jueves, 7 de diciembre de 2023

No hagamos de la vida un edificio rocambolesco que se queda en apariencia, sino demos profundidad apoyándonos en la Palabra de Dios

 


No hagamos de la vida un edificio rocambolesco que se queda en apariencia, sino demos profundidad apoyándonos en la Palabra de Dios

Isaías 26, 1-6; Sal 117; Mateo 7, 21. 24-27

Muchas veces tenemos la tentación de disimular en bonitas fachadas o apariencias la debilidad y la inestabilidad que hay en el interior. Muchas veces nos puede suceder, incluso como una reacción a nuestra propia debilidad, a nuestras propias deficiencias; no queremos que nos noten débiles, que lleguen a descubrir donde están nuestros talones de Aquiles, por donde todo se nos podría venir abajo. Y nos rodeamos de oropeles, nos envolvemos de apariencias; queremos aparentar que somos fuertes, mientras en nuestro interior no tenemos la más mínima voluntad para superarnos; nos envolvemos con bonitas palabras que tomamos de aquí o de allá, pero no dejar traslucir nuestra falta de sabiduría y nuestra ignorancia. Un edificio que hacemos muy rocambolesco por fuera, pero que dentro no nos sirve para nada, ni tiene la fortaleza suficiente para mantenerse en pie frente al más mínimo vendaval. Es la inmadurez, la superficialidad en la que muchas veces asentamos la vida.

Y lo malo además sería que estuviéramos construyendo una sociedad que solo sea fachada. Nos preocupamos mucho de cosas que llamen la atención, que encandilen a la gente, que contente a la mayoría haciéndole olvidar quizás otros valores que necesita la sociedad u otras carencias de las que nos queremos ser conscientes. Terrible una sociedad sin fundamentos, sin valores, sin verdadera madurez, porque solo buscamos la superficialidad, el pasarlo bien de la manera más fácil, el mínimo esfuerzo, el que todo nos lo den hecho. Se tambalea nuestra sociedad por la falta de valores; se tambalea nuestra sociedad edificada superficialmente y para contentar a los que rehuyen el esfuerzo y la auténtica responsabilidad.

Y cuidado que los cristianos nos dejemos arrastrar por esos cánticos de sirena, caigamos también en esas redes de superficialidad. Tenemos que dar la talla, mostrar esos verdaderos valores que guían nuestra vida y por lo que estamos dispuestos a darlo todo porque queremos darle profundidad y madurez a nuestra vida. Tenemos que ser ejemplo de responsabilidad, de confianza, creando cauces con nuestro ejemplo y nuestro testimonio de ese rumbo nuevo que tenemos que darle a la vida.

Hoy nos previene Jesús. No quiere que edifiquemos nuestra vida sobre arena, no quiere que nos quedemos en apariencias, quiere que vayamos a lo más hondo, a lo más profundo. Claro que buscar un cimiento que esté bien fundamentado en la roca nos exige esfuerzo, no es ir a lo que salga, sino que tenemos que ahondar, profundizar hasta encontrar esa roca firme sobre la que edificar y poner buenos fundamentos.

Nos habla Jesús de la Palabra de Dios, verdadera sabiduría de nuestra vida. ¿Dónde mejor buscar esa sabiduría sino en el Dios que nos ha creado para poder encontrar ese verdadero sentido de nuestra vida? De ahí la atención con que hemos de escuchar a Dios, profundizar en su Palabra. No basta oírla como palabras que se lleva el viento. Es necesario escuchar y para escuchar hay que prestar atención, abrir los oídos de nuestro interior, masticar en la reflexión esa Palabra que escuchamos para poder traducirla luego en las obras de nuestra vida. Cuidado seamos superficiales en la escucha de la Palabra de Dios. Nos creemos que nos la sabemos y no llegamos a descubrir lo que aquí y ahora, en este momento y en esta situación de mi vida, Dios quiere decirme, Dios quiere revelarme.

No podemos hacer como con tantas cosas en la vida que siempre vamos a la carrera; a la carrera no podemos ir a escuchar la Palabra de Dios, busquemos serenidad en el espíritu, hagamos silencio interior para que nada nos distraiga ni nos disperse, dejemos que cale hondo en nosotros, aunque haya palabras que nos hieran en las fibras más íntimas de nosotros mismos, porque es señal de que hay algo enfermo que tenemos que curar.

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