viernes, 14 de julio de 2023

Se acabaron los miedros y rebrota la valentía del corazón, porque nos sentimos amados de Dios nos sentimos llenos de su Espíritu

 


Se acabaron los miedros y rebrota la valentía del corazón, porque nos sentimos amados de Dios nos sentimos llenos de su Espíritu

Génesis 49,29-32; 50,15-26ª; Sal 104; Mateo 10,24-33

No todos somos iguales ni reaccionamos de la misma manera ante las diversas situaciones que nos vamos encontrando en la vida, pero una cosa importante sería que tuviéramos suficiente confianza en nosotros mismos para desempeñar una tarea, para enfrentarnos a unos problemas, para vivir la vida, en una palabra.

No es orgullo ni autosuficiencia, es conocerse a sí mismo y descubrir todas las posibilidades que tenemos, todas esas cualidades que adornan nuestra vida, pero no pueden ser solo un adorno, sino que han de ser valores que nos tracen rutas, que nos den fuerza y entereza en cada situación. Es una tarea humana en nuestro crecimiento y en nuestra maduración como personas; hemos de saber encontrar esos motivos, esas razones que tenemos allá en lo más hondo de nosotros mismos que nos abren caminos y que nos dan fuerza.

En este sentido hay un factor que es importante para nuestro crecimiento y maduración personal, el sentirnos queridos y valorados. No es que hagamos las cosas por el qué dirán de los que nos rodean, pero cuando nos sentimos valorados nos crecemos, cuando nos sentimos amados nos sentimos fuertes, porque ese amor es un buen caldo de cultivo para el desarrollo de nuestra personalidad.

Y ese es un mensaje fundamental del evangelio que no siempre captamos. Cristo viene a dignificarnos, a engrandecernos, a hacer que creamos en nosotros mismos, nos quiere hacer capaces de grandes tareas, de grandes obras, escuchando el mensaje de Cristo tendrían que acabarse nuestros miedos, nuestra timidez, nuestra cobardía que tantas veces nos envuelve y nos anula. ¿Y cómo no sentirse fuerte cuando nos sentimos amados? Es el gran mensaje de Jesús.

En el texto del evangelio que hoy se nos propone hasta por tres veces vamos a escuchar la palabra de Jesús que nos dice que no tengamos miedo. No tengamos miedo y anunciemos con valentía la Palabra de Dios que va a ser escuchada; no tengamos miedo a la oposición que podamos encontrar, que ya en otro momento nos dice que nos dará la fuerza de su Espíritu para llevar adelante nuestra tarea, y nos dice que no tengamos miedo porque nosotros valemos mucho más que un jilguero que nos alegra con sus trinos, pero que nada le faltará porque Dios cuida de esos pajaritos que vuelan por el cielo. Y nos dice que nosotros valemos mucho más, que Dios nos tiene en cuenta y no se olvida de nosotros, que Dios nos ama. Ahí tenemos todo el punto de arranque.

¿Cómo no nos vamos a sentir seguros de nosotros mismos si sabemos que somos amados de Dios, si sabemos que siempre podemos contar con el amor de Dios? No es por autosuficiencia, como decíamos antes, porque si fuera así al final estaríamos destruyéndonos a nosotros mismos; no es por orgullo o por amor propio por lo que hacemos las cosas. Podemos, valemos, el amor de Dios nos lo garantiza, es el motor de nuestro actuar y de nuestra vida.

Con el amor de Dios estamos descubriendo nuestra grandeza y nuestra dignidad, porque somos amados de Dios, porque Dios nos ha regalado su vida para hacernos sus hijos. Con el amor de Dios descubrimos todo ese regalo de gracia con que nos ha dotado de valores y cualidades, de capacidades en nosotros mismos, de fortaleza de espíritu. Es esa profunda espiritualidad que sirve de base a nuestra vida y que nos elevará a cosas grandes.

Sintiéndonos así amados de Dios no enterraremos el talento, sabemos que tenemos que hacerlo producir, de ahí la tarea que con valentía afrontamos en la vida. Sintiéndonos así amados de Dios nos sentimos seguros, se acabaron nuestros miedos, tenemos la fortaleza del Espíritu con nosotros.

