sábado, 14 de enero de 2023

Audacia y valentía necesarios valores para optar por la novedad del Evangelio que nos anuncia el Reino de Dios

 


Audacia y valentía necesarios valores para optar por la novedad del Evangelio que nos anuncia el Reino de Dios

Hebreos 4,12-16; Sal 18; Marcos 2,13-17

Me voy a enrollar en algo que puede parecer un trabalenguas o cosa parecida. Hace falta mucha valentía para ser audaz en la vida, como hace falta mucha audacia para ser valiente. Ser audaz implica hacer algo nuevo, algo que va contracorriente o algo que no esperan los demás que se haga; cualquiera no tiene la valentía de romper moldes, de hacer las cosas distintas, por muy convencido que se esté de lo que se quiere; hace falta una fuerza interior muy intensa para atreverse, una valentía, decíamos.

Lo mismo que el valiente; se atreve a meterse donde otros no lo hacen, salta por encima de todas las posibles prudencias, porque ve que aquello hay que hacerlo, que es un riesgo, pero que es necesario tener mucha decisión porque de alguna manera uno está dispuesto incluso a perder. Es una audacia ser valiente.

¿Y a qué viene toda esta consideración? Son dos actitudes, dos valores que hoy descubro en el evangelio. Y tenemos que decir primero por parte de Jesús, pero que también tenemos que descubrir en Leví.

Por parte de Jesús porque ha venido a anunciar el Reino y eso va a significar muchos cambios en la concepción de las cosas, en la manera de ver la vida, en hacer ese mundo nuevo que tendrá que romper con moldes antiguos, que implicará a la gente en nuevas actitudes, en nuevos valores, en una nueva concepción de la vida. No todos estarán dispuestos, va a haber oposición, muchos vientos en contra, no todos querrán cambiar con la radicalidad que pide Jesús. Pero Él anuncia el Reino y no solo con palabras, sino con sus actitudes, con su manera de ser y de actuar.

Está reuniendo en torno de sí a los que van a ser sus discípulos, sus seguidores, pero a los que un día enviará con su misma misión. No va escogiendo entre la gente religiosa de Jerusalén que están todo el día en el templo; no escogerá a los que humanamente se consideren más preparados, o aquellos con madera de líderes, porque eso tendrán que ser en medio del pueblo y del mundo; no escogerá entre los buenos de siempre, o mirando bien cuáles son sus raíces o sus costumbres.

Ha ido llamando a unos pescadores del lago de Galilea, que no destacarán ni por sus riquezas ni por lo mucho que hayan estudiado; ha ido llamando gente sencilla de aquellos pueblos por los que va pasando anunciando el Reino y que comienzan a seguirle con entusiasmo, pero que tienen sus ideas, su manera de concebir lo que es el mesianismo que están esperando, que pueden haber formado parte de aquellos grupos más radicales como los celotes; y ahora vemos que llama a alguien que es repudiado por el conjunto de los judíos, un recaudador de impuestos, a pesar de la fama que tenían. Rompe Jesús los moldes, hace falta audacia y tener la valentía y fuerza del Espíritu para esas decisiones.

Pero audacia y valentía no le faltó a este último llamado, Leví, el recaudador de impuestos que cumplía sus funciones allí probablemente en el mismo Cafarnaún que está siendo el centro de las actividades de Jesús. Pero aquel hombre, sabiendo lo que piensan de él, teniendo su vida en cierto modo asegurada porque esa función llevaba consigo sus riquezas, a la primera palabra de Jesús se levanta de su garito de recaudador y se va tras Jesús. Un hombre audaz para creer que él puede servir de algo en lo que está planteando Jesús, y un hombre valiente para tomar esa decisión y marcharse con Jesús.

Luego el evangelio nos hablará de las primeras reacciones de los de siempre, aquellos que siempre estaban al acecho con lo hacía o decía Jesús, porque veían que la gente se iba con Jesús, que los planteamientos que Jesús hacía echaba por tierra todo lo que había sido su plan de vida hasta entonces, y porque podrían ver peligrar su situación de dominio y manipulación sobre las gentes.

