sábado, 28 de enero de 2023

Dios está ahí, siempre, en ese barco de la vida en el que vamos haciendo la travesía, no dudemos porque nunca nos faltará la luz de ese faro que está a nuestro lado

 


Dios está ahí, siempre, en ese barco de la vida en el que vamos haciendo la travesía, no dudemos porque nunca nos faltará la luz de ese faro que está a nuestro lado

Hebreos 11,1-2.8-19; Sal.: Lc 1,69-75; Marcos 4,35-41

Todos en la vida pasamos por distintos momentos de zozobras, donde nos vemos mal, los problemas aparecen y reaparecen cuando pensábamos que ya estaban resueltos, o nuevas dificultades aparecen cuando pensábamos que todo era un mar en calma. Son momentos difíciles, nos sentimos agobiados, no sabemos a quien acudir o tenemos quizás miedo porque desconfiamos y aquellos que nos habían prometido mucho, ahora se hacen los desentendidos; aunque sintamos a la familia cerca y que los amigos ahí están, nos parece que se desentienden, o están tan adormecidos que nos parece que no se enteran. Y así caminamos muchas veces de zozobra en zozobra.

¿Llegaremos a hacer la queja con aquellos que pensábamos que nos iban a ayudar y ahora están a lo suyo? Quizás nos la guardamos, pero en su momento la sacamos a relucir. Poco te importo yo en la vida, quizás llegamos a decirles, pero ellos nos responden que ahí estaban pero que quizás fuimos nosotros por nuestra desconfianza los que no nos decidimos a pedir ayuda.

¿Estaban así pasándolo mal aquel grupo que iba con Jesús en la barca aquel día mientras se había desatado una fuerte tormenta sobre el lago? La mayoría eran pescadores y de aquellas tierras cercanas al lago; conocerían de sobra aquellas tormentas porque ya las habrían pasado en más de una ocasión. Ahora iban con Jesús y querían tener la confianza de que le habían visto hacer cosas maravillosas; pero parecía que no se enteraba, pues dormido estaba allí en un rincón de la barca. ‘¿No te importa que nos hundamos?’ llegan ya a atreverse a decirle.

Allí estaba Jesús y no se habían atrevido a pedirle ayuda, sino ya cuando todo parecía perdido y la barca casi se hundía. Así andamos por la vida en medio de nuestras tormentas. Nos ponemos tan agobiados que no somos capaces de ver quien está ahí cerca y nos puede echar una mano. No vemos tan revueltos que habían pasado por otras tormentas, ahora con esta ya no recordamos las anteriores ni los medios que entonces tuvimos a nuestro alcance para superar aquellas duras situaciones. Así vamos de alelados en muchas ocasiones por la vida.

Y hasta nos sentimos abandonados de Dios. Parece que Dios se desentiende de nosotros, o estará allá arriba rodeado de sus ángeles y meciéndose entre las nubes; son las imaginaciones idílicas que algunas veces nos hacemos, para no reconocer que a nosotros nos ha faltado algo, a nosotros nos está faltando la fe y la confianza; a nosotros nos está faltando el empaparnos de la Palabra de Dios donde tenemos la fuente de la más hermosa sabiduría de la vida.

¿Tendrá que decirnos a nosotros también Jesús, ‘hombre de poca fe,’ porque estamos llenos de dudas también? Hombres de poca fe, es cierto, somos tantas veces en la vida; no la hacemos presente en la vida, en cada una de las situaciones que vivimos. Que no es solo acordarse de santa Bárbara cuando truena, que no es solo acudir a Dios para que nos ayude cuando nos encontramos con dificultades.

