jueves, 6 de enero de 2022

Dejémonos sorprender por las señales de Dios que nos conducirán al Belén en que hoy nos encontraremos a Jesús pero también lo hagamos presente a nuestro mundo

 


Dejémonos sorprender por las señales de Dios que nos conducirán al Belén en que hoy nos encontraremos a Jesús pero también lo hagamos presente a nuestro mundo

Isaías 60, 1-6; Sal 71; Efesios 3, 2-3a. 5-6;  Mateo 2, 1-12

En esta noche de Reyes, como solemos celebrarla de manera especial en países europeos, hemos podido ver los rostros de los niños embelesados y sorprendidos ante el paso de la cabalgata de los Reyes Magos. Son características de nuestras costumbres y ya fue muy traumático para muchos el pasado año cuando no se pudieron celebrar de ninguna manera esas cabalgatas, aunque este año con muchas limitaciones sin embargo se han podido realizar.

No por repetida ha dejado de tener su encanto, aunque mucho se nos quede esta fiesta en lo anecdótico, lo costumbrista y peor aún en la absorción que el consumismo hace de nuestras vidas. Sin embargo hay algo hermoso en esas caras de sorpresa de nuestros niños, y ojalá ya los mayores también nos dejáramos sorprender por cosas maravillosas que pueden acaecer en nuestras vidas. Necesitamos de alguna manera no acostumbrarnos demasiado a las cosas y sobre todo ser capaces de dejarnos sorprender porque nos puede ayudar a encontrar cosas nuevas y maravillosas.

Me atrevería a decir que el evangelio que en esta fiesta de la Epifanía se nos proclama es el evangelio de las sorpresas. ¿Cuándo no el evangelio no ha de ser siempre una sorpresa de buena noticia para nosotros? Sorprendidos quedaron aquellos Magos de Oriente al ver aparecer una nueva estrella en el cielo y preguntándose por su significado se pusieron en camino. Sorprendidos quedaron los habitantes de Jerusalén ante la caravana que llega a la ciudad con unos seres extraños que preguntan por un recién nacido rey, del que no tenían conocimiento. Sorpresa fue para el rey Herodes que le hablaran de un recién nacido rey de los judíos que podría poner en peligro su trono. Sorprendidos estaban los sacerdotes y maestros de la ley cuando se ven preguntados por lo que podían haber dicho los profetas de un acontecimiento de este calibre. Finalmente de nuevo sorprendidos los magos, porque ante las indicaciones que les daban, vieron de nuevo aparecer la estrella que les condujera hasta Belén y hasta ese niño recién nacido.

¿Qué había detrás de todo este misterio de Dios que a través de estas imágenes trata de describírsenos? ¿Qué hay en todo esto que pudiera significar una sorpresa de fe para nosotros hoy? Hoy parece que quisiéramos tener todo atado y bien atado, porque todo lo tengamos previsto, porque para todo encontremos respuestas o soluciones a interrogantes o planteamientos que se nos pudieran hacer, porque incluso llegamos a acostumbrarnos a los vaivenes de la vida que parece que nada nos sorprende o todo  nos puede parecer tan natural.

Se me ocurre pensar que al final nos hacemos una vida aburrida, una vida que puede ser una rutina donde se van repitiendo las mismas cosas, una vida que nos llena de cansancios porque en lo que parece ser siempre la repetición de lo mismo es como si perdiéramos la ilusión; me atrevo a decir que una vida así parece que le falta vida, sí, una cierta vitalidad. Malo es que entremos en un ritmo de vida así. Nos faltarían alicientes que nos dieran empuje a la vida.

Malo es para nuestro camino de fe el que no seamos capaces de dejarnos sorprender por ese misterio de Dios que llega a nosotros. Y algunas veces podemos entrar en esas rutinas en nuestra vida religiosa y vayamos cayéndonos por esas peligrosas pendientes de cansancios y desganas. Tenemos que despertarnos para saber descubrir signos y señales.

Aquellos magos de los que nos habla el evangelio no se quedaron adormecidos contemplando las estrellas, sino que fueron capaces de descubrir algo nuevo que les hablaba desde los cielos. Y se pusieron en camino. Y ese recorrido que les vemos hacer en el relato del evangelio es para nosotros todo un signo. En la búsqueda de significados no se aburrieron ni cansaron, aunque muchas veces volvieran las oscuridades a vida en las mismas dificultades que encontraban. Encontraron camino y se encontraron finalmente con aquel a quien buscaban.

Busquemos esas estrellas, busquemos esos signos, abramos los ojos para contemplar cuanto sucede a nuestro lado, en cualquiera de esas cosas puede Dios habernos dejado una señal; tenemos que saber leer e interpretar, encontrar un sentido a esas señales y confrontar con todo aquello que esté a nuestro alcance. Las Escrituras antiguas fueron las primeras comprobaciones que hicieron aquellos magos, y serán las Escrituras sagradas de los profetas los que en Jerusalén les trazarán el camino.

Vayamos leyendo el camino de la vida de cada día con la Biblia en nuestra mano, con la Palabra de Dios presente en nuestro corazón; llegaremos en verdad a escuchar la voz de Dios para encontrar esa luz que guíe ciertamente nuestra vida. No temamos emprender nuevos caminos, según las señales que nos vayan apareciendo, porque así descubrimos nuestra vocación, descubrimos la tarea que tendremos que realizar en nuestro mundo. Seguro que superaremos nuestras rutinas y cansancios, seguro que encontraremos nueva vitalidad para nuestra fe, seguro que nos sentiremos impulsados a llenar también de nueva vida el mundo que nos rodea con nuestro compromiso.

La estrella condujo a los Magos hasta Belén para encontrarse con el que era la Luz del mundo; ¿dónde está el Belén hoy que nos haga encontrarnos con Jesús? Seamos capaces de ver los signos y señales que Dios va poniendo a nuestro paso porque cada uno tenemos nuestro camino de Belén, cada uno tenemos un lugar donde hacer presente a Jesús con nuestra vida. Dejémonos sorprender por las señales de Dios.

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