sábado, 25 de febrero de 2023

Jesús quiere llegar también a tu corazón y a mi corazón para que emprendamos el camino de la cuaresma que estamos iniciando y también nos está diciendo. ‘¡Sígueme!’

 


Jesús quiere llegar también a tu corazón y a mi corazón para que emprendamos el camino de la cuaresma que estamos iniciando y también nos está diciendo. ‘¡Sígueme!’

Isaías 58, 9-14; Sal 85; Lucas 5, 27-32

Hay momentos y hay encuentros que no pasan desapercibidos, que dejan huella, y más aun que nos marcan un paso que tenemos que dar. De una forma o de otra son experiencias que podemos tener en la vida; y no porque sucedan cosas extraordinarias, sino que son el paso a paso del día a día con aquellas cosas más ordinarias que nos suceden o con aquellas personas con que nos encontramos de las que quizás no esperábamos nada especial. Pero ese momento fue diferente, como decíamos, marcó un paso que teníamos que dar, y en el que quizá nunca habíamos pensado, porque ya llevábamos la rutina de cada día sin salirnos de lo de siempre.

Así estaba aquel día Leví detrás de su mostrador o garita o como queramos llamarla donde cobraba los impuestos. Eran las rutinas de siempre, con los comentarios de la gente de siempre por el oficio que desempeñaba, por las quejas habituales en los que tienen que pagar, con todas esas particularidades que se sucedían cada día en quien tenía aquel oficio. Nada esperaba de especial aquel día.

Pero pasó Jesús, se detuvo también delante de aquel mostrador, ¿iba también a pagar sus impuestos? ¿Iba a pedir ayuda a quien se dedicaba también a aquel negocio de los prestamos y las deudas para resolver alguna situación del grupo?, algunos podían pensar en esas y muchas cosas, ¿o era por simple curiosidad? Pero Jesús se había acercado a Leví y solo había pronunciado una palabra, ‘sígueme’.

Y todo cambió. ¿Qué sucedió en aquel momento? ¿Qué color o qué música tenía aquella palabra? ¿Qué mirada se habría cruzado entre Jesús y el publicano? ¿Qué sintonía se había producido entre ambos? El evangelio no nos da detalles, pero algo había sucedido, porque todo había comenzado a caminar con otros rumbos.

El publicano se levantó de su mostrador y se fue con Jesús. Ahora le había invitado a su casa y había preparado una comida para Jesús y sus discípulos, pero allí estaban también los amigos del cobrador de impuestos. Había sonido de fiesta y de alegría porque algo en verdad había cambiado.

Como siempre, por allá andarán los que están al acecho. Jesús y sus discípulos sentado a la mesa de un publicano, pero además rodeado de muchos publicanos y pecadores. Era incomprensible, se dejan caer los comentarios como quien no quiere la cosa, pero aquello es algo que no pueden tolerar, no pueden aceptar. Y los rumores llegarán a los oídos de Jesús.

El médico no es para los sanos o los que se creen que están sanos, sino para los enfermos. Jesús ha venido para estar al lado del  hombre, allí donde el hombre le necesita. El viene a traernos la salud y allí donde puede faltar esa salud, allí quiere estar. Claro que está con los publicanos y con los pecadores, pero también quiere estar con aquellos que se creen justos, porque quizá son los más enfermos, pero estos no se dejarán, estarán siempre poniendo barreras.

Jesús viene a nuestro encuentro, se acerca allí donde nosotros estamos, en lo que es nuestra vida, nuestro dolor o nuestros anhelos; Jesús camina siempre con los brazos abiertos dejando que su sombra pueda llegar a todos, o todos puedan acercarse hasta su manto; Jesús se deja encontrar y dejará no solo la puerta abierta sino también el tejado dispuesto para que lo abran y puedan llegar hasta él, Jesús se acercará al que está solo y abandonado de todos y no tiene a nadie que le ayude; Jesús querrá sintonizar con aquel corazón solitario que parece que nadie quiere sintonizar con él y le dirá que lo necesita, que quiere que él también forme parte del grupo de los que van a estar siempre cerca de Jesús.

