sábado, 3 de septiembre de 2022

El bien del hombre (la humanidad), el bien de la persona, porque no somos esclavos, somos hijos y esa es nuestra grandeza y nuestra gran dignidad

 


El bien del hombre (la humanidad), el bien de la persona, porque no somos esclavos, somos hijos y esa es nuestra grandeza y nuestra gran dignidad

1Corintios 4, 6b-15; Sal 144;  Lucas 6, 1-5

La convivencia entre las personas nos exige tener en cuenta una serie de principios y valores que nos hagan respetarnos mutuamente salvaguardando siempre la libertad y la dignidad de todo ser humano. Por eso al vivir en sociedad nos damos unas normas, unas reglas, unas leyes que lo que tienen que buscar siempre es el bien de la persona; estará siempre en función de la persona, de sus valores, de su libertad, de su felicidad.

Aunque le damos esa fuerza de ley desde el común acuerdo que logramos entre todos, nunca han de servir para destrozar la dignidad de nadie, siempre tienen que buscar el bien de todos pero también de cada uno en particular para lograr esa armonía y es paz que haga que todos nos sintamos felices; malo es cuando las convertimos en imposición y nos podemos valer de ellas para el dominio de unos sobre otros. Es difícil lograr esa armonía, pero siempre tenemos que salvaguardar esa dignidad de toda persona.

Sin embargo, sabemos muy bien que somos muy dados a manipular, porque surgen dentro de nosotros actitudes y posturas egoístas que pretenden convertirse en dominio sobre los demás. Podemos convertir esas normas que han de ser cauces para nuestra convivencia en libertad en imposiciones y en manipulación incluso de las personas. Queremos mantener un control tan férreo de esas normas que se puedan convertir en un sin sentido que hay que cumplir porque sí, lo cual nos convertiría en esclavos de esas normas pensadas para salvaguardar la libertad y dignidad de cada persona.

El pueblo de Israel que vivía un profundo sentido religioso de la vida le daba a esas normas de convivencia un sentido como sagrado y religioso con lo que todo se convertía en ley de Dios. Lo cual hacía esas leyes, por así decirlo, intangibles; nada se podía modificar ni adaptar al momento o circunstancia que vivieran las personas o el mismo pueblo, porque eran la ley de Dios.

Normas de purificación o sobre el descanso que en fin de cuentas lo que pretendían era mantener la higiene y salud de quienes vivían en el desierto como trashumantes y en medio de sus ganados cuidando al mismo tiempo que no vivieran como esclavos del trabajo, se convertían en leyes tan sagradas que venían, poco menos que a definir la identidad del pueblo de Israel. Eran los preceptos del descanso sabático o de los animales que consideraban puros o impuros y podían o no podían comer. Recordemos, por otra parte, la tan controvertida o incomprensible ley hoy que les impedía comer la carne del cerdo.

Hoy le están planteando a Jesús el tema del descanso sabático tan sagrado para ellos, porque los discípulos al caminar entre los campos de cereales cogían algunas espigas para llevarse algunos granos a la boca. Ya se consideraba como un trabajo que no se podía hacer y es lo que vienen a echarle en cara a Jesús y sus discípulos.

Y Jesús les recuerda que los tiempos de las luchas de David contra Saúl llegaron a un lugar sagrado donde no había nada que comer, mientras aquellos hombres guerreros venían extenuados y hambrientos. Solo tenía el sacerdote los panes de las ofrendas que solo podían comer los sacerdotes, pero que al final fueron ofrecidos a aquellos hombres para que saciaran su hambre. ¿No era más importante en aquel momento saciar a aquellos hombres hambrientos que mantener la norma de que solo los sacerdotes podían comer aquellos panes?

Y Jesús termina diciéndoles que ‘el Hijo del hombre es señor del sábado’. ¿Qué es lo que quiere Jesús de nosotros? ¿Qué significa ese Reino de Dios que anuncia y que con su presencia viene a inaugurar? El único Señor es Dios – es el Reino de Dios – pero cuando Dios es el único Señor de nuestra vida, de nada podemos estar esclavizados, porque ese Dios nos ha dado la dignidad de hijos.

