miércoles, 24 de mayo de 2023

Porque nos sentimos amados y estrechamos cada vez más nuestros lazos de amor con Jesús podremos llegar a ser signos y testigos creíbles del evangelio en el mundo

 


Porque nos sentimos amados y estrechamos cada vez más nuestros lazos de amor con Jesús podremos llegar a ser signos y testigos creíbles del evangelio en el mundo

Hechos 20, 28-38; Sal 67; Juan 17, 11b-19

¿Quién no desea para sus amigos lo mejor y que ningún peligro pueda afectarles o hacerles daño? En la medida en que anudan los lazos de la amistad estaremos sintiendo como algo propio lo que le pueda suceder al amigo, nos alegramos con sus alegrías, soñamos con sus esperanzas, sufrimos con lo que les pueda afectar y buscaremos en todo momento lo mejor. Es la señal y la muestra del amor y de la amistad. Si en un momento tenemos que separarnos de ellos, la despedida se convierte en recomendaciones y en buenos deseos, y ya pondremos de nuestra parte lo que sea para que nada les falta, nada les afecte; además nos daremos cuenta que por esos lazos de amistad que hemos creado, los demás verán en ellos como una imagen nuestra, de manera que si alguno nos repudia, hay la posibilidad de que a ellos también los repudien.

Es lo que está expresando Jesús en aquellos momentos de la cena pascual, cuya sobremesa ha sido momentos de confidencias y recomendaciones, y que ha terminado convirtiéndose en oracion, en estos momentos por los discípulos que quedan en el mundo. ¿Qué pide Jesús? que su ausencia no les pueda afectar tanto como que se pudieran ir a la desbandada, pero también pide para ellos que manifiesten de verdad el signo de la unidad entre ellos; si hasta ahora se han sentido como una piña en torno a Jesús, que ahora se mantenga esa unidad, porque además va a ser señal para que el mundo crea. ‘Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros’. Volverá Jesús más adelante a insistir en lo mismo.

Pero los anuncia Jesús también que igual que el mundo le rechazó a El, a ellos también los van a rechazar. ‘Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del maligno. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo’.

Pero en medio del mundo los deja porque a él han de ir con una misión. Son los continuadores de la obra de Jesús, los enviados de Jesús. ¿No los había elegido para que fueran apóstoles? Los había elegido para que estuvieran con El; a ellos de manera especial había ido instruyéndolos para la misión que han de realizar. Ahora han de sentirse los enviados de Jesús.

‘Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así yo los envío también al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad’. Pero no solo van con la misión de Jesús sino con la fuerza de su Jesús; les ha prometido su Espíritu. Llevan la garantía de su amor. Y los que se sienten amados van siempre con la alegría de ese amor a comunicar a los demás su experiencia, el amor que han vivido y les ha engrandecido. Cuando lo reciban en Pentecostés han de repartirse por el mundo con la misma misión de Jesús, con la misma obra de Jesús.

¿Sentiremos en verdad nosotros esos lazos de amor para vivir esa necesaria unión profunda con Jesús, pero también para sentirnos enviados con su misma misión? Es algo en lo que tenemos que ahondar en nuestra vida. Algo quizás nos está fallando en el recorrido de nuestra vida cristiana. Muchas veces la hemos reducido demasiado a unos cumplimientos, a hacer cosas, pero no hemos profundizado lo necesario en esa experiencia de sentirnos amados. De ahí vienen los cansancios y los abandonos, de ahí viene ese poco entusiasmo con que vivimos nuestra fe, de ahí surgen esos miedos y cobardías para dar la cara por el evangelio, fruto de ello es esa tibieza espiritual con que vivimos contentándonos muchas veces con los mínimos, pero con esa falta de coraje para dar testimonio, para ser en verdad signos y testigos creíbles en medio del mundo.

Cultivemos nuestra espiritualidad que es saborear ese amor que Dios nos tiene. Sentiremos entonces empuje en nuestro corazón, mayor compromiso en nuestra vida, daremos testimonio de un amor autentico, haremos un verdadero anuncio del evangelio.

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