Por eso hoy llegó junto al mostrador de los impuestos, por eso llegó a la casa de Leví, por eso comerá con los publicanos y con los pecadores, por eso quiere llegar también a tu corazón y a mi corazón para que emprendamos sin ningún temor el camino de la cuaresma que estamos iniciando. También nos está diciendo. ‘¡Sígueme!’ ¿Qué respuesta le vamos a dar? ¿Dejaremos pasar ese momento único de encuentro con Jesús?

viernes, 24 de febrero de 2023

Miremos con sinceridad cuál es la dieta que tenemos que hacer en esta cuaresma para mantener la línea del Evangelio

 


Miremos con sinceridad cuál es la dieta que tenemos que hacer en esta cuaresma para mantener la línea del Evangelio

Isaías 58, 1-9ª; Sal 50; Mateo 9, 14-15

¿Parece ser que se han puesto de acuerdo los endocrinos, los dietistas, veganos y no sé cuantos más que nos hablan continuamente de cambios en nuestras costumbres alimentarias con la Iglesia y la Palabra de Dios que nos habla de ayunos y de abstinencias de ciertos alimentos? Cuidado, no nos confundamos. Una cosa es mantener la línea y el tipo, o aquello de las comidas más ecológicas no sé con qué tipo de dietas – estoy gordito y no termino de entender o de ser capaz de llevar a cabo esas dietas, y otra cosa es la austeridad que nos pide la Iglesia en este tiempo de cuaresma.

Es cierto que somos capaces de hacer no sé cuantos sacrificios con tal de seguir esas líneas de mantener el tipo, pero seguramente que luego ponemos nuestras pegas o buscamos nuestras bulas o excepciones para aquello de guardar una mínima abstinencia o ayuno (por cierto con muchas rebajas) solo en algunos días del año. La cuestión estaría en saber cual tendría que ser el sentido de esta penitencia y hasta donde es capaz de llegar nuestro amor. Porque por esos motivos, algunas veces vanidosos, de querer parecer bien seremos capaces de llegar a mucho.

Parece una frivolidad esto que estamos comentando pero es que me gustaría ser capaz de centrarme de verdad en el ayuno que el Señor nos pide en este tiempo de cuaresma que estamos comenzando. Hecho de una forma, podríamos decir, ritual, se nos queda reducido a una abstinencia de carne en unos determinados días como son los viernes de cuaresma, y un mínimo ayuno que no nos va a producir muchas fatigas en el miércoles de ceniza y el viernes santo.

¿Pero cuál es el ayuno que el Señor quiere? ¿Qué andemos como plañideras poniendo cara de tristeza simplemente en la renuncia de unos alimentos? Ya nos decía Jesús, lo escuchábamos el pasado miércoles de ceniza, que cuanto ayunemos nos lavemos la cara y nos perfumemos, porque el ayuno no tiene que notarlo el que está a tu lado, sino el Padre del cielo que ver el corazón. Además hoy Jesús cuando le plantean los fariseos que sus discípulos no ayunan, Jesús les dice que como puede ayunar los amigos del novio cuando están en el banquete de bodas del novio. Y es que quienes queremos vivir con Jesús nuestra fe tendríamos que estar siempre de fiesta. Es la alegría de la fe, es la alegría de sentirnos amados de Dios, es la alegría de saber que el Espíritu de Jesús está en nosotros y es nuestra fuerza para seguir su camino.

Pero hay algo muy bonito que nos ha dicho el profeta para hablarnos del ayuno que el Señor quiere. En realidad, el día de ayuno hacéis vuestros negocios y apremiáis a vuestros servidores; ayunáis para querellas y litigios, y herís con furibundos puñetazos... ¿A eso llamáis ayuno, día agradable al Señor?’  Por ahí tenemos que comenzar. ¿Cuáles son las actitudes de nuestro corazón? ¿Cómo estamos viviendo nuestras mutuas relaciones? Son las cosas que tenemos que curar.

Sí, curemos nuestro corazón, sanemos nuestra vida, busquemos la verdadera salud. Es nuestro orgullo el que nos infla, es la soberbia que nos hace subir sobre pedestales para poder mirar sobre el hombro al que está a nuestro lado, es esa malicia de nuestro corazón lo que verdaderamente nos enferma y lo que tenemos que arrancar de raíz de nosotros. Y eso cuesta mucho más que pasarnos un día sin comer, que por llevar una dieta somos capaces de hacerlo.