No somos siervos, Jesús nos dirá en otro momento que nos llama amigos, pero es como decirnos que nos llama hermanos, porque los amigos y los hermanos son los que se aman. Ahí descubrimos nuestra grandeza, ahí tenemos que descubrir nuestra manera de actuar, ahí reconocemos nuestra gran dignidad. Nada, pues, nos debe esclavizar.

viernes, 2 de septiembre de 2022

Escuchemos de verdad abriendo no solo nuestros oídos sino sobre todo el corazón la Buena Nueva que Jesús nos anuncia para llegar a ser ese Hombre Nuevo del Evangelio

 


Escuchemos de verdad abriendo no solo nuestros oídos sino sobre todo el corazón la Buena Nueva que Jesús nos anuncia para llegar a ser ese Hombre Nuevo del Evangelio

1Corintios 4, 1-5; Sal 36;  Lucas 5, 33-39

Cuando Nicodemo fue de noche a ver a Jesús porque en su interior cuando le escuchaba surgían nuevos interrogantes y nuevas inquietudes Jesús le habla de un nuevo nacimiento. ¿Qué quería decirle Jesús? era una forma de decirle que cuando uno lo escucha y quiere seguirle significaba que había de comenzar una vida totalmente nueva. Ya sabemos que Nicodemo se aferra a la literalidad de las palabras – no en vano era un magistrado judío y que de alguna manera se sentía influenciado por los grupos dominantes como los fariseos – y Jesús le hablará de que ese nacimiento será posible por la acción del Espíritu, por el agua y el Espíritu, le dice en una referencia al Bautismo.

Será lo que más tarde san Pablo nos hablará de ser un hombre nuevo, porque el hombre viejo ha pasado. Con la pascua de Jesús se ha realizado ese paso del hombre viejo al hombre nuevo, se ha producido esa renovación, ese renacer de ese hombre nuevo del Espíritu.

Claro que tendríamos que recordar que el primer anuncio que hace Jesús ya desde el comienzo de su anuncio de la Buena Nueva del Reino, es que había que convertirse y creer en esa Buena Noticia. Nos tomamos a veces a la ligera la palabra conversión y le damos muchas vueltas para no enfrentarnos a la radicalidad de la palabra, pero convertir, conversión, es dar la vuelta, es tener otra perspectiva y otra mirada, es un dejar atrás y arrancar el hombre viejo que queda en nosotros, para poder ser ese hombre nuevo.

Tenemos que reconocer que también a nosotros nos cuesta entender y llegar a vivir todo esto. Les costaba a los contemporáneos de Jesús. Todo cambio es doloroso, porque es dejar atrás todo aquello que nos parecía que siempre nos había servido porque hay que comenzar con algo totalmente nuevo.

¿Cómo no les iba a costar a aquellos contemporáneos de Jesús que habían llegado a una religión de cumplimientos rituales, pero donde faltaba el espíritu que en verdad diera vida a todo aquello que vivían? Los maestros de la ley les enseñaban que había que cumplir a rajatabla el descanso sabático, que tenían que ir a la Sinagoga los sábados y en la Pascua subir a Jerusalén, que habían de realizar algunos ritos y sacrificios, y había unos días en que tenían que ayunar. Cumplían con aquello y ya se sentían satisfechos. Lo nuevo que ahora les enseñaba Jesús les desconcertaba.

En cierto modo, ¿no nos habremos hecho nosotros también una religión parecida aunque hayamos cambiado los viejos ritos de los sacrificios de animales por nuestras celebraciones de la misa o por nuestras procesiones? Vamos a la Iglesia los domingos, tratamos de cumplir con una serie de ritos religiosos, unos días en el año queremos vivir la religiosidad con un poco de más intensidad cuando llega la semana santa, recibimos los sacramentos porque bautizamos a nuestros hijos y queremos que hagan la primera comunión, hacemos alguna limosna cuando podemos o cuando tenemos suelto en el bolsillo, y poco más. Y ya nos decimos cristianos. ¿No nos estará sucediendo como aquellos que se quedaban solo con los ayunos rituales?

