sábado, 4 de febrero de 2023

Sepamos detenernos con Jesús porque siendo nuestro descanso nos regala la fuerza del Espíritu y nos pone en camino para una vida nueva

 


Sepamos detenernos con Jesús porque siendo nuestro descanso nos regala la  fuerza del Espíritu y nos pone en camino para una vida nueva

Hebreos 13,15-17.20-21; Sal 22; Marcos 6,30-34

Es necesario saberse detener en la carrera de la vida que a veces se nos hace loca. No podemos aguantar un ritmo trepidante porque no solo físicamente sino también anímicamente podemos llegar a un colapso. Una parada para el descanso, una parada para la reflexión. Una parada que aprovechamos para ver caminos recorridos, metas conseguidas, pero también para corregir rumbos si es necesario y sobre todo para retomar fuerzas para continuar el camino. 

Algunos pretenden conseguirlo todo de un solo golpe, pero el esfuerzo de la ascensión de la montaña nos obliga a detenernos para tomar aire renovado que nos de fuerza para poder llegar a la cima. Ese aire renovado puede ser esa reflexión que nos hagamos sobre lo que estamos haciendo, pero también es la necesidad de ese fortalecimiento interior, de ese crecimiento interior que necesitamos hacer.

Son muchas, pues, las razones que podemos encontrar para ese detenernos. ¿Unas vacaciones? Algunos las pueden llamar así, pero algunos nos dicen que esas vacaciones son como un cambio de actividad que nos hace ver con una nueva perspectiva el camino que estamos haciendo. Mucho podríamos hablar en este sentido, muchos ejemplos de lo que nos sucede en la vida podríamos poner.

Me estoy haciendo estas consideraciones desde lo que hoy contemplamos en el evangelio. Los discípulos que habían sido enviados por Jesús para ir por delante haciendo el anuncio del Reino regresan de su tarea y cuentan a Jesús lo que han realizado. Todo en medio de la tarea de Jesús que sigue porque siguen acudiendo a El en todo momento, de manera que, como apunta el evangelista, no tenían tiempo ni para comer.

Por eso Jesús busca la manera de llevárselos a ellos solos a un lugar apartado. Jesús quiere estar a solas con ellos. Lo veremos en otros momentos del evangelio, como cuando se han ido a casi las fronteras de Israel con Fenicia y lo que hoy sería el Líbano o cuando en la subida a Jerusalén en que hay momentos en que se los lleva aparte porque a ellos quiere irles explicando cuanto va a suceder en Jerusalén aunque a ellos les cuesta entender.

Y ya nos comentará entonces el evangelista que serán momentos de mayor intimidad entre Jesús y el grupo de los apóstoles, pues a ellos de manera especial les explica las cosas, o como aquel momento en indaga Jesús lo que la gente piensa de El y lo que los propios apóstoles también piensan de El, llegando a aquella hermosa confesión de fe de Pedro en una ocasión o al rechazo de Pedro a lo que Jesús les anuncia.

En el momento que hoy nos presenta el evangelio parece que de alguna manera las intenciones de Jesús se vinieron abajo. La gente se enteró a donde se dirigía Jesús y cuando llegaron allá se encontraron con una multitud que les esperaba. Pero será momento también de hermosa lección de Jesús. Cuando contempló aquella multitud que andaban como ovejas sin pastor sintió compasión.

Compadecerse es hacer aparecer la ternura que llevamos en el corazón. Compadecerse que es compartir unas lágrimas, unos sufrimientos, unos sentimientos, va más allá porque esas lagrimas hay que secarlas, porque ese sufrimiento hay que mitigarlo, porque es necesario ponerse en el lugar del otro y con el otro luchar para lograr esa necesaria liberación.

Es la lección que nos da Jesús. Se puso a hablarles, a estar con ellos, a curarles de sus males y enfermedades, a ayudarles a transformar el corazón, a levantarlos para hacerles recuperar su esperanza y su dignidad. Jesús que se abaja para estar al lado del otro, para que los corazones lleguen a estar en la misma latitud, en la misma sintonía. Jesús quiere ponernos de pie, Jesús quiere ponernos en camino, Jesús camina con nosotros para enseñarnos a ser ese hombre nuevo, Jesús en verdad es nuestro salvador porque con El nos sentimos liberados y renovados con nueva vida.