Hagamos dieta de nuestro egoísmo y nuestra insolidaridad, hagamos dieta de esa insensibilidad con que vamos por la vida sin preocuparnos por el sufrimiento de los demás, hagamos dietas de nuestros malos juicios, de nuestras murmuraciones, y de tantas críticas con vamos destruyendo las mejores cosas de los demás, hagamos dieta de esa sensualidad morbosa con la que hemos envuelto nuestra vida y todas las relaciones con los demás perdiendo incluso el verdadero sentido de la amistad… Una lista grande podríamos hacer si nos miramos con sinceridad, si miramos los gestos y detalles que muchas veces tenemos de menosprecio, de poca consideración, de falta de respeto hacia las otras personas.

Por eso nos decía el profeta. ‘Este es el ayuno que yo quiero: soltar las cadenas injustas, desatar las correas del yugo, liberar a los oprimidos, quebrar todos los yugos, partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, cubrir a quien ves desnudo y no desentenderte de los tuyos. Entonces surgirá tu luz como la aurora, enseguida se curarán tus heridas,  ante ti marchará la justicia, detrás de ti la gloria del Señor’.

 

jueves, 23 de febrero de 2023

Encrucijadas en el camino ante las que tenemos que tomar nuestra decisión para seguir o no a Jesús, y El nos habla de tomar nuestra cruz de cada día

 


Encrucijadas en el camino ante las que tenemos que tomar nuestra decisión para seguir o no a Jesús, y El nos habla de tomar nuestra cruz de cada día

Deuteronomio 30, 15-20; Sal 1; Lucas 9, 22-25

En la vida continuamente nos vamos encontrando encrucijadas. Como cuando nos ponemos a caminar por cualquier calle de nuestra ciudad, y si queremos también en nuestros campos; a cada tramo del camino que vamos haciendo pronto nos encontraremos con el cruce de otra calle - ¿una encrucijada?, la palabra viene de ahí – y tenemos que decidirnos por donde vamos; ¿seguimos derecho? ¿Cogemos a un lado o a otro? Depende de donde queramos ir, por donde llegamos mejor, más cerca, con más facilidad; pero en nuestras manos está la decisión del camino que cogemos, dependiendo, como decíamos, del sitio a donde queremos llegar. ¿Tendremos clara nuestra meta, nuestro punto final?

Así decimos en la vida. Tenemos que estar tomando decisiones, escogiendo el mejor camino, teniendo seguridad de la meta que queremos alcanzar. Y no siempre es fácil; aquella calle, aquella avenida, aquella senda que se abre a un lado o a otro nos puede resultar atractiva; son tantas las cosas que nos atraen, nos llaman la atención, nos quieren distraer, nos pueden engañar con sus atractivos. Seguridades necesitamos.

De eso nos está hablando hoy la Palabra de Dios, nada más iniciar este camino de Cuaresma, que comenzamos ayer. Caminos de vida o caminos de muerte, caminos luminosos o caminos llenos de oscuridad, incertidumbres e inseguridades que nos podemos encontrar. ¿Qué queremos alcanzar? ¿Qué queremos ganar?

Cuidado con esta palabra que nos puede resultar engañosa. ¿Cuáles son los intereses de nuestras ganancias? Cuando hablamos de ganancias podemos materializarnos en exceso, estar pensando solo en ganancias materiales, ¿económicas? ¿Ganancias que nos hagan relumbrar ante el mundo que nos rodea? ¿Cuáles son esas luminosidades para la gente que está a nuestro alrededor? ¿Cuál es la luminosidad que queremos dar a nuestra vida?

Aquí se trata de coger el evangelio con las dos manos, sentirnos seguro con el evangelio, del mensaje que se nos está ofreciendo. Y la buena nueva que nos está ofreciendo Jesús en cierto modo nos inquieta, porque parece que no siempre coincide con nuestras aspiraciones o con nuestros sueños. Se nos habla de ganar el mundo, pero del peligro de perderlo; se nos habla de entregar la vida, aunque nos parezca que la perdemos, pero con lo que tendremos ganancia segura. Nos cuesta entender.