Si decimos que vivimos o queremos vivir el Reino de Dios, es porque queremos que Dios sea siempre el Rey y Señor de mi vida. En los momentos de los aplausos para agradecerle a Dios su gracia y su presencia que nos ha ayudado a salir airoso en cualquiera de los momentos de la vida; en los momentos buenos para saber dar gracias y nuestra vida se convierta en un cántico de alabanza al Señor; pero en los momentos turbios y de dificultades para sentir que no nos falta su luz, su fuerza, su gracia, su sabiduría para mantenernos en la lucha con la esperanza de la victoria; pero en esos momentos que parece que pasan indiferentes sin mayores cosas para saber descubrir esa acción de Dios, para saber descubrir esos caminos de Dios y no llegar a caer en la rutina y hasta en la desgana porque hayamos perdido la ilusión.

Dios está ahí siempre, en ese barco de la vida en el que vamos haciendo la travesía. No duerme, porque en su providencia está atento a cuando nos sucede en la vida. Aunque nos parezca que está en silencio, aprendamos a escuchar ese susurro de su voz allá en nuestro interior. Siempre será el faro que nos guía; no seamos torpes navegantes que no sepamos leer la brújula que a través de muchos signos nos va señalando siempre la ruta de nuestra travesía. No dudemos porque nunca nos faltará la luz y la señal de ese faro que pone a nuestro lado en la vida.

viernes, 27 de enero de 2023

Jesús nos está diciendo que no busquemos cosas aparatosas ni grandiosas, que desde lo pequeño irá creciendo y fructificando el Reino de Dios

 


Jesús nos está diciendo que no busquemos cosas aparatosas ni grandiosas, que desde lo pequeño irá creciendo y fructificando el Reino de Dios

Hebreos 10,32-39; Sal 36; Marcos 4,26-34

Muchas veces cuando nos dejamos llevar solo por las apariencias nos equivocamos; buscamos quizás cosas grandes o aparatosas, los que nos parece raquítico y pequeño lo desechamos, una persona que en nuestra manera de ver no tiene buena apariencia la rechazamos sin más, de aquel que nos parece ‘un pobre hombre’, como suele decirse, no esperamos nada; aquel que nos parece más locuaz, más hablador, que se nos presenta como que todo lo sabe es al que primera le prestamos atención. Cómo nos engañamos.

Hoy Jesús nos está diciendo que tenemos que aprender a valorar lo pequeño, lo que no hace ruido, porque es quizás lo que verdaderamente fructificará. Como siempre Jesús nos habla en parábolas, ejemplos muy sencillos, tomados de la vida de cada día, de lo que tenemos entre manos o contemplamos muchas veces sin darnos cuenta. Hoy nos habla Jesús de semillas. ¿Qué es un grano de trigo? Tenemos que reconocer que algo bien insignificante; si no nos fijamos mucho se nos escurre entre los dedos y como caiga en un suelo revuelto con muchas cosas luego ni lo encontramos.

Pues es el grano que se siembra bajo la tierra y sin que nosotros veamos nada va a fructificar y hará brotar una planta que nos dará una hermosa espiga con muchos granos. No lo sentimos, no lo vemos, pero pronto aparecerá ese pequeño brote en el suelo que irá creciendo. O como nos habla también de la mostaza, otra insignificante semilla, que nos va a dar una planta hermosa en cuyo entorno revolotearán hasta los pajarillos.

Y Jesús nos está diciendo que así es el Reino de Dios. Que no busquemos cosas aparatosas ni grandiosas, que desde lo pequeño irá fructificando e irá creciendo. Que pongamos mano por obra en eso tan pequeño e insignificante que podemos hacer en los mil detalles de cada día y que entonces estaremos construyendo algo grande y que merece la pena.

Parece, en ocasiones, que ni creemos en ese reino de Dios, que tenemos el pensamiento en otras cosas, que nos olvidamos de esos mil pequeños detalles de cada día, que cada día cuando tenemos un corazón lleno de amor podemos hacer por el que está a nuestro lado, por hacer que en verdad crezca el Reino de Dios; que aprendamos a valorar lo pequeño y valorar a los pequeños, o a los que nosotros nos parecen pequeños y que nada pueden aportar; que nos olvidemos de buscar esas grandiosidades, que tengamos en cuenta a ese que está a nuestro lado y que parece que nada nos dice o que nada puede hacer, que comencemos a trabajar en silencio, sin hacer mucho ruido porque en el silencio de la tierra la semilla germina y se hace nueva planta que nos terminará dando hermosos frutos.