Sepamos nosotros detenernos en la vida, para estar con Jesús, para aprender a sintonizar su corazón, para que en verdad nos sintamos fortalecidos desde lo más hondo de nosotros mismos, para que podamos continuar con la fuerza de su Espíritu la tarea. Con Jesús podremos realizar todo aquello que decíamos antes que necesitamos hacer en el camino de la vida. Nos lleva con El para que estemos con El. Nos dice que vayamos a El porque en El encontraremos nuestro descanso, porque El es esa nueva vida para nosotros.

viernes, 3 de febrero de 2023

Cuidado con las motivaciones interesadas que pueden aparecer por debajo de lo que hacemos y nos pueden apartar de los caminos de rectitud y justicia

 


Cuidado con las motivaciones interesadas que pueden aparecer por debajo de lo que hacemos y nos pueden apartar de los caminos de rectitud y justicia

Hebreos 13,1-8; Sal 26; Marcos 6,14-29

Nos movemos según sean los intereses que tengamos. Se suele decir que para hacer las cosas tenemos que estar motivados, sobre todo cuando las cosas nos superan, se nos exige mucho esfuerzo y dedicación, o cuando tenemos que emprender algo novedoso. Pero el tema está en cual es la motivación que podamos tener detrás; es donde se va a manifestar nuestra madurez o el sentido que nosotros queremos darle a la vida, lo que hacemos y lo que vivimos.

¿Será la ambición lo que nos mueva? ¿Serán nuestros prestigios personales? ¿Será la vanidad que me puede llevar a buscar cosas de brillo y donde pueda yo sobresalir? ¿Serán unas ganancias que se pueden traducir en riquezas o poder económico, o la influencia que yo pueda tener sobre los demás? ¿Será un espíritu de servicio generoso y altruista que me quiere en verdad hacer solidario con mi mundo, con los que me rodean, con los que sufren?

Muchas cosas podríamos ir agregando a esta lista. Mucho tenemos que mirarnos a nosotros mismos con sinceridad, porque se nos pueden meter unos intereses en aquello que hacemos incluso hasta en lo más bueno que podamos hacer. Cuidado que siempre andemos buscando unas ganancias, unos réditos incluso hasta de nuestra propia religiosidad.

Ya Jesús cuando alguien se ofrece a seguirle y dice que quiere hacerlo de una manera incondicional, les recuerda que el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar su cabeza, a pesar de que incluso las fieras del campo tienen sus madrigueras. Y muchas veces nos encontramos también en los propios discípulos cercanos a él unos intereses y ambiciones por los primeros puestos de poder o de influencia, o como le dirá Pedro un día y a ellos que lo dejaron todo por seguirle qué es lo que les va a tocar.

La presencia de aquel profeta de Nazaret por aquellos pueblos y caminos de Galilea, con las multitudes de gentes que se sentían atraídos por El, va suscitando inquietudes en muchos. Ya hemos visto que sus propios conciudadanos de Nazaret al final terminan poniéndose en contra de Jesús, porque no consiguieron lo que ellos pretendían; hemos visto que los principales del pueblo andan al acecho con lo que hace y con lo que dice Jesús, porque se temen que la gente se vuelva contra ellos y pierdan su prestigio, por eso intentarán de todas formas de oscurecer el prestigio de Jesús.

En el evangelio de hoy vemos que es Herodes quien se pregunta quien es ese Jesús del que tanto estás oyendo hablar; en otro momento vendrán a decirle a Jesús que Herodes quiere conocerlo. Ahora Herodes se pregunta si este Jesús es un profeta, como los antiguos, o acaso es Juan el Bautista el que mandó decapitar que ha vuelto en la figura de Jesús.