El camino se puede hacer duro, pero la perseverancia nos llevará a la salvación, con esa esperanza caminamos porque no nos falta la fuerza del Espíritu

 


El camino se puede hacer duro, pero la perseverancia nos llevará a la salvación, con esa esperanza caminamos porque no nos falta la fuerza del Espíritu

Génesis 46,1-7.28-30; Sal 36; Mateo 10,16-23

Siempre recuerdo la anécdota que escuché siendo aun joven de un sacerdote que vino a ver a su Obispo y este le preguntaba si estaba contento, como iba la parroquia, y si la gente estaba contenta con él; a lo que el joven sacerdote se apresuró a responderle que sí, que todo iba muy bien y que la gente estaba contenta; pero el obispo insistió, si toda la gente estaba contenta; a la respuesta de este entusiasmado párroco de que todo el mundo lo quería el obispo le dijo que algo tenía que estar haciendo mal, que en algo no se estaba pareciendo del todo al Jesús del evangelio, porque si era fiel a la predicación del evangelio alguien tendría que sentirse aludido y su reacción normal sería ser como un enemigo del Sacerdote, estar en lo que hoy llamaríamos en el bando de la oposición.

Hemos de reconocerlo, la fidelidad al evangelio me va a llevar siempre a que me voy a encontrar gente en contra. El evangelio de Jesús no es para adormecernos, el evangelio de Jesús crea inquietudes, plantea interrogantes, nos exige un cambio y una transformación, nos pide posturas valientes de defensa de los indefensos, de compromiso hasta el final. Y esto no nos hace la vida fácil, eso nos va a hacer encontrar piedras en el camino, espinas en el ramo de flores que nos puedan ofrecer.

Es de lo que nos habla Jesús. No quiere decirnos que la tarea sea difícil pero nos enfrenta a la realidad de la fidelidad con que vivamos el evangelio. Es apetitosa para el lobo la oveja perdida en el campo. Y nos dice que nos manda como ovejas en medio de lobos. No es cómodo para todos el anuncio del evangelio, por otra parte quienes quieren vivirlo con toda radicalidad se van a encontrar como quien nada a contracorriente.

Anunciar el evangelio no es querer contentar a todos, anunciar el evangelio nos lleva a vivir unos valores que son un signo de contradicción para el mundo que nos rodea; ya nos pedía Jesús desde el principio que para creer en la Buena Noticia que se nos iba a anunciar era necesario una actitud y una postura de conversión en la vida. Y eso exige, eso nos hace tener planteamientos nuevos y distintos, vivir con nos parámetros distintos porque aunque todos queremos ser felices, no todos lo entendemos de la misma manera. Variopinto es el abanico de posibilidades y de caminos que se nos ofrecen para alcanzar esa felicidad, pero hay otro camino que entra en contradicción con todas esas cosas que se nos ofrecen. Es cuando nos ponemos entonces a nadar a contracorriente.

Pero Jesús quiere sembrar una confianza en nuestros corazones. Podemos realizar ese nuevo camino, porque El nos deja su mismo Espíritu; no hemos de tener miedo a cómo vamos a responder o como nos vamos a enfrentar a quienes se ponen en contra nuestra y hasta quizás nos llenen de acusaciones, porque su Espíritu pondrá energía en nuestro corazón, pero también palabras en nuestros labios.

Y ya nos previene Jesús que la contradicción la vamos a encontrar hasta en aquellos que menos lo esperábamos; nos habla de los enfrentamientos y divisiones que incluso en el seno de los nuestros, de nuestra propia familia incluso vamos a encontrar. Lo tenemos en la vida, cuando tenemos que actuar con radicalidad y con firmeza, la oposición la mayor parte de las veces no la vamos a tener de los que son lejanos a nosotros, sino de los que tenemos más cerca e incluso han estado a nuestro lado en otros momentos difíciles. Cuanto podrían contar los sacerdotes en las dificultades que en este sentido tienen la mayoría de las veces en sus comunidades. Lo sentimos y nos duele todo esto a los cristianos que queremos vivir nuestra fidelidad al evangelio de Jesús.

