sábado, 30 de octubre de 2021

No nos dejemos encandilar por la vanidad y la apariencia que son solo oropeles que nada valen, busquemos la perla preciosa de las personas humildes y serviciales

 


No nos dejemos encandilar por la vanidad y la apariencia que son solo oropeles que nada valen, busquemos la perla preciosa de las personas humildes y serviciales

Romanos 11,1-2a.11-12.25-29; Sal 93; Lucas 14,1.7-11

Quizás hoy cuando vamos a una comida con ciertas formalidades, por ejemplo un banquete de bodas, todo está preparado de antemano y ya nos tienen reservados los sitios situándonos según la familiaridad que haya entre los comensales para que nadie se sienta aislado en medio de gente que no conoce o no tiene mayor relación.

Pero cuando las cosas son más informales ya nos preocupamos de procurarnos sitios según nuestros intereses y buscamos lo que consideramos para nosotros el mejor sitio; pero también nos encontramos en situaciones en que hay poco menos que una lucha sorda por conseguir determinados sitios según algunos intereses que incluso intentamos camuflar; lugares de importancias, lugares donde aparezcamos que estamos bien situados, lugares donde nos parece que vamos a ser mejor servidos; hay intereses, vanidades disimuladas o en ocasiones intereses bien manifiestos de la importancia que nos queremos dar.

Algunas veces incluso llegamos a la desazón y a la queja porque nos puede parecer que fuimos relegados a un lugar que nosotros creíamos que no merecíamos, porque quizás pensamos que nos rebajaron de categoría o importancia.

No nos extraña lo que nos relata hoy el evangelio y en lo que se fijó Jesús nada más entrar. Poco menos que se peleaban por los primeros puestos, por los lugares de mayor importancia. Y esto le da ocasión a Jesús para hacernos reflexionar. Es, podríamos decir, la matraquilla de Jesús continuamente a lo largo del evangelio de que nuestro lugar está en el lugar del servicio, porque esa es nuestra verdadera grandeza.

‘Entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer y ellos lo estaban espiando. Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les decía una parábola…’  y les habla claramente Jesús de que no vayas a los primeros puestos, sino que no te importe colocarte en un lugar cualquiera aunque fuera apartado que si el que te convidó considera que debes estar en otro lugar, ya él te llevará, porque la vergüenza peor que pudieras pasar es que te echarán para atrás. No es que vayamos buscando intencionadamente que nos exalten, pero el camino mejor que puedes llevar en la vida es el de la humildad y sencillez. Es ahí donde puede aparecer toda la grandeza de la persona.

El hablar aquí de un banquete es como un ejemplo o una parábola. Esto conecta con lo que hemos escuchado en otras ocasiones de las discusiones que había entre los discípulos cercanos a Jesús por los primeros puestos. Por eso nos dirá que será grande el que se haga el último y el servidor de todos. Es la actitud tan preciosa del servicio pero es también la actitud maravillosa de la sencillez y de la humildad. Frente a este mundo donde se vive tanto de las apariencias brillan como piedras preciosas las personas humildes y sencillas, los que nos buscan el figurar, los que hacen las cosas sin que nadie se entere, los que calladamente pasan por la vida haciendo el bien que al final dejará mejores huellas que los que van desde la apariencia y el orgullo. Por eso, aquello que nos dirá en otra ocasión que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha.

Y es lo que tenemos que aprender a valorar en los demás. Fácilmente nos sentimos encandilados por esos personajes llenos de vanidad que van figurando de relumbrón y se manifiestan muchas veces avasalladores de todo lo que encuentren a su alrededor, y no sabemos destacar a esas personas sencillas que calladamente van haciendo maravillas en su espíritu de servicio y en su humildad. Son las perlas preciosas en las que tenemos que fijarnos, a las que tenemos que valorar, las que tenemos que resaltar porque son el verdadero ejemplo para una sociedad que queremos hacer mejor.

 


viernes, 29 de octubre de 2021

Dejemos que nuestra vida se impregne de los valores del evangelio y nuestra manera de actuar sea en el estilo de Jesús si en verdad nos decimos cristianos

 


Dejemos que nuestra vida se impregne de los valores del evangelio y nuestra manera de actuar sea en el estilo de Jesús si en verdad nos decimos cristianos

Romanos 9,1-5; Sal 147; Lucas 14,1-6

Hay momentos en que nos encontramos con situaciones en que no tenemos muy claro cuál es nuestra forma de actuar; quizás nos sentimos presionados por el ambiente que nos rodea, quizá la costumbre o la rutina de que esto siempre se ha hecho así, el actuar de la mayoría como criterio que tienen algunos de encontrarse con la verdad, nos hace dudar cuando nosotros en nuestro interior vemos quizás otra posibilidad, o pensamos que desde un verdadero sentido de la caridad y el amor cristiano nuestra forma de actuar tiene que ser otro. Pero sentimos quizás que la gente no lo va a entender, que vamos a estar nadando a contracorriente y nos dirán que queremos estar cambiando todo, que nos van a tener por radicales y hasta de alguna manera extremistas, y todo eso nos puede llenar de dudas.

