viernes, 25 de agosto de 2023

Pensemos en la intensidad que ponemos en nuestro amor a Dios comparando con la intensidad que ponemos en otros apegos del corazón


 

Pensemos en la intensidad que ponemos en nuestro amor a Dios comparando con la intensidad que ponemos en otros apegos del corazón 

Rut 1,1.3-6 14b-16.22; Sal 145; Mateo 22,34-40 

¿Qué es lo importante? ¿Qué es lo principal? Son preguntas que con frecuencia nos hacemos en la vida. Queremos resumir un mensaje o una lección que se nos ha ofrecido o que quizás tenemos que transmitir y terminamos resaltando aquello que es lo más importante de dicho mensaje. Vemos unos acontecimientos en nuestro entorno que nos pueden afectar o donde quizás podemos intervenir y naturalmente buscamos aquel que más nos interesa, aquel que consideramos más importante. Tenemos ante nosotros una lista, digámoslo así, de posibilidades en nuestros estudios o en nuestro trabajo y también buscaremos lo que es más fundamental para dedicarnos a ello con mayor ahínco. 

Ahora vienen a plantearle a Jesús también qué es lo más importante. Claro que en la pregunta se ocultan ciertas reticencias y desconfianzas y de alguna manera también están buscando algo en lo que diga Jesús con lo que poder desprestigiarlo, porque realmente la presencia y la enseñanza de Jesús les está molestando. Los saduceos que con sus preguntas capciosas trataban de enrollar de mala manera a Jesús se vieron descubiertos ante la sabiduría de Jesús. Ahora son los fariseos los que vienen a Jesús con una pregunta que parece inocente, pero vienen también con sus aviesas intenciones. ‘Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?’ 

En cierto modo para aquel pueblo confundido era necesario quizás hacerse esta misma pregunta, aunque estaba muy claro en la Escritura santa de la Ley y los Profetas. De muchos mandamientos habían ido envolviéndose en sus interpretaciones y en sus exigencias, de manera que la gente sencilla al final les costaba comprender cual era de verdad el meollo de la ley del Señor. Pero la pregunta no pretendía, por otra parte, poner claridad en medio de aquella confusión de tantos preceptos, sino que también venía con la intención de coger a Jesús en sus palabras y tener de qué acusarlo. 

Pero la sabiduría de Dios supera todas esas mezquinas intenciones con que andamos tantas veces los hombres. Y Jesús claramente repetirá lo que estaba en la Escritura Santa, y que además todo buen judío debía incluso saberse de memoria porque era algo que repetían continuamente a la entrada o a la salida de casa, al ponerse en camino cada día o al iniciar cada tarea casi como una oración y como una profesión de fe. ‘Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente’. Pero Jesús no se queda ahí, lo que podría ser el primer mandamiento, sino que añadirá, ‘este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él, amará a tu prójimo como a ti mismo’. 

Es sí, una confesión de fe, nos viene a decir Jesús.  Es el reconocimiento de que Dios es el único Señor de nuestra vida. Qué importante esto cuando Jesús tanto nos ha hablado del Reino de Dios. El Reino de Dios no son cosas, el Reino de Dios no son solo unas actitudes más o menos buenos que podamos tener hacia los demás, el Reino de Dios no son unos comportamientos humanos que nosotros tengamos con los otros. El Reino de Dios tiene que comenzar por ese reconocimiento de que Dios es el único Señor de nuestra vida. No es nuestro reino, no somos nosotros con las cosas más o menos buenas que podamos realizar. Es reconocer el Reinado de Dios, que es nuestro único Señor; luego vendrán las consecuencias de cómo vamos nosotros a manifestar ese Reino de Dios. Pero el centro de todo lo ponemos en Dios, a quien tenemos que amar con todo el corazón, con toda el alma, con toda nuestra mente, con toda nuestra vida. 

Pero claro que nos dirá luego que el segundo es semejante, que al segundo también hemos de darle toda la importancia porque es tan equivalente que no podemos cumplir uno sin el otro. Ni podremos amar a Dios con todo nuestro amor si no amamos al prójimo, ni podremos amar al prójimo con toda la intensidad que le hemos de dar a ese amor si no amamos a Dios. Por eso nos dirá Jesús que es semejante. 

Y nos vendrá a concluir Jesús que ahí está resumido todo. ‘En estos dos mandamientos se sostienen la ley y los profetas’. ¿Cuál es lo primero y lo principal en lo que hemos de centrar nuestra vida cristiana, nuestra vida de seguimiento de Jesús? ¿Será eso lo primero y principal para nuestra vida como cristianos? Aquí tendríamos muchas cosas que revisar, empezando porque veces nos preguntamos cómo es el amor que le tenemos a Dios. Creemos y amamos, vamos a decir que es cierto, pero ¿cuál es la intensidad que ponemos en ese amor? Comparemos un poco con otros amores que tenemos en la vida y que consideramos importantes. 

 


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