miércoles, 1 de noviembre de 2023

Hoy cuando celebramos la fiesta de Todos los Santos sepamos aspirar el perfume del amor, de la rectitud, de la verdad, de la santidad que tantos exhalan con sus vida a nuestro lado

 


Hoy cuando celebramos la fiesta de Todos los Santos sepamos aspirar el perfume del amor, de la rectitud, de la verdad, de la santidad que tantos exhalan con sus vidas a nuestro lado

Apocalipsis 7, 2-4. 9-14; Sal 23; 1Juan 3, 1-3;  Mateo 5, 1-12a

A vivir que son cuatro días, para allá no nos llevamos nada… son expresiones que escuchamos con frecuencia, y es fácil que en estos días, por aquello de las celebraciones de los difuntos, escuchemos con mucha frecuencia, sobre todo mañana aunque para muchos se haya trasladado esta celebración al día primero con merma del sentido que tiene este día. Esos son los que el mundo llama dichosos, porque la felicidad se les queda en eso, vivir, disfrutar, pasarlo bien sin preocupaciones ni problemas que nos quiten el sueño, y de ahí ya sabemos en lo que consisten esos disfrutes y esas maneras de ser felices.

Pero qué contraste con lo que hoy escuchamos en el evangelio, lo que tendrían que ser nuestros valores, nuestros sueños y nuestras metas si en verdad nos decimos cristianos, seguidores de Jesús y su evangelio. Pasarlo bien parece que es tener de todo, pasarlo bien es que nunca nada nos haga sufrir, porque intentamos pasar por encima de todo eso sin querer atender a esos detalles, pasarlo bien es que yo sea feliz y poco me importe lo que le pasa a los demás, pasarlo bien es sentirme siempre triunfador, colocado como sobre un pedestal porque todos me admiren aunque algunos quizás me teman, y así podríamos seguir haciendo relación de esa manera de entender eso de pasarlo bien.

En contraste, Jesús habla de pobres, de gente que llora y que sufre, habla de los que son incomprendidos por los principios y valores sobre los que han fundamentado su vida, habla de saber llorar también con los que lloran y con los que sufren, habla de unos caminos de rectitud frente al mal que nos rodea lo que tendrá que llevarme a un camino continuo de superación y de vencimiento ante tantas cosas que nos rodean y nos atraen por caminos fáciles. Pero, ¡ojo!, Jesús nos está diciendo que serán dichosos y serán felices y bienaventurados.

Es un nuevo sentido de vivir, es una nueva riqueza que buscamos para nuestra vida, son unos nuevos caminos que nos van a llenar de las satisfacciones más hondas y que serán las que van a permanecer para siempre con nosotros y sí nos vamos a llevar para allá. Es una vida de trascendencia, que nos hace ir más allá del momento presente para encontrar lo que va a dar verdadera plenitud a nuestra vida. Es una vida donde vamos llenando el corazón no de riquezas caducas que las polillas pueden corroer o los ladrones robar.

Son los verdaderos tesoros que embellecen el corazón y que no se quedan en vanidades exteriores que pronto pueden ajarse o que el paso de los años van a llenar de arrugas. Serán esos corazones generosos, compasivos, llenos de ternura y de misericordia cuya sintonía va a hacer felices a muchos. ¡Qué bien nos sentimos al lado de los que tienen un corazón así! ¡Qué mundo distinto construiríamos si todos fuéramos capaces de entrar en esa sintonía!

Es a lo que nos está invitando esta fiesta de todos los Santos que hoy celebramos. Es nuestra fiesta, es el día de todos nosotros, es el día de todos los que han caminado a lo largo de los siglos queriendo seguir y vivir ese camino, es el día en que tenemos que mirar en torno nuestro para darnos cuenta, aunque vivan una vida silenciosa, de tantos y tantos que viven en esa sintonía del evangelio.

Como nos decía el Papa Francisco en una ocasión tenemos que saber descubrir a los santos de la puerta de al lado. Esas personas que están junto a nosotros, cercanas a nuestra vida, con sus luchas y trabajos, con sus deseos de superación a pesar de las debilidades que quizás muchas veces les hagan tropezar e incluso caer, pero con la ternura que van derramando a su paso por la vida en sus familias, en los hijos, en los esposos, en los amigos que están cercanos o con todo aquellos con los que se van encontrando. No somos santos porque nunca hayamos tropezado y quizás caído, sino por esos deseos hondos que tenemos dentro de nosotros de darle un sentido de plenitud y trascendencia a nuestra vida y así queremos ir derramando esas semillas de amor  de paz allí donde estamos.

Hoy cuando celebramos la fiesta de Todos los Santos, no solo miramos el catálogo de los que han sido canonizados por la Iglesia – aunque ellos son también un estímulo, un ejemplo y un rayo de esperanza para todos – sino queremos tener en cuenta a tantos que nos han precedido o que conviven a nuestro lado y han ido dejando tras de sí el perfume del amor, de la rectitud, de la verdad, incluso como decíamos con sus debilidades, y que son también para nosotros ese estimulo y ese ejemplo para nuestro propio camino. Creo que esta celebración tendría que hacernos abrir los ojos para descubrir esos santos que caminan a nuestro lado y nunca tenemos en cuenta.

Son los que viven, como nos decía el Apocalipsis, en medio de la tribulación de la vida, pero están queriendo siempre lavar sus mantos en la sangre del Cordero y, aunque no escuchemos su canto por falta de sensibilidad en los oídos de nuestro corazón, están cantando con sus vidas el glorioso cántico de alabanza al Señor que se eleva desde todos los rincones y con toda la creación.

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