Hemos de tener nuestra propia personalidad, tener claros cuáles son nuestros criterios y qué es lo que en verdad tiene que predominar en la vida. ¿Dónde fundamentar esos criterios de autenticidad? ¿Cuál es verdaderamente el sentido que le queremos dar a nuestra vida? Pudiera ser que nos encontráramos envueltos en un mar de dudas. Pero cuando el sentido de nuestra vida parte del Evangelio, cuando en verdad centramos nuestra vida en la fe que tenemos en Jesús nuestras dudas tendrían que irse disipando y no podríamos dejarnos influir por quienes han hecho de su vida una rutina.

Por eso es tan importante que fundamentemos nuestra vida de verdad en el evangelio y en los valores del Reino de Dios. Esto nos obliga a una búsqueda constante, a un analizar nuestra vida contrastándola continuamente con la verdad del Evangelio, con lo que descubrimos en Jesús. Esto nos tiene que hacer valientes de verdad para no dejarnos seducir, para no dejarnos influir por un ambiente que incluso algunas veces se dice religioso y hasta cristiano pero que puede estar lejos de los auténticos valores del evangelio.

Es la profundización que tenemos que darle a nuestra vida. Que no siempre será fácil, porque muchas veces predomina la superficialidad y el dejarse arrastrar evitando todo lo que signifique esfuerzo y superación. Los cristianos necesitamos leer más el evangelio, pero una lectura sosegada, una lectura meditada y hecho oración, una lectura que sea en verdad abrir nuestro corazón a Dios y a su Palabra. Leemos muy deprisa el evangelio y eso cuando lo leemos; no le damos tiempo para que repose en nuestros corazones y vaya así transformándonos por dentro.

Hoy en el evangelio vemos que han invitado a Jesús a comer en casa de unos de los principales de la ciudad; allí hay muchos invitados de los maestros de la ley y del grupo de los fariseos que siempre estarán al acecho de lo que hace o dice Jesús. Y al entrar Jesús se encuentra con un hombre enfermo. Pero es sábado y ya sabemos lo que sucede y lo que son los criterios que predominaban precisamente entre aquellos que en aquel momento rodeaban a Jesús y están al acecho a ver qué es lo que va a hacer.

Jesús, como se suele decir, coge el toro por los cuernos y dirige directamente la pregunta a aquellos que le rodeaban. ‘¿Es lícito curar los sábados, o no?’ No espera respuesta Jesús porque además se han visto sorprendidos por sus palabras que se adelantan a las turbias intenciones que tuvieran en aquel momento. Jesús curó a aquel hombre sin importarle lo que pudieran responderle en su conservadurismo y en la rigidez con que se tomaban las Palabras de la Ley. No le importó a Jesús que lo estuvieran acechando ni la condena que hicieran de El y de su actuación. Es más les comenta.  ‘¿A quién de vosotros se le cae al pozo el asno o el buey y no lo saca enseguida en día de sábado?’ No tenían nada que decir.

Creo que este pasaje del evangelio y este actuar de Jesús nos iluminan sobre todo aquello con lo que comenzamos nuestra reflexión. ¿Qué es lo que en verdad tiene que predominar en nuestra vida? busquemos siempre los criterios del evangelio.


jueves, 28 de octubre de 2021

 


La cercanía crea sintonía en el corazón, quienes seguimos a Jesús estamos llamados a estar con El creando esa sintonía e introduciéndonos en su corazón

Efesios 2, 19-22; Sal 18; Lucas 6, 12-19

‘Jesús salió al monte a orar y pasó la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió de entre ellos a doce, a los que también nombró apóstoles…’ y nos da el evangelista la relación de los doce escogidos para estar con Jesús. Comienza así el evangelio propio de este día de la celebración de dos de esos apóstoles, san Simón y san Judas Tadeo.