Con vuestra perseverancia, salvaréis vuestras almas, termina diciéndonos Jesús, porque el que persevere hasta el final se salvará. Es nuestra esperanza, es la fuerza que sentimos para nuestro caminar, aunque a veces se nos haga difícil y complicado.

jueves, 13 de julio de 2023

Que suene la melodía de la gratitud y de la gratuidad, que se derramen chorros de ternura de nuestro corazón generoso, que se llene el mundo de paz

 


Que suene la melodía de la gratitud y de la gratuidad, que se derramen chorros de ternura de nuestro corazón generoso, que se llene el mundo de paz

Génesis 44, 18-21. 23b-29; 45, 1-5; Sal 104; Mateo 10,7-15

Todo cuesta, decimos; a todo queremos ponerle un valor, un valor que muchas veces lo reducimos al valor material; enseguida cuantificamos lo que hemos hecho y estamos contando con las ganancias que podamos obtener. Aunque algunos parece que se lo merecen todo y no saben valorar ni agradecer lo que reciben los demás, por la contra también nos encontramos los que no entienden que se pueda hacer algo de manera gratuita, debido a ese mercantilismo del que hemos envuelto la vida, de manera que de todo queremos sacar un rendimiento, una ganancia, y poco es lo que se hace de forma gratuita.

Creo que un paso necesario es saber valorar y agradecer lo que recibimos, incluso cuando tengamos que abonar unas tasas por un trabajo hecho. Quien ha hecho algo por nosotros, quien nos ha prestado un servicio, aunque entrara en sus obligaciones, merece que le valoremos al menos con nuestro agradecimiento lo que nos ha facilitado, lo que ha hecho por nosotros, aunque entrara, como decíamos, en sus obligaciones, en las tareas que tenía que realizar en razón del lugar que ocupa. Necesitamos que se oiga más la palabra gracias, porque además entraríamos en la órbita de unas relaciones más humanas, porque el otro también merece ese detalle de la gratitud que es valoración de lo que hace.

Seguramente cuando aprendamos a decir gracias, cuando aprendamos a valorar lo que recibimos, lo que los otros hacen, podríamos estar entrando en nosotros en otra clave a la hora de hacer algo que pueda beneficiar a los demás. Seguramente comenzaríamos a ser más desprendidos, comenzaríamos a dar más de nosotros mismos de forma generosa a los demás. La generosidad de lo que recibimos nos enseñaría a actuar con la misma generosidad en todo lo que hacemos; no estaríamos en ese estadio tan mercantilista en que tantas veces nos movemos.

Es lo que Jesús les está enseñando a los discípulos. Un día sintieron la llamada del Señor y se fueron con Jesús. De aquel encuentro con Cristo mucho estaban recibiendo, porque estaban comprendiendo y aprendiendo a vivir en los parámetros del Reino de Dios que Jesús estaba anunciando. Ahora hemos visto que Jesús los llama de manera especial para confiarles una misión. Aquella noticia que ellos habían recibido un día y que les había movido a estar con Jesús ahora han de llevarla a los demás. Habían ellos también de anunciar la llegada del Reino de Dios, habían de realizar los signos y señales de que ese Reino de Dios se hacía presente en nuestro mundo, porque eso reciben el poder de curar enfermedades, de expulsar demonios. ‘ld y proclamad que ha llegado el reino de los cielos. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios’.  

Pero hay algo muy importante que Jesús les dice a continuación. ‘Gratis habéis recibido, darlo gratis’. Importante reconocer el don de Dios en sus vidas, ese don de Dios que ellos ahora habían de transmitir. Por eso les dice que su apoyo no está en medios humanos; la fuerza del anuncio que habían de hacer estaba en si mismo, en el propio anuncio, en el Reino de Dios que se estaba instituyendo.

