jueves, 1 de septiembre de 2022

Hemos de dejarnos conducir, hemos de confiar para echar la red cuando se nos pida aunque nos parezca que allí nada podemos hacer, quien actúa es el Señor

 


Hemos de dejarnos conducir, hemos de confiar para echar la red cuando se nos pida aunque nos parezca que allí nada podemos hacer, quien actúa es el Señor

1Corintios 3, 18-23; Sal 23; Lucas 5, 1-11

Vamos a dar una vuelta, vamos a dar un paseo, quizás le hayamos dicho al amigo o a alguien con quien queríamos hablar, y en ese paseo quizás nos alejamos de la barahúnda de la gente, tenemos más tranquilidad para hablar y las circunstancias nos hacen hablar con más confianza.

Vamos a dar una vuelta, ‘remad mar adentro’, les dice Jesús a aquellos que ya más cerca de él estaban, aprovechando que se había subido en la barca de Simón para hablar y enseñar a la multitud que se había congregado en torno a él en la playa aquella mañana, podemos pensar.

¿Había venido la gente a la orilla del lago porque llegaban los pescadores a ver si habían cogido algo? Para colmo aquella noche no habían cogido nada. ¿O habían venido porque querían escuchar al Maestro, a aquel nuevo Profeta que había surgido entre ellos, así ya comenzaban a considerarlo algunos? La multitud era grande, se apretujaban en la orilla para escuchar a Jesús, y por eso se había subido a la barca que separada un poco de tierra servía como buen altavoz para enseñarles.

Ahora les había dicho a Simón y a los otros pescadores que remara mar adentro. ¿Quería estar con ellos más a solas porque a ellos quería confiarles algo más que todo aquello que ahora les había estado enseñando a la multitud? Ciertamente algo sorprendente iba a suceder. Porque les había dicho que echaran las redes para pescar. Si no habían cogido nada después de estar bregando toda la noche. ¿Qué podía entender alguien que era de tierra adentro, de Nazaret y con oficio de artesano como su padre José, de pescas y de redes y donde encontrar mejor redada? Pero Simón que ya se estaba enredando con Jesús, porque por El comenzaba a sentir admiración le cree y está dispuesto a echar la red, quizá ante el asombro de sus compañeros. ‘Por tu palabra echaré la red’, había dicho y se había puesto manos a la obra.

Y la redada de peces fue grande, donde la noche anterior no habían podido coger nada. Y Simón Pedro se siente pequeño ante aquello maravilloso que está sucediendo, y en medio de los trabajos de sacar las redes, que han tenido que llamar a compañeros de otras barcas, se postra ante Jesús para pedirle que se aparte de El porque sabe que El es Santo mientras a si mismo se considera un pecador. Algo sorprendente está sucediendo. ‘No temas, le dice Jesús, de ahora en adelante serás pescador de hombres’.

Para algo los había llevado Jesús a dar aquella vuelta, a remar de nuevo mar adentro. Se iban a manifestar las maravillas de Dios, pero iba a haber un momento importante para aquellos pescadores. No sería pescadores de un lago o un mar cualquiera, sino que habría un día de lanzarse por el mundo para ser pescadores de hombres, para llevar un mensaje, una buena nueva, un evangelio que anunciaba salvación para todos. Se sentían pequeños e indignos, pero Dios quiere contar con ellos. ¿Habría sido una prueba de fe lo que Jesús les estaba pidiendo cuando les decía que lanzaran la red? Si había sido prueba la habían superado con buena nota, porque Jesús les estaba confiando una misión. Por eso quizás Jesús había dejado a la multitud en la orilla y se había ido con ellos solos mar adentro.

Mar adentro tenemos que dejarnos conducir también nosotros muchas veces, para encontrar esa soledad, pero no para estar solos. Como Jesús que se llevaba a lugares apartados en ocasiones a los discípulos para estar a solas con ellos, habrá momentos de silencio o de soledad que quizás no entendamos o a veces nos resulten incómodos, pero sepamos descubrir que si Jesús nos está llevando en esas circunstancias a ese momento apartado, algo querrá decirnos, algo querrá confiarnos, una muestra de su amor seguro que se va a manifestar en nosotros.

Pero hemos de dejarnos conducir, hemos de confiar para echar la red cuando se nos pida aunque nos parezca que allí nada podemos hacer. No es nuestro ardid, no son nuestras fuerzas, no es nuestro saber hacer las cosas, lo que nos hará obrar maravillas, es la obra y la gracia del Señor.

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