El evangelista nos relata el episodio. Un episodio donde vemos ese juego de intereses, esas motivaciones que están detrás de cuanto está sucediendo. Nos habla de la admiración de Herodes por el Bautista, pero lo tiene metido en la cárcel por las instigaciones de la mujer con la que convive, que el profeta le dice que no es justo ni correcto lo que está haciendo; está la vanidad de las fiestas de Herodes rodeado de todos sus cortesanos buscando la adulación y la manipulación; está el orgullo de un prestigio que no se quiere perder, pero la pasión que ciega y hace prometer incluso lo que no se podría cumplir; los respetos humanos, la cobardía y el dejarse manipular incluso para conseguir mantenerse en su puesto de poder. Y al final la que cae es la cabeza del Bautista. No es necesario después de haber escuchado el relato del evangelio, volver a incidir en los detalles.

¿Qué buscamos en la vida? ¿En qué lugar queremos mantenernos? ¿Qué llegamos a hacer para conseguir lo que anhelamos sobre todo si vamos por los caminos de las glorias y vanidades de este mundo? Aquí, aunque el relato nos pueda parecer negativo, tenemos la gran lección. ¿Dónde está la rectitud de nuestra vida? ¿Qué es lo que nos hace ser maduros de verdad en las decisiones que hemos de tomar para obrar siempre con rectitud? ¿Nos dejaremos manipular por esos intereses que nos aparecen casi sin darnos cuenta por debajo de nuestras acciones?

jueves, 2 de febrero de 2023

Peregrinamos haciendo camino de esperanza iluminados por la luz de Jesús que también nos trae María a quien invocamos como la Virgen de Candelaria

 


Peregrinamos haciendo camino de esperanza iluminados por la luz de Jesús que también nos trae María a quien invocamos como la Virgen de Candelaria

Malaquías 3,1-4; Sal 23; Hebreos 2,14-18; Lucas 2,22-40

En la vida nos encontramos en ocasiones gente que va derrotada por la vida, cansados de sus luchas han perdido las esperanzas de algo nuevo y distinto; algunas veces los catalogamos como viejos que ya vienen de vuelta de todo sin ilusión por nada que simplemente se van dejando arrastrar. No tendríamos que decirles viejos, sino más bien muertos, porque por el contrario nos encontramos con personas mayores, viejos en edad si queréis decir, pero que no han perdido la vitalidad de su espíritu, siempre buscan y esperan algo nuevo, siempre quieren hacer algo con lo que ir transformando nuestro mundo a mejor. Es el amor a la vida y la esperanza que los mantiene vivos.

Son realidades que nos encontramos. Unos pueden convertirse en un peligro para nosotros si también logran quitarnos la ilusión, pero los otros son un estímulo para nuestro camino, que algunas veces se nos puede hacer duro.

¿Por qué me hago esta previa o introductoria reflexión? Es que hoy se nos habla en el evangelio de un anciano que a pesar de sus muchos años no ha perdido la esperanza. Cada día viene al templo de Jerusalén esperando que se cumplan las promesas del Señor y que él siente muy vivas en si mismo. Es el anciano Simeón – aunque también vemos a otra anciana, Ana, con la misma fe y esperanza – que recibe a aquella familia de la lejana Nazaret que viene a hacer la presentación de su primogénito al Señor. Con gozo da gloria al Señor porque sus ojos han podido contemplar al Salvador anunciado y esperado. El espíritu del Señor le ha revelado en su interior que aquel niño es el prometido Mesías de Israel.

La celebración de este día tiene tintes y resplandores de luz y de esperanza. Litúrgicamente estamos celebrando la presentación del niño Jesús en el templo, como primogénito de aquel matrimonio y familia de José y de María, para cumplir con la ley de Moisés, en que todo primogénito varón había de ser presentado al Señor a los cuarenta días de su nacimiento. Cuarenta días cumplimos hoy de la celebración de la Navidad del Señor y es la celebración propia de este día.

Como decíamos tiene la celebración resplandores de luz y esperanza, que lo expresamos en esa procesión de las candelas con que se inicia la celebración de este día. Es el peregrinar de los creyentes que hacemos camino iluminados por la luz de Jesús que llega a nuestras vidas. Es el peregrinar lleno de esperanza en búsqueda de esa salvación, que transforme nuestros corazones, pero de esa salvación que ponga luz en este mundo tan envuelto en tinieblas en el que vivimos.