Pero cuando leemos o escuchamos un texto como el que hoy se nos ofrece, nos sentimos de alguna manera desconcertados, tratamos de hacernos nuestras personales interpretaciones, porque la cosa no es para tanto, pero que no nos pidan más, que ya pertenecemos a no sé qué cofradía o le llevo flores a la Virgen.


¿Nos podemos quedar tan tranquilos cuando escuchamos – y escuchamos de verdad porque no solo abrimos los oídos sino el corazón – el Evangelio que Jesús nos anuncia? ¿Dónde está ese hombre nuevo? ¿Cómo terminamos de interpretar lo de los odres nuevos? ¿Cómo nos arreglamos para hacer esa vestidura nueva en lugar de 
andar con nuestros remiendos y al final con nuestros harapos? Abramos con sinceridad nuestro corazón y escuchemos la Buena Nueva que nos anuncia Jesús.

 

jueves, 1 de septiembre de 2022

Hemos de dejarnos conducir, hemos de confiar para echar la red cuando se nos pida aunque nos parezca que allí nada podemos hacer, quien actúa es el Señor

 


Hemos de dejarnos conducir, hemos de confiar para echar la red cuando se nos pida aunque nos parezca que allí nada podemos hacer, quien actúa es el Señor

1Corintios 3, 18-23; Sal 23; Lucas 5, 1-11

Vamos a dar una vuelta, vamos a dar un paseo, quizás le hayamos dicho al amigo o a alguien con quien queríamos hablar, y en ese paseo quizás nos alejamos de la barahúnda de la gente, tenemos más tranquilidad para hablar y las circunstancias nos hacen hablar con más confianza.

Vamos a dar una vuelta, ‘remad mar adentro’, les dice Jesús a aquellos que ya más cerca de él estaban, aprovechando que se había subido en la barca de Simón para hablar y enseñar a la multitud que se había congregado en torno a él en la playa aquella mañana, podemos pensar.

¿Había venido la gente a la orilla del lago porque llegaban los pescadores a ver si habían cogido algo? Para colmo aquella noche no habían cogido nada. ¿O habían venido porque querían escuchar al Maestro, a aquel nuevo Profeta que había surgido entre ellos, así ya comenzaban a considerarlo algunos? La multitud era grande, se apretujaban en la orilla para escuchar a Jesús, y por eso se había subido a la barca que separada un poco de tierra servía como buen altavoz para enseñarles.

Ahora les había dicho a Simón y a los otros pescadores que remara mar adentro. ¿Quería estar con ellos más a solas porque a ellos quería confiarles algo más que todo aquello que ahora les había estado enseñando a la multitud? Ciertamente algo sorprendente iba a suceder. Porque les había dicho que echaran las redes para pescar. Si no habían cogido nada después de estar bregando toda la noche. ¿Qué podía entender alguien que era de tierra adentro, de Nazaret y con oficio de artesano como su padre José, de pescas y de redes y donde encontrar mejor redada? Pero Simón que ya se estaba enredando con Jesús, porque por El comenzaba a sentir admiración le cree y está dispuesto a echar la red, quizá ante el asombro de sus compañeros. ‘Por tu palabra echaré la red’, había dicho y se había puesto manos a la obra.

Y la redada de peces fue grande, donde la noche anterior no habían podido coger nada. Y Simón Pedro se siente pequeño ante aquello maravilloso que está sucediendo, y en medio de los trabajos de sacar las redes, que han tenido que llamar a compañeros de otras barcas, se postra ante Jesús para pedirle que se aparte de El porque sabe que El es Santo mientras a si mismo se considera un pecador. Algo sorprendente está sucediendo. ‘No temas, le dice Jesús, de ahora en adelante serás pescador de hombres’.