Poco más nos dirán los evangelios en concreto de estos dos apóstoles escogidos, salvo que en algún evangelio se hace relación a Simón como el Zelotes, bien porque hubiera formado parte de aquellos grupos revolucionarios contra la dominación romana, o bien porque haga referencia a su celo por el cumplimiento de la ley mosaica. Poco importan estos detalles, pero manifiestan por otra parte como Jesús llama sin distinción ni discriminación, como le veremos llamar también a un recaudador de impuestos para formar parte del grupo de sus seguidores más cercanos, Leví y Mateo según el nombre que le queramos dar.

Serían aquellos que estarían más cercanos a Jesús, podríamos decir, día y noche y a los que iba preparando de manera especial para la misión que un día les confiaría. Recordamos como los lleva a lugares apartados para estar a solas con ellos o como de manera especial los iba instruyendo por el camino; en casa a ellos les explicarías con detalles las parábolas con las que enseñaba al pueblo el mensaje del Reino de Dios.

Los llamó para que estuvieran con El y para un día enviarlos con la misión de anunciar el evangelio a toda criatura. Pero es importante el estar con Jesús. Recordemos cómo a la hora de escoger un sustituto de Judas uno de los criterios que se mantienen es que fuera alguien que hubiera estado desde el principio con Jesús. La cercanía crea sintonía en el corazón. Es importante. No podrían ser los testigos de Jesús si antes no habían sintonizado con Jesús. No era simplemente el conocer los hechos, era más importante conocer la vida, haberse metido en el corazón. Y Jesús los llevaba en el corazón. ‘A vosotros no os llamo siervos, a vosotros os llamo amigos’, les diría en la última cena, ‘porque a vosotros os lo he revelado todo’.

Qué importante esto en el camino de nuestra fe y de nuestra vida cristiana. El estar con Jesús es la experiencia de vivir a Jesús y eso lo iremos logrando desde que vayamos dejando que Jesús se meta en nuestro corazón. Como el amigo que se nos mete en el corazón, el amigo en quien confiamos pero que también nos muestra toda su confianza. Se crea una intimidad del corazón, porque vamos abriendo nuestro corazón a Jesús, pero el también va dejando que nos pongamos en su corazón, que nos introduzcamos en su corazón. Esa intimidad nos hace sentirnos con el corazón abierto y nos sentiremos conocidos como también nosotros conoceremos hasta lo más profundo.

Es lo que tenemos que cultivar en nuestra vida cristiana. Y empleo en todo su profundo sentido esta palabra de cultivar. Para cultivar su rotura la tierra, se introducen la semilla en lo más profundo, continuamente estaremos cuidando ese terreno y esas plantas que en él van surgiendo librándolas de todo lo que las pueda dañar; cultivamos y abonamos, cultivamos y mantenemos la necesaria humedad para que la semilla pueda germinar y para que la nueva planta pueda crecer y dar fruto.

Es toda la tarea de nuestra vida cristiana, donde nos contentamos con decir que creemos en Dios o rezamos en alguna ocasión sino que mantenemos un trato íntimo con el Señor abriéndonos a Dios para dejarnos inundar por su presencia, abriendo nuestro corazón a su Palabra dejando que se haga fecunda en nuestra vida para que al final puedan florecer los frutos de nuestra vida cristiana.

Creo que la fiesta de estos apóstoles que hoy celebramos contemplando como fueron escogidos para estar con El nos interpela a nosotros también para aprender a estar con Jesús, también llamados y escogidos por Jesús para estar con El, dejando que sea el centro de nuestro corazón.

miércoles, 27 de octubre de 2021

Busquemos siempre lo bueno, lo humanamente bueno, a la luz del Evangelio…, aunque cueste, y no sea valorado por los demás, no temamos nadar contra corriente

 


Busquemos siempre lo bueno, lo humanamente bueno, a la luz del Evangelio…, aunque cueste, y no sea valorado por los demás, no temamos nadar contra corriente

Romanos 8,26-30; Sal 12;  Lucas 13,22-30

¿A quién le gustan los fracasos en la vida? A todos nos gusta triunfar, que nos salgan las cosas bien, tener éxito en aquello que emprendemos, poder tener una vida apacible y tranquila disfrutando de lo que tenemos, de lo que hemos obtenido como fruto de nuestros trabajos y esfuerzos. Es algo bueno, es algo que nos da satisfacción, aunque también tenemos que sabernos enfrentar a los momentos duros y de dificultades donde las cosas no nos salen a nuestro gusto, o donde vamos a encontrar contrariedades. El saber actuar con madurez en una y en otra ocasión es una verdadera sabiduría.