Pero es que antes Jesús nos ha hablado de cual es su camino. Es un camino de amor y de vida, pero por eso mismo es un camino de entrega y entrega hasta el final.El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día’.

Decir que amamos puede resultarnos fácil de decir. Todos hablamos de amor, pero no siempre lo entendemos de la misma manera. Jesús nos habla de un amor que entraña padecimientos y muerte. Eso ya es otra canción que no es tan fácil de cantar. Por eso a los discípulos les costará tanto entenderla. Como nos cuesta a nosotros. Porque preferimos amor mientras nos van bien las cosas, cuando no cueste demasiado sacrificio, cuando yo puedo ir escapando sin muchas complicaciones. Pero de eso no es de lo que nos habla Jesús. Por eso algún día Pedro se rebelará contra esas palabras y anuncios de Jesús.

Por eso hoy Jesús nos dice que tenemos que ser capaces de coger la cruz. ¿Pero si el madero hasta es áspero al contacto con nuestras manos? Pero esa es la madera que quiere que Jesús cojamos, porque ahí está nuestra vida, nuestras cosas, nuestras luchas, lo que aspiramos y lo que soñamos, que tenemos que dejarlo a un lado muchas veces si queremos en verdad seguir a Jesús. Nos habla Jesús de negarnos a nosotros mismos, o sea que no nos pongamos nosotros los primeros y por delante, sino que seamos capaces de hacernos los últimos, porque siempre tenemos que ser servidores.

Son las encrucijadas que vamos a encontrar en el camino, y ante lo que tenemos que decidirnos, tomar decisión, queremos en verdad llegar hasta la meta. ¿Seremos capaces? ¿Seguiremos siempre buscando calles bien adoquinadas y caminos perfecta y cómodamente trazados?



miércoles, 22 de febrero de 2023

Detengámonos, hagamos silencio de los ruidos que nos ensordecen, comencemos a afinar los oídos de nuestro corazón y escuchemos a Dios

 


Detengámonos, hagamos silencio de los ruidos que nos ensordecen, comencemos a afinar los oídos de nuestro corazón y escuchemos a Dios

Joel 2, 12-18; Sal 50; 2Corintios 5, 20 – 6, 2;  Mateo 6, 1-6. 16-18

A pesar de la austeridad propia de estos días y de los signos propios de la liturgia de este día, podíamos decir que se comienza hoy con cierta solemnidad haciéndonos un llamamiento muy importante que a todos quiere despertar. Una invitación a todos, pequeños y mayores, jóvenes y ancianos, hombres y mujeres de toda condición, gente sencilla del pueblo como también a los sacerdotes, servidores del Señor. Resonarán sonidos palpitantes y que a todos han de despertar. Tocad la trompeta en Sión, proclamad un ayuno santo,  convocad a la asamblea, reunid a la gente, santificad a la comunidad…’

Es cierto que el mundo en que vivimos tiene otros sonidos estridentes que resuenan también fuertemente y que de alguna manera acallan o quieren acallar esos sonidos de la trompeta. Andan en otros andares, son otras las cosas por las que sienten más interés, muchos ni se enterarán del sonido de esta trompeta, pero cuidado que nosotros también nos hayamos insensibilizado de tal manera que ya nuestros oídos estén sordos para estas llamadas. Muchos quizás aún en este día venimos a la Iglesia, pero cuidado nuestras mentes anden por otros lados, o aún permanezca en nuestros oídos el ruido ensordecedor del mundo que nos rodea.

‘Convertíos a mí de todo corazón, con ayunos, llantos y lamentos; rasgad vuestros corazones, no vuestros vestidos, y convertíos al Señor vuestro Dios, un Dios compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en amor, que se arrepiente del castigo…’

Es la llamada y es la invitación. Es a lo que nos convoca ese toque de trompeta. Es a lo que somos convocados. A volver nuestro corazón a Dios. A rasgar nuestros corazones. A mirar de frente al Señor para darnos cuenta que es compasivo y misericordioso.

