sábado, 15 de abril de 2023

Necesitamos dar un testimonio auténtico de Pascua con el anuncio de la resurrección de Jesús al mundo que nos rodea para ser verdaderos signos de luz y esperanza

 


Necesitamos dar un testimonio auténtico de Pascua con el anuncio de la resurrección de Jesús al mundo que nos rodea para ser verdaderos signos de luz y esperanza

Hechos de los apóstoles 4, 13-21; Sal 117; Marcos 16, 9-15

Completamos casi la semana de la octava de Pascua en que hemos venido proclamando con toda alegría e intensidad la alegría de la pascua, la alegría de nuestra fe, que venimos a concluir mañana, octava de pascua y fiesta de la misericordia, pero la palabra de Dios que ha ido resonando en estos días aun nos hace detenernos para que nos revisemos cual es la intensidad de la fe que estamos viviendo y celebrando.

Y lo hace en este como resumen que nos hace el evangelista Marcos, es el más breve como lo ha sido todo su evangelio, de lo que fueron esos momentos de pascua de los discípulos de Jesús. Ya Juan en especial, aunque también Lucas, nos recordarán como estaban encerrados los discípulos en el cenáculo desde el momento del prendimiento de Jesús en el huerto. En ese momento se nos dice que lo abandonaron y huyeron.

Salvo la aparición esporádica de Pedro en el patio del Sumo Sacerdote, y ya conocemos sus resultados, y de Juan al pie de la cruz como nos narrará el evangelio de Juan, el refugio, por así decirlo, fue el Cenáculo. Había sido el lugar de la despedida con todas las maravillas que aquella noche en el cenáculo se fueron sucediendo. Habían sido momentos también de tensión y de hondas emociones, donde los signos se habían multiplicado. Y allí vinieron a refugiarse, de manera que se va a convertir como en el centro de la Iglesia naciente.

Allí acude en la mañana de aquel primer día, como nos cuenta hoy Marcos, María Magdalena tras sus experiencias en el sepulcro a donde había acudido con las otras mujeres a querer completar el embalsamamiento del cuerpo muerto de Jesús. Pero Jesús no está en la tumba; los otros evangelistas nos hablarán de aparición de ángeles para decirles que no busquen en el lugar de los muertos al que está vivo, y será María Magdalena la última que regrese al cenáculo para anunciar que Jesús había resucitado. Habría ella vivido, como nos narra Juan, la experiencia de su encuentro con Jesús, al que había confundido con el hortelano. Pero ante la noticia los discípulos no la creen.

Otros discípulos se habían querido marchar a su pueblo, Emaús, pero alguien les había salido al encuentro en el camino, y aunque en principio no lo reconocieron a pesar de que les ardía el corazón mientras les hablaba, cuando sentados a la mesa partió el pan para ellos, lo reconocieron y volvieron a Jesús con la noticia. Pero los que estaban reunidos en el cenáculo tampoco los creyeron.

Será Jesús mismo el que haga sentir su presencia en medio de ellos, entre su estupor, su asombro y finalmente su alegría, y les echará en cara la dureza de su corazón porque no habían querido creer a los testigos. Les abrirá ahora el corazón para que entendieran las Escrituras pero al mismo tiempo les encomienda una misión. Han de ir a llevar esa buena noticia por todo el mundo. ‘Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación’, les había dicho. Es la misión que tienen, que tenemos que realizar.

¿Seremos también nosotros duros de corazón para no creer, para no aceptar el testimonio que nos pueden ofrecer otros testigos? ¿Seremos también nosotros duros de corazón, se nos habrá encallecido el corazón, nos habremos acostumbrado tanto a esto de la pascua y de la resurrección que en nosotros no haga mella este anuncio?

Aquí con sinceridad tendríamos que preguntarnos muchas cosas, si, preguntarnos por la intensidad que hemos vivido y seguimos viviendo esta pascua. ¿Esa alegría de la pascua de verdad ha estado presente en nuestra vida en estos días? ¿En qué se ha notado? ¿Hemos sido capaces de anunciarla, de testimoniarla con nuestra vida a ese mundo que nos rodea? 

Tenemos que reconocer que a la mayoría de la gente que nos rodea no les dice nada la pascua, ha sido eso, Semana Santa, una ocasión quizás para unas vacaciones, algo que hacen en la Iglesia, unas procesiones que salen a la calle, pero no se han visto en nada implicados. ¿Habrá faltado un testimonio autentico de quienes nos decimos cristianos, un testimonio más intenso y lleno de vida de la misma Iglesia para ser un signo de luz y de esperanza en medio del mundo?

 

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