Por eso les está pidiendo también ese desprendimiento a la hora de caminar al encuentro con los demás para hacer ese anuncio del Reino de los cielos. Ni bastones ni sandalias, ni túnicas de repuesto ni dinero en la alforja, es importante la paz que lleven en su corazón. Su vida se ha visto transformada desde el encuentro con Jesús y sus corazones han comenzado a vibrar de distinta manera, porque es la melodía del amor y de la paz lo que tiene que escucharse. No podemos llevar otros sonidos en nuestra vida que distraigan de ese auténtico sonido de paz que han de transmitir.

Bien nos vendría escuchar con toda intensidad estas palabras de Jesús para que seamos esos testigos y misioneros de la paz en medio del mundo que nos rodea. esa música no la podemos hacer sonar apoyándonos en cosas, esa música sonará de verdad cuando haya auténtico desprendimiento en nuestro corazón, cuando agradecidos reconozcamos cuanto de Dios recibimos, y cuando derramemos sin medidas ni límites ese chorro de ternura que brota de nuestro corazón lleno de amor.

miércoles, 12 de julio de 2023

Pulsemos el latir de nuestro mundo y nos daremos cuenta de su sufrimiento donde hemos de poner nuestra mano, prolongación de la mano salvadora de Dios

 


Pulsemos el latir de nuestro mundo y nos daremos cuenta de su sufrimiento donde hemos de poner nuestra mano, prolongación de la mano salvadora de Dios

Génesis 41,55-57; 42,5-7.17-24a; Sal 32; Mateo 10,1-7

Qué prontos estamos para hacer nuestros juicios de cómo anda el mundo. Parece que hay momentos más propicios para hacernos estas consideraciones sobre lo mal que andan las cosas, y no es solo que haya momentos políticos en la sociedad donde salgan a flote nuestros comentarios y juicios sobre lo mal que está todo, sino que fácilmente en cualquier conversación, como solemos decir tomándonos un café, nos pongamos a mirar a nuestro mundo y estar como pidiendo que las cosas tienen que cambiar. 

Buscamos una salvación, buscamos un salvador, buscamos alguien que sea capaz de hacer que las cosas sean mejores, pero ¿hasta donde nos implicamos? ¿Nos contentaremos con contemplar los toros desde la barrera o saltaremos al ruedo de la vida porque realmente tendríamos que aportar algo?

Desde un sentido de humanidad, de pertenencia a esta gran familia que es la humanidad tendríamos que sentir dentro de nosotros la urgencia de nuestro compromiso, de lo que tendríamos que implicarnos no solo con recetas fáciles sino de verdad poniendo toda la carne en el asador. Pero es que además nos estamos haciendo esta reflexión entre cristianos y desde un sentido cristiano, y aquí tendríamos que tener muy claro la misión que Jesús nos confía. Decíamos que buscamos una salvación, que buscamos un salvador, pues no hemos de olvidar que tenemos una misión de llevar esa salvación a nuestro mundo.

Lo que hoy nos relata el evangelio no es solo un relato de lo que Jesús en aquel momento hizo cuando llamó a los doce a los que iba precisamente a llamar apóstoles confiándoles una misión. Cuando hoy escuchamos el evangelio tenemos que escucharlo en el hoy de nuestra vida y de nuestro mundo. En esa nominación que Jesús va haciendo está nuestro nombre, en esa misión que Jesús confió entonces a aquellos apóstoles está nuestra misión.

‘Les dio toda autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y toda dolencia…’ dice el evangelio. Una misión de salvación, de liberación del mal, de quitar todo sufrimiento de la vida que no es solo la curación de unas enfermedades corporales es lo que Jesús confía a los apóstoles, es lo que nos está confiando hoy a nosotros.

No nos podemos contentar con detectar ese mal que hay en nuestro mundo cuando hemos cambiado el amor por odio, cuando hemos eliminado unos valores que nos elevaban por maneras de vivir que nos esclavizan, cuando hemos quitado del mundo y de los corazones la paz para llenarnos de amarguras y desesperanzas. 