Es el tiempo de la reconciliación, es el tiempo de la misericordia, es el tiempo del Señor. ‘Es el tiempo favorable, es el día de la salvación’. Pero es necesaria una cosa. Tenemos que ser en verdad conscientes de que necesitamos de esa salvación. Quien dice que no necesita salvación, poco puede llegar la gracia de Dios a él. Quien dice no necesitar de salvación, aunque se esté cayendo por un profundo abismo, no tenderá la mano en búsqueda de quien agarrarse, en quien apoyarse para salir de ese abismo. Por ahí tenemos que comenzar. 

Porque a veces nos sentimos a gusto de cómo estamos; nos hemos acostumbrado; lo vemos todo tan normal; no queremos sentirnos diferentes de los que están a nuestro lado; seguimos el ritmo de todos que ya todo nos parece bueno; al final hemos terminado por perder la sensibilidad, nuestra conciencia se ha adormecido; hemos llegado a crear una costra a nuestro alrededor, o quizás nos hemos envuelto en los velos de la apariencia y de la vanidad, que no nos damos cuenta de la realidad. Hemos terminado perdiendo el gusto por las cosas de Dios, no captamos ya la sintonía de lo espiritual, nos hemos endurecido quedándonos solo en lo material o del disfrute de lo más cercano y que más pronto o fácil podamos alcanzar.

Ya nos creemos no necesitar a Dios, ¿para qué entonces rezar? Solo nos interesa lo que sea la vida fácil, ¿cómo vamos a entender lo que sea sacrificarnos por alcanzar cosas superiores? Solo pensamos en nosotros mismos ¿para qué vamos a mirar las carencias que puedan tener los demás, cuando son ellos los que tienen que resolvérselo por si mismos?

Despertemos. Busquemos un sentido a lo que vivimos, a lo que hacemos, a lo que es nuestra relación con los demás. Detengámonos de esa loca carrera, porque no es ya que corramos mucho o poco, sino que andamos desorientados y no sabemos ni siquiera a donde vamos corriendo. Acalla un poco ese ruido que te envuelve y escucha esta trompeta que te está llamando. Intenta hacer silencio en tu corazón y comienza a mirarte de verdad; no tengas miedo de enfrentarte a tu realidad, pero no te quedes mirando solo a ras del suelo, eleva la mirada, mira a horizontes más lejanos y más alto, busca el más bello color para tu vida, comienza a afinar las cuerdas de tu espíritu para que puedas descubrir otra música, que te va a conducir por nuevos caminos de felicidad.

Comenzamos la Cuaresma. Escuchemos la voz del Señor. Convirtamos de verdad nuestro corazón a Dios.

 

martes, 21 de febrero de 2023

Jesús nos está enseñando a valorar lo pequeño, que lo que nos debe importar es hacernos pequeños, los últimos, convertirnos en esclavos y servidores de los demás

 


Jesús nos está enseñando a valorar lo pequeño, que lo que nos debe importar es hacernos pequeños, los últimos, convertirnos en esclavos y servidores de los demás

Eclesiástico 2, 1-11; Sal 36; Marcos 9, 30-37

Nos están hablando de una cosa pero en nuestra mente seguimos con lo nuestro. Tenemos nuestras ideas, que algunas veces se nos pueden volver incluso obsesivas, y aunque nos quieran decir y demostrar lo contrario no lo vemos, es que ni lo pensamos; parece como sí pusiéramos una barrera para que ese pensamiento no entre en nuestra mente.

Era la obsesión con que vivían los judíos sobre la venida del Mesías y la idea que ellos se habían preconcebido. No era un pensamiento novedoso, sino que la interpretación que ellos habían hecho de la Escritura, de los profetas, siempre les había llevado a alimentar sus ideas nacionalistas y pensar en la llegada del Mesías era pensar en nuevos tiempos de poder y de dominio nacionalista. 

Ahora que aquellos buenos hombres de Galilea seguían a Jesús y cuando vislumbraran en El la esperanza de la llegada del Mesías, era en cierto modo normal que su pensamiento fuera por esas redes. Ellos que tan cerca estaban del que creían que podía ser el Mesías, normal era que soñaran con puestos y lugares de poder y de influencia. Era lo que centraba en muchas ocasiones incluso sus discusiones nacidas desde esa ambición.

