martes, 31 de octubre de 2023

Nosotros somos esa pequeña plantita que va creciendo y que podemos y tenemos que extender nuestras ramas para que otros también se acojan a su sombra

 


Nosotros somos esa pequeña plantita que va creciendo y que podemos y tenemos que extender nuestras ramas para que otros también se acojan a su sombra

Romanos 8, 18-25; Sal 125; Lucas 13, 18-21

Quieras que no también nosotros admiramos las cosas grandes. Vamos caminando dando un paseo y primero nos fijamos en las grandes montañas que vemos en la lejanía que en un minúsculo sendero que quizás nos conduce a un pequeño arroyo de agua cantarina; observamos un monumento y nos quedamos extasiados ante su grandiosidad, y luego será quizás cuando entramos en los detalles de sus líneas, de sus grabados o de sus pinturas; nos sentimos encandilados cuando vemos a una multitud reunida o manifestándose por cualquier causa y no nos fijamos en los transeúntes que encontramos al paso o los que están allí en la orilla del camino.

Lo podemos aplicar a muchas cosas, a muchos aspectos, a muchas cosas que nos suceden y en las que nos vemos implicados o al menos tendrían que ser un interrogante para nosotros. Cuando escuchamos los relatos del evangelio enseguida nos fijamos en las multitudes que se reunían viviendo de un lado y de otro para escuchar a Jesús, vemos la multitud, pero no nos fijamos en las personas que allá en silencio, en cualquier rincón también están queriendo seguir a Jesús o escuchar su buena noticia.

¿Qué nos está queriendo decir hoy Jesús en el evangelio? Que nos fijemos en lo pequeño, por eso nos habla de la semilla de la mostaza que es bien pequeña y aparentemente insignificante, o en el pequeño puñado de levadura que se mezclará con la gran masa para hacer el pan.

¿Nos querrá decir algo para nuestra vivencia de Iglesia hoy? Algunas veces también quizá añoramos aquellos momentos en que veíamos nuestros templos repletos de personas, le damos mucha importancia y hasta propaganda, por decirlo de alguna manera, a esas manifestaciones religiosas multitudinarias de gentes que se congregan en torno a un santuario o una determinada devoción.

Bajémonos de esos observatorios de altura. Vayamos más a ras del camino de cada día y comencemos a ver lo pequeño, lo que va germinando en el corazón de cada persona, en esas personas sencillas que no hacen ruido ni vociferan desde unos entusiasmos muchas veces estentóreos pero que día a día no solo van sembrando la semilla de la Palabra de Dios en sus corazones, sino que también con sus gestos, con su entrega callada, con sus compromisos con la vida, van siendo esa levadura en medio de nuestro creando de verdad el Reino de Dios.

Hay momentos en que nos sentimos como abrumados y hasta desalentados porque nos parece, frente a tanta algarabía que escuchamos alrededor, que no contamos, que no somos nadie, que la Iglesia va perdiendo influencia en la sociedad, que aumentan los indiferentes o los descreídos. Cuidado que sean ruidos que nos confundan, porque además puede haber quienes estén interesados también en crear esa confusión. No podemos desalentarnos mientras siga permaneciendo viva la llama de la fe en nuestro corazón, y seamos capaces de ver cómo también sigue viva en el corazón de muchos.

Podemos parecer pocos o pequeña semilla, pero no dejemos de sembrar. El Reino de los cielos se parece a la semilla de la mostaza, nos dice hoy Jesús en el evangelio. Pensemos que ya nosotros somos esa pequeña plantita que va creciendo y que podemos y tenemos que extender nuestras ramas para que otros también se acojan a su sombra.

Nos puede parecer insuficiente o insignificante lo que vamos haciendo, pero no dejemos de hacerlo, somos ese puñado de levadura que tiene que hacer fermentar el mundo, y lo hará fermentar. Es válido eso pequeño que hacemos, y que hacen tantos a nuestro alrededor. Aunque nos parezca que no estamos transformando nuestro mundo, aunque por supuesto quisiéramos que fuera con mayor intensidad. Pero valoremos esas pequeñas cosas que se hacen, valoremos a esas personas anónimas que están a nuestro lado queriendo también sembrar su buena semilla.

Creo que estas parábolas que hoy escuchamos nos levantan el ánimo y la esperanza. Es algo que a un cristiano nunca le puede faltar.

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