Ahora critican a Jesús porque come con publicanos y pecadores, como diciendo mira con quién se mezcla, aquello de ‘dime con quién andas y te diré quién eres’, que tantas veces hemos empleado nosotros en la vida. Pero como Jesús les dice el médico no es para los que se consideran que están sanos, sino para los enfermos y los que reconocen su enfermedad.

Una pregunta quizás nos queda por hacernos a nosotros mismos. ¿Tendremos nosotros la misma audacia y valentía? Nosotros que tantas veces andamos con nuestras precauciones y nuestras ‘prudencias’. ¿Seremos capaces de dar el paso adelante por el Reino de Dios como hoy vemos en el evangelio?

viernes, 13 de enero de 2023

Aprendamos a entrar en la órbita del amor para nosotros acoger y saber también ofrecer el perdón, teniendo la audacia de buscar el amor y de regalar amor

 


Aprendamos a entrar en la órbita del amor para nosotros acoger y saber también ofrecer el perdón, teniendo la audacia de buscar el amor y de regalar amor

Hebreos 4,1-5.11; Sal 77; Marcos 2,1-12

El amor hace milagros. Y eso lo palpamos en tantas ocasiones de la vida. Hay cosas que nos parecen imposibles, todo son obstáculos y dificultades. Pero hay alguien que lo siente hondamente en el corazón, hay alguien que ama y no puede permitir el sufrimiento, la carencia de alguien a quien ama. Y revolverá lo que sea necesario para conseguir que aquella situación cambie, se encuentre un camino y una solución, y lo que parecía imposible al final se consiguió. Era la fuerza del amor. Todos hemos conocido en nuestro entorno situaciones así, y personas que con amor se entregan para conseguir lo imposible.

Hoy el evangelio nos está hablando de eso. Primero son aquellos hombres que llevan en una camilla a un discapacitado, paralítico se solía decir de forma generalizada, que quieren llevar a la presencia de Jesús para su curación. Algo hondo tenían que sentir aquellos hombres además de una fe muy grande. En la imposibilidad de hacerlo llegar por la vía normal, la puerta, por la cantidad de gente que se agolpaba para escuchar a Jesús, surge la iniciativa y la creatividad para hacerlo llegar aunque tengan que romper el tejado. Por allí lo descienden hasta los pies de Jesús.

Todo parecía resuelto ya ante aquella determinación valiente de aquellos hombres, pero allí está también la fuerza del amor. Quien ama da vida, quien ama ofrece lo mejor de su corazón, quien ama se derrite en compasión y misericordia, quien ama perdona. Ya tendríamos que aprender a caldear nuestro corazón con el verdadero amor y seríamos tan distintos los unos con los otros. Nos falta dejar de mirarnos para nosotros mismos para abrir una ventana en el alma por donde entren los aires caldeadores del sol que viene de lo alto, del amor de Dios. Se caerían esas barreras del orgullo que tantas veces ponemos entre unos y otros, por las que no pasamos ni dejamos pasar.

Aquel día ya se habían superado unas barreras. Incluso el deseo de escuchar a Jesús de aquellas gentes había sido una barrera, pero el amor la había hecho saltar, porque el amor fue creativo como para hacer llegar al enfermo a los pies de Jesús aunque tuvieran que descolgarlo desde el techo. ¿Cómo no tendrían que saltar esas otras barreras de muchos de los que estaban allí que estaban al acecho de lo que Jesús hiciera o pudiera decir?

El amor de Dios que envolvía a Jesús haría saltar aquellas últimas barreras aunque pudiera servir de escándalo para algunos. Y es que el amor hace lo que parece imposible. ‘Tus pecados quedan perdonados’, le dice Jesús al paralítico. Y surgen los murmullos de los que quieren crear desconfianzas. ¿Cómo puede perdonar pecados? Este hombre blasfema. Pero sí se podían perdonar pecados porque allí está presente el amor, el amor de Dios que se nos manifiesta en Jesús. ¿No era el amor que hace presente el poder de Dios el que podía hacer que aquel hombre se curase y se levantase de su camilla? ¿Quién puede hacerlo sino Dios?