Es necesaria una transformación, una salvación porque es arrancarnos de esa pendiente que nos lleva al abismo para ponernos en un camino nuevo que nos lleve a una plenitud de vida.  Y es ahí donde estamos llamados a actuar, es ahí donde tenemos que poner paz y amor, es ahí donde tenemos que aprender a sentirnos y querernos como hermanos, es ahí donde de nuevo hemos de hacer resaltar esos valores que en verdad nos van a hacer grandes.

Es nuestra tarea, es nuestra misión. Con nuestro nombre el Señor nos ha llamado, sobre nosotros ha derramado su amor y su gracia, a nosotros nos da esa posibilidad de curar, de sanar nuestro mundo, de hacerlo mejor. A nosotros nos ha enviado allí donde está el mal y hay que transformarlo. 

Nos dice hoy que no tenemos que ir lejos, sino que vayamos a las ovejas descarriadas de Israel, vayamos a esos que están a nuestro lado atenazados por tanto mal y por tanto sufrimiento y llevemos esa palabra de salvación, llevemos ese gesto de amor, llevemos esa presencia del Espíritu divino que nos transforma.

Esa necesidad, ese problema, ese sufrimiento lo tenemos a nuestro lado. Miremos cara a cara a cuantos nos vamos cruzando por el camino y seamos capaces de descubrir esas marcas de sufrimiento que llevan en sus rostros, esa desesperanza y falta de ilusión que se refleja en miradas tristes a pesar quizás de muchos cantos bulliciosos, pulsemos el latir de nuestro mundo y nos daremos cuenta de donde hemos de llevar la salvación. Pongamos ahí nuestra mano que ha de ser la prolongación de la mano de Dios.

martes, 11 de julio de 2023

Dejarlo todo por seguir a Jesús es algo más que desprendernos de algunas cosas porque busquemos esa profunda espiritualidad que necesita nuestra vida


 

Dejarlo todo por seguir a Jesús es algo más que desprendernos de algunas cosas porque busquemos esa profunda espiritualidad que necesita nuestra vida

Proverbios 2, 1-9; Sal 33; Mateo 19, 27-29

‘Ya ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué nos va a tocar?’,  una pregunta que parece interesada, una pregunta hecho según los parámetros de nuestro mundo, donde lo que hacemos tiene una retribución, porque el trabajo que realizamos aunque en sí mismo sea una realización de la propia persona, sin embargo lo hacemos porque con lo que alcancemos por ese trabajo, las retribuciones que recibamos van a contribuir a nuestra propia vida para vivir dignamente. En fin de cuentas es un intercambio desde lo que nosotros ofrecemos con nuestro trabajo con lo que recibimos por lo realizado para bien nuestro y de los nuestros. Lo cual también es digno y entra en juego la justicia en nuestras mutuas relaciones.

Claro que esa pregunta tiene un contexto, cuando hoy la escuchamos en el evangelio en esta fiesta de san Benito, pero también por el momento mismo en que fue expresada y por quien fue expresada. En los momentos previos a este episodio Jesús les había estado hablando a los discípulos cómo tenían que liberarse de todo tipo de codicia, había acaecido el hecho del joven que quería alcanzar la vida eterna y quería seguir a Jesús, pero cuando Jesús le pide que tiene que despojarse de todo buscando el tesoro del cielo, lo abandona y no sigue a Jesús porque era muy rico. Y es en este contexto donde Pedro se pregunta qué es lo que van a recibir ellos que ya lo habían dejado todo por seguir a Jesús.

Nos está haciendo recapacitar Jesús sobre el desprendimiento con que hemos de vivir nuestra vida. Cuando hablamos de desprendimiento fácilmente lo relacionamos a riquezas, a posesiones, a cosas de nuestro entorno que si seguimos apegadas a ellas van a ser una rémora que nos frene el seguimiento de Jesús. Primero que nada tenemos que hacernos una escala de valores en todo eso que es nuestra vida, en esas cosas que poseemos o en esas riquezas que atesoramos. ¿Somos más felices porque estemos rodeados o apoyados en tantas cosas? No pueden ser nunca lo primero de nuestra vida, porque además serán como un imán al que apegamos el corazón; cuando nos sentimos arrastrados por un imán perdemos hasta la libertad porque será lo que nos arrastre y nos domine. No pueden ser, pues, nuestro tesoro por el que lo demos todo.

