lunes, 10 de julio de 2023

El evangelio nos habla de la fe que nos sana y que nos salva, que nos pone en camino de vida, que no nos deja resignarnos sino que nos da fortaleza para la lucha

 


El evangelio nos habla de la fe que nos sana y que nos salva, que nos pone en camino de vida, que no nos deja resignarnos sino que nos da fortaleza para la lucha

Génesis 28, 10-22ª; Sal 90; Mateo 9,18-26

No todos reaccionamos ni nos enfrentamos a los problemas de la misma manera; todos en nuestro interior los sufrimos, algunos toman decisiones rápidas acudiendo inmediatamente a donde podamos solucionarlos no importándole incluso que se sepa la mala situación por la que estamos pasando, otros con timidez buscamos una solución pero no nos atrevemos con claridad enfrentarnos al problema aunque nos duela quizás por vergüenza a que sea conocido o buscamos maneras que nos puedan parecer confusas y diluidas también para encontrar una solución.

Quizás no tenemos confianza en nosotros mismos, entramos como en una rutina en que nos acostumbramos a todo, desconfiamos de cuanto hay a nuestro alrededor, porque quizás muchas veces nos hemos visto muy solos, no sabemos a quien acudir o no nos atrevemos a acudir allí donde podemos encontrar soluciones y ayudas para nuestra situación.

Nos encontramos a mucha gente que se resigna y aguanta, y quiere hasta convertir en virtud su resignación, pero esa pasividad le llevará aun a mayor sufrimiento. Necesitamos aprender a confiar, necesitamos tener decisiones firmes, nos hace falta una fortaleza de ánimo que algunas veces hemos perdido. Tenemos también que saber mirar hacia lo alto, porque en Dios aprendamos a poner nuestra confianza, con la certeza de que El nunca fallará.

La página del evangelio de hoy nos habla de dos diferentes maneras de afrontar una situación dura para sus vidas, pero hay algo que tienen en común, la fe. Primero contemplamos a este jefe de la Sinagoga, Jairo se le llama en otro evangelio, que acude a Jesús porque su hija acaba de morir. Tiene la confianza toda puesta en Jesús; si pone su mano sobre ella está seguro que no perderá a su hija. Y se ponen en camino. La tardanza en llegar por causa de otros encuentros tenidos por medio, le hará dudar, y al llegar a la casa todo es un ambiente de muerte con las plañideras incluso con sus gritos de dolor. Será necesario que Jesús insista en la fe de aquel hombre, porque la niña no está muerta, como le dice Jesús, sino que duerme, aunque estas palabras encuentren el desprecio de los que no tienen fe. Pero Jesús tomará a la niña de su mano y la levantará de su sueño de muerte.

Pero decíamos que en medio han sucedido otros encuentros. Una mujer que padece de unas hemorragias crónicas también piensa que Jesús podrá sanarla, cuando ya ha gastado toda su fortuna y sus esperanzas en quienes no podían darle solución a su problema. Para una mujer en aquella época era vergonzoso encontrarse en aquella situación porque sería considerada impura y por eso no acudirá públicamente a Jesús. Pero ella tiene una confianza, si al menos toca el manto de Jesús sabrá que podrá curarse, y eso hace.

Aunque todo ha sucedido en el secreto y la discreción de aquella mujer que no quiere hacerse notar, Jesús, sin embargo, querrá destacar la fe valiente, aunque parezca llena de cobardía por la forma de hacer, de aquella mujer. ‘Jesús se volvió y al verla le dijo: Ánimo, mujer, tu te fe ha curado. Y la mujer quedó sana’. Al final de estos episodios, el evangelista nos dirá que la gente sorprendida alababa a Dios y la noticia se divulgó por toda la comarca.

¿Era simplemente la noticia de un taumaturgo que hacía cosas extraordinarias y curaba a las personas? Es algo distinto lo que quiere trasmitirnos hoy, la fe que nos sana y que nos salva, la fe que nos pone en camino de nueva vida y abre nuevos horizontes a nuestra existencia, la fe que nos hace valientes para luchar contra las sombras para llenar el mundo de vida, la fe que no es resignación sino nueva fortaleza para la lucha por la vida, la fe que nos hace encontrarnos con Jesús para sentir cómo se derrama el amor de Dios sobre nosotros, la fe que llena de confianza nuestra vida porque nos descubre que somos amados y si Dios nos ama importante es nuestra vida, importante somos ante los ojos de Dios, la fe que tendrá que divulgarse, de la que hemos de dar testimonio, que nos hemos de tener miedo de manifestarla públicamente porque lo que estamos haciendo es divulgar el amor que Dios nos tiene.

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