Van caminando casi por fuera de Palestina en los linderos casi de Galilea y el lugar apartado del bullicio que se formaba en torno a Jesús sobre todo en aquellos lugares más cercanos al lago, hacía que Jesús fuera instruyéndolos, adelantándoles incluso lo que había de suceder en Jerusalén. En su entusiasmo por la forma cómo Jesús era acogido por mucha gente, ahora no llegan a oír ni entender lo que Jesús habla de entrega, de pasión y de muerte. No podía entrar en sus cálculos ni en sus planes.

Por eso van discutiendo por el camino. Jesús los escucha y no les dice nada, los deja, ya llegará el momento de aclarar las cosas que sabía que tanto les costaba entender. Por eso cuando llegan a casa pregunta por lo que venían discutiendo, seguramente tan acaloradamente, por el camino. Pero ahora el silencio es la respuesta, porque se sienten avergonzados ante Jesús de sus tontas discusiones, pero que sin embargo parece que para ellos tenían su razón de ser e importancia. Venían discutiendo por los primeros puestos.

Y una vez más, con la paciencia infinita de Dios, Jesús trata de explicarles. ¿Venís discutiendo por primeros puestos, por quien va a ser el más importante? Podía haberles dicho ¿y ya estáis pensando hasta quien va a ocupar mi lugar? ‘Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos’. Un jarro de agua fría. ¿Sus sueños se esfumarán?

‘Y tomando un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado’.

¿Por qué valoramos a los demás? ¿Cómo tiene que manifestarse una persona para que lo valoremos? ¿Es por eso por lo que estáis ambicionando primeros puestos, lugares de poder y de dominio? Pero Jesús les está diciendo que tenemos que aprender a valorar lo pequeño, que no nos debe importar hacernos pequeños, hacernos los últimos, convertirnos en esclavos y servidores de los demás. Esos son los caminos de la grandeza, los caminos del que se saber hacer servidor.

Pero cuanto nos cuesta entender. Con qué facilidad aunque tengamos sueños bonitos, aunque digamos muchas cosas interesantes de cómo a ser nuestro comportamiento, nuestra manera de actuar, con qué facilidad cuando llegamos a un puesto, en el que nos parece que ya estamos por encima de los demás, nos olvidamos del servicio y solo pensamos en nosotros mismos, acaparando para nosotros. Lo estamos viendo todos los días. ¿Qué es lo que nos están reflejando nuestros dirigentes? Y nos puede suceder también en el ámbito de nuestra Iglesia.

Cuánto tenemos que corregir. Es la tentación fácil. Es de lo que quiere prevenirnos Jesús. Es lo que quiere que sea nuestro estilo de vida. Pero seguimos con nuestras ideas.

lunes, 20 de febrero de 2023

Creo, pero ayuda mi falta de fe, suplicamos, necesitamos que crezca nuestra fe porque dudamos y nos llenamos de miedos, porque sentimos nuestra debilidad

 


Creo, pero ayuda mi falta de fe, suplicamos, necesitamos que crezca nuestra fe porque dudamos y nos llenamos de miedos, porque sentimos nuestra debilidad

Eclesiástico 1,1-10b; Sal 92; Marcos 9, 14-29

A veces nos sucede y no sabemos explicarnos por qué; algo que podíamos hacer, en otras ocasiones lo habíamos hecho, ahora nos sentimos incapaces, inútiles, impotentes pero no hay manera de sacarlo adelante. Lo intentamos una y otra vez, pero parece que nos cegamos y no vemos el camino, no somos capaces, de alguna manera nos sentimos fracasados, porque era algo que realmente podíamos hacer.

Ya se trate de nuestros trabajos, incluso entre las cosas que hacemos habitualmente, ya sea de soluciones que tenemos que dar a cosas que se nos plantean, pero que no vemos el camino para encontrar solución, ya sea en nuestra lucha personal de cada día por superarnos, por ir creciendo y madurando en la vida, que nos parece que cada vez somos más niños, más infantiles, que nos sentimos sin fuerza, que no sabemos cómo seguir adelante. Son muchos los aspectos de la vida en los que nos podemos ver envueltos en situaciones de impotencia y de incapacidad. ¿Por qué nos pasa eso? ¿Por qué no sabemos dar esos pasos que nos faltan para la solución de esos problemas?

