jueves, 12 de enero de 2023

Busquemos la verdadera liberación que Dios quiere realizar en nuestra vida dando gloria a Dios por las obras grandes que realiza en nosotros

 


Busquemos la verdadera liberación que Dios quiere realizar en nuestra vida dando gloria a Dios por las obras grandes que realiza en nosotros

Hebreos 3,7-14; Sal 94; Marcos 1,40-45

Lo bueno, es cierto, tenemos que comunicarlo; y más en este mundo de sombras cuando aparece por algún lado la luz tenemos que hacerla conocer, porque esa luz que nosotros hemos encontrado no es solo para nosotros mismos, sino que también puede beneficiar a los demás. ¿Qué pensaríamos si viviéramos en un pueblo que nos estuviéramos muriendo de sed, porque no hay agua, porque las fuentes se han secado, porque sucedió algo que envenenó las aguas de aquel pueblo – nos podemos hacer las suposiciones que queramos – pero un hombre encuentra en el patio de su casa una fuente de agua limpia y cristalina si acaso se guardara el descubrimiento, si se guardara el agua solo para si y no lo comunicara a los demás vecinos y ni compartiera el agua con todos? Por eso digo que lo bueno tenemos que comunicarlo y compartirlo porque anima la esperanza de todos.

Con esta premisa que estoy poniendo quizás nos podría extrañar ese mandato de Jesús a aquel hombre que había curado de su lepra que no lo dijera a nadie. Ya sabemos lo que nos suele suceder, entonces y ahora también; cuando hay hechos extraordinarios somos muy dados a magnificarlos, nos encantan los milagros.

El actuar de Jesús, con los signos que estaba realizando para dar las señales del Reino de Dios que llegaba y que estaba anunciando, podía hacer, como para muchos realmente sucedía, en que Jesús se convirtiera solo en un taumaturgo, capaz de hacer grandes milagros y la gente desviara su atención de lo que realmente era el signo que Jesús quería darnos.  ¿Por qué iban tras Jesús? ¿Solamente por el milagro? ¿Serían capaces ver las señales del Reino de Dios que Jesús quería mostrar con aquel ir venciendo el mal?

No queremos, ni debemos, juzgar a aquel leproso que desde el mal que estaba padeciendo acude a Jesús con la confianza de que Jesús en verdad puede salvarlo, puede curarlo. Se encontraba en un pozo hondo en la vida, por todo lo que de aislamiento y discriminación significaba padecer aquella enfermedad.

No podían estar con nadie, no podían vivir con la familia, tenían que irse a lugares apartados y solitarios, tenían que evitar todo contacto con los que no tuvieran la enfermedad. Lo que eran normas higiénicas muy saludables los convertían en una maldición religiosa incluso, porque eran considerados unos impuros.

Ha oído hablar de los signos que Jesús realiza con aquel anuncio nuevo que está haciendo Jesús y a El acude saltándose incluso las más elementales normas que se les imponían. ‘Si quieres, puedes limpiarme’, le pide a Jesús. Y Jesús extiende su mano, lo toca y lo cura. Le pedirá Jesús que cumpla con lo establecido para poder incorporarse de nuevo a la comunidad presentando su ofrenda ante los sacerdotes, aunque le pide también, vamos a decirlo así, que no haga propaganda. Hay que saber entender el signo que Jesús ha realizado.

El Reino de Dios que Jesús está anunciando, está haciendo llegar a todos, va a significar algo nuevo y distinto. Con el Reino de Dios nos sentiremos liberados de todo lo que nos ata y nos esclaviza. ¿No anunciaba Jesús en la sinagoga de Nazaret con el pasaje de Isaías que ungido del Espíritu había sido enviado para dar libertad a los oprimidos? Aquí estaba una señal.

Cuando ponemos a Dios en verdad como el centro de nuestra vida, desaparece toda esclavitud y opresión, nos llenaremos de la libertad de los hijos de Dios. Pero es porque buscamos liberarnos, no solo de una enfermedad, sino del mal que nos ata y nos oprime por dentro. Es la señal de la liberación que se daba con la curación de aquel leproso de su enfermedad con todas las secuelas que conllevaba.

Es el milagro que Jesús quiere en verdad realizar en nuestra vida, es por lo que tenemos que acudir a El. ¿Es en verdad lo que buscamos en Dios? ¿Seguiremos solamente quizá pidiendo el milagro de la suerte, como decimos, que nos salga bien el examen o nos saquemos la lotería, que no nos pase nada malo ni a nosotros ni a los nuestros o que nos curemos de nuestros dolores?

Busquemos la verdadera liberación que Dios quiere realizar en nuestra vida. Nuestra soberbia o nuestra vanidad, nuestras ambiciones o nuestros deseos de grandeza, nuestros orgullos o nuestros resquemores ¿no nos estarán haciendo a nosotros opresores de los demás porque además esas mismas actitudes nos están también esclavizando a nosotros mismos? Cuando nos veamos liberados de todas esas cosas demos gloria a Dios manifestando sí las obras grandes que Dios realiza en nosotros.

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