Deja tu agradable sonrisa a tu paso por la calle, mira con ojos expresivos y con mirada que salga del corazón a esa persona que te da los buenos días cuando pasa junto a ti, pon calor en tu mano y en tu brazo cuando le das el paso a aquel con quien te cruzas quizás en un lugar difícil del camino, alerta tus oídos para escuchar también con tu mirada a aquel que tiende tu mano hacia ti en su necesidad, detente y presta atención a quien parece que tiene algo que contarte y no lo des por sabido de antemano… son tantos los pequeños gestos que podemos tener con aquellos que nos vamos encontrando por el camino de la vida, pequeños gestos que construyen vida, pequeños gestos con los que estamos haciendo presente el reino de Dios. No son apariencias, son la riqueza del amor.

jueves, 26 de enero de 2023

No ocultemos la luz de nuestra fe y de nuestro amor, aquello que da sentido y valor a nuestra vida, no nos avergoncemos de llevar el nombre de Jesús en nuestros labios

 


No ocultemos la luz de nuestra fe y de nuestro amor, aquello que da sentido y valor a nuestra vida, no nos avergoncemos de llevar el nombre de Jesús en nuestros labios

2Timoteo 1, 1-8; Sal 95; Marcos 4, 21-25

Una pregunta que parece retórica que hace hoy Jesús en el evangelio quiere ser como un interrogante muy serio que Jesús nos hace sobre nuestra vida cristiana y lo que hacemos con ella. Porque hemos de reconocer que parece muchas veces que los cristianos, en lugar de ir encendiendo luces y colocándolas en lugar muy alto para que iluminen somos como esa bombilla que está colocada en un pasadizo oscuro, pero que nunca encendemos para que se pueda circular con toda libertad y confianza por él. La bombilla está colocada bien alta, colgando del techo y en un lugar estratégico, pero no está encendida.

Y nos dice Jesús que la luz no es para esconderla debajo del celemín, para esconderla en el cajón, necesita ser colocada en el mejor lugar para que ilumine. Y los cristianos no terminamos de dar luz a nuestro mundo. Parecemos quizás una lámpara antigua muy bonita de apariencia pero no terminamos de ser luz en medio de nuestro mundo.

La luz nos hará atravesar aquel pasillo oscuro, pero sin tropiezos ni dificultades, porque más bien con esa luz encendida hasta podríamos contemplar verdaderas obras de arte que ocultas en la oscuridad sin embargo cuelgan de aquellas paredes. Cuántas cosas nos perdemos por no tener encendida estratégicamente esa luz de nuestra fe. Muchas veces nos estamos quejando de lo mal que anda nuestro mundo, que si se han perdido u ocultado valores que eran realmente importantes, que si la gente anda desorientada y sin saber a donde caminar, y así nos hacemos muchas consideraciones.

Pero porque nos faltan ojos luminosos en nuestra vida, no nos percatamos de las cosas buenas que también pueden haber en los demás; porque cada uno parece que quiere cuidar su vela solo para sí, no nos damos cuenta que uniendo nuestras luces con las de los demás podremos hacer un mundo más brillante donde podemos tener la sorpresa de encontrarnos muchas cosas bellas en los demás; porque llevamos en modo opaco la luz de nuestra linterna no nos damos cuenta de los tesoros maravillosos que hay en muchas personas y que si supiéramos juntarlos podríamos ser una riqueza muy importante para nuestro mundo.

Encendamos la luz para descubrir la belleza de la luz que nos puedan ofrecer los demás; encendamos la luz para que contemplemos en toda su crudeza ese campo del mundo que tenemos delante y en el que hemos de ir sembrando buenas semillas y de donde podremos recoger un día numerosos y sabrosos frutos.