Pero caminamos con esperanza, no nos dejamos derrotar por esas tinieblas y oscuridades que nos cercan. Como el anciano Simeón, que también vivía momentos difíciles como era la situación del mismo pueblo de Dios en aquellos momentos. Pero el anciano mantuvo su esperanza porque había puesto toda su confianza en la palabra del Señor que había recibido.

Es lo que nosotros también queremos hacer, mantener la esperanza, poner nuestra confianza en la Palabra del Señor, porque en verdad queremos irla plantando en nuestra vida. Es así como haremos un mundo mejor. Tenemos que iluminar la vida, tenemos que iluminar nuestro mundo.

No nos podemos dar por derrotados, por muchas que sean las oscuridades que encontremos en nuestro entorno. Nunca podemos decir que no podemos hacer nada, que como vemos las cosas no hay nada que hacer. No podemos combinar sentimientos así con lo que es nuestra fe. Nuestros valores, esos valores que aprendemos del evangelio de Jesús y que nos llenan de esperanza, tenemos que hacerlos resplandecer para que esa luz se vaya contagiando en nuestro entorno. Es de eso bueno, de esa esperanza de la que tenemos que contagiar cuanto nos rodea, es el testimonio que tenemos que dar. Es a lo que nos está invitando esta fiesta de hoy.

Una fiesta en la que sentimos de manera especial la presencia de María. Ahí nos la presenta el evangelio cuando se le anuncia que una espada traspasará su alma. Pero Maria es la mujer que se mantiene firme siempre en su fe y en su esperanza. ¿No la veremos caminar hasta la montaña a la casa de Isabel y de Zacarías para llevar aquella luz que ya ella llevaba por dentro?

Pero para nosotros los canarios en este día hay una presencia especial de María cuando la invocamos como la Candelaria, la que lleva la candela, esa luz en su mano para iluminar al mundo. Su imagen bendita fue adelantada en nuestras islas para hablar del Señor del cielo y de la luz que vendría a iluminar nuestras islas con el anuncio del evangelio de Jesús. Se me ocurre que a ella la podemos llamar protoevangelio de nuestras islas porque su presencia fue un adelanto del anuncio del Evangelio.

Así hoy la celebramos y nos gozamos con ella. Así sentimos su protección y la invocamos como madre. Así queremos que en nuestras islas siga caminando junto a nosotros para que nunca nos falte esa luz del evangelio que mantenga viva nuestra esperanza.

miércoles, 1 de febrero de 2023

Nos hace falta algo para descubrir el misterio que se nos revela en los demás, solo así podré llegar a descubrir también el misterio de Dios que se nos revela en Jesús

 


Nos hace falta algo para descubrir el misterio que se nos revela en los demás, solo así podré llegar a descubrir también el misterio de Dios que se nos revela en Jesús

Hebreos 12,4-7.11-15; Sal 102; Marcos 6,1-6

Aunque decimos que no hemos de reconocer que en nuestra vida social, en nuestras relaciones con los demás nos dejamos arrastrar demasiado por los prejuicios,  por las ideas preconcebidas que tengamos de otras personas, porque aquello que quizá mamamos hasta sin darnos cuenta en el propio ámbito familiar. Siempre habíamos visto una cierta aprensión por parte de nuestra familia hacia unos vecinos y eso se ha quedado marcado en nuestro subconsciente y no lo podemos quitar; hacia aquellos que no son de nuestro ámbito, que quizás no son de nuestro pueblo, sino del pueblo de al lado con quien siempre se ha mantenido una cierta tirantez, ahora nos mostramos con unas ciertas reservas que nos llenan de desconfianza aunque algunas veces ni sabemos por qué; cuando vemos que alguien de nuestro entorno destaca en alguna cosa, comenzamos a mirar sus raíces familiares, lo que pudo o no pudo haber sido en su niñez o en su juventud, y ahora lo miramos a distancia, no terminamos de fiarnos, queremos como poner a prueba todo lo que hace o lo que dice.