Para algo los había llevado Jesús a dar aquella vuelta, a remar de nuevo mar adentro. Se iban a manifestar las maravillas de Dios, pero iba a haber un momento importante para aquellos pescadores. No sería pescadores de un lago o un mar cualquiera, sino que habría un día de lanzarse por el mundo para ser pescadores de hombres, para llevar un mensaje, una buena nueva, un evangelio que anunciaba salvación para todos. Se sentían pequeños e indignos, pero Dios quiere contar con ellos. ¿Habría sido una prueba de fe lo que Jesús les estaba pidiendo cuando les decía que lanzaran la red? Si había sido prueba la habían superado con buena nota, porque Jesús les estaba confiando una misión. Por eso quizás Jesús había dejado a la multitud en la orilla y se había ido con ellos solos mar adentro.

Mar adentro tenemos que dejarnos conducir también nosotros muchas veces, para encontrar esa soledad, pero no para estar solos. Como Jesús que se llevaba a lugares apartados en ocasiones a los discípulos para estar a solas con ellos, habrá momentos de silencio o de soledad que quizás no entendamos o a veces nos resulten incómodos, pero sepamos descubrir que si Jesús nos está llevando en esas circunstancias a ese momento apartado, algo querrá decirnos, algo querrá confiarnos, una muestra de su amor seguro que se va a manifestar en nosotros.

Pero hemos de dejarnos conducir, hemos de confiar para echar la red cuando se nos pida aunque nos parezca que allí nada podemos hacer. No es nuestro ardid, no son nuestras fuerzas, no es nuestro saber hacer las cosas, lo que nos hará obrar maravillas, es la obra y la gracia del Señor.

miércoles, 31 de agosto de 2022

Queremos sentirnos unidos a Jesús pero hemos de ser conscientes de que nos sentimos enviados al anuncio del evangelio para que otros también puedan estar con Jesús

 


Queremos sentirnos unidos a Jesús pero hemos de ser conscientes de que nos sentimos enviados al anuncio del evangelio para que otros también puedan estar con Jesús

1Corintios 3, 1-9; Sal 32; Lucas 4, 38-44

Cuando alguien nos cae bien, nos agrada estar con él; cuando queremos a alguien no nos queremos separar de la persona que amamos; los familiares se quieren y lo que desean es estar siempre unidos; los amigos que se quieren buscan la manera de estar juntos el mayor tiempo posible; los enamorados quieren permanecer unidos en su amor.

Antes era la cercanía familiar, la relaciones entre las personas de un mismo lugar, los que se conocían por alguna circunstancia y entraban en sintonía aunque fueran de poblaciones distintas buscaban el medio de estar en contacto, de hablar, de encontrarse; hoy con los medios que tenemos que podemos comunicarnos fácilmente con gente de cualquier parte del mundo, nos habremos encontrado con alguien con quien sintonizamos de manera especial y aunque estemos en lugares distantes estamos con el deseo de un día encontrarnos. Estamos hechos para los demás, para la relación, para el encuentro.

Me ha venido a la mente esta reflexión el contemplar la reacción de las gentes de Cafarnaún tan pronto conocieron a Jesús. Lo buscaban donde estuviera y no querían que Jesús se fuese a otros lugares. Estamos escuchando en el evangelio el inicio de la predicación de Jesús por las ciudades y las aldeas de Galilea. Ha llegado a Cafarnaún, como hemos escuchado en días anteriores, en la sinagoga curó a un hombre poseído por el mal después de haber estado enseñando a la gente, y al llegar a casa de Simón Pedro, su suegra está enferma; le piden que le imponga las manos y la mujer se puso a servirles.

Al atardecer, hemos de recordar que era un sábado cuando había ido a la sinagoga y hasta la tarde estaban obligados al descanso sabático, según se pone el sol le traen multitud de enfermos para que Jesús los cure. ‘Al ponerse el sol, nos dice el evangelista, todos cuantos tenían enfermos con diversas dolencias se los llevaban, y él, imponiendo las manos sobre cada uno, los iba curando’.