Pero para algunos el alcanzar el triunfo en la vida significa llenarse de poder y cuando nos situamos en esos puestos de altura, que tendría que ser llenarse de más responsabilidad, algunas veces lo transforman en orgullo y en prepotencia. Así damos la impresión de que los que van avasallando por la vida a todo el que se encuentre en su camino son los que verdaderamente triunfan. Se trastocan de alguna manera los valores cuando el orgullo, la autosuficiencia, la soberbia y la vanidad de la vida se nos meten por medio. Las grandezas se transforman en vanidades y lo que queremos entonces es un camino ancho donde me deje arrastrar por esas pasiones que pueden enturbiar lo que hacemos y lo que vivimos. Y es algo con lo que realmente vamos enturbiando la vida.

Entonces aquellos que encuentran el sentido de su vida en la responsabilidad y en el servicio, en buscar los valores que van de verdad a engrandecer a la persona, algunas veces tendrán que ir como a contracorriente de lo que se ve tan normal y natural en el mundo. El camino da la impresión que se hace más estrecho y dificultoso, porque son muchas las corrientes que va a ir encontrando en contra en la vida porque parece que el modelo de vida tendría que ser el de la vanidad y el orgullo.

Nos puede parecer que se nos hace cuesta arriba el vivir en ese camino de sencillez, de humildad, de servicio donde el tendernos la mano los unos a los otros y el compartir lo hemos convertido en lema de nuestra vida. Son muchas las influencias en contra que recibiremos de nuestro entorno y muchas veces incluso del más cercano.

Es por lo que hoy Jesús nos habla de camino estrecho. No es que por masoquismo busquemos la dificultad o busquemos el dolor, sino porque entramos en un camino de exigencias dentro de nosotros mismos y de superación que algunas veces nos parece que se nos hace difícil mantener. Lo contemplamos en Jesús, su camino fue el del servicio y hacerse el último para entregarse y darnos todas las pruebas de lo que es un amor verdadero que es el que salva al mundo. Y ese camino para Jesús se convirtió en un camino de pasión y de cruz, no porque buscase el dolor y la muerte sino porque era capaz de hasta la mayor de las entregas.

He leído un comentario en este sentido que puede ayudarnos mucho a comprender las palabras de Jesús y no me resisto a compartir: ‘No se trata de buscar el dolor o el fracaso o la renuncia sin más a lo que nos gusta, sino saber que todo eso pertenece a nuestro vivir humano, a la realidad de lo que somos. Se trata de ser sinceros con la vida, la nuestra y la de los demás, no engañarnos. Se trata de buscar lo noble, aunque lo menos noble o innoble sería más fácil y compensatorio… de momento. Se trata de buscar lo bueno, lo humanamente bueno, a la luz del Evangelio…, aunque cueste, y no sea valorado por los demás; o sea nadar contra corriente. También para esto necesitamos el Espíritu Santo, que nos ilumine y dé energía para vivir en la verdad…’ (Fray Juan José de León Lastra O.P).

Escuchemos con corazón sincero y espíritu valiente directamente las palabras de Jesús: ‘Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, pues os digo que muchos intentarán entrar y no podrán… Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos’.

martes, 26 de octubre de 2021

El reino de Dios se ha de notar en nuestra acogida, en nuestra sencillez y en la ternura que llama al corazón de los demás impregnando la vida del sentido nuevo del amor

 


El reino de Dios se ha de notar en nuestra acogida, en nuestra sencillez y en la ternura que llama al corazón de los demás impregnando la vida del sentido nuevo del amor

Romanos 8, 18-25; Sal 125; Lucas 13, 18-21

‘¿A qué se parece el Reino de Dios?’, es la pregunta que Jesús mismo se hace queriendo explicarles a los discípulos el sentido del Reino de Dios que está anunciando. Quizás una pregunta que nosotros mismos muchas veces nos hacemos porque también a nosotros nos cuesta llegar a entenderlo.

Hablar de Reino pudiera ser una palabra confusa, por las imágenes que nos hemos hecho o que tenemos en la misma sociedad. Por eso algunas veces en nuestra confusión buscamos cosas grandes o espectaculares, dejándonos convencer por el espíritu mundano en medio del cual vivimos también soñemos con grandezas y con poderes y terminamos rodeándonos de esplendores y oropeles que están bien lejos del Reino de Dios que Jesús quiere anunciarnos.

Y sin embargo puede ser algo mucho más sencillo, porque ya Jesús nos dirá en otro momento que el Reino de Dios no lo busquemos fuera sino que está en nosotros, está dentro de nosotros, no lo busquemos en cosas espectaculares sino que seamos capaces de fijarnos en lo pequeño y en el sencillo que ahí se va a manifestar el Reino de Dios.