Cuánto nos cuesta ir con mirada limpia, sin condicionamientos ni reservas al encuentro con los otros para quizás ponernos a trabajar juntos.

Un día, uno que luego seria un discípulo, cuando le hablan de Jesús, porque además no es de su pueblo se pregunta que si de Nazaret puede salir algo bueno. Pero es que no son solo los del pueblo de al lado, sino la misma gente de Nazaret es la que mira con lupa lo que Jesús dice y hace. Ha venido Jesús a su ciudad, nos dice el evangelista, va a la sinagoga el sábado, y como ya le precedía la fama de lo que había ido haciendo por otros lugares, ahora se adelanta a hacer la lectura de la Palabra. Todos le miran. Hay un orgullo porque es uno de ellos, allí en Nazaret se ha criado, allí están sus parientes, todos conocen a José el carpintero, su hijo está ahora en la sinagoga enseñando.

Pero esos primeros orgullos pronto se transformarán en desconfianzas; aquello de que lo conocen de siempre, les comienza a hacer que se pregunten que dónde ha aprendido tanto, de dónde le viene esa sabiduría, y aparecen los recelos en el corazón. No es precisamente la fe la que brilla en ellos. Además Jesús no está haciendo allí los milagros que esperaban que hiciera como en otras partes. ¿Han ido a ver al ‘mago’ de turno que les embelece con las maravillas que hace?

A Jesús le extraña también su falta de fe. Y de alguna manera se los recuerda. Están esperando a ver qué milagro va a realizar, pero no están abriendo el corazón al mensaje que Jesús quiere transmitirles. Hay prejuicios y desconfianza en sus corazones. Jesús no pudo hacer allí ningún milagro. Era importante la fe, como le había recordado a Jairo cuando caminaban hasta su casa por la niña que estaba enferma; fue importante la fe de aquella mujer que se contentó con tocar el manto de Jesús porque tenía la confianza plena de su curación.

Si no hay apertura a la fe no podemos descubrir las maravillas de Dios, no podremos ver más allá de lo que ven los ojos de la carne, como se suele decir no vemos más allá de la punta de nuestras narices, y no se han abierto los ojos del alma para sentir la presencia de Dios. Por eso no reconocieron a Jesús. Se quedó para ellos en que era el hijo del carpintero, de ahí no pasaron, y no descubrieron el misterio de Dios.

Y nosotros ¿hasta dónde llega nuestra fe?  ¿Estaremos también poniendo ante nuestros ojos, ante los ojos de nuestro corazón, esos filtros con los que tantas distinciones vamos haciendo en la vida en nuestras relaciones con los demás? ¿Seremos capaces de ver más allá? Nos hace falta algo para descubrir el misterio que se nos revela en los demás; cuando aprendamos a descubrir en positivo ese misterio del hombre o mujer que está a mi lado, podré llegar a descubrir también el misterio de Dios que se nos revela en Jesús.

martes, 31 de enero de 2023

Dios llega a su hora a nuestra vida, siempre hay una hora de la salvación, mantengamos la fe y la esperanza

 


Dios llega a su hora a nuestra vida, siempre hay una hora de la salvación, mantengamos la fe y la esperanza

Hebreos 12, 1 – 4; Sal 21; Marcos 5, 21-43

Cosas así suelen suceder; cuando más prisa parece que tenemos, más tropiezos encontramos en el camino. Estamos deseosos por algo, hemos hecho de nuestra parte las gestiones necesarias para conseguirlo, pero vienen los retrasos, vienen los ‘peros’y las dificultades, cosas que van surgiendo y que ralentizan la solución o la concesión de aquello que habíamos solicitado, o que estábamos deseando conseguir y que en principio tan fácil parecía.

Nos encontramos en el evangelio hoy a un hombre que vive envuelto en sus preocupaciones, su niña está enferma y parece estar en las últimas. Quizás ha oído hablar de Jesús que realiza milagros, que cura a los enfermos, lo busca quizás y no lo encuentra, porque Jesús está al otro lado del lago – recordemos el evangelio de ayer -; a su llegada está esperándolo como muchas gente también que lo espera porque quiere escucharle. Es lo que se disponía hacer Jesús, hablar, enseñar a la gente que allí está reunida.