Sin embargo a la mañana siguiente temprano Jesús se fue a un descampado, un evangelista nos dirá que a orar, y la gente lo busca, y vienen los primeros discípulos a decirle que la gente lo anda buscando, no quieren que se vaya a ningún otro lugar, pero El les dice que tiene que ir por otros lugares porque en todas partes ha de anunciarse el Reino de Dios. ‘Es necesario que proclame el reino de Dios también a las otras ciudades, pues para esto he sido enviado’.

Hay dos aspectos que hemos de subrayar en este momento. Por una parte el hambre de Dios que aquella gente tiene; han encontrado en Jesús una palabra de vida, una palabra que les llena de esperanza; han descubierto que con Jesús su vida puede ser distinta; ahí están los signos que está realizando; no es solo que cure en enfermos o arroje los espíritus malignos de los endemoniados, es la señal de algo nuevo que va a comenzar. Lo que había anunciado en la sinagoga de Nazaret. Estaba lleno del Espíritu de Dios que le enviaba a anunciar la Buena Nueva a los pobres, y todos se verían liberados del mal. Era lo que ahora allí estaban palpando, y por lo que querían estar con Jesús, porque sentían que con Jesús algo nuevo comenzaba.

Y el otro aspecto que hemos de subrayar es precisamente lo anunciado en la sinagoga de Nazaret, lleno del Espíritu del Señor era enviado a anunciar el evangelio a los pobres, a todas las gentes. Era lo que Jesús quería realizar, lo que estaba significando que quiera ir a otros lugares para proclamar allí el Reino de Dios. Aunque la gente Cafarnaún quisiera tener a Jesús para ellos solos.

¿Queremos estar con Jesús? ¿Encontramos en Jesús esa palabra de vida y de esperanza que llena y transforma totalmente nuestra vida? ¿Buscamos a Jesús y no queremos separarnos de El? ¿En qué medida se convierte así de importante para nosotros Jesús, el evangelio, el Reino de Dios? Y finalmente, si así queremos sentirnos unidos con Jesús ¿estaremos siendo conscientes que de El recibimos una misión y otras partes también hemos de ir para hacer el anuncio del Reino de Dios?

martes, 30 de agosto de 2022

Dejemos actuar a Jesús, dejémonos liberar por El y podremos asombrarnos del poder y de la autoridad de su Palabra en mi vida, verdadero evangelio para nosotros

 


Dejemos actuar a Jesús, dejémonos liberar por El y podremos asombrarnos del poder y de la autoridad de su Palabra en mi vida, verdadero evangelio para nosotros

1Corintios 2, 10b-16; Sal 144; Lucas 4, 31-37

En un mundo en que escuchamos muchas palabras, disfrutamos cuando escuchamos a alguien que habla bien. Me explico, no se trata de quien habla correctamente usando las palabras y el lenguaje de manera bella – lo que es también un encanto frente a tantas perversiones del lenguaje -, sino queremos referirnos a quien habla certeramente, al que es auténtico y creíble en sus palabras, al que habla con ideas y pensamientos que convencen y que elevan el espíritu, lo que trata de transmitirnos por supuesto es algo recto y bueno, sino que además nos ilusiona con su verdad y con los planteamientos que nos hace.

Escuchamos demasiadas palabras falaces, mucha  palabrería, cantos de sirena que tratan de engañarnos presentándonos su verdad como verdad única, cuando descubrimos cuánto de partidismo y también de falsedad hay detrás de esas palabras, cómo detrás de palabras bonitas hay mucho de engaño y de mentira porque realmente no lo vemos reflejado en sus vidas.

