viernes, 14 de abril de 2023

Alguien quizá está haciéndonos señales desde la orilla o señalándonos por donde hemos de lanzar la red, estemos atentos a las señales porque Jesús nos sale al encuentro

 


Alguien quizá está haciéndonos señales desde la orilla o señalándonos por donde hemos de lanzar la red, estemos atentos a las señales porque Jesús nos sale al encuentro

Hechos de los apóstoles 4, 1-12; Sal 117; Juan 21, 1-14

Una noche bregando sin obtener ningún resultado, unas manos con las manos vacías sin nada que ofrecer, de una manera o de otra nos habrá pasado alguna vez. Trabajos que no resultan fructuosos, momentos en que nos sentimos vacías y hasta en cierto modo fracasados porque nada hemos conseguido, no hemos podido resolver los problemas, no encontramos el ‘quid’ de la cuestión, trabajos infructuosos que pudieran llenarnos de desaliento, nos van sucediendo unos tras otros tantas veces en la vida.

No tenían claro aun los discípulos lo de la resurrección de Jesús. Para Galilea se habían venido tras el comunicado que les había llevado Maria Magdalena y las otras mujeres que habían ido al sepulcro. Ahora están en Galilea mano sobre mano sin saber qué hacer. Es Pedro el que se adelanta para ir de nuevo a pesar, y algunos de los discípulos que están con él se deciden también a acompañarle. ¿Para qué? La noche había salido infructuosa, habían perdido la buena costumbre y la habilidad para tener una buena pesca, incluso cuando todos sabían lo que tenían que hacer. No dan muchas señales de que lo tuvieran claro. La noche los ha ido envolviendo, pero las noches son preanuncios de un nuevo amanecer.

En el amanecer les preguntan sobre la pesca recogida. Se les cae la cara de vergüenza por no tener nada que ofrecer. Pero desde la orilla les están dando indicaciones de por donde han de echar las redes. Los orgullos son malos para recibir esas indicaciones en momentos malos como los estaban pasando. Pero hacen caso y no se arrepentirán, la redada de peces ha sido muy grande, y seguramente los recuerdos habían vuelto a la mente. Juan sabe interpretar lo sucedido porque es quien reconoce al que está en la orilla. Por lo bajo se lo insinúa a Pedro, no hacía falta más, porque muchas cosas estaban sucediendo como en repetición de lo un día sucedido, pero ahora parecía que tenía otros aires, otro sentido.

No hace falta mucho para que Pedro se tire al agua para llegar a los pies de Jesús. ‘Es el Señor’, le había dicho Juan por lo bajo. El arrastrar la red repleta de tantos peces lo dejó en las manos de los otros, pero él quería estar junto al Maestro. Jesús está allí. No hace falta más para correr al encuentro con Jesús. Más tarde llegarán los otros arrastrando la red que está casi para romperse. ¿No les había dicho Jesús que los haría pescadores de hombres?  Aquí tenemos la señal.

Ahora ya nadie se atreve a preguntar nada. Todos saben que es Jesús. Los desánimos y los cansancios se habían difuminado, como se difuminan las tinieblas de la noche con la luz del sol que amanece en la mañana. Era para todos un nuevo amanecer.

No siempre es fácil dejarse iluminar por la luz de ese nuevo amanecer. Tan ensimismados andamos en nuestras cosas, en nuestras preocupaciones. Cuando hay parones en la vida podemos ponernos a pensar en muchas cosas, nos ponemos a pensar en nuestro futuro, volvemos a recordar los instrumentos de trabajo que tuvimos en otro tiempo y que habíamos dejado a un lado. Como Pedro y aquellos discípulos que aquella tarde se fueron de nuevo a la pesca. ¿Qué vamos a hacer? ¿En qué vamos a entretener nuestro tiempo? ¿Podríamos seguir con nuestras habilidades de siempre? ¿Aparecerán otros nuevos caminos y cómo voy a tener la certeza de que ese es mi camino?

Alguien quizá está haciéndonos señales allá desde la orilla del lago ¿Las sabremos interpretar? Dios va poniendo señales en nuestro camino de cual ha de ser nuestra certeza. ¿Seguiremos buscando entretenimientos? Estemos atentos, que de una forma u otra el Señor nos saldrá al encuentro para ponernos en camino para algo nuevo, para que miremos por el otro lado, para que sepamos aceptar las voces y señales que nos llegan desde la orilla.

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