sábado, 28 de enero de 2023

Dios está ahí, siempre, en ese barco de la vida en el que vamos haciendo la travesía, no dudemos porque nunca nos faltará la luz de ese faro que está a nuestro lado

 


Dios está ahí, siempre, en ese barco de la vida en el que vamos haciendo la travesía, no dudemos porque nunca nos faltará la luz de ese faro que está a nuestro lado

Hebreos 11,1-2.8-19; Sal.: Lc 1,69-75; Marcos 4,35-41

Todos en la vida pasamos por distintos momentos de zozobras, donde nos vemos mal, los problemas aparecen y reaparecen cuando pensábamos que ya estaban resueltos, o nuevas dificultades aparecen cuando pensábamos que todo era un mar en calma. Son momentos difíciles, nos sentimos agobiados, no sabemos a quien acudir o tenemos quizás miedo porque desconfiamos y aquellos que nos habían prometido mucho, ahora se hacen los desentendidos; aunque sintamos a la familia cerca y que los amigos ahí están, nos parece que se desentienden, o están tan adormecidos que nos parece que no se enteran. Y así caminamos muchas veces de zozobra en zozobra.

¿Llegaremos a hacer la queja con aquellos que pensábamos que nos iban a ayudar y ahora están a lo suyo? Quizás nos la guardamos, pero en su momento la sacamos a relucir. Poco te importo yo en la vida, quizás llegamos a decirles, pero ellos nos responden que ahí estaban pero que quizás fuimos nosotros por nuestra desconfianza los que no nos decidimos a pedir ayuda.

¿Estaban así pasándolo mal aquel grupo que iba con Jesús en la barca aquel día mientras se había desatado una fuerte tormenta sobre el lago? La mayoría eran pescadores y de aquellas tierras cercanas al lago; conocerían de sobra aquellas tormentas porque ya las habrían pasado en más de una ocasión. Ahora iban con Jesús y querían tener la confianza de que le habían visto hacer cosas maravillosas; pero parecía que no se enteraba, pues dormido estaba allí en un rincón de la barca. ‘¿No te importa que nos hundamos?’ llegan ya a atreverse a decirle.

Allí estaba Jesús y no se habían atrevido a pedirle ayuda, sino ya cuando todo parecía perdido y la barca casi se hundía. Así andamos por la vida en medio de nuestras tormentas. Nos ponemos tan agobiados que no somos capaces de ver quien está ahí cerca y nos puede echar una mano. No vemos tan revueltos que habían pasado por otras tormentas, ahora con esta ya no recordamos las anteriores ni los medios que entonces tuvimos a nuestro alcance para superar aquellas duras situaciones. Así vamos de alelados en muchas ocasiones por la vida.

Y hasta nos sentimos abandonados de Dios. Parece que Dios se desentiende de nosotros, o estará allá arriba rodeado de sus ángeles y meciéndose entre las nubes; son las imaginaciones idílicas que algunas veces nos hacemos, para no reconocer que a nosotros nos ha faltado algo, a nosotros nos está faltando la fe y la confianza; a nosotros nos está faltando el empaparnos de la Palabra de Dios donde tenemos la fuente de la más hermosa sabiduría de la vida.

¿Tendrá que decirnos a nosotros también Jesús, ‘hombre de poca fe,’ porque estamos llenos de dudas también? Hombres de poca fe, es cierto, somos tantas veces en la vida; no la hacemos presente en la vida, en cada una de las situaciones que vivimos. Que no es solo acordarse de santa Bárbara cuando truena, que no es solo acudir a Dios para que nos ayude cuando nos encontramos con dificultades.

Si decimos que vivimos o queremos vivir el Reino de Dios, es porque queremos que Dios sea siempre el Rey y Señor de mi vida. En los momentos de los aplausos para agradecerle a Dios su gracia y su presencia que nos ha ayudado a salir airoso en cualquiera de los momentos de la vida; en los momentos buenos para saber dar gracias y nuestra vida se convierta en un cántico de alabanza al Señor; pero en los momentos turbios y de dificultades para sentir que no nos falta su luz, su fuerza, su gracia, su sabiduría para mantenernos en la lucha con la esperanza de la victoria; pero en esos momentos que parece que pasan indiferentes sin mayores cosas para saber descubrir esa acción de Dios, para saber descubrir esos caminos de Dios y no llegar a caer en la rutina y hasta en la desgana porque hayamos perdido la ilusión.

Dios está ahí siempre, en ese barco de la vida en el que vamos haciendo la travesía. No duerme, porque en su providencia está atento a cuando nos sucede en la vida. Aunque nos parezca que está en silencio, aprendamos a escuchar ese susurro de su voz allá en nuestro interior. Siempre será el faro que nos guía; no seamos torpes navegantes que no sepamos leer la brújula que a través de muchos signos nos va señalando siempre la ruta de nuestra travesía. No dudemos porque nunca nos faltará la luz y la señal de ese faro que pone a nuestro lado en la vida.

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