueden parecer a algunos sectores muy enfervorizados y llenos de fanatismos que fácilmente encontramos siempre en la sociedad – que quieren quitar de en medio aquella mujer que sienten que les está molestando con sus gritos. ‘Atiéndela, que viene detrás gritando’, como quien dice, bueno, dile algo para que se calle y no vuelva a molestar, pero no porque consideraran que aquella mujer merecía ser atendida, en fin de cuentas era una pagana.

Y podíamos decir que Jesús recoger el guante de solución que le están ofreciendo sus discípulos. Pero Jesús quiere llegar a algo más, porque se pone a hablar, a dialogar con aquella mujer. Ya sabemos la poca consideración en que eran tenidas las mujeres en aquella sociedad, pero además había como unos abismos, unas diferencias muy grandes, como ya se hacía constar en la actuación de los discípulos en relación a aquella mujer. No era habitual el detenerse a hablar y menos con una mujer pagana.

Y surge ese diálogo maravilloso aunque algunas veces nos pudiera parecer duro porque parte de alguna manera de lo que era el actuar de los judíos en su relación con los paganos, pero se está poniendo a prueba el valor y la fe de aquella mujer. No importan las palabras duras porque ella en su atrevimiento de amor de madre reconoce también que no es digna, pero por encima de todo confía en la misericordia. ‘Aunque sean solo unos migajas yo quiero probar de ese pan de la misericordia’, parece decir la mujer. Es lo que va a merecer la alabanza de Jesús y el regalo no ya de unas migajas sino de todo el pan de la misericordia de Dios. ‘Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas’.

El atrevimiento de un amor de madre, el atrevimiento y la riqueza de la misericordia de Dios a la que no podemos poner límites ni moldes. Todos cavemos en el corazón de Dios, todos en El tenemos nuestro lugar. No puede haber distinciones, limites ni separaciones. ‘Porque mi salvación está por llegar y mi justicia se va a manifestar’, que decía el profeta, ‘a todos los traeré a mi monte santo, los llenaré de júbilo en mi casa de oración… así la llamarán todos los pueblos’.

El Papa Francisco nos ha estado repitiendo en las Jornada Mundiales de la Juventud hace unos días que todos tienen su cabida en la Iglesia. Y recordamos cómo en su discurso nos repetía una y otra vez, todos, todos. Tenemos que hacer que en verdad eso sea una realidad, porque seguimos teniendo la tentación en nuestro corazón de poner limitaciones, de aceptar a unos sí y a otros no. Jesús se mezcló con toda clase de personas y de pecadores, aunque hubiera muchos en su entorno y en su tiempo que no lo entendieran. Y algunas veces a pesar de las palabras bonitas que podamos pronunciar da la impresión que nosotros, que la Iglesia incluso, no terminamos de entenderlo, no terminamos de llevarlo al día a día de la práctica.

Se atreve Jesús a romper moldes, nos está ofreciendo Jesús el que nosotros también seamos atrevidos y vayamos más allá de lo que siempre hacemos, de esas barreras que en nuestros prejuicios y rutinas, en nuestros miedos y en nuestras cobardías seguimos teniendo en nuestra vida en nuestras relaciones con los demás, en lo que vivimos en el día a día. Desde el evangelio de Jesús algo nuevo tiene que comenzar a germinar en nuestro corazón.