Hoy nos ha dicho el evangelio que la gente estaba encantada con Jesús, se admiraban de las palabras que hablaba, y lo que más les convencía es que lo hacía con autoridad. Estaban cansados quizás de escuchar las mismas cosas a los maestros de la ley y que lo que les enseñaban no les llenaban el espíritu. Cuando escuchan a Jesús se entusiasmaban, sus corazones se llenaban de esperanza, y veían signos y señales del cumplimiento de lo que les anunciaba cuando les hablaba del Reino de Dios. Eran los signos y señales que realizaba.

‘Se quedaban asombrados de su enseñanza, porque su palabra estaba llena de autoridad’, nos comenta el evangelista. Y cuando cura a aquel hombre poseído por el espíritu del mal que estaba allí en medio de ellos en la sinagoga, su asombro llegaba al máximo. ‘Quedaron todos asombrados y comentaban entre sí: ¿Qué clase de palabra es ésta? Pues da órdenes con autoridad y poder a los espíritus inmundos, y salen. Y su fama se difundía por todos los lugares de la comarca’.

En verdad era una buena noticia lo que estaban escuchando, evangelio. Así se había presentado Jesús como esa buena noticia, como ese evangelio de vida para todos cuando anunciaba el Reino de Dios. ¿Será así cómo nosotros lo escuchamos?

Se suele decir que no hay noticia más vieja que la de ayer. Ya dejó de ser noticia. Lo que es noticia implica novedad, inmediatez; es lo que nos llega hoy, es lo que nos llega ahora y de alguna manera nos sorprende. Vamos a escuchar los noticieros en la radio o en la televisión para escuchar las últimas noticias, acudimos al periódico para leer cuales son las últimas noticias; algunas veces no nos valen las cosas impresas, porque ha tenido que pasar un tiempo en la impresión y ya han llegado posteriormente otras nuevas noticias; hoy con los modernos medios de comunicación, con Internet estamos al tanto y al minuto de lo que sucede en cualquier parte del mundo.

Pero nosotros decimos que el evangelio es buena noticia. Alguien podría pensar fue noticia en otro tiempo o en otro lugar, y ya nos puede parecer viejo, ya nos puede parecer que no es noticia. Qué equivocados estamos, el evangelio sigue siendo esa buena noticia que hoy y ahora llega de parte de Dios a nuestra vida. No lo vamos a escuchar como un relato de otro tiempo o de otro momento, sino que tenemos que descubrir ahí lo que aquí y ahora el Señor quiere decirnos; dejarnos sorprender por el evangelio, dejarnos sorprender por esa Palabra de Dios que es una Palabra viva y que ahora nos llena de vida.

En ese relato del evangelio tenemos que ver el actuar de Dios ahora en mi vida y en mi mundo, y que quizás tiene que realizarse a través de mí. Esa es la maravilla. Nos ha hablado hoy de la Palabra y enseñanza de Jesús pero también de los signos de liberación que hacía; nos está hablando ahora Jesús de esos signos de liberación que sigue haciendo en mi vida, si dejo que Dios actúe en mí; aquel hombre de la sinagoga en principio parecía que rechazaba a Jesús, pero cuando Jesús actuó en él con toda su autoridad, la vida de aquel hombre cambió.

Es lo que tiene que suceder ahora en mí. También hay un mal en nuestro corazón que nos domina, y del que Jesús quiere liberarnos. Dejemos actuar a Jesús, dejémonos liberar por Jesús y podremos asombrarnos del poder y de la autoridad de Jesús en mi vida. Ojalá terminemos esta reflexión como aquellas gentes del evangelio, alabando a Jesús porque le hemos visto actuar en nosotros. La Palabra de Jesús no es una palabra falaz sino una Palabra llena de verdad y de vida.

lunes, 29 de agosto de 2022

El Bautista hace oír su voz en su martirio, no temamos emprender caminos de fidelidad, de compromiso en el amor, de rectitud de vida para que como El seamos en verdad testigos

 


El Bautista hace oír su voz en su martirio, no temamos emprender caminos de fidelidad, de compromiso en el amor, de rectitud de vida para que como El seamos en verdad testigos

