martes, 7 de junio de 2022

No seamos cristianos para el arrastre, nuestro testimonio haga que la sal de nuestros valores vaya impregnando cuanto nos rodea para que encuentre su verdadero sabor

 


No seamos cristianos para el arrastre, nuestro testimonio haga que la sal de nuestros valores vaya impregnando cuanto nos rodea para que encuentre su verdadero sabor

1Reyes 17, 7-16; Sal 4; Mateo 5, 13-16

La sal para dar sabor o para evitar la corrupción, y la luz para colocarla en el sitio más oportuno para que ilumine. Como se suele decir, cuando una cosa está muy clara, no es que hayan descubierto el mediterráneo. Pero sí, una cosa tan elemental y tan sencilla parece, sin embargo, que es algo que falta mucho. ¿Habremos encontrado el verdadero sabor? ¿Nos habremos librado de corrupción y de muerte? ¿Todos nos iluminamos con la misma luz?

Jesús hoy nos hace algunas consideraciones, así como de pasada, como se dice, sin mala intención. ¿Y si la sal pierde el sabor? ¿Y si la luz no la hemos colocado en el lugar más adecuado, sino que más bien se nos ha ocurrido ocultarla debajo del cajón? ¿A quien se le ocurre? Podríamos comentar, pero miremos si algo así no nos está pasando.

Porque Jesús nos está diciendo a los que creemos en El y queremos seguirle que es eso lo que nosotros tenemos que ser, sal y luz, sal que dé sabor y preserve de la muerte y luz que ilumine y nos haga encontrar el sentido de verdad. Primero tenemos que aplicárnoslo a nosotros mismos, descubrir si hemos encontrado ese sabor, si en verdad estamos iluminados por su luz.

A veces los cristianos no terminamos de darnos cuenta en qué tenemos que diferenciarnos de los demás; todo nos puede parecer bueno, nos conformamos con lo que otros hacen desde sus propios planteamientos y parece que nosotros no tenemos nada que decir, no hay algo nuevo que tenemos que matizar, nos da igual lo que otros digan y no somos capaces de ver las diferencias.

No hemos encontrado la sal, no hemos encontrado el sabor que desde nuestra fe tiene que tener nuestra vida; y vamos mezclándolo todo, y andamos en unas tremendas confusiones, y no somos capaces de mantener unos principios, o a la hora de una elección decantarnos por lo que hayamos descubierto desde el evangelio que tiene que ser nuestra vida. Hemos ido dejando por otra parte que la corrupción se vaya adueñando de nuestro mundo. Y donde hay corrupción sabemos que fácilmente nos podemos contagiar; una manzana podrida lleva la corrupción a todo el cesto de manzanas. No hemos encontrado esa luz que nos ilumina y con la que nosotros tenemos que iluminar a los demás.

Es triste pero parece que somos cristianos del arrastre, nos vamos arrastrando detrás de cualquier cosa sin hacer notar lo que en verdad son los valores que aprendemos desde Jesús y su evangelio. Parece que no tenemos una palabra que decir; parece que no tenemos una luz con la que iluminar; parece que poco nos importa el camino que nos ha trazado Jesús y que hemos de seguir. ¡Qué poca influencia estamos teniendo los cristianos en el mundo a pesar de que decimos que somos tantos! No hacemos oír nuestra voz.

Qué necesario es que nos impregnemos de verdad cada vez más del evangelio. como la sal que se impregna en el alimento de tal manera que al final no sabemos donde está la sal, pero si sabremos que aquel alimento tiene un nuevo sabor, así necesitamos impregnarnos bien, empaparnos bien del evangelio. Es impregnarnos de Dios, es sumergirnos en su Espíritu, es sentirnos iluminados por su luz de manera que resplandezcamos, que nuestra vida se presente así como se faro de luz que todo lo inunda, que nos hace encontrar la verdad de nuestra vida, que nos permite dejarnos conducir por el Señor.


Es el testimonio que tenemos que dar. Porque aunque muchas veces digamos que en el mundo hay un rechazo a lo que tenga el sabor cristiano, sin embargo hoy está nuestro mundo, están nuestras gentes en un camino de búsqueda, aunque muchas veces no sepan a donde dirigir sus pasos, de alguna manera están buscando una luz, un sentido, algo que les dé valor a sus vidas. 

Es el testimonio que tenemos que dar, si de verdad hemos plasmado en nuestras vidas el sentido del evangelio; nuestros valores resplandecerán, nuestra sal impregnará a ese mundo que nos rodea para que pueda encontrar el verdadero sabor para sus vidas.

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