martes, 23 de mayo de 2023

Mantengamos firme nuestra fe y mantendremos la alegría y la esperanza dando gracias por ese camino de fidelidad que venimos recorriendo, aún la fe caldea nuestro corazón

 


Mantengamos firme nuestra fe y mantendremos la alegría y la esperanza dando gracias por ese camino de fidelidad que venimos recorriendo, aún la fe caldea nuestro corazón

Hechos 20, 17-27; Sal 67; Juan 17, 1-11a

Hay momentos en la vida en que presentimos que se va a dar un cambio de rumbo, que quizás una etapa de la vida la hemos culminado y pasaremos a otras responsabilidades, y no digamos si tenemos la lucidez suficiente y por la edad nos damos cuenta que podemos estar en una etapa final de la vida; hacemos entonces recapitulaciones, que por supuesto tenemos que saber hacer siempre con serenidad de espíritu, hacemos un repaso de responsabilidades que habíamos asumido y de alguna manera queremos tener como un visto bueno de la misión cumplida, o incluso podemos tener la oportunidad de unos consejos o recomendaciones a quienes toman el relevo señalando quizá cosas que consideramos fundamentales y que invitamos a tener en cuenta, salvando siempre la libertad de quienes vienen detrás de nosotros.

Me viene este pensamiento contemplando y escuchando este texto del evangelio que va a tener continuidad estos días hasta que termine el tiempo pascual, y que corresponden a los momentos finales de la última cena de Jesús antes de su pasión y de su pascua. Glorifica Jesús al Padre queriendo también El ser glorificado por el Padre; sabe Jesús que está en el momento culminante de la Pascua con la que concluirá, por decirlo de alguna manera, su misión. Ha cumplido su misión que tendrá su momento culminante en la Pascua, en su entrega hasta la muerte en cruz; había venido Jesús para llenarnos de vida eterna, trasmitirnos el conocimiento de lo que es la vida eterna, el Reino de Dios tan repetido a lo largo del evangelio, y ha trasmitido a los discípulos esos secretos del Reino de Dios.

‘Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado sobre la tierra, he llevado a cabo la obra que me encomendaste… He manifestado tu nombre a los que me diste de en medio del mundo. Tuyos eran, y tú me los diste, y ellos han guardado tu palabra. Ahora han conocido que todo lo que me diste procede de ti, porque yo les he comunicado las palabras que tú me diste, y ellos las han recibido, y han conocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me has enviado’.

Su obra está realizada, ‘he manifestado tu nombre a los que me diste en medio del mundo…’ reconoce Jesús. Ha venido a despertar la fe en el Padre ‘y ellos han creído que tú me has enviado’. Con esa fe sembrada en sus corazones quedan los discípulos, aunque todavía han de pasar por momentos difíciles que van a poner a prueba su fe. Pero Jesús ruega por ellos, para que sean fieles, para que se mantengan firmes, para que den testimonio, para que no se sientan solos, para que un día puedan sentirse fortalecidos con el espíritu Santo prometido.

Es la oración de Jesús, al tiempo que pone toda su confianza en los discípulos que han de continuar su obra. Sabe, y eso se los dirá más tarde, que cuando reciban la fuerza de lo alto van a ser testigos no solo en Jerusalén y Judea, sino que han de llegar a los confines de la tierra. Ahora será distinto, pero Jesús les promete que siempre estará con ellos hasta el final de los tiempos.

También a nosotros se nos han revelado esos secretos del misterio de Dios, esos secretos del Reino de Dios que hemos de vivir. Dios también se nos ha revelado en lo hondo de nuestros corazones y también queremos vivir nuestra fe en Jesús, poner toda nuestra confianza en El. Sin embargo, es cierto, muchas veces nos sentimos débiles y frágiles, pero pensemos que Jesús ha rogado por nosotros al Padre.

Tampoco a nosotros nos faltará la fuerza del espíritu, Dios está con nosotros, podemos caminar con seguridad. Que no se nos adormezca nuestra fe, que no se nos diluya en medio de tantas cantinelas que escuchamos en medio del mundo, que como cantos de sirena quieren torcer nuestro camino. Mantengamos firme nuestra fe, y mantendremos nuestra alegría y nuestra esperanza. Demos gracias a Dios, glorifiquemos al Padre por ese camino de fidelidad que venimos recorriendo a pesar de errores y tropiezos. Aún la fe caldea nuestro corazón.

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