Encendamos la luz para que reine la alegría porque nuestros corazones se llenen de ilusión y de esperanza cuando vemos que es posible otro mundo, que no todo tienen que ser negruras y tristezas, que podemos descubrir el brillo que hay en los ojos de los que quieren caminar con ilusión y quieren construir cosas buenas. Así podremos hacer distinta la vida, distintos nuestros esfuerzos y nuestras luchas, porque nos servimos incluso de estímulo los unos a los otros.


No ocultemos la luz de nuestra fe y de nuestro amor, no ocultemos aquello que da sentido y valor a nuestra vida, no nos avergoncemos de llevar el nombre de Jesús en nuestros labios, de testimoniar esa trascendencia con que llenamos nuestra vida, de ese valor espiritual también de nuestra existencia. Nuestro mundo necesita esa luz, necesita ese testimonio, que esté encendida esa lámpara en ese pasadizo oscuro de la vida. No lo defraudemos, porque realmente lo están esperando de nosotros, aunque muchas veces no quieran incluso reconocerlo.

miércoles, 25 de enero de 2023

Pablo sí escuchó la voz que le llamaba, que le gritaba en su interior, se dejó conducir y encontraría a quien le abriría los ojos para un nuevo camino

 


Pablo sí escuchó la voz que le llamaba, que le gritaba en su interior, se dejó conducir y encontraría a quien le abriría los ojos para un nuevo camino

Hechos de los Apóstoles 22, 3-16; Sal 116; Marcos 16, 15-18

Todos habremos pasado alguna vez en la vida por alguna experiencia, aunque no hayamos sabido quizás leer su significado, que nos haya impactado profundamente y nos haya dejado como sin palabras, sin saber qué expresar o qué decir. Un accedente, un encuentro con alguien, algo que nos llamó poderosamente la atención sin entender su significado, algún acto heroico o extraordinario de alguien quizá realizado en la sencillez de un momento que para muchos pasara desapercibido, cosas que se suceden, cosas que nos impactan, cosas que parece que nos están pidiendo algo.

¿Serán llamadas en nuestro interior a algo distinto?  ¿Serán cosas que nos duelen por dentro y que casi queremos quitárnoslas de encima? ¿Serán una invitación a pensar, a reflexionar sobre el sentido de la vida y de las cosas, cosas que si les hacemos caso nos tendrían que hacer entrar en otra órbita distinta? Tendríamos que estar más atentos a cuanto nos sucede en la vida y tener una sensibilidad distinta, porque nos hemos endurecido demasiado y ya parece que nada nos impresiona.

¿Por qué no podemos pensar que en esos acontecimientos, muchas veces sin embargo llenos de sencillez Dios nos está hablando? No cerremos los oídos y nos empeñemos en seguir nuestro camino sin importarnos esa voz interior que nos está gritando para que le prestemos atención, lo hacemos demasiadas veces, olvidamos y olvidamos interesadamente, no queremos recordar cosas que nos han sucedido porque nos obligarían a pensar, porque quizás nos duelan por dentro, porque queremos crearnos un mundo de paz en nuestro interior totalmente ficticio.

Pablo sí escuchó esa voz que le llamaba, que le gritaba en su interior. Cayó por el suelo. Muchas veces decimos que cayó del caballo, del que precisamente no se habla en el texto, pero es como una imagen de lo que sucedió en su interior. Solo él escuchó la voz que le hablaba, aunque los demás vieran los signos de su caída y de ese comenzar a tropezar con todo porque se había quedado ciego. Como nos sucede cuando nos quedamos sin palabras ante lo que nos sucede. Hubo alguien que le llevó de la mano, lo levantó y lo condujo a la ciudad para terminar el camino, pero allí le esperaba alguien, Ananías, enviado de Dios para que encontrara la luz que le cegaba ahora pero que le haría ver de una manera nueva de ahora en adelante.

Hoy estamos celebrando lo que llamamos la conversión de san Pablo, de aquel Saulo que iba camino de Damasco – más tarde cambiaría de nombre - para perseguir a los que creían en el nombre de Jesús, pero Jesús le había salido al encuentro, nuevas eran las señales de algo nuevo que iba a comenzar para Pablo y para la Iglesia.