1Corintios 2,1-5; Sal 118; Marcos 6, 17-29

La figura de Juan Bautista tiene amplia presencia en la liturgia de la Iglesia. No solo celebramos la fiesta de su natividad, su nacimiento, el 24 de Junio, sino que ahora de nuevo la liturgia  nos lo presenta en su martirio que hoy celebramos. Pero es abundante su presencia sobre todo el tiempo de Adviento, porque como Precursor que fue del Mesías, es la gran figura que nos prepara para la celebración de la venida del Señor, así prácticamente todo lo que el evangelio nos dice de la figura del Bautista quedará reflejado en las distintas celebraciones que vivimos en ese momento litúrgico.

Si grandes fueron las grandes fiestas que el pueblo cristiano celebra en su nacimiento con muchas tradiciones en el pueblo cristiano según los distintos lugares, hoy al celebrar su martirio, que además en diversos momentos de la lectura continuada del evangelio nos aparecerá a lo largo del año, ahondamos en el significado hondo de su vida y de su muerte.

Era, es cierto, la voz que clamaba en el desierto preparando los caminos del Señor, como incluso los profetas habían anunciado, pero ahora se nos convierte en el testigo. Era la voz, no era la Palabra, pero era el profeta cuya vida se convertía en un signo por la austeridad con que vivía, pero también por la fidelidad a esa Palabra que el anunciaba como inminente, una fidelidad que le llevaba hasta las ultimas consecuencias, pues fue capaz de dar su vida por esa fidelidad.

Si El quería que los caminos del Señor se enderezasen y para eso proponía caminos de conversión para ser capaces de entrar en un ámbito nuevo de amor y de justicia, era lo que pedía a quienes venían a él para ser bautizados, recordemos lo que a cada uno de forma concreta decía, no podía denunciar allí donde estaba el mal porque era necesario llevar ese camino de conversión hasta las ultimas consecuencias.

Pero ya sabemos, como bien nos lo refleja el evangelio desde el principio, las tinieblas rechazaban luz, y cuando la luz brilla en lo alto para señalarnos los caminos que hemos de tomar, o las cosas oscuras que de nosotros tenemos que arrancar, y eso le sucedió con Herodes. Aunque ladinamente decía que respetaba a Juan y quería escucharlo, sin embargo incitado por la mujer con la que convivía metió a Juan en la cárcel. No cejaría Herodías, en las tinieblas en que estaba envuelta, en tramar lo que fuera necesario para quitar de en medio la luz, a quien era testigo de la luz, a quien con su luz denuncia lo maligno de su convivencia, hasta que lo logró.

Es lo que nos relata hoy el evangelio, que no es necesario que lo repitamos con detalle. Después de aquella fiesta en la que Herodes se vio envuelto en sus propias incongruencias y respetos humanos, llegaría finalmente la cabeza de Juan en una bandeja como tanto deseaba Herodías y como había pedido la bailarina. Ahí tenemos al testigo, ahí tenemos el testimonio de Juan por la verdad sellado con su propia sangre. Es lo que hoy estamos celebrando.

Si tanto contemplamos la figura del bautista, si tanto lo celebramos por otra parte en las diversas fiestas y celebraciones en su honor, tendríamos que preguntarnos si nosotros queremos escuchar esa voz, si nosotros en verdad preparamos nuestro corazón para sentir y vivir la presencia de Dios en nuestra vida, si en verdad tenemos la valentía de ser auténticos testigos de la luz en medio de los que nos rodean.