Pero por medio se mete este hombre, que además es alguien principal porque es un jefe de la sinagoga; ¿se valdría quizás de su estado para acercarse a Jesús? para acercarse a Jesús no hace falta tener influencias, porque Jesús acoge a todos. Habla de su niña, de su situación, y Jesús se ofrece para ir a la casa de Jairo. Ojalá lleguen pronto.

Pero la gente entorpece el paso de Jesús. ahora una mujer en medio de aquella multitud que apretuja a Jesús se atreve a acercarse también porque ella también tiene un problema, una necesidad, está enferma con hemorragias que ningún medico ha podido curar. Pero no quiere interrumpir el camino de Jesús y tiene la confianza que con solo tocarle el manto puede curarse. Y así sucede.

Pero esto hace detenerse a Jesús, para que aun crezca más la impaciencia del jefe de la sinagoga. ‘¿Quién me ha tocado?’ pregunta Jesús y allá están los discípulos más cercanos para recordarle que toda la gente lo apretuja a su alrededor y muchos habrán sido los que lo han tocado. Pero Jesús se ha detenido. Jesús sabe hacer eso que a nosotros nos cuesta cuando tenemos prisa. Allí hay alguien que ha estado sufriendo y que ahora ha recobrado la vida, la salud y Jesús quiere destacar algo. La mujer al final se acerca reconociendo lo que ha pasado. Ha sido ella quien lo ha tocado pero con esa fe grande que había en su corazón. ‘Tu fe te ha salvado’, le dice Jesús, ‘vete en paz y queda curada de tu enfermedad’.

Era necesario resaltar la fe de aquella mujer, porque hay muchos más que están necesitando reafirmar también su fe. Han llegado a decirle a Jairo que no moleste más al maestro porque la niña ya ha fallecido. Y Jesús sigue con tema de la fe que sigue necesitando aquel hombre traspasado por el dolor de la noticia que le han traído. ‘No temas; basta que tengas fe’, le dice Jesús.  Y prosiguen el camino.

Ya hemos escuchado el final del relato, cómo Jesús toma de la mano a la niña y la levanta, porque como les ha dicho ‘no está muerta, solo está dormida’. Y la niña vuelve a la vida y les dice que le den de comer. Seguramente en todo aquel proceso de la enfermedad poco habría comido y tendría hambre. 

Pero con la fe había llegado la vida a aquella casa. Como lo necesitamos nosotros; como necesitemos mantener la confianza y la esperanza; como tenemos que esperar la hora de Dios; como hemos nosotros también de mantener la fe. Dios llega a su hora a nuestra vida. Siempre hay una hora de la salvación.   

lunes, 30 de enero de 2023

Jesús se nos manifiesta también en los que quieren ayudarme, hacerme reflexionar, en esas llamadas que sentimos en el corazón y no queremos escuchar

 


Jesús se nos manifiesta también en los que quieren ayudarme, hacerme reflexionar, en esas llamadas que sentimos en el corazón y no queremos escuchar

Hebreos 11,32-40; Sal 30; Marcos 5,1-20

Como me diría mi madre a veces somos tozudos; nos empeñamos en  lo que estamos haciendo y viendo que las cosas no funcionan seguimos intentándolo una y otra vez aunque nos salga mal, no por deseo de superación sino por nuestro capricho y nuestro orgullo que no queremos dar el brazo a torcer. Y ya no solo se trata de que en un trabajo que estemos realizando no tengamos el arte de sacarlo adelante, sino que muchas veces es en nuestra propia vida que no queremos corregirnos, no queremos reconocer el error, no tenemos la humildad de decir que no nos estamos o no nos hemos portado bien.

Rechazamos la corrección, rechazamos la mano que se nos ofrece para salir de esa situación, rechazamos el consejo y la palabra amable que quiere ayudarnos. Como decíamos, somos tozudos, somos orgullosos, estamos llenos de soberbia. Y así no llegaremos a ninguna parte.