Hoy nosotros escuchamos estos textos de la Palabra de Dios que nos hablan de la conversión de san Pablo pero tenemos que saber hacer una lectura viéndolo, leyéndolo, en nuestra vida. Hablábamos de experiencias que hayamos podido tener en nuestra vida, de gran impacto quizás en su momento, pero que hemos metido en el baúl de los recuerdos que nunca queremos abrir. Abrámoslo sin temor.

Habrá habido en nuestra vida experiencias maravillosas que son signos de esa presencia de Dios en nosotros, que nos pedía algo, que nos llamaba la atención, que quería ponernos en camino para algo distinto. Reavivemos esas experiencias en nosotros, recordemos sin temor y con mucha paz, porque cuando Dios ha venido a nosotros no viene a asustarnos, a que entremos en etapas de temor y de miedo.

Recordemos el evangelio en el que muchas veces escucharemos que cuando Dios se hace presente en la vida de los hombres, en una aparición angélica o en un sueño, en un llegar a nuestro lado igual que se acercó Jesús al paralítico de la piscina, o hizo levantar en medio de todos al paralítico de la mano seca, lo hacía siempre para hacerles encontrar la paz. ‘No temáis’ hemos oído repetir muchas veces en el evangelio. ‘No temáis’ nos está diciendo también hoy Jesús que quiere poner paz en nuestro corazón, pero que quizás quiere ponernos en camino de algo nuevo, como  hizo con Pablo.

martes, 24 de enero de 2023

Un mundo nuevo, sí, un mundo de fraternidad, un mundo que nos tiene que llevar al entendimiento, a la concordia, a la paz, construido desde el amor

 


Un mundo nuevo, sí, un mundo de fraternidad, un mundo que nos tiene que llevar al entendimiento, a la concordia, a la paz, construido desde el amor

Hebreos 10,1-10; Sal 39; Marcos 3,31-35

Algunos nos dicen hoy que todo está cambiando, que esta sociedad en unos años no hay quien la conozca, que conceptos tradicionales que teníamos como intocables ahora parece que ya no son tan fundamentales, porque hay que tener otro concepto de la familia, de la vida y de cómo queremos que sea nuestra sociedad.

Puede ser que sea cierto eso de que esta sociedad en unos años no hay quien la conozca, tal como vemos que marchan las cosas, tal como vemos que es lo que quiere hacer de nuestra sociedad, tal como vemos una pérdida de valores muy importantes y que consideramos que siguen siendo fundamentales para nuestras relaciones mutuas y que sean verdaderamente humanas. No es cuestión de tradicionalismos a rajatabla, pero sí de conservar aquello que tiene verdaderamente validez para lo mejor de la vida y hasta para la felicidad del hombre, de la persona.

Alguno hoy encandilado con sus ideas que le dan una interpretación muy particular a todo pudiera quizás decirnos tras escuchar el texto del evangelio que hoy se nos ofrece, que Jesús tampoco cree en la familia, porque allí están su madre y sus parientes – hermanos como se dice en el lenguaje semita para referirse a todo pariente  - y parece que Jesús nos les hace caso. La valoración de la familia desde el mensaje del evangelio no hay quien nos lo pueda poner en duda. El evangelio se entiende y se explica a través del mismo evangelio, por eso siempre tenemos que mirar en todo su conjunto para poder captar y entender bien lo que es el mensaje de la Palabra de Dios.

Con ocasión de esa presencia de su madre y de sus hermanos o parientes como queramos llamarnos, Jesús está queriendo abrirnos horizontes de mayor universalidad, y nos está hablando de esa familia universal que entre todos tenemos que constituir, sin olvidar por supuesta a esa familia en la que hemos nacido y en la que nos hemos criado recibiendo los mejores valores para nuestra vida. Pero Jesús quiere que abramos los brazos de nuestro corazón para que en verdad nos sintamos hermanos de todos, y que si hay algo que nos une es la Palabra de Dios que Palabra de salvación para nosotros.

