miércoles, 25 de enero de 2023

Pablo sí escuchó la voz que le llamaba, que le gritaba en su interior, se dejó conducir y encontraría a quien le abriría los ojos para un nuevo camino

 


Pablo sí escuchó la voz que le llamaba, que le gritaba en su interior, se dejó conducir y encontraría a quien le abriría los ojos para un nuevo camino

Hechos de los Apóstoles 22, 3-16; Sal 116; Marcos 16, 15-18

Todos habremos pasado alguna vez en la vida por alguna experiencia, aunque no hayamos sabido quizás leer su significado, que nos haya impactado profundamente y nos haya dejado como sin palabras, sin saber qué expresar o qué decir. Un accedente, un encuentro con alguien, algo que nos llamó poderosamente la atención sin entender su significado, algún acto heroico o extraordinario de alguien quizá realizado en la sencillez de un momento que para muchos pasara desapercibido, cosas que se suceden, cosas que nos impactan, cosas que parece que nos están pidiendo algo.

¿Serán llamadas en nuestro interior a algo distinto?  ¿Serán cosas que nos duelen por dentro y que casi queremos quitárnoslas de encima? ¿Serán una invitación a pensar, a reflexionar sobre el sentido de la vida y de las cosas, cosas que si les hacemos caso nos tendrían que hacer entrar en otra órbita distinta? Tendríamos que estar más atentos a cuanto nos sucede en la vida y tener una sensibilidad distinta, porque nos hemos endurecido demasiado y ya parece que nada nos impresiona.

¿Por qué no podemos pensar que en esos acontecimientos, muchas veces sin embargo llenos de sencillez Dios nos está hablando? No cerremos los oídos y nos empeñemos en seguir nuestro camino sin importarnos esa voz interior que nos está gritando para que le prestemos atención, lo hacemos demasiadas veces, olvidamos y olvidamos interesadamente, no queremos recordar cosas que nos han sucedido porque nos obligarían a pensar, porque quizás nos duelan por dentro, porque queremos crearnos un mundo de paz en nuestro interior totalmente ficticio.

Pablo sí escuchó esa voz que le llamaba, que le gritaba en su interior. Cayó por el suelo. Muchas veces decimos que cayó del caballo, del que precisamente no se habla en el texto, pero es como una imagen de lo que sucedió en su interior. Solo él escuchó la voz que le hablaba, aunque los demás vieran los signos de su caída y de ese comenzar a tropezar con todo porque se había quedado ciego. Como nos sucede cuando nos quedamos sin palabras ante lo que nos sucede. Hubo alguien que le llevó de la mano, lo levantó y lo condujo a la ciudad para terminar el camino, pero allí le esperaba alguien, Ananías, enviado de Dios para que encontrara la luz que le cegaba ahora pero que le haría ver de una manera nueva de ahora en adelante.

Hoy estamos celebrando lo que llamamos la conversión de san Pablo, de aquel Saulo que iba camino de Damasco – más tarde cambiaría de nombre - para perseguir a los que creían en el nombre de Jesús, pero Jesús le había salido al encuentro, nuevas eran las señales de algo nuevo que iba a comenzar para Pablo y para la Iglesia.

Hoy nosotros escuchamos estos textos de la Palabra de Dios que nos hablan de la conversión de san Pablo pero tenemos que saber hacer una lectura viéndolo, leyéndolo, en nuestra vida. Hablábamos de experiencias que hayamos podido tener en nuestra vida, de gran impacto quizás en su momento, pero que hemos metido en el baúl de los recuerdos que nunca queremos abrir. Abrámoslo sin temor.

Habrá habido en nuestra vida experiencias maravillosas que son signos de esa presencia de Dios en nosotros, que nos pedía algo, que nos llamaba la atención, que quería ponernos en camino para algo distinto. Reavivemos esas experiencias en nosotros, recordemos sin temor y con mucha paz, porque cuando Dios ha venido a nosotros no viene a asustarnos, a que entremos en etapas de temor y de miedo.

Recordemos el evangelio en el que muchas veces escucharemos que cuando Dios se hace presente en la vida de los hombres, en una aparición angélica o en un sueño, en un llegar a nuestro lado igual que se acercó Jesús al paralítico de la piscina, o hizo levantar en medio de todos al paralítico de la mano seca, lo hacía siempre para hacerles encontrar la paz. ‘No temáis’ hemos oído repetir muchas veces en el evangelio. ‘No temáis’ nos está diciendo también hoy Jesús que quiere poner paz en nuestro corazón, pero que quizás quiere ponernos en camino de algo nuevo, como  hizo con Pablo.

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