Hoy en el evangelio nos encontramos con un hecho sorprendente. Cuando han atravesado el lago han llegado a una región que ya propiamente no es territorio judío; son otros los que allí viven, es Gerasa, junto al lago pero territorio palestino si queremos decir, pero no considerado territorio de Israel. Lo primero que se encuentran es a un hombre poseído por el espíritu del mal. Ya nos da muchos detalles el evangelista, de donde habita y de su modo de comportarse.

Además se encara a Jesús. ¿Qué vienes a hacer aquí? ¿Por qué nos importunas? Esto es territorio mío, déjame con mis obras, podríamos decir que algo así es lo que le4 dice a Jesús. ‘¿Qué tienes que ver conmigo, Jesús, Hijo de Dios altísimo? Por Dios te lo pido, no me atormentes’.

Su nombre es legión, porque son muchos. Se resiste a la acción de Jesús. Prefiere quedarse en su situación. ¿Nos recuerda algo de lo que son muchas veces nuestras posturas y actitudes? Como decíamos antes nos resistimos cuando no queremos escuchar un consejo, nos resistimos cuando nos negamos a que nos den la mano, nos resistimos obtusos en nuestro orgullo. Y ahora cuando escuchamos este pasaje del evangelio hasta quizás nos atrevemos a juzgar y a condenar a aquel hombre.

Finalmente Jesús lo expulsa aunque se apoderan, por así decirlo, de una piara de cerdos que por allí anda hociqueando con sus cuidadores y que se arroja acantilado abajo a las aguas del lago, pereciendo todos.

Ante todo el barullo que se ha formado, probablemente los cuidadores de los cerdos habrán ido al poblado más cercano contando lo sucedido, esto hace que las gentes del lugar salgan al encuentro de Jesús. Podríamos pensar que agradecidos porque se has visto liberados de aquel espíritu maligno que atormentaba a aquel hombre – ahora sentado allí a un lado sin saber quizá ni lo que le ha sucedido – pero le piden sin embargo que se marche a otros lugares. También rechazan la acción de Jesús. ¿Por qué veían peligrar con la muerte de los cerdos – para los judíos animales impuros pero para ellos no – su propio medio de vida? ¿No rechazaban a Jesús los principales del pueblo de Israel porque también podían ver en peligros sus influencias y manipulaciones?

Y nosotros ¿cómo recibimos a Jesús? Porque Jesús se nos está manifestando también en esos que quieren ayudarme, esos que quieren hacerme reflexionar sobre mi vida, en esas llamadas que sentimos tantas veces en el corazón pero que no queremos escuchar. Mira si acaso nosotros no estaremos actuando de la misma manera que aquellas gentes.

domingo, 29 de enero de 2023

Los mejores cimientos para hacer de nuestro mundo el Reino de Dios los tienen los pobres y los humildes que no ponen la confianza en si mismos sino en Dios

 


Los mejores cimientos para hacer de nuestro mundo el Reino de Dios los tienen los pobres y los humildes que no ponen la confianza en si mismos sino en Dios

Sofonías 2, 3; 3, 12-13; Sal 145; 1Corintios 1, 26-31; Mateo 5, 1-12a

Me atrevo a comenzar afirmando que son los pequeños, los sencillos, los  humildes los que tienen las mejores piedras que sirvan de cimiento en la construcción de un mundo mejor. En esa dialéctica que se nos presenta de con quien contar cuando pretendemos realizar una obra importante, es fácil la tentación de querer buscar a personas de influencia, a personas de poder en todos los sentidos, a personas que nos parece que son los que están mejor dotados para realizar esa tarea.

¿Nos estaremos equivocando? Quizás esas personas muy llenas de si mismas solo se buscarán a sí mismas, porque no querrán perder esa influencia, esa poder aumentar sus propias ganancias y cuando  hablamos de ganancias podemos hablar de lo material o económico pero podemos hablar de la capacidad de influir o incluso manipular para que aumente su propio poder. Puede parecer el pez o el perro que se muerde el rabo, pero de alguna manera es lo que vemos que sucede. Quien se sienta en el sillón del poder difícilmente se querrá bajar de él, sino que lo que querrá es aumentarlo cada día más.