Por eso nos habla Jesús hoy de que seremos en verdad su familia si siempre y en todo sabemos buscar la voluntad de Dios. Eso es lo importante. No buscamos nuestra voluntad, sino el querer de Dios, el plan de Dios para nosotros que siempre será más sublime que todos los planes, por muy hermosos que sean, que nosotros nos podamos hacer.

Y es ahí en ese plan de Dios, en eso que es su voluntad para nosotros es donde tenemos que entretejer nuestra vida, en donde tenemos desarrollar eso que Dios quiere para nosotros. Busca Dios siempre la felicidad del hombre, que alcancemos la plenitud. El ha venido a ofrecernos ese camino que es y será siempre camino que nos lleva a nuestra mayor plenitud.

Por eso hoy Jesús se pregunta ante aquella situación que ahora están viviendo. ‘¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? Y mirando a los que estaban sentados a su alrededor, dice: estos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de Dios ese es mi hermano y mi hermana y mi madre’.

Cuando buscando la voluntad de Dios comenzamos a amarnos de verdad los unos a los otros porque sentimos esa comunión que tiene que haber entre todos porque somos una misma familia, estaremos expresando el amor que le tenemos a Dios de quien queremos hacer siempre su voluntad. Es un mundo nuevo, sí, un mundo de fraternidad, un mundo que nos tiene que llevar al entendimiento, a la concordia, a la paz; un mundo en que estaremos siempre buscando lo mejor de la persona y lo mejor para la persona, porque valoramos a todos y cada uno y porque para todos y cada uno trabajaremos para que vivan siempre en ese amor y en esa paz.

Ojalá, sí, no conozcamos a nuestro mundo porque lo transformemos a lo mejor desde los caminos del amor.

lunes, 23 de enero de 2023

Cuando llevamos malicia en el corazón y nos duele ver descubierta nuestra hipocresía recordemos que solo los limpios de corazón verán a Dios

 


Cuando llevamos malicia en el corazón y nos duele ver descubierta nuestra hipocresía recordemos que solo los limpios de corazón verán a Dios

Hebreos 9,15.24-28; Sal 97; Marcos 3,22-30

Cuando vemos a alguien que hace cosas fuera de lo normal, lo fácil es decir que está loco. Pero si por otra parte observamos que hace cosas extravagantes para el común de la gente, que incluso podemos descubrir malicia en las intenciones de lo que hace porque, por ejemplo, quiere perjudicar o hacer daño a alguien, ya nuestras consideraciones hacia esa persona son más fuertes y ya podemos comenzar a usar calificativos que no solo lo descalifican sino que de alguna manera lo marcan por esa maldad que puede llevar loco; decirle que está loco ya nos parece poco y hastiados en algún momento podemos llegar a decirle que tiene el diablo dentro.

Algo así le estaba pasando a Jesús, hace unos días vimos que la familia trataba de disuadirlo de la tarea que realizaba y hasta pretendían llevárselo a casa porque decían que no andaba en sus cabales; hoy las calificaciones son más fuertes, porque a aquellos que no les gustaba la manera de actuar de Jesús, y viendo que la gente sencilla se iba con Jesús, lo que querían era descalificarlo y por eso decían que Jesús actuaba con el poder de Satanás. Si Jesús era algo así como alguien poseído por el demonio, habría que andar con cuidado con El y era la manera de que la gente sencilla se apartara de Jesús.

Cuando llevamos la malicia en el corazón, cuando nos duele que nos echen en cara nuestra hipocresía, cuando somos nosotros los que podríamos vernos desprestigiados porque podríamos incluso perder el poder las influencias que podamos tener y con el podamos manipular a los demás, es cierto que reaccionamos mal, como estaba sucediendo en aquel momento.