Y hoy nos habla de una pequeña semilla y nos habla de un puñado de levadura; imagen de la semilla que la veremos repetida muchas veces en la boca de Jesús para hablarnos del Reino de Dios. Pero hoy es una semilla tan pequeña que puede pasar desapercibida pero que sin embargo podrá dar lugar a una planta que se hace grande en medio de las hortalizas del huerto.

Ese Reino de Dios que decíamos está en nosotros y está dentro de nosotros, ese Reino de Dios que tenemos que ser nosotros mismos que ahí en medio de las otras semillas o las otras hortalizas estamos plantados y donde en nuestra sencillez sin embargo tenemos que hacernos notar. De aquella planta nacida de esa pequeña semilla nos dirá que será capaz de acoger a los pajarillos del campo para que en ella incluso puedan hacer su nido.

¿Qué tenemos que ser nosotros en medio del mundo en el que vivimos? También esa planta acogedora y que da sombra, también ese nido que será nuestro corazón en el que tenemos que saber dejar meter el corazón de los demás; ese reino de Dios que se va a notar en nuestra acogida y en nuestra sencillez, en nuestra ternura que llama al corazón de los demás y que se desprende de nosotros para contagiar también de amor y de ternura a los que están a nuestro lado.

Y ¿por qué podremos hacer eso? Porque hemos puesto a Dios en el centro de nuestro corazón haciendo que sea en verdad el único Señor de nuestra vida. Pertenecemos a su Reino, pertenecemos a Dios porque de Dios nos hemos dejado llenar de nueva vida y de amor. Y con esa nueva forma de vivir y con ese amor iremos acogiendo y contagiando a los demás, iremos haciendo entonces un mundo mejor, un mundo de dicha, de paz, de felicidad como puedan reflejarnos esas imágenes de ese huerto de hortalizas del que nos habla Jesús cuando nos habla de la semilla de la mostaza.

Es la otra imagen que nos propone hoy Jesús cuando nos habla de la levadura que se mezcla con la masa para hacerla fermentar. Es ahí en medio de esa masa de nuestro mundo, de esa sociedad en la que nos ha tocado vivir, con esa realidad concreta de ese mundo con sus oscuridades, sufrimientos, agobios, luchas y tantas cosas que a veces nos parece que lo hacen inhóspito, sin embargo tenemos que ser levadura. Es la vida que tenemos que hacer fermentar, es la masa a la que tenemos que dar sabor, es ese mundo que tenemos que saber transformar, es ese amor que tenemos que saber poner para dar un sentido nuevo, para dar un sabor nuevo, para hacer un mundo distinto, para hacer presente a Dios. Así, casi sin notarlo, nosotros iremos contagiando de esos valores del Reino de Dios, nosotros iremos contagiando a nuestro mundo del espíritu de Dios.

¿Daremos nosotros esa imagen del Reino de Dios?

lunes, 25 de octubre de 2021

Una mirada, un prestar atención a quien pasa desapercibido, un valorar con un detalle a quien no es tenido en cuenta, puede hacer recuperar la dignidad perdida de la persona

 


Una mirada, un prestar atención a quien pasa desapercibido, un valorar con un detalle a quien no es tenido en cuenta, puede hacer recuperar la dignidad perdida de la persona

Romanos 8,12-17; Sal 67; Lucas 13,10-17

¿Por qué se fijó en mí? Yo estaba queriendo pasar desapercibido en medio de la gente; además no soy tan importante para que se fijen en mí. Pero parecía que me buscaba porque en medio de todo lo que sucedía se dirigió a mí como si me hubiera conocido de toda la vida. Me sentí sorprendido, porque además parece que sabía más de mí de lo que yo podía imaginar…

Las impresiones quizás de alguien que se ve sorprendido cuando quiere pasar desapercibido; la sorpresa porque además fue como un levantarlo y de alguna manera se le dio la importancia que realmente tenía aunque pasara desapercibido para los demás. Cómo en cierto modo nos sentimos halagados cuando somos tomados en consideración y parece que todo lo que otros habían querido anular ignorando a la persona ahora se ve notablemente restablecido.

Fue necesario que alguien prestara atención y se fijara para comenzar a tener en cuenta a aquella persona. Y la persona se siente elevada en su interior, se siente como con mayor dignidad porque se le tiene en cuenta, porque alguien se ha fijado en ella. Vamos por la vida y no prestamos atención a aquellas personas con las que nos cruzamos; solamente una mirada o una sonrisa podría haber hecho que aquella persona se sintiera valorada en su dignidad, se restableciera en ella su orgullo de persