viernes, 24 de febrero de 2023

Miremos con sinceridad cuál es la dieta que tenemos que hacer en esta cuaresma para mantener la línea del Evangelio

 


Miremos con sinceridad cuál es la dieta que tenemos que hacer en esta cuaresma para mantener la línea del Evangelio

Isaías 58, 1-9ª; Sal 50; Mateo 9, 14-15

¿Parece ser que se han puesto de acuerdo los endocrinos, los dietistas, veganos y no sé cuantos más que nos hablan continuamente de cambios en nuestras costumbres alimentarias con la Iglesia y la Palabra de Dios que nos habla de ayunos y de abstinencias de ciertos alimentos? Cuidado, no nos confundamos. Una cosa es mantener la línea y el tipo, o aquello de las comidas más ecológicas no sé con qué tipo de dietas – estoy gordito y no termino de entender o de ser capaz de llevar a cabo esas dietas, y otra cosa es la austeridad que nos pide la Iglesia en este tiempo de cuaresma.

Es cierto que somos capaces de hacer no sé cuantos sacrificios con tal de seguir esas líneas de mantener el tipo, pero seguramente que luego ponemos nuestras pegas o buscamos nuestras bulas o excepciones para aquello de guardar una mínima abstinencia o ayuno (por cierto con muchas rebajas) solo en algunos días del año. La cuestión estaría en saber cual tendría que ser el sentido de esta penitencia y hasta donde es capaz de llegar nuestro amor. Porque por esos motivos, algunas veces vanidosos, de querer parecer bien seremos capaces de llegar a mucho.

Parece una frivolidad esto que estamos comentando pero es que me gustaría ser capaz de centrarme de verdad en el ayuno que el Señor nos pide en este tiempo de cuaresma que estamos comenzando. Hecho de una forma, podríamos decir, ritual, se nos queda reducido a una abstinencia de carne en unos determinados días como son los viernes de cuaresma, y un mínimo ayuno que no nos va a producir muchas fatigas en el miércoles de ceniza y el viernes santo.

¿Pero cuál es el ayuno que el Señor quiere? ¿Qué andemos como plañideras poniendo cara de tristeza simplemente en la renuncia de unos alimentos? Ya nos decía Jesús, lo escuchábamos el pasado miércoles de ceniza, que cuanto ayunemos nos lavemos la cara y nos perfumemos, porque el ayuno no tiene que notarlo el que está a tu lado, sino el Padre del cielo que ver el corazón. Además hoy Jesús cuando le plantean los fariseos que sus discípulos no ayunan, Jesús les dice que como puede ayunar los amigos del novio cuando están en el banquete de bodas del novio. Y es que quienes queremos vivir con Jesús nuestra fe tendríamos que estar siempre de fiesta. Es la alegría de la fe, es la alegría de sentirnos amados de Dios, es la alegría de saber que el Espíritu de Jesús está en nosotros y es nuestra fuerza para seguir su camino.

Pero hay algo muy bonito que nos ha dicho el profeta para hablarnos del ayuno que el Señor quiere. En realidad, el día de ayuno hacéis vuestros negocios y apremiáis a vuestros servidores; ayunáis para querellas y litigios, y herís con furibundos puñetazos... ¿A eso llamáis ayuno, día agradable al Señor?’  Por ahí tenemos que comenzar. ¿Cuáles son las actitudes de nuestro corazón? ¿Cómo estamos viviendo nuestras mutuas relaciones? Son las cosas que tenemos que curar.

Sí, curemos nuestro corazón, sanemos nuestra vida, busquemos la verdadera salud. Es nuestro orgullo el que nos infla, es la soberbia que nos hace subir sobre pedestales para poder mirar sobre el hombro al que está a nuestro lado, es esa malicia de nuestro corazón lo que verdaderamente nos enferma y lo que tenemos que arrancar de raíz de nosotros. Y eso cuesta mucho más que pasarnos un día sin comer, que por llevar una dieta somos capaces de hacerlo.

Hagamos dieta de nuestro egoísmo y nuestra insolidaridad, hagamos dieta de esa insensibilidad con que vamos por la vida sin preocuparnos por el sufrimiento de los demás, hagamos dietas de nuestros malos juicios, de nuestras murmuraciones, y de tantas críticas con vamos destruyendo las mejores cosas de los demás, hagamos dieta de esa sensualidad morbosa con la que hemos envuelto nuestra vida y todas las relaciones con los demás perdiendo incluso el verdadero sentido de la amistad… Una lista grande podríamos hacer si nos miramos con sinceridad, si miramos los gestos y detalles que muchas veces tenemos de menosprecio, de poca consideración, de falta de respeto hacia las otras personas.

Por eso nos decía el profeta. ‘Este es el ayuno que yo quiero: soltar las cadenas injustas, desatar las correas del yugo, liberar a los oprimidos, quebrar todos los yugos, partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, cubrir a quien ves desnudo y no desentenderte de los tuyos. Entonces surgirá tu luz como la aurora, enseguida se curarán tus heridas,  ante ti marchará la justicia, detrás de ti la gloria del Señor’.

 

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