Pero, ¿son solo esos bienes materiales, esas riquezas o esas posesiones de lo único que tenemos que desprendernos? Hay ocasiones que tenemos otros apegos en el corazón que nos hacen más daño. Y tenemos que pensar en tantas rutinas de nuestra vida que nos llevan a hacer las cosas sin razón ni motivación; tantos descontroles que hay en nosotros donde no tenemos la fuerza de voluntad para superarnos, o para arrancarnos de esas cosas que se han convertido en vicios de nuestra vida; tenemos que pensar en ese amor propio y orgullo que nos domina y que nos ciega, que nos vuelve exigentes con cuanto nos rodea y hasta nos llena de violencias; tenemos que pensar en esas inseguridades que tenemos en el corazón porque no somos capaces de forjar nuestra voluntad, esas desganas con que vivimos la vida, esa falta de ilusión y de alegría que nos vuelve amargos e insufribles para los que están a nuestro lado. Así podríamos pensar en muchas cosas y cada uno sabe cual es su piedra de tropezar.

¿No tendríamos que comenzar por ahí? Es necesario que logremos esa madurez de nuestra vida, que sepamos darle profundidad a lo que vivimos y a lo que hacemos arrancándonos de tantas superficialidades que nos llenan de vanidad. Sepamos buscar esa verdadera sabiduría de nuestra vida. En verdad lo habremos dejado todo por seguir a Jesús cuando busquemos esa profunda espiritualidad que El quiere que tengamos en nuestra vida. Mucho nos hace pensar.

lunes, 10 de julio de 2023

El evangelio nos habla de la fe que nos sana y que nos salva, que nos pone en camino de vida, que no nos deja resignarnos sino que nos da fortaleza para la lucha

 


El evangelio nos habla de la fe que nos sana y que nos salva, que nos pone en camino de vida, que no nos deja resignarnos sino que nos da fortaleza para la lucha

Génesis 28, 10-22ª; Sal 90; Mateo 9,18-26

No todos reaccionamos ni nos enfrentamos a los problemas de la misma manera; todos en nuestro interior los sufrimos, algunos toman decisiones rápidas acudiendo inmediatamente a donde podamos solucionarlos no importándole incluso que se sepa la mala situación por la que estamos pasando, otros con timidez buscamos una solución pero no nos atrevemos con claridad enfrentarnos al problema aunque nos duela quizás por vergüenza a que sea conocido o buscamos maneras que nos puedan parecer confusas y diluidas también para encontrar una solución.

Quizás no tenemos confianza en nosotros mismos, entramos como en una rutina en que nos acostumbramos a todo, desconfiamos de cuanto hay a nuestro alrededor, porque quizás muchas veces nos hemos visto muy solos, no sabemos a quien acudir o no nos atrevemos a acudir allí donde podemos encontrar soluciones y ayudas para nuestra situación.

Nos encontramos a mucha gente que se resigna y aguanta, y quiere hasta convertir en virtud su resignación, pero esa pasividad le llevará aun a mayor sufrimiento. Necesitamos aprender a confiar, necesitamos tener decisiones firmes, nos hace falta una fortaleza de ánimo que algunas veces hemos perdido. Tenemos también que saber mirar hacia lo alto, porque en Dios aprendamos a poner nuestra confianza, con la certeza de que El nunca fallará.

La página del evangelio de hoy nos habla de dos diferentes maneras de afrontar una situación dura para sus vidas, pero hay algo que tienen en común, la fe. Primero contemplamos a este jefe de la Sinagoga, Jairo se le llama en otro evangelio, que acude a Jesús porque su hija acaba de morir. Tiene la confianza toda puesta en Jesús; si pone su mano sobre ella está seguro que no perderá a su hija. Y se ponen en camino. La tardanza en llegar por causa de otros encuentros tenidos por medio, le hará dudar, y al llegar a la casa todo es un ambiente de muerte con las plañideras incluso con sus gritos de dolor. Será necesario que Jesús insista en la fe de aquel hombre, porque la niña no está muerta, como le dice Jesús, sino que duerme, aunque estas palabras encuentren el desprecio de los que no tienen fe. Pero Jesús tomará a la niña de su mano y la levantará de su sueño de muerte.