En esas andaban en el grupo de los que habían quedado al pie de la montaña, que conocemos del Tabor; a la vuelta de Jesús con los tres discípulos que le acompañaron y fueron testigos de cosas maravillosas, se encontraron un gran revuelo entre los discípulos que habían quedado y la gente. Había venido un hombre con su hijo enfermo, poseído por un mal muy tremendo, porque en sus convulsiones incluso se ponía en peligro su vida, querían que lo curaran pero eran incapaces. Ya un día Jesús les había enviado y dado poder sobre los espíritus inmundos, y a la vuelta de su misión contaban a Jesús todo lo que habían hecho. Ahora se sienten unos fracasados, no han podido. Como nos sucede a nosotros tantas veces que podríamos hacer el bien, pero somos incapaces de salir de una inmovilidad que se apodera de nosotros y nos vuelve pasivos, incapaces de hacer lo mejor que Jesús nos ha enseñado.

Hasta Jesús llega aquel hombre en su angustia suplicando. ‘Si algo puedes, ten compasión y ayúdanos’, le dice a Jesús mientras le cuenta cuánto le ha sucedido a su hijo. ‘¿Si puedo? Todo es posible para el que tiene fe’, es la respuesta de Jesús. El camino para ver las maravillas de Dios; la humildad de un corazón lleno de abre el corazón de Dios para que se desborde sobre nosotros su gracia, su salvación. Si no tenemos fe, si no nos sentimos humildes impotentes por nosotros mismos pero con la confianza puesta totalmente en el Señor ¿cómo podremos creer que se realizará aquello que pedimos?

Mas tarde los discípulos que no pudieron le preguntaran a Jesús por qué ellos no pudieron realizar lo que le pedían. ¿Tenían confianza en sí mismos para creer que en ellos estaba ese don del Señor? era necesario vaciarse, apartar orgullos, dejar a un lado las autosuficiencias, sé capaz de humillarse para reconocer su pequeñez. Jesús les hablará de que era necesario más fe, más oración, más penitencia. La humildad nos hace verdaderamente penitentes, porque nos damos cuenta que el poder no está en nosotros sino en Dios que se hace presente junto a nosotros. Y eso en todos los caminos de la vida.

‘¿No te he dicho que basta que tengas fe?’ viene a decirle Jesús a aquel hombre, como un día le había dicho a Jairo, como la pedía en todos aquellos que venían a suplicarle en sus necesidades. ‘Creo, pero ayuda mi falta de fe’, seguirá suplicando aquel hombre. Necesitamos que crezca nuestra fe, porque también dudamos, también nos llenamos de miedos tantas veces, porque nos escondemos y no damos la cara aunque sintamos nuestra debilidad, porque nos sentimos tan pecadores que no nos creemos dignos ni merecedores de que el Señor responda a nuestras súplicas.


domingo, 19 de febrero de 2023

La Buena Noticia de Jesús nos interroga y nos inquieta, nos pone alto el listón del amor y nos propone la santidad de nuestro Padre del cielo

 


La Buena Noticia de Jesús nos interroga y nos inquieta, nos pone alto el listón del amor y nos propone la santidad de nuestro Padre del cielo

Levítico 19, 1-2. 17-18; Sal 102; 1Corintios 3, 16-23; Mateo 5, 38-48

A veces las buenas noticias, aunque sean buenas, nos inquietan, nos dejan intranquilos, de alguna manera, podemos decir, nos revuelven por dentro, porque nos plantean interrogantes, pudiera ser incluso que dudas, pero nos impulsan y nos abren a algo nuevo, que no siempre quizás seremos capaces de asumir, de convertirlo en un leit motiv, un sentido para nuestra vida.

Si es buena noticia, nos podría decir algo, pues es algo bueno; es cierto, pero es que eso bueno nos puede hacer ver la realidad de otra manera, nos puede obligar a tomar nuevas y arriesgadas decisiones, nos puede obligar, sí, a salir de nuestras comodidades y rutinas. Y esto tiene que significar el evangelio en la vida del  hombre, de toda persona. Sin embargo, bien sabemos que no todos aceptan esa buena noticia del evangelio. Si todos lo aceptaran nuestro mundo y nuestra sociedad sería bien distinta.

Pero con sinceridad tenemos que preguntarnos, ¿es que los que nos decimos cristianos, porque decimos que creemos en Jesús, estaremos en verdad planificando nuestra vida según esos nuevos valores que nos enseña el evangelio? ¿Cuántos llevamos a lo concreto de nuestra vida de cada día lo que hoy se nos ofrece en el evangelio? ¿No pretenderemos muchas veces hacernos rebajas en nuestras interpretaciones porque decimos, amar sí, pero no hay que llegar a tanto?

Y es que le buena noticia que nos ofrece el evangelio, este pasaje concreto que se nos presenta en este domingo, viene a tocar aspectos que son fundamentales en lo que es nuestra vida cristiana, nuestro seguimiento de Jesús; algo en lo que de verdad hemos de diferenciarnos claramente de los demás. Es la amplitud y la universalidad del amor que se nos plantea hoy.

Siempre decimos, amamos y con eso es suficiente. Amamos, pero ¿hasta donde llegamos en nuestro amor? ¿A los amigos? ¿A los que están cerca de nosotros? ¿A los que nos quieren? ¿A los que son buenos y nunca molestan? ¿A los que nunca nos han hecho daño? ¿A los que a veces nos ayudan y entonces nosotros queremos corresponder prestándole también nuestra ayuda?

Cierto, ¿y en qué nos estamos diferenciando? Eso lo puede hacer cualquiera. Ya Jesús nos dice que los gentiles saludan a los que los saludan a ellos; ya nos dice Jesús que  cualquiera puede ayudar a alguien simplemente porque un día le ayudó a él también, lo hacen los publicanos y lo hacen también los gentiles.

Es otra la categoría, otra la amplitud, otro el nivel que nos pide Jesús para el amor. No se puede quedar encerrado en un circulo; me amas, te amo; me ayudas, te ayudo; eres de los míos, porque eres de mi familia, de mi grupo, de mi raza o procedencia, porque eres de los que piensas como yo, pues yo también te quiero y hago por ti todo lo que sea necesario.

Pero Jesús rompe el circulo, rompe esas barreras que no queremos traspasar, rompe esos lazos para ir también al que no me ama, al que no es de los míos, al que pudiera considerar enemigo porque quizás me quiere mal; Jesús rompe esas reglas que quizá un día con buena voluntad se pusieron para que no nos pasáramos en la reacción que pudiéramos tener cuando nos hagan lo que no nos gusta; la ley del Talión venía a limitar la amplitud de la venganza a la que creían que tenían derecho cuando se vieran injustamente tratados, no podía ir más allá en tu reacción de la medida con que te habían ofendido a ti, por eso se habla del ojo por ojo y del diente por diente. Pero Jesús nos echa abajo ese castillo de naipes que nos habíamos construido y nos habla de ofrecer la otra mejilla, de dar no solo lo que te pide sino si es necesario el doble o todo lo que necesite, de ser capaces de poner la otra mejilla.

Por eso para el seguidor de Jesús ya no tienen que haber enemigos; enemigo era no solo el que te quería mal, sino incluso a aquel que no perteneciera a tu grupo o a tu manera de ver la vida. Ahora tenemos que amarlos a todos e incluso orar por ellos, orar incluso porque el que haya hecho una ofensa. Qué aplicación práctica tiene este nuevo estilo que Jesús nos ofrece cuando hoy seguimos creando tantos abismos entre los que no pensamos lo mismo; cuando hoy seguimos generando tanta acritud hacia el que es distinto, al que tiene una opinión distinta y cuando tanto hablamos de democracia le queremos quitar el derecho a opinar a quien tiene otra forma de pensamiento, por ejemplo, para el sentido de sociedad que queremos construir.

Hoy se nos está planteando algo fundamental en lo que es nuestra vida cristiana, lo que es el seguimiento de Jesús. Es la Buena Noticia, que quizás nos cuesta recibir y aceptar porque nos va a doler el corazón, porque tendremos que hacer una verdadera conversión en nuestra vida, un nuevo planteamiento para muchas posturas, para muchas actitudes, para muchas de las cosas que hacemos que tendrán que ser de otra manera.

No es fácil. Además Jesús nos está diciendo que tenemos que ser santos y perfectos como nuestro Padre del cielo. Alto nos pone el listón. Pero sabemos que no nos faltará la fuerza de su Espíritu.