No les valen los razonamientos de Jesús para hacerles ver la incongruencia de sus palabras y de su actuación, porque un reino dividido no puede sostenerse a si mismo, y como Satanás va a luchar contra sus propios intereses cuando Jesús lo que está haciendo es ir liberando del poder de Satanás a quienes se ven atados por el mal. Por eso Jesús terminará con una frase tremendamente dura, diciéndonos que hay un pecado que no puede alcanzar el perdón, y es la blasfemia contra el Espíritu Santo.

Si no queremos reconocer nuestro mal, si no queremos acudir allí donde podremos obtener el perdón de nuestro pecado, claro que no obtendremos el perdón. Es un regalo del amor de Dios que nos ofrece su perdón, pero hemos de estar nosotros en disposición de aceptar ese regalo, si ponemos nuestra fe en Dios y en la fuerza de su Espíritu por el que recibimos el perdón de los pecados.

No es que Dios se niegue a darnos el perdón, somos nosotros los que nos negamos a ir a recibirlo porque incluso estamos negando la posibilidad de ese perdón. Claro está en el evangelio que Dios es misericordioso hasta lo infinito y siempre está dispuesto como el padre de la parábola a esperar al hijo pródigo a la puerta de la casa o salir al que pareciendo bueno sin embargo no da cabida en su corazón al hermano pecador.

Así tenemos que abrirnos a la misericordia de Dios que siempre está con los brazos abiertos para ofrecernos ese regalo de amor que es el perdón; así ponemos toda nuestra fe en el Espíritu del Señor que inunda nuestra vida del amor de Dios para que seamos capaces de gozarnos en el perdón que Dios nos ofrece; así ponemos también la mejor pureza de intención en nuestro corazón para poder descubrir esas maravillas del amor misericordioso de Dios; ya nos decía Jesús en las bienaventuranzas que los limpios de corazón serán dichosos porque verán a Dios.

domingo, 22 de enero de 2023

Hay una buena noticia que tenemos que anunciar, un evangelio que tenemos que llevar a nuestro mundo, que ponga luz en medio de tantas tinieblas

 


Hay una buena noticia que tenemos que anunciar, un evangelio que tenemos que llevar a nuestro mundo, que ponga luz en medio de tantas tinieblas

Isaías 8, 23b-9, 3; Sal 26; 1Corintios 1, 10-13. 17; Mateo 4, 12-23

¿A quien no le agrada recibir buenas noticias? Suelen correr como reguero de pólvora, a todos le alegran el alma, son consuelo y despiertan esperanza, llenan de alegría el corazón y a partir de las buenas noticias ya las cosas no pueden ser iguales.

Hoy nos dice el evangelio que Jesús iba repartiendo buenas noticias por los caminos y las aldeas y pueblos de Galilea. Se nos está hablando del comienzo de la predicación de Jesús, que era un preparar los corazones para recibir buenas noticias, luego había que estar en disposición de creer en esas buenas noticias y era ese anuncio que se hacía de esa Buena Noticia. Llegaba el Reino de Dios. Es la buena noticia que tienen que creer, es el evangelio que se anuncia. Y para ello se realizan signos de que eso es verdad.

‘Jesús recorría toda Galilea enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo’. Es el texto que hoy se nos ofrece. Y ese recorrido de Jesús por aquellos lugares era como ir encendiendo una luz que despertaba y sacaba de las tinieblas. Por eso el evangelista recuerda a los profetas. Lo que hoy hemos escuchado nosotros también en Isaías, que nos lo transcribe también Mateo.

‘Dejando Nazaret se estableció en Cafarnaún, junto al mar, en el territorio de Zabulón y Neftalí, para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta Isaías: Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló’.

Ese fue el significado de aquellos primeros momentos. Esa era la alegría de aquel corazón y la esperanza que renacía en sus vidas. Recordaban los tiempos del profeta en que fueron pronunciadas estas palabras, en la situación concreta que entonces vivían, pero ahora con sentido mesiánico estaban leyéndolas en sus propias vidas. Como tenemos que hacerlo nosotros.