Pero decíamos que en medio han sucedido otros encuentros. Una mujer que padece de unas hemorragias crónicas también piensa que Jesús podrá sanarla, cuando ya ha gastado toda su fortuna y sus esperanzas en quienes no podían darle solución a su problema. Para una mujer en aquella época era vergonzoso encontrarse en aquella situación porque sería considerada impura y por eso no acudirá públicamente a Jesús. Pero ella tiene una confianza, si al menos toca el manto de Jesús sabrá que podrá curarse, y eso hace.

Aunque todo ha sucedido en el secreto y la discreción de aquella mujer que no quiere hacerse notar, Jesús, sin embargo, querrá destacar la fe valiente, aunque parezca llena de cobardía por la forma de hacer, de aquella mujer. ‘Jesús se volvió y al verla le dijo: Ánimo, mujer, tu te fe ha curado. Y la mujer quedó sana’. Al final de estos episodios, el evangelista nos dirá que la gente sorprendida alababa a Dios y la noticia se divulgó por toda la comarca.

¿Era simplemente la noticia de un taumaturgo que hacía cosas extraordinarias y curaba a las personas? Es algo distinto lo que quiere trasmitirnos hoy, la fe que nos sana y que nos salva, la fe que nos pone en camino de nueva vida y abre nuevos horizontes a nuestra existencia, la fe que nos hace valientes para luchar contra las sombras para llenar el mundo de vida, la fe que no es resignación sino nueva fortaleza para la lucha por la vida, la fe que nos hace encontrarnos con Jesús para sentir cómo se derrama el amor de Dios sobre nosotros, la fe que llena de confianza nuestra vida porque nos descubre que somos amados y si Dios nos ama importante es nuestra vida, importante somos ante los ojos de Dios, la fe que tendrá que divulgarse, de la que hemos de dar testimonio, que nos hemos de tener miedo de manifestarla públicamente porque lo que estamos haciendo es divulgar el amor que Dios nos tiene.

domingo, 9 de julio de 2023

El corazón lleno de mansedumbre de Jesús es una invitación que nos da seguridad y nos da confianza, es la brisa fresca que nos da descanso y nos llene de serenidad y de paz

 


El corazón lleno de mansedumbre de Jesús es una invitación que nos da seguridad y nos da confianza, es la brisa fresca que nos da descanso y nos llene de serenidad y de paz

Zacarías 9, 9-10; Sal 144; Romanos 8, 9. 11-13; Mateo 11, 25-30

Solemos decir que ‘quien a buen árbol se arrima buena sombra le cobija’, y en la vida buscamos siempre quien nos de buena sombra. Pero esta es la cuestión, ¿a quienes solemos arrimarnos en la vida? La tendencia fácil es arrimarnos a quienes consideramos que saben más, a quienes vemos con mejores o mayores influencias, a aquellos que consideramos importantes o con posibilidades para que si nos vemos en una mala situación nos puedan echar una mano.

Y aunque decimos que nos llevamos con todos siempre hay personas a las que consideramos que nada nos pueden aportar o que incluso nos pueden dar mala imagen, y a esos los evitamos, procuramos quizás que no nos vean con ellos, y ya sabemos de cuántas discriminaciones somos capaces.

Pero, ¿quiénes son los que realmente nos a echar una mano, o estarán disponibles para lo que pudiéramos necesitar? ¿Quiénes son realmente esos sabios que realmente van a ilustrar nuestra vida ofreciéndonos lo que realmente nos puede hacer mejores? Pero nos podría suceder que aquellos que descartamos, porque pobrecitos, ¿qué nos van a poder ofrecer?, serán quizás los que más pronto tendremos a nuestro lado en esas situaciones difíciles que nos podamos encontrar en la vida.

