viernes, 3 de noviembre de 2023

Por nuestros acomodos y falta de valiente testimonio se va secando nuestro mundo, materializando tanto que va perdiendo el sentido espiritual y se va descristianizando

 


Por nuestros acomodos y falta de valiente testimonio se va secando nuestro mundo, materializando tanto que va perdiendo el sentido espiritual y se va descristianizando

Romanos 9,1-5; Sal 147; Lucas 14,1-6

Hay veces en que no somos leales ni con nosotros mismos. ¿Por qué digo eso? Queremos contentar a todos, no queremos desagradar a nadie, a todos ofrecemos una sonrisa aunque por dentro nos estemos recomiendo porque no nos gusta lo que hacen o lo que dicen, pero hay que quedar bien, ser agradable con todos, pero, ¿dónde han quedado nuestros valores y nuestros principios? Como se suele decir a la altura del betún.

No opinamos para no llegar la contraria, y entonces vayan a pensar de nosotros o nos vayan a catalogar. No somos firmes en nuestras convicciones tenemos miedo de que se nos ponga la cara colorada, y entonces disimulamos, tratamos de hacer unas mezclas para que todos se queden contentos, y así podríamos decir muchas cosas que nos cuesta reconocer, pero que tantas veces hacemos de forma parecida para mantener los apariencias.

A Jesús lo habían invitado a comer en casa de uno de los fariseos principales, y como era normal en ese tipo de comidas o banquetes allí estaban todos los amigos del anfitrión que además formaban parte del mismo grupo de los fariseos. Y como solía suceder en ocasiones así estaban todos al acecho a ver qué es lo que hacía o lo que decía Jesús. ¿Se vería Jesús comprometido porque no estaba en su ambiente, estaba además rodeado de todos aquellos personajes principales, así se consideraban, de la sociedad del momento? ¿Cuál sería la manera de actuar de Jesús?

Resultó que apareció allí por el banquete – donde estuviera Jesús enseguida acudían con sus dolencias y con sus angustias – un hombre que padecía de hidropesía. Una enfermedad incómoda y molesta que con llevaba muchos sufrimientos. ¿Qué haría Jesús? Sabía que allí estaban todos aquellos  personajes principales al acecho. Y Jesús va directamente al grano. Lanza la pregunta. Sabía que allí estaban todos aquellos leguleyos, además muchos de ellos maestros de la Ley, siempre pendientes de sus juicios morales sobre todo lo que se pusiera por delante. ‘¿Es lícito curar los sábados o no?’

No lo especifica claramente el evangelista aunque lo de a entender, pero en ese momento se produjo un abismo de silencio. ¿Cómo se atreve a hacer tal pregunta si está tan claro en la ley?, pensarían aquellas personas. Para ellos parecería que la respuesta sería fácil. Pero Jesús estaba preguntando por algo más, estaba preguntando donde está la dignidad de la persona. ¿Qué sería realmente lo que Dios querría en situaciones así?

Y a pesar de los silencios cortantes, Jesús sigue haciendo preguntas, sigue haciendo reflexionar. Se cae un animal a un pozo y aunque sea sábado no lo dejamos morir, sino que haremos todo lo que sea necesario para sacarlo del pozo. ¿Está una persona sumida en sus sufrimientos y la dejaremos que se hunda y se ahogue en el pozo?

No tuvo Jesús reparo en que todos aquellos que le rodeaban, que incluso aquel que lo había invitado a aquella comida pudieran pensar distinto. No actuó Jesús, como se suele decir hoy, haciendo lo políticamente correcto. La verdad de su mensaje tenía que brillar con todo resplandor. El que sepamos buscar siempre por encima de todo es el camino que hemos de seguir y es con el que de verdad damos gloria a Dios. La gloria del Señor no se consigue a costa del hombre, a costa de la persona.

Y es cómo tenemos que mostrarnos los cristianos, que tantas veces parece que vamos como avergonzados; no somos valientes para dar testimonio; no proclamamos lo que son nuestras creencias, nuestros valores y nuestros principios; tratamos de acomodarnos al ambiente en el que vivimos y como sabemos que es desfavorable no vamos a ir de provocadores. Nos falta el arrojo del Espíritu, el testimonio valiente de nuestra fe. Y por esa falta de valiente testimonio así se va secando nuestro mundo, que se va materializando tanto que va perdiendo el sentido espiritual, que se va descristianizando. Seamos valientes que con nosotros está la fuerza del Espíritu.

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