¿Acaso nos dejamos acobardar por nuestras incongruencias o por los respetos humanos? ¿Acaso tanto nos cegamos para no ver ni querer recibir la luz? Es cierto que hay debilidades en nuestra vida que muchas veces intentan hacer opaca la luz de la que tenemos que ser testigos, pero no temamos emprender caminos de fidelidad, de compromiso en el amor, de rectitud en nuestra vida aunque nos cueste. En nosotros está la fortaleza del Espíritu del Señor.

domingo, 28 de agosto de 2022

La persona humilde no espera a que el otro sea quien dé el primer paso, sino que estará siempre con los pies bien dispuestos a salir y encontrar al que está caído en el camino

 


La persona humilde no espera a que el otro sea quien dé el primer paso, sino que estará siempre con los pies bien dispuestos a salir y encontrar al que está caído en el camino

Eclesiástico 3, 17-20. 28-29; Sal 67; Hebreos 12, 18-19. 22-24ª; Lucas 14, 1. 7-14

Hoy los protocolos de los que hemos llenado nuestra vida social y de relaciones entre unos y otros ya no hace que cuando vayamos a una boda, por ejemplo, vayamos como locos a buscar la mesa mejor, donde más pronto nos puedan servir, o donde podamos relucir nuestro ‘palmito’, sino que tendremos que irnos a buscar en unas listas qué mesa nos corresponde y con quien tenemos que compartir mesa, porque todo está muy reglamentado. Siempre nos quedará tiempo para murmurar y quejarnos del sitio que nos asignaron y la gente con la que hemos de compartir si no son de nuestro agrado, a pesar de la buena voluntad de los anfitriones. Siempre nos queda en el fondo aquel deseo de buscar el sitio de relumbrón donde podamos ‘mostrar’ nuestras vanidades.

Es lo que Jesús contempló en aquella ocasión cuando fue invitado por aquel fariseo principal a comer y el mensaje que Jesús nos dejará a invitados y a anfitriones. Nos está señalando que nuestros estilos tienen que ser diferentes, porque ni hemos de estar buscando sitios preferentes, primeros puestos, ni hemos de buscar rodearnos solamente de aquellos que consideramos ‘importantes’ sino que nuestro espíritu tiene que estar siempre abierto a todos. Es el estilo nuevo de los valores nuevos que Jesús nos está enseñando.

Qué importante que todos nos sintamos como hermanos, que todos nos sintamos iguales, que seamos acercarnos con sencillez y humildad a los demás, que nunca vayamos por la vida apabullando a los demás porque los consideremos inferiores, que si hay en nosotros unas cualidades o unos valores seamos capaces de desarrollarnos no para ponernos en un estadio superior sino que precisamente esa riqueza de nuestros dones enriquezca también a los demás. Es cierto que no todos tenemos las mismas responsabilidades ni tenemos las mismas capacidades o cualidades, pero esa responsabilidad y esa capacidad la tenemos que contemplar como un servicio que yo puedo y tengo que prestar a los demás.

La humildad que nos está pidiendo Jesús en nuestras relaciones entre unos y otros no significa por un lado ocultar aquellos dones de los que estoy dotado, ni haciendo alarde de mis valores servirme de ello para humillar a los demás. Por eso el corazón humilde, reconociendo incluso la riqueza de dones de su vida, tiene sin embargo una capacidad ilimitada de generosidad y de espíritu de servicio. El hombre humilde está pronto para despojarse siempre de sus vanidades y ceñirse la toalla del servicio asumiendo generosamente las responsabilidades de la vida que será también sentir como propio las necesidades de los demás.

Hoy nos habla de no pelearnos por primeros puestos ni lugares de honor y nos habla de compartir no con aquel que un día te va a pagar ese mismo servicio que ahora tu le prestas, sino con aquellos que nada tienen y que quizá no podrán corresponderte más allá de una buena palabra de agradecimiento.

No invites a tus amigos y a quienes un día también pueden invitarte a ti; eso lo hace cualquiera, como nos dirá en otro momento del evangelio cuando nos habla del amor, de la generosidad y del perdón. No hagas alarde de lo que haces o de lo que tienes, sino que tu mano izquierda no sepa lo que hace la derecha, nos dirá en otra ocasión.

No esperes nunca a que el otro sea el que dé el primer paso, sino que tus pies siempre estén dispuestos para ser los primeros que se pongan en marcha para encontrar al que está herido y caído en el camino.