domingo, 15 de enero de 2023

Vamos a seguir los pasos de Jesús, escuchar su Palabra y empaparnos de su Espíritu en lo que tiene que ser el camino de cada día de todo cristiano

 


Vamos a seguir los pasos de Jesús, escuchar su Palabra y empaparnos de su Espíritu en lo que tiene que ser el camino de cada día de todo cristiano

 Isaías 49, 3. 5-6; Sal 39; 1Corintios 1, 1-3; Juan 1, 29-34

‘¿Quién decís vosotros que soy yo?’, será una pregunta que un día  hará Jesús a sus discípulos allá junto a las fuentes del Jordán. Ahora en las orillas de ese mismo río Jordán, ya mas cerca quizá de su desembocadura en el mar Muerto, alguien nos va a decir quien es Jesús.

Allí en la cercanía del desierto para significar mejor lo que había de ser el preparar los caminos del Señor – en el desierto hay que ir abriéndose caminos – Juan Bautista era la voz que anunciaba la llegada del Mesías y cómo había que preparar sus caminos con la conversión y en el significado de aquel baño en las aguas del Jordán como un bautismo purificatorio.

Allí mismo se había abierto el cielo, como escuchábamos el pasado domingo, cuando Jesús se puso en la fila de los pecadores que iban a recibir el Bautismo de Juan. Ya lo escuchamos entonces la resistencia del Bautista a bautizar a Jesús cuando decía que era él quien había de ser bautizado por Jesús. Había tenido la revelación de que aquel sobre quien viera bajar el Espíritu en forma de paloma había de señalarlo con quien venía a bautizarnos con el Espíritu.  Entonces se había manifestado esa teofanía de Dios, escuchándose desde el cielo la voz que lo señalaba como el Hijo amado del Padre.

Si hasta entonces la misión de Juan era preparar un pueblo bien dispuesto para el Señor que llegaba como Mesías Salvador, desde entonces la misión de Juan se transforma para ser el que da testimonio de quien es Jesús. Primero lo señala a sus discípulos como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, y ya algunos se irán tras Jesús porque quieren saber donde vive, porque quieren estar con Jesús; serán los primeros discípulos. Pero Juan sigue dando testimonio para señalar claramente que es el Hijo de Dios.

‘Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ese es el que bautiza con Espíritu Santo. Y yo lo he visto y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios’.

Es el testimonio que hoy escuchamos. Es como ponernos delante el titulo y el cartel hacia donde hemos de dirigirnos. Es el pórtico de este tiempo Ordinario que en la liturgia comenzamos a recorrer y celebrar desde que el domingo pasado se terminó el tiempo de la Navidad y la Epifanía. A partir de este momento siguiendo el relato del evangelista seguiremos los pasos de Jesús, su anuncio de la Buena Noticia del Reino de Dios que llega y que vamos a escuchar a lo largo del todo el evangelio y para lo que tenemos que prepararnos, se predicación primero por los pueblos y aldeas de Galilea, los signos que realiza, las parábolas que nos ofrece, los pasos que hemos de ir dando en nuestra subida a Jerusalén para vivir la Pascua con Jesús.

Por eso como centro de todo el año litúrgico tenemos la fiesta de la Pascua, para la que nos prepararemos con la Cuaresma y prolongaremos con los cincuenta días del tiempo pascual. Luego retomaremos de nuevo el tiempo Ordinario para continuar en el día a día viviendo el misterio de Cristo empapándonos de cada una de las páginas del evangelio.

Tenemos la ventaja de que se nos está diciendo claramente quien ese Jesús a quien vamos a escuchar y a quien vamos a seguir. Porque vamos a hacer camino con El. Cada año hacemos a través de la liturgia todo un recorrido por el Misterio de Cristo que significa hacer un camino. No es nuestro camino hecho a nuestra manera, aunque seamos nosotros los que tenemos que ir dando los pasos. Es el camino de Jesús, es Jesús mismo porque El es el camino y la verdad y la vida.

Ya desde este primer momento vamos a abrir nuestro corazón, vamos a disponernos con todo nuestro ser para escucharle y para seguirle. Haciendo silencio en nuestro corazón para solo escucharle a El, dejándonos conducir por su Espíritu que es quien no conduce, nos lleva a la vida, permitiendo que la Palabra caiga en lo más profundo de nuestro corazón al que queremos disponer como tierra buena para que de fruto al ciento por uno.

No viviremos ahora la intensidad de la fiesta que hemos vivido en Navidad y que con toda solemnidad retomaremos en la Pascua, pero sí tenemos que hacer fiesta cada domingo y cada día de nuestra vida porque siempre hemos de vivir en el gozo en el Señor. es el espíritu festivo que siempre han de tener nuestras celebraciones, es la alegría llena de esperanza que no puede faltar nunca en el corazón de cada cristiano, es lo que queremos vivir cuando cada semana el día del Señor nos reunamos para celebrar el misterio pascual de Cristo.

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