El que nada tiene ha aprendido a no poner su confianza en la posesión de cosas, por ejemplo, que no tiene, sino en si mismo, en su capacidad de lucha, en su humildad para saber comenzar desde abajo, en esa búsqueda de personas con los mismos sueños y los mismos ideales para realizar un trabajo de conjunto que a todos nos haga crecer como personas en ese deseo de conseguir siempre lo que sea mejor no para unos solos sino para todos. Los pequeños y humildes granos de arena debidamente valorados en lo que en sí son harán el montón o la montaña para transformarlo todo.

Ya nos hablaba el profeta hoy de ese pequeño y humilde resto de Israel que será de donde parta la restauración del pueblo de Dios. En aquellos momentos difíciles de la historia del pueblo, los poderosos o habían huido para refugiarse de las catástrofes que se avecinaban, o se habían unido a los que pretendían dominar sobre el pueblo de Dios, solo queda un pequeño resto, de gente humilde y que ya nada tiene, pero han sido los que han puesto su confianza en el Señor y serán la base de esa futura restauración de Israel.

En ese sentido nos está hablando Jesús. Han llegado los tiempos mesiánicos; El mismo lo ha anunciado como buena noticia en la que hay que creer, pero para la que tenemos que realizar un proceso de conversión. Y esa conversión  pasará por descubrir donde está el verdadero camino de salvación. Solo los que son incapaces ya de poner su apoyo y su confianza en valores del mundo o en valores materiales porque nada tienen serán el arranque de ese nuevo pueblo de Dios.

Por eso se ha mostrado Jesús realizando esos signos de ese cambio profundo que ha de realizarse si en verdad queremos optar por el Reino de Dios; los milagros que va realizando son signos de ese mundo nuevo; y es precisamente acercándose a los pobres, a los enfermos, a los que nada tienen y parece que han perdido sus esperanzas donde Jesús hace el anuncio de esa buena nueva, de esa noticia de salvación para todos.

Y serán los pobres y los sencillos, los que nada tienen y tienen su corazón lleno de angustia y sufrimiento, pero los que son capaces de compartir lo poco que tienen con los demás, los que tienen esa disponibilidad en el corazón para buscar siempre lo que es bueno y lo que es justo, los que tienen el corazón vacío de ambición pero muy lleno de búsqueda de rectitud y verdad, los que parecen incomprendidos de todos porque nunca piensan en si mismos sino que siempre estarán buscando lo bueno para los demás, los que van a entender de ese Reino Nuevo del que habla Jesús, los que en verdad van a vivir el gozo y la alegría de pertenecer a él, los que van a encontrar la mayor dicha en eso bueno que buscan para los demás.

De ellos es el Reino de los cielos, alcanzarán el mayor consuelo, sentirán la satisfacción de ver felices a los demás cuando vayan saciando sus vidas de lo mejor, podrán descubrir mejor que nadie el rostro de Dios, son los que en verdad se llenarán de Dios y serán dichosos sin fin. Como decíamos al principio son los que mejores piedras tienen para los cimientos de la construcción del Reino de Dios.

Es el mensaje que nos ha dejado hoy Jesús en el evangelio con las llamadas bienaventuranzas. Es el mensaje sublime que nos ofrece el evangelio y que muchas veces tanto nos cuesta entender, pero más aun, tanto nos cuesta vivir.  Somos esos pequeños de los que nos habla Jesús, pero reconocemos que también nosotros muchas veces tenemos la tentación de los grandes, la tentación del orgullo y de la vanidad, la tentación de esa búsqueda de poder o de influencia no precisamente para el bien. Por eso siempre hemos de tener en cuenta esa primera exigencia que Jesús nos hace para creer en esa Buena Noticia del Reino, hemos de estar siempre dispuestos a la conversión del corazón.

Así tendremos en verdad los mejores cimientos del Reino de Dios que queremos para nuestro mundo.