‘Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados -dice al paralítico-: Te digo: levántate, coge tu camilla y vete a tu casa. Se levantó, cogió inmediatamente la camilla y salió a la vista de todos. Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios…’

‘Nunca hemos visto una cosa igual’, fue la reacción de los que saben descubrir las cosas de Dios, fue la reacción de los que estaban abiertos al amor de Dios. El amor hace milagros, comenzamos diciendo al iniciar esta reflexión en torno al evangelio. Aprendamos a acoger el perdón con lo que humildemente y también con esperanza estamos manifestando nuestra propia fragilidad, que se ve sanada por el amor.

Aprendamos a entrar en esa órbita del amor para también nosotros saber ofrecer el perdón, tener la audacia de buscar el amor y de regalar amor. Sanaremos nuestro corazón, pero estaremos también sanando a los demás; seremos capaces de levantarnos de la postración de nuestras camillas de orgullos y resentimientos, y daremos la oportunidad a los otros de llegar también a los pies de Jesús por los caminos del amor, como lo hicieron aquellos que saltaron todas las barreras para llegar hasta la fuente de la vida y del amor. Podremos en la vida ir haciendo los milagros del amor para dar más vida a nuestro mundo.

jueves, 12 de enero de 2023

Busquemos la verdadera liberación que Dios quiere realizar en nuestra vida dando gloria a Dios por las obras grandes que realiza en nosotros

 


Busquemos la verdadera liberación que Dios quiere realizar en nuestra vida dando gloria a Dios por las obras grandes que realiza en nosotros

Hebreos 3,7-14; Sal 94; Marcos 1,40-45

Lo bueno, es cierto, tenemos que comunicarlo; y más en este mundo de sombras cuando aparece por algún lado la luz tenemos que hacerla conocer, porque esa luz que nosotros hemos encontrado no es solo para nosotros mismos, sino que también puede beneficiar a los demás. ¿Qué pensaríamos si viviéramos en un pueblo que nos estuviéramos muriendo de sed, porque no hay agua, porque las fuentes se han secado, porque sucedió algo que envenenó las aguas de aquel pueblo – nos podemos hacer las suposiciones que queramos – pero un hombre encuentra en el patio de su casa una fuente de agua limpia y cristalina si acaso se guardara el descubrimiento, si se guardara el agua solo para si y no lo comunicara a los demás vecinos y ni compartiera el agua con todos? Por eso digo que lo bueno tenemos que comunicarlo y compartirlo porque anima la esperanza de todos.

Con esta premisa que estoy poniendo quizás nos podría extrañar ese mandato de Jesús a aquel hombre que había curado de su lepra que no lo dijera a nadie. Ya sabemos lo que nos suele suceder, entonces y ahora también; cuando hay hechos extraordinarios somos muy dados a magnificarlos, nos encantan los milagros.

El actuar de Jesús, con los signos que estaba realizando para dar las señales del Reino de Dios que llegaba y que estaba anunciando, podía hacer, como para muchos realmente sucedía, en que Jesús se convirtiera solo en un taumaturgo, capaz de hacer grandes milagros y la gente desviara su atención de lo que realmente era el signo que Jesús quería darnos.  ¿Por qué iban tras Jesús? ¿Solamente por el milagro? ¿Serían capaces ver las señales del Reino de Dios que Jesús quería mostrar con aquel ir venciendo el mal?

No queremos, ni debemos, juzgar a aquel leproso que desde el mal que estaba padeciendo acude a Jesús con la confianza de que Jesús en verdad puede salvarlo, puede curarlo. Se encontraba en un pozo hondo en la vida, por todo lo que de aislamiento y discriminación significaba padecer aquella enfermedad.

No podían estar con nadie, no podían vivir con la familia, tenían que irse a lugares apartados y solitarios, tenían que evitar todo contacto con los que no tuvieran la enfermedad. Lo que eran normas higiénicas muy saludables los convertían en una maldición religiosa incluso, porque eran considerados unos impuros.

Ha oído hablar de los signos que Jesús realiza con aquel anuncio nuevo que está haciendo Jesús y a El acude saltándose incluso las más elementales normas que se les imponían. ‘Si quieres, puedes limpiarme’, le pide a Jesús. Y Jesús extiende su mano, lo toca y lo cura. Le pedirá Jesús que cumpla con lo establecido para poder incorporarse de nuevo a la comunidad presentando su ofrenda ante los sacerdotes, aunque le pide también, vamos a decirlo así, que no haga propaganda. Hay que saber entender el signo que Jesús ha realizado.

