miércoles, 16 de agosto de 2023

Qué bien nos sentimos cuando todos estamos reunidos en perfecta armonía compartiendo alegrías y retazos de la vida de cada día

 


Qué bien nos sentimos cuando todos estamos reunidos en perfecta armonía compartiendo alegrías y retazos de la vida de cada día

Deuteronomio 34,1-12; Sal 65; Mateo18,15-20

Qué bien nos sentimos cuando todos estamos reunidos en perfecta armonía compartiendo alegrías y retazos de la vida de cada día. Nos sentimos como en la gloria, decimos, y seguro que con entusiasmo quedamos para vernos otra vez y para volver a pasar unos ratos juntos. Son los encuentros de los amigos de siempre, con quienes hemos compartido la vida, caminado juntos en momentos felices como también en momentos tormentosos y difíciles, pero que seguimos queriendo encontrarnos y compartiendo.

En mis añoranzas de hombre mayor quizás, recuerdo como los vecinos a la fresca de la tarde salíamos a nuestros patios que se comunicaban unos con otros y allí a la puerta, sentados en cualquier sitio, pasábamos los ratos comentando las incidencias de la jornada, de los que nacían momentos gratos de ayuda y de colaboración para muchas cosas buenas. Momentos felices para el recuerdo, momentos ahora nos hacen valorar y revitalizar muchas cosas que parece que han quedado atrás, pero que han sido momentos de felicidad. Qué bien nos sentíamos y qué bien lo pasábamos.

He traído a la memoria estas que podríamos llamar añoranzas porque realmente nos pueden remitir a lo que Jesús nos está planteando hoy en el evangelio. Podríamos pensar que no nos está diciendo nada especial que nosotros no podamos hacer. Vivir juntos, vivir unidos, vivir compartiendo, vivir sintiendo preocupación los unos por los otros, vivir con corazón comprensivo para entender los errores de los demás pero también para ofrecer de nuestra parte lo que podamos hacer para que las cosas sean a mejor. Y viene terminando por decirnos Jesús, que cuando vivimos así, El está en medio de nosotros.

Seamos capaces de establecer buenas relaciones de amistad y de comprensión, sepamos vivir con un corazón del que hayamos alejado la malicia y la búsqueda de intereses egoístas, y todo saldrá bordado, como solemos decir, todo será armonía y paz; y nos ayudaremos a corregirnos y a crecer; y seremos comprensivos con los errores de los demás porque sabemos que también nosotros los podemos cometer; y seremos capaces de preocuparnos por los otros y no los dejaremos pasar necesidad porque el compartir generoso es la riqueza más hermosa que llevamos en nuestra vida.

Y por eso nos dice Jesús como hemos de saber corregirnos los unos a los otros llenos de humildad y de comprensión. La corrección no es hundir, un sacarle los colores a la cara, no es echar en cara, no es acusar para condenar; la corrección es tender una mano para ayudar a levantarse al caído; es decirle a la persona que seguimos confiando en ella a pesar de los tropiezos o de los errores; es ayudar a que se sienta capaz de reemprender de nuevo el camino enderezando lo que está torcido; es como dar un nuevo voto de confianza tantas cuantas veces sea necesario; es poner esperanza en el corazón que se ve hundido cuando reconoce sus tropiezos y ayudar para que no falte la ilusión y la alegría.

Por eso terminará diciéndonos hoy Jesús que ‘donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos’ y por eso podemos tener la confianza de que siempre seremos escuchados por Dios cuando somos capaces de ponernos de acuerdo para pedir algo al Padre en su nombre. ‘Os digo, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre que está en los cielos'.

Qué bien nos sentimos cuando todos estamos reunidos en perfecta armonía compartiendo alegrías y retazos de la vida de cada día, decíamos al principio. Sepamos vivir en esa dicha y felicidad.

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