jueves, 9 de junio de 2022

Jesús, Buen Pastor que conoce a sus ovejas y sus ovejas le conocen y escuchan es sumo y eterno Sacerdote que por nosotros se ofrece en el Sacrificio de la nueva alianza

 


Jesús, Buen Pastor que conoce a sus ovejas y sus ovejas le conocen y escuchan es sumo y eterno Sacerdote que por nosotros se ofrece en el Sacrificio de la nueva alianza

Isaías 6, 1-4.8; Sal 22; Juan 17, 1-2.9. 14-26

Muchas veces habremos rezado el salmo 22, ‘el Señor es mi pastor, nada me falta’. Hemos disfrutado de la belleza, sencillez y al mismo tiempo profundidad de ese salmo; nos hemos regocijado sintiéndonos servidos por ese pastor que nos lleva a los mejores pastos, nos ofrece las mejores fuentes, cuida de nosotros para reponer nuestras fuerzas o curar nuestras heridas; ese pastor que nos prepara una mesa en la que él mismo sirve ungiéndonos con el óleo de la alegría, ese pastor que nos hace gozar y disfrutar de la misericordia del Señor.

¿Quién es ese pastor? El evangelio nos habla del pastor que busca a la oveja perdida y la carga sobre sus hombros; el pastor cuya voz conocen sus ovejas, pero conoce a todas sus ovejas y las llama por su nombre; el pastor que es capaz de dar su vida por sus ovejas porque cuando ve venir al lobo no huye sino que le hace frente, poniéndose por medio para salvar a sus ovejas. Y Jesús nos dice que El es el Buen Pastor que conoce a sus ovejas y sus ovejas conocen y escuchan su voz.

Este salmo que hemos comenzado comentando y haciendo como una paráfrasis es precisamente el que nos ofrece hoy la liturgia en esta fiesta de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote que celebramos en este jueves posterior al domingo de Pentecostés. Si la liturgia nos lo ofrece a nuestra consideración y para nuestra oración mientras celebramos esta fiesta es porque viene bien a definirnos el sentido del Sacerdocio de Cristo.

Es el nuevo sacerdocio que en Cristo se establece. Hermosas son las consideraciones que nos hace la carta de los Hebreos sobre este nuevo Sacerdocio del Nuevo Testamento. No es en función de una herencia familiar como lo era en el Antiguo Testamento. Aarón fue consagrado por Moisés a la hora de constituir el pueblo de la Alianza a partir del Sinaí y serían los descendientes de Aarón, de la familia y tribu de Leví, los que constituirían ese sacerdocio.

Función del sacerdote era la de ser mediador y puente – por ese se le dice pontífice – entre Dios y el pueblo encargado de ofrecer en nombre del pueblo los sacrificios a Dios y de trasmitir de parte de Dios su palabra para el pueblo. Pero con Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, ¿quién podría expresar mejor lo que significaría ese nuevo sacerdocio para el nuevo pueblo de Dios? Es Jesús el verdadero mediador, en cuanto Dios y hombre verdadero, y quien no ofrece un sacrificio cualquiera sino que se ofrece a sí mismo dando su vida, derramando su sangre para nuestra salvación. Se constituye así Jesucristo en Sacerdote, víctima y altar, Sumo y Eterno Sacerdote como hoy lo proclamamos y celebramos.

Ese sacerdocio de Cristo del que todos participamos en virtud de la consagración de nuestro Bautismo, pues con Cristo hemos sido ungidos para ser con El sacerdotes, profetas y reyes. Somos nosotros los que nos unimos a esa ofrenda de Cristo ofreciendo con nuestra vida sacrificios agradables al Padre. Somos un pueblo sacerdotal unido al sacerdocio de Cristo.

Pero esta fiesta del Sacerdocio de Cristo es también la fiesta de aquellos que participan ministerialmente del sacerdocio de Cristo, ejerciendo esa especial función dentro del pueblo de Dios, los presbíteros, participes de ese sacerdocio de Cristo de manera especial por el Orden Sacerdotal. Se configuran de manera especial con Cristo para con la fuerza del Espíritu ejercer ese ministerio sacerdotal en el pueblo de Dios. En nombre de Cristo se convierten en nuestros pastores, para que a imagen de Cristo, Buen Pastor, también nos conduzcan hacia fuentes tranquilas que reparen nuestras fuerzas en virtud de su ministerio.

Han de ser la imagen de Cristo, a pesar de sus debilidades, para traernos a Cristo y para atraernos hacia Cristo. Divina la función que tienen que ejercer y que solo podrán realizar con la fuerza del Espíritu del que tienen que sentirse revestidos con una fuerza especial. Cuidan del pueblo de Dios como pastores, pero han de sentirse cuidados por ese pueblo de Dios que escucha su voz, como escuchan a Cristo.

De ahí cómo tiene que arropar el pueblo de Dios a sus sacerdotes y no en una oración esporádica que hagan en un día como hoy que se recuerde el sacerdocio de Cristo, sino que ha de ser la oración constante del pueblo de Dios la que los sostenga para que el ángel del Señor los libere de todo mal, como liberó a Pedro de la cárcel por la oración de la comunidad cristiana que apoyaba a su pastor, como nos cuenta el libro de los Hechos de los Apóstoles.

Recemos, pues, por los sacerdotes para que con la gracia del Señor se mantengan fieles a su ministerio y servicio al pueblo de Dios en las diversas funciones que han de realizar en la comunidad cristiana mientras se les permita realizar su función.

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