El Reino de Dios que Jesús está anunciando, está haciendo llegar a todos, va a significar algo nuevo y distinto. Con el Reino de Dios nos sentiremos liberados de todo lo que nos ata y nos esclaviza. ¿No anunciaba Jesús en la sinagoga de Nazaret con el pasaje de Isaías que ungido del Espíritu había sido enviado para dar libertad a los oprimidos? Aquí estaba una señal.

Cuando ponemos a Dios en verdad como el centro de nuestra vida, desaparece toda esclavitud y opresión, nos llenaremos de la libertad de los hijos de Dios. Pero es porque buscamos liberarnos, no solo de una enfermedad, sino del mal que nos ata y nos oprime por dentro. Es la señal de la liberación que se daba con la curación de aquel leproso de su enfermedad con todas las secuelas que conllevaba.

Es el milagro que Jesús quiere en verdad realizar en nuestra vida, es por lo que tenemos que acudir a El. ¿Es en verdad lo que buscamos en Dios? ¿Seguiremos solamente quizá pidiendo el milagro de la suerte, como decimos, que nos salga bien el examen o nos saquemos la lotería, que no nos pase nada malo ni a nosotros ni a los nuestros o que nos curemos de nuestros dolores?

Busquemos la verdadera liberación que Dios quiere realizar en nuestra vida. Nuestra soberbia o nuestra vanidad, nuestras ambiciones o nuestros deseos de grandeza, nuestros orgullos o nuestros resquemores ¿no nos estarán haciendo a nosotros opresores de los demás porque además esas mismas actitudes nos están también esclavizando a nosotros mismos? Cuando nos veamos liberados de todas esas cosas demos gloria a Dios manifestando sí las obras grandes que Dios realiza en nosotros.

miércoles, 11 de enero de 2023

En camino para la vida, con la mano tendida para levantar de todo lo que sea muerte, enraizado en el amor del Padre y buscando otros lugares donde llevar ese mensaje de vida

 


En camino para la vida, con la mano tendida para levantar de todo lo que sea muerte, enraizado en el amor del Padre y buscando otros lugares donde llevar ese mensaje de vida

Hebreos 2,14-18; Sal 104; Marcos 1,29-39

En camino para la vida. Ojalá fueran así siempre nuestros caminos; pero los llenamos de muerte tantas veces, o por lo menos, no sanamos; caminamos pero vamos a lo nuestro, caminamos y no terminamos de ver lo que hay alrededor, vamos pensando solo en nosotros mismos, nuestros intereses o preocupaciones, pero podemos perder la sensibilidad de captar lo que realmente pasa en nuestro entorno; o algunas veces, aunque nos quejemos del olor a podrido, del olor a muerte que pudiera haber en nuestro entorno, no hacemos nada por quitarlo. Y nuestro camino tendría que ser para la vida.

Es lo que contemplamos hoy en Jesús en el evangelio. Cuando ahora hemos retomado el tiempo ordinario, hemos comenzado escuchando el principio del evangelio de san Marcos, en estos días entre la semana. Y nos está hablando de esos primeros pasos de Jesús en Galilea anunciando la llegada del Reino de Dios. Y lo vemos en camino. Estuvo el sábado en la sinagoga y cuando salio de allí lo llevaron a casa de Simón y Andrés; va a ser como el centro del que partan los caminos que Jesús ha de ir realizando. Un camino siempre para la vida. Es lo que anuncia, pero es lo que se va realizando con su presencia.


Le dicen que la suegra de Simón está enferma, y allí le vemos tendiendo su mano para levantarla. Tender la mano para levantar y para poner en camino será algo que le veremos hacer repetidamente. Sanar es levantar, sanar es poner en camino, sanar es hacer recuperar la vida, la dignidad, la grandeza de la persona, es mucho más que curar de una enfermedad o de una limitación, es liberar de lo que nos ata, es poner vida en la persona. Ya había curado al hombre poseído por el espíritu inmundo allá en la sinagoga – lo había liberado de aquella posesión del maligno - y ahora tiende su mano de nuevo para sanar. Y aquella mujer se levantó y se puso a servirles.