Nos sentimos confundidos tantas veces,  no terminamos de entender, nos encandilamos con brillos que son oropeles pero que realmente no son un verdadero tesoro que vaya a enriquecer nuestra vida. ¿Dónde podremos encontrar esa verdadera sabiduría de la vida?

Hoy nos encontramos en el evangelio con unas palabras de Jesús que en principio nos desconciertan, aunque luego cuando las meditamos bien encontramos una esperanza grande para nuestra vida, porque vamos a encontrar ese verdadero árbol donde nos podemos cobijar porque nos dará las mejores sombras. Comienza Jesús dando gracias al Padre que se nos revela y que se nos manifiesta, pero como dice Jesús no ha sido a los sabios y entendidos de este mundo, sino a los pequeños y a los sencillos.

Si recorremos las páginas del evangelio vemos claramente quienes son los que acogen la palabra de Jesús. En aquellos que se consideraban a si mismo importantes y poderosos, los que se tenían por los dirigentes de Israel, va a encontrar siempre oposición. La gente sencilla, los que se sienten pequeños y humildes serán los que proclamarán las mejores alabanzas al actuar de Jesús. Los que se sienten pobres y limitados, los que tienen un corazón oprimido por tantos dolores y sufrimientos que no solo del cuerpo sino de su espíritu porque han perdido todas las esperanzas que puedan provenir de este mundo, los que reconocen que con pecadores y nada merecen son los que acuden a Jesús, los que escuchan a Jesús, los que abren su corazón a Jesús.

¿Quiénes son los que rodean a Jesús? unas personas sencillas como aquellos pescadores a los que llamó a seguirle, unos pecadores, publicanos y mujeres pecadoras, que sienten su corazón atormentado pero que saben que en Jesús encontrarán el perdón y la paz, la gente sencilla que no se avergüenza de sentarse en la orilla del lago para escucharle o que es capaz de seguirle incluso a la montaña o a lugares inhóspitos porque lo que quieren es escuchar esa palabra que llena de sus corazones de esperanza, aquellos que a pesar de su pobreza estarán siempre dispuestos a preocuparse de los demás o a compartir lo poco que tienen para que se multiplique en bien de los demás, aquellos que a pesar de sus poderes o sabidurías humanas – recordemos a Nicodemo, a Jairo el jefe de la sinagoga, o al centurión romano - acuden como sea a Jesús porque tienen la humildad para reconocer que es alguien que viene de Dios.

Por eso podemos escuchar a Jesús invitamos a que vayamos a El todos los nos sentimos cansados y agobiados porque en El vamos a encontrar nuestro descanso. Por eso nos invita a que tengamos un corazón como el suyo, lleno mansedumbre y de humildad, porque va a ser la manera de que en verdad nos encontremos con Dios. Así se nos quiere revelar, así nos quiere revelar lo que es el corazón de Dios.

A la sombra de Jesús con humildad nos queremos acoger. Su corazón lleno de mansedumbre es una invitación para nosotros que nos da seguridad y nos da confianza. Agitados y sudorosos por las carreras y las locuras de la vida buscamos esa brisa fresca que nos dé descanso y nos llene el corazón de serenidad y de paz. Nos sentimos pequeños porque nos sentimos débiles y pecadores pero sabemos que estamos llamados a algo grande. Solo tenemos que recorrer un camino de humildad, de vaciarnos de nuestras amarguras y de nuestros agobios, de desprendimiento de nosotros mismos, de apertura de nuestro corazón a las grandes metas y a los ideales que nos ofrece el evangelio; nos vamos a encontrar con Jesús, nos vamos a encontrar con Dios que va a inundar nuestro corazón de paz y de una nueva alegría.

Es Jesús ese árbol que nos da buena sombra, pero es Jesús al que vamos a encontrar en los demás, sobre todo en los pobres y en los sencillos, en los que tienen un corazón humilde y generoso, y los que mantienen la paz en el corazón.