martes, 31 de enero de 2023

Dios llega a su hora a nuestra vida, siempre hay una hora de la salvación, mantengamos la fe y la esperanza

 


Dios llega a su hora a nuestra vida, siempre hay una hora de la salvación, mantengamos la fe y la esperanza

Hebreos 12, 1 – 4; Sal 21; Marcos 5, 21-43

Cosas así suelen suceder; cuando más prisa parece que tenemos, más tropiezos encontramos en el camino. Estamos deseosos por algo, hemos hecho de nuestra parte las gestiones necesarias para conseguirlo, pero vienen los retrasos, vienen los ‘peros’y las dificultades, cosas que van surgiendo y que ralentizan la solución o la concesión de aquello que habíamos solicitado, o que estábamos deseando conseguir y que en principio tan fácil parecía.

Nos encontramos en el evangelio hoy a un hombre que vive envuelto en sus preocupaciones, su niña está enferma y parece estar en las últimas. Quizás ha oído hablar de Jesús que realiza milagros, que cura a los enfermos, lo busca quizás y no lo encuentra, porque Jesús está al otro lado del lago – recordemos el evangelio de ayer -; a su llegada está esperándolo como muchas gente también que lo espera porque quiere escucharle. Es lo que se disponía hacer Jesús, hablar, enseñar a la gente que allí está reunida.

Pero por medio se mete este hombre, que además es alguien principal porque es un jefe de la sinagoga; ¿se valdría quizás de su estado para acercarse a Jesús? para acercarse a Jesús no hace falta tener influencias, porque Jesús acoge a todos. Habla de su niña, de su situación, y Jesús se ofrece para ir a la casa de Jairo. Ojalá lleguen pronto.

Pero la gente entorpece el paso de Jesús. ahora una mujer en medio de aquella multitud que apretuja a Jesús se atreve a acercarse también porque ella también tiene un problema, una necesidad, está enferma con hemorragias que ningún medico ha podido curar. Pero no quiere interrumpir el camino de Jesús y tiene la confianza que con solo tocarle el manto puede curarse. Y así sucede.

Pero esto hace detenerse a Jesús, para que aun crezca más la impaciencia del jefe de la sinagoga. ‘¿Quién me ha tocado?’ pregunta Jesús y allá están los discípulos más cercanos para recordarle que toda la gente lo apretuja a su alrededor y muchos habrán sido los que lo han tocado. Pero Jesús se ha detenido. Jesús sabe hacer eso que a nosotros nos cuesta cuando tenemos prisa. Allí hay alguien que ha estado sufriendo y que ahora ha recobrado la vida, la salud y Jesús quiere destacar algo. La mujer al final se acerca reconociendo lo que ha pasado. Ha sido ella quien lo ha tocado pero con esa fe grande que había en su corazón. ‘Tu fe te ha salvado’, le dice Jesús, ‘vete en paz y queda curada de tu enfermedad’.

Era necesario resaltar la fe de aquella mujer, porque hay muchos más que están necesitando reafirmar también su fe. Han llegado a decirle a Jairo que no moleste más al maestro porque la niña ya ha fallecido. Y Jesús sigue con tema de la fe que sigue necesitando aquel hombre traspasado por el dolor de la noticia que le han traído. ‘No temas; basta que tengas fe’, le dice Jesús.  Y prosiguen el camino.

Ya hemos escuchado el final del relato, cómo Jesús toma de la mano a la niña y la levanta, porque como les ha dicho ‘no está muerta, solo está dormida’. Y la niña vuelve a la vida y les dice que le den de comer. Seguramente en todo aquel proceso de la enfermedad poco habría comido y tendría hambre. 

Pero con la fe había llegado la vida a aquella casa. Como lo necesitamos nosotros; como necesitemos mantener la confianza y la esperanza; como tenemos que esperar la hora de Dios; como hemos nosotros también de mantener la fe. Dios llega a su hora a nuestra vida. Siempre hay una hora de la salvación.   

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