Serán muchos los que se agolpen a la puerta al caer de la tarde. Era sábado y hasta la caída del sol no estaba permitido hacer muchas cosas por el descanso sabático, por eso será al caer de la tarde, cuando ya ha terminado el sábado, cuando se agolpen a su puerta con enfermos de todo tipo. Y allí está Jesús para la vida. a población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar’.

Pero Jesús quiere seguir estando en camino. Si su mano estaba siempre tendida para levantar, su corazón estaba enraizado en el amor del Padre; por eso se ha levantado de madrugada para irse al descampado a orar. Allí lo encuentran quienes están comenzando ya a ser sus discípulos para decirle que la gente lo anda buscando. Ya buscan a Jesús y se interesan por las cosas de Jesús. Pero El quiere ir más allá. ‘Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido’.

Escuchamos hoy este evangelio quienes nos decimos también sus discípulos. También en El hemos puesto nuestra esperanza; también a El lo buscamos porque queremos llenarnos de su vida; como aquella gente que se agolpaba a la puerta, queremos también tomar esa mano que Jesús nos ofrece para levantarnos, para llenarnos de vida; como aquellos primeros discípulos que ya comienzan a interesarse por las cosas de Jesús nosotros también vamos en su búsqueda y ojalá sepamos llegar a ese lugar de silencio donde también nos encontremos con Jesús; que sepamos estar con El para aprender a enraizar nuestro corazón en el amor del Padre, como lo hacia Jesús. Necesitamos ese lugar descampado, ese lugar de silencio, ese lugar donde nos apartemos un poco de ese ajetreo de las cosas de cada día, para poder llenarnos de Dios.

Entonces aprenderemos también que tenemos que ir a otra parte porque a otros también tenemos que llevar ese mensaje de vida, que sepamos nosotros también ponernos en camino de vida para ir tendiendo la mano. Muchos son los que están esperando, no los defraudemos.

 

martes, 10 de enero de 2023

Todo lo hace Jesús con autoridad porque El mismo es la Palabra de Dios, Palabra de vida y de salvación y sus signos son las obras del amor

 


Todo lo hace Jesús con autoridad porque El mismo es la Palabra de Dios, Palabra de vida y de salvación y sus signos son las obras del amor

Hebreos 2,5-12; Sal 8; Marcos 1,21-28

‘Esto se hace así porque lo digo yo y no hay más que hablar’. Así queremos manifestar nuestra autoridad, no hay más palabras ni razonamientos. Es la imposición. Así nos mostramos en muchas ocasiones. Todavía quedan estilos de estos en la sociedad en la que vivimos.

Pero hoy contemplamos en el evangelio cómo Jesús ya desde el comienzo de su predicación se muestra con autoridad. Es otra la autoridad de Jesús. Así lo reconocen. Es un modo nuevo de hablar. Estaban acostumbrados a los maestros de la ley que solo hablaban como de cosas aprendidas de memoria; no era algo que les saliera de su vida, que les saliera del corazón. Y con quien Jesús muestra con más firmeza su autoridad es el mal, con el espíritu maligno.

A eso ha venido. Anuncia el Reino de Dios con la gran noticia que todos han de creer. Pero no son solo palabras, da señales de ese Reino de Dios. Serán sus signos y milagros, pero es más bien lo que nos quiere mostrar con esos signos. La gente dirá de El que nadie ha hablado igual, con esa autoridad. Los signos que realiza son las señales de que ese reino de Dios ha llegado, porque todo ha de irse transformando, porque el mal hay que irlo arrancando como mala hierba que no queremos dejar en nuestros campos, en nuestra vida. Es la autoridad de Jesús.

Lo hace Jesús con autoridad porque su palabra es clara; lo hace Jesús con autoridad por los signos y señales que se van manifestando. Lo hace Jesús con autoridad porque El mismo es la Palabra de Dios, Palabra de vida y de salvación. Y así se manifiesta. Así lo muestra con las señales que se van produciendo alrededor de El. Es la autoridad de quien es la luz verdadera; es la autoridad que nos manifiesta el verdadero rostro de Dios en el amor y en la misericordia. Son los signos del amor.

Allí hay un hombre poseído del espíritu del mal, y que incluso reconoce la presencia salvadora de Jesús, pues le grita como oponiéndose. Jesús simplemente le dice: Sal de él. Quiere arrancar el mal de lo más hondo de nosotros mismos. Es su misión de salvación. Es la acción que tenemos que dejar que Jesús realice en nosotros. Aquel hombre de la sinagoga poseído del espíritu inmundo parece que lo rechaza, pero Jesús con su autoridad liberará a aquel hombre de la posesión del maligno.

Decimos nosotros que no rechazamos, si se diera el caso. Primero que no queremos reconocer el mal que hay en nosotros y nos domina, no queremos acogernos a la salvación que Jesús nos ofrece. No decimos que rechazamos, pero sí rehuimos, porque no queremos reconocer ese mal. Esa es para otros, nos decimos tantas veces. Y aunque incluso nos acercamos al sacramento de la Penitencia donde Jesús quiere liberarnos de todo mal, sin embargo ignoramos ese mal que hay en nosotros y la presencia de Jesús que viene a liberarnos. Nos contentamos con decir que nos ha perdonado, pero no damos señales de nueva vida.

¿No nos estará sucediendo que no queremos escuchar con todas sus consecuencias la primera buena nueva que Jesús nos ha anunciado? Había creer en esa buena noticia de Jesús, pero teníamos que reconocer que somos pecadores y necesitamos de conversión y de perdón. Sin ese paso del reconocimiento de nuestra condición de pecadores no habrá nada para nosotros.

Jesús nos ofrece, somos nosotros los que hemos de darnos cuenta de que necesitamos eso que nos ofrece Jesús. Ponernos a tiro de la salvación. Alguien puede estar en un precipicio donde todo se derrumba bajo sus pies, pero él puede estar diciendo que no pasa nada, que eso a él no le afecta, pero se derrumba y él terminará perdiéndose en medio de aquellos escombros.

Dejémonos mirar por Cristo, dejémonos que nos sane y que nos salve, dejemos que se meta en nuestro interior y nos transforme, dejemos que su sombra de vida caiga sobre nosotros para llenarnos de luz, dejemos que ponga su mano sobre nosotros y nos levante de nuestra debilidad, dejémonos perdonar por Jesús para que tengamos vida para siempre.

lunes, 9 de enero de 2023

Una Buena Noticia recorre las aldeas y ciudades de Galilea que como un rayo de luz que ilumina las sombras despertando una nueva esperanza y moviendo a conversión los corazones

 


Una Buena Noticia recorre las aldeas y ciudades de Galilea que como un rayo de luz que ilumina las sombras despertando una nueva esperanza y moviendo a conversión los corazones

Hebreos 1,1-6; Sal 96; Marcos 1,14-20

Hoy las noticias las tenemos en la palma de la mano, podemos decir, porque tenemos multitud de medios a nuestro alcance de manera que lo que sucede al otro lado del mundo casi de inmediato podemos tenerlo en nuestras manos. Ya uno va siendo mayor y recuerda otros tiempos; recuerdo de niño, que fue la época de la emigración de nuestras gentes de Canarias a Venezuela, cuando emigraba algún familiar tardábamos muchos días y semanas para tener noticias de él, y siempre estábamos al tanto con nuestros vecinos por si a alguno le llegaban cartas de algún familiar emigrado, saber lo que podían decir y las noticias que pudieran traernos también de nuestros propios familiares. Lo viví en propia carne en mi niñez. Y cuando se recibía alguna noticia agradable corría como pólvora entre vecinos y familiares porque todos andábamos ansiosos de esas buenas noticias.

El diluvio de noticias que ahora nos llegan continuamente de todas partes de alguna manera casi nos han insensibilizado para escuchar con agrado alguna buena noticia que nos pudiera llegar, aunque siempre queda esa inquietud dentro de nosotros, porque todavía cuando suceden cosas buenas en nuestro entorno pronto corren esas buenas noticias y todos queremos participar de esa alegría, aunque nos pareciera que a nosotros no nos afecta tanto, y es donde puede aparecer esa insensibilidad.

Hago referencia a esto para apreciar y valorar la alegría y la esperanza que había despertado sobre todo en los habitantes de Galilea el comienzo de la predicación de Jesús. Un nuevo profeta había aparecido entre ellos. Aun quedaba reciente la presencia de Juan en el Jordán que también había desbordado un río de gentes de todas partes que acudían a escucharle y se convertían en sus discípulos. Ahora nos dice el evangelista que Juan había sido encarcelado y es el momento en que aparece aquel profeta de Nazaret.

‘Se ha cumplido el tiempo, proclama, y está cerca el Reino de Dios’. algo nuevo va a comenzar  y aquellas gentes envueltas en mil miserias, sometidas al dominio de un país extranjero, que habían ido alimentando una esperanza de siglos en un Mesías Salvador que les iniciara en una nueva vida, ahora parecía que despertaban a algo nuevo. ‘Está cerca el Reino de Dios’, escuchaban en el anuncio que se convertía para ellos en una buena noticia. Todo había de cambiar y por eso se les pide que comiencen por cambiar desde lo  hondo de sus corazones. ‘Convertíos y creed en esa Buena Noticia’.

Y la Buena Noticia era Jesús que comenzaba su predicación. Y la Buena Noticia era lo que Jesús les anunciaba de ese mundo nuevo, de ese Reino de Dios que llegaba. Todo podía tener, es cierto, diversas interpretaciones, porque mucho habían politizado su situación y no terminaban de comprender el alcance que tenía ese Reino de Dios que Jesús les anunciaba. Pero era como un rayo de luz lo que atravesaba aquellas llanuras y valles de Galilea con la presencia, la palabra y los signos de Jesús.

Y Jesús comenzaba a invitar a algunos de forma directa a meterse de lleno en esa tarea. Por allá va comprometiendo gente y hoy le vemos llamar a Simón Pedro y a su hermano Andrés, a Santiago y Juan, los hijos del Zebedeo. Son pescadores y les invita y compromete a otra pesca, a echar las redes en otros mares. Y ellos que sentían también esa inquietud en el corazón creen en Jesús y se van con El, aunque todavía no tienen claro el alcance de aquella decisión de seguir a Jesús. Pero ya había disponibilidad en sus corazones para creer esa buena noticia que les llegaba con Jesús.

domingo, 8 de enero de 2023

En la fiesta del Bautismo de Jesús revitalizamos nuestro bautismo y nos convertimos en signos de que el Reino de Dios es de los pobres, los humildes y sencillos

 


En la fiesta del Bautismo de Jesús revitalizamos nuestro bautismo y nos convertimos en signos de que el Reino de Dios es de los pobres, los humildes y sencillos

Isaías 42, 1-4. 6-7; Sal 28; Hechos 10, 34-38; Mateo 3, 13-17

Se nota donde nos sentimos a gusto. Y así manifestamos nuestras preferencias. Claro que no todos tenemos las mismas preferencias, las mismas prioridades en la vida, aquello que en verdad valoramos, que nos da sentido y fuerza para nuestro actuar. Para algunos las preferencias están en los poderes o las grandezas de este mundo, llenarán su vida de vanidad y apariencia, los veremos echarse la zancadilla unos a otros en lucha por los primeros puestos, lugares de influencia y de poder; son cosas apetitosas para endiosar nuestro ego y fácilmente se nos hacen golosas, apetecibles, tentadoras. Ahí los veremos cómo se sienten a gusto. Variadas son las apetencias en este sentido y muchos son los que encandilan con estas vanidades.

Claro que nos encontraremos también para quienes otras son sus opciones y preferencias, porque otro es el sentido que han descubierto para su vida. Son su verdadero tesoro, que sin embargo parece escondido y oculto para tantos. Son los caminos de la sencillez y del servicio, son los caminos de la cercanía y de la ternura, son los caminos humildes del que no quiere aparecer, pero sin embargo calladamente sabe servir, son los caminos de los que no les importa estar entre los últimos, porque es ahí con los sencillos y con los que nada aparentan donde se sienten a gusto.

Es lo que venimos contemplando en esta Navidad. Las preferencias de Dios, allí donde se siente a gusto. No habrá sitio para él en una posada pero tampoco tocará en la puerta de los grandes y poderosos para encontrar un lugar. No serán ni los sacerdotes ni los maestros de la ley de Jerusalén aunque conozcan bien las Escrituras, sino unos pobres pastores los que serán avisados que allí en los humildes campos de Belén ha nacido el Mesías Salvador que encontrarán en un humilde niño recién nacido y que no tiene otra cuna que las pajas de un pesebre. Nos dirá un día que no serán los sabios y entendidos, sino los pequeños, los pobres, los que nada tienen, los sencillos y humildes de corazón serán los primeros que conocerán a Dios, porque de ellos será el Reino de los cielos.

¿Dónde lo contemplamos hoy? Entre las filas de los que se sienten humildes pecadores y quieren ser bautizados, como señal de conversión y penitencia, en las aguas del Jordán. Es el médico que viene a estar con los enfermos, pero que viene a curar. Es el que luego sentirá más cercano de sí en el momento supremo de la cruz al ladrón que ahora se arrepiente y le pide que se acuerde de él en el paraíso. Es el que se ha puesto al nivel de los pecadores y de los malhechores no importándoles sentarse en una misma mesa con ellos, como morir mas tarde en ese suplicio de los que todos consideran los mayores malhechores. Es allí donde Jesús se manifiesta a gusto, porque para eso ha venido, para eso ha querido ser Emmanuel, Dios con nosotros.

Cuando el Bautista se enfrenta con él en aquella fila de pecadores le dirá que es él quien tiene que ser bautizado por Jesús aunque sea Jesús el que ahora pide recibir aquel Bautismo. Se hizo en todo semejante a nosotros, y aunque no tenía pecado vino a cargar con nuestro pecado, vino a llevar sobre sus hombros las cruz que nosotros merecimos, vino para abrirnos las puertas del cielo desde donde ahora veremos que se le señala como el Hijo amado del Padre a quien tenemos que escuchar. Pero es Jesús el que abre para nosotros las puertas del cielo porque por la fuerza de su Espíritu nosotros también seremos hijos y aunque seguimos siendo pecadores nos dice que va a prepararnos sitio porque donde esté El quiere que nosotros estemos con El.

Hoy, como culminación a todas estas fiestas de Navidad, estamos celebrando el Bautismo de Jesús en las aguas del Jordán. Ya lo venimos expresando, el maravilloso misterio de la Epifanía de Dios. No era pecador, pero en las filas de los pecadores estaba quien luego sería señalado por Juan como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. No necesitaba de aquel bautismo quien venía para bautizarnos a nosotros en el Espíritu. Así Juan lo había sentido que se le revelaba en su corazón. Aquel sobre quien veas bajar al Espíritu en forma de paloma es el que viene a bautizarnos en el Espíritu. Y así se manifestó la gloria de Dios en aquella teofanía del cielo. Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrieron los cielos y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él. Y vino una voz de los cielos que decía: Este es mi Hijo amado, en quien me complazco’.

 Celebrar hoy nosotros el bautismo de Jesús en el Jordán tiene que servirnos para revitalizar nuestro Bautismo, aquel que un día nosotros recibimos recién nacidos por la fe de nuestros padres. Es caer en la cuenta de nuestra grandeza y de nuestra dignidad, porque hemos sido ungidos en el mismo Espíritu para ser con Cristo Sacerdotes, Profetas y Reyes. Somos también los ungidos del Señor por la fuerza del Espíritu y otra tendría que ser nuestra vida.

Merecemos, es cierto, estar en las filas de los pecadores y así con humildad tenemos que manifestarnos para agradecer al mismo tiempo la grandeza y la dignidad nueva que desde nuestro bautismo hemos recibido. Pero es hacernos conscientes de donde está nuestro lugar, aquel en que en verdad tenemos que sentirnos a gusto, como decíamos al principio. No es otro el camino que seguir el mismo camino de Jesús. Es lo que tanto nos ha repetido a lo largo del evangelio. Es donde tenemos que encontrar nuestro lugar. Son las señales que tenemos que dar ante el mundo del valor de las Bienaventuranzas que precisamente comienzan diciéndonos que son los pobres, los humildes y los sencillos los que serán dichosos porque de ellos es el Reino de los cielos.