Miramos aquel momento del comienzo de la predicación de Jesús y miramos nuestro momento, que también tiene sus sombras, sus tinieblas que necesitan ser iluminadas. No es necesario sino mirar la situación de nuestro mundo, o mirar de cerca nuestro propio entorno, con la desazón en que vivimos, con las angustias que se generan en tantas personas, con el mundo de inseguridad en todos los sentidos en que estamos viviendo, porque no solo es la violencia que nos rodea también con la acritud con que nos tratamos o escuchamos todos los días a nuestros dirigentes en los medios de comunicación, sino es también una inseguridad ante el futuro, porque cuando vamos perdiendo los valores, perdemos cosas fundamentales para la construcción de nuestra sociedad.

También necesitamos buenas noticias, algo que nos levante, nos despierte, nos ponga en pie con nueva ilusión, que nos llene de esperanza. En todos los aspectos y situaciones de la vida, porque lo sufrimos en la familia que se desequilibra y que se rompe, lo sufrimos en las relaciones que mantenemos los unos con los otros, lo sufrimos en todo lo que es el tejido social de la sociedad. Nos dicen que son los comienzos de algo nuevo, que el mundo está cambiando, que el concepto de familia o de sociedad que viviremos en el futuro es distinto, pero ¿cuál es ese futuro? ¿Qué es lo que verdaderamente estamos construyendo?

Nosotros queremos mirar a Jesús y escucharle, sintonizar con su Palabra y descubrir la luz que quiere poner en nuestra vida. Y queremos sentir que Jesús tiene una Palabra de buena noticia para nosotros y para nuestro mundo de hoy. Tenemos también que disponer nuestro corazón, dispuestos a cambiar en lo más hondo de nosotros mismos para poder escucharle, para poder descubrir ese nuevo que quiere ofrecernos también hoy, también para el hombre y el mundo de hoy.

Como aquellas gentes de los pueblos y aldeas de Galilea, o como aquellos pescadores de Tiberíades nosotros estamos también con nuestras redes, en nuestra tarea de cada día y Jesús está pasando a nuestro lado e invitándonos a seguirle, a levantarnos y poner en camino. ‘Venid conmigo, venid en pos de mi…’ nos dice también a nosotros para que estemos con El, pero para que estemos dispuestos a ir a echar las redes, a pescar en los nuevos mares, en los nuevos mundos que nos quiere poner. Que haya en nosotros esa misma disponibilidad de Simón y de Andrés, de Santiago y Juan para escuchar a Jesús y para ir con El. ‘Venid conmigo, venid en pos de mi…’ nos dice.

Estamos los cristianos demasiado paralizados en nuestros pensamientos o en nuestras tareas. Miramos alrededor y hasta también somos capaces de detectar esa realidad que nos envuelve, pero quizás nos acobardamos, nos asustamos ante la situación, y nos quedamos paralizados ante la tarea que hay que realizar. Porque ahí en ese mundo, en esas tinieblas nosotros tenemos que llevar la luz, tenemos que hacer también el anuncio.

¿Nos estaremos quedando demasiado anquilosados dentro de nuestros templos y buscando bonitas celebraciones? Quizás muchas de esas cosas estemos resucitando demasiado y nos olvidamos que estamos con Jesús pero para salir a caminar, para ir a ese mundo de tinieblas que nos rodea.

Como nos repite tantas veces el Papa Francisco tenemos que ir a la periferia, pero esa periferia la tenemos al lado de nuestra casa cuando no también dentro de nuestro hogar, la tenemos en el lugar de trabajo o allí donde hacemos nuestra vida social, la tenemos en ese mundo cercano a nosotros y que contemplamos también tan descreído, la encontramos en tantos que van por la vida indiferentes a cuanto sucede y pensando solo en si mismos o en pasarlo bien de la manera que sea, quizás para olvidar esa realidad.

Hay una buena noticia que tenemos que anunciar, un evangelio que tenemos que llevar a nuestro mundo. No lo olvidemos.