sábado, 14 de enero de 2023

Audacia y valentía necesarios valores para optar por la novedad del Evangelio que nos anuncia el Reino de Dios

 


Audacia y valentía necesarios valores para optar por la novedad del Evangelio que nos anuncia el Reino de Dios

Hebreos 4,12-16; Sal 18; Marcos 2,13-17

Me voy a enrollar en algo que puede parecer un trabalenguas o cosa parecida. Hace falta mucha valentía para ser audaz en la vida, como hace falta mucha audacia para ser valiente. Ser audaz implica hacer algo nuevo, algo que va contracorriente o algo que no esperan los demás que se haga; cualquiera no tiene la valentía de romper moldes, de hacer las cosas distintas, por muy convencido que se esté de lo que se quiere; hace falta una fuerza interior muy intensa para atreverse, una valentía, decíamos.

Lo mismo que el valiente; se atreve a meterse donde otros no lo hacen, salta por encima de todas las posibles prudencias, porque ve que aquello hay que hacerlo, que es un riesgo, pero que es necesario tener mucha decisión porque de alguna manera uno está dispuesto incluso a perder. Es una audacia ser valiente.

¿Y a qué viene toda esta consideración? Son dos actitudes, dos valores que hoy descubro en el evangelio. Y tenemos que decir primero por parte de Jesús, pero que también tenemos que descubrir en Leví.

Por parte de Jesús porque ha venido a anunciar el Reino y eso va a significar muchos cambios en la concepción de las cosas, en la manera de ver la vida, en hacer ese mundo nuevo que tendrá que romper con moldes antiguos, que implicará a la gente en nuevas actitudes, en nuevos valores, en una nueva concepción de la vida. No todos estarán dispuestos, va a haber oposición, muchos vientos en contra, no todos querrán cambiar con la radicalidad que pide Jesús. Pero Él anuncia el Reino y no solo con palabras, sino con sus actitudes, con su manera de ser y de actuar.

Está reuniendo en torno de sí a los que van a ser sus discípulos, sus seguidores, pero a los que un día enviará con su misma misión. No va escogiendo entre la gente religiosa de Jerusalén que están todo el día en el templo; no escogerá a los que humanamente se consideren más preparados, o aquellos con madera de líderes, porque eso tendrán que ser en medio del pueblo y del mundo; no escogerá entre los buenos de siempre, o mirando bien cuáles son sus raíces o sus costumbres.

Ha ido llamando a unos pescadores del lago de Galilea, que no destacarán ni por sus riquezas ni por lo mucho que hayan estudiado; ha ido llamando gente sencilla de aquellos pueblos por los que va pasando anunciando el Reino y que comienzan a seguirle con entusiasmo, pero que tienen sus ideas, su manera de concebir lo que es el mesianismo que están esperando, que pueden haber formado parte de aquellos grupos más radicales como los celotes; y ahora vemos que llama a alguien que es repudiado por el conjunto de los judíos, un recaudador de impuestos, a pesar de la fama que tenían. Rompe Jesús los moldes, hace falta audacia y tener la valentía y fuerza del Espíritu para esas decisiones.

Pero audacia y valentía no le faltó a este último llamado, Leví, el recaudador de impuestos que cumplía sus funciones allí probablemente en el mismo Cafarnaún que está siendo el centro de las actividades de Jesús. Pero aquel hombre, sabiendo lo que piensan de él, teniendo su vida en cierto modo asegurada porque esa función llevaba consigo sus riquezas, a la primera palabra de Jesús se levanta de su garito de recaudador y se va tras Jesús. Un hombre audaz para creer que él puede servir de algo en lo que está planteando Jesús, y un hombre valiente para tomar esa decisión y marcharse con Jesús.

Luego el evangelio nos hablará de las primeras reacciones de los de siempre, aquellos que siempre estaban al acecho con lo hacía o decía Jesús, porque veían que la gente se iba con Jesús, que los planteamientos que Jesús hacía echaba por tierra todo lo que había sido su plan de vida hasta entonces, y porque podrían ver peligrar su situación de dominio y manipulación sobre las gentes.

Ahora critican a Jesús porque come con publicanos y pecadores, como diciendo mira con quién se mezcla, aquello de ‘dime con quién andas y te diré quién eres’, que tantas veces hemos empleado nosotros en la vida. Pero como Jesús les dice el médico no es para los que se consideran que están sanos, sino para los enfermos y los que reconocen su enfermedad.

Una pregunta quizás nos queda por hacernos a nosotros mismos. ¿Tendremos nosotros la misma audacia y valentía? Nosotros que tantas veces andamos con nuestras precauciones y nuestras ‘prudencias’. ¿Seremos capaces de dar el paso adelante por el Reino de Dios como hoy vemos en el evangelio?

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