miércoles, 1 de febrero de 2023

Nos hace falta algo para descubrir el misterio que se nos revela en los demás, solo así podré llegar a descubrir también el misterio de Dios que se nos revela en Jesús

 


Nos hace falta algo para descubrir el misterio que se nos revela en los demás, solo así podré llegar a descubrir también el misterio de Dios que se nos revela en Jesús

Hebreos 12,4-7.11-15; Sal 102; Marcos 6,1-6

Aunque decimos que no hemos de reconocer que en nuestra vida social, en nuestras relaciones con los demás nos dejamos arrastrar demasiado por los prejuicios,  por las ideas preconcebidas que tengamos de otras personas, porque aquello que quizá mamamos hasta sin darnos cuenta en el propio ámbito familiar. Siempre habíamos visto una cierta aprensión por parte de nuestra familia hacia unos vecinos y eso se ha quedado marcado en nuestro subconsciente y no lo podemos quitar; hacia aquellos que no son de nuestro ámbito, que quizás no son de nuestro pueblo, sino del pueblo de al lado con quien siempre se ha mantenido una cierta tirantez, ahora nos mostramos con unas ciertas reservas que nos llenan de desconfianza aunque algunas veces ni sabemos por qué; cuando vemos que alguien de nuestro entorno destaca en alguna cosa, comenzamos a mirar sus raíces familiares, lo que pudo o no pudo haber sido en su niñez o en su juventud, y ahora lo miramos a distancia, no terminamos de fiarnos, queremos como poner a prueba todo lo que hace o lo que dice.

Cuánto nos cuesta ir con mirada limpia, sin condicionamientos ni reservas al encuentro con los otros para quizás ponernos a trabajar juntos.

Un día, uno que luego seria un discípulo, cuando le hablan de Jesús, porque además no es de su pueblo se pregunta que si de Nazaret puede salir algo bueno. Pero es que no son solo los del pueblo de al lado, sino la misma gente de Nazaret es la que mira con lupa lo que Jesús dice y hace. Ha venido Jesús a su ciudad, nos dice el evangelista, va a la sinagoga el sábado, y como ya le precedía la fama de lo que había ido haciendo por otros lugares, ahora se adelanta a hacer la lectura de la Palabra. Todos le miran. Hay un orgullo porque es uno de ellos, allí en Nazaret se ha criado, allí están sus parientes, todos conocen a José el carpintero, su hijo está ahora en la sinagoga enseñando.

Pero esos primeros orgullos pronto se transformarán en desconfianzas; aquello de que lo conocen de siempre, les comienza a hacer que se pregunten que dónde ha aprendido tanto, de dónde le viene esa sabiduría, y aparecen los recelos en el corazón. No es precisamente la fe la que brilla en ellos. Además Jesús no está haciendo allí los milagros que esperaban que hiciera como en otras partes. ¿Han ido a ver al ‘mago’ de turno que les embelece con las maravillas que hace?

A Jesús le extraña también su falta de fe. Y de alguna manera se los recuerda. Están esperando a ver qué milagro va a realizar, pero no están abriendo el corazón al mensaje que Jesús quiere transmitirles. Hay prejuicios y desconfianza en sus corazones. Jesús no pudo hacer allí ningún milagro. Era importante la fe, como le había recordado a Jairo cuando caminaban hasta su casa por la niña que estaba enferma; fue importante la fe de aquella mujer que se contentó con tocar el manto de Jesús porque tenía la confianza plena de su curación.

Si no hay apertura a la fe no podemos descubrir las maravillas de Dios, no podremos ver más allá de lo que ven los ojos de la carne, como se suele decir no vemos más allá de la punta de nuestras narices, y no se han abierto los ojos del alma para sentir la presencia de Dios. Por eso no reconocieron a Jesús. Se quedó para ellos en que era el hijo del carpintero, de ahí no pasaron, y no descubrieron el misterio de Dios.

Y nosotros ¿hasta dónde llega nuestra fe?  ¿Estaremos también poniendo ante nuestros ojos, ante los ojos de nuestro corazón, esos filtros con los que tantas distinciones vamos haciendo en la vida en nuestras relaciones con los demás? ¿Seremos capaces de ver más allá? Nos hace falta algo para descubrir el misterio que se nos revela en los demás; cuando aprendamos a descubrir en positivo ese misterio del hombre o mujer que está a mi lado, podré llegar a descubrir también el misterio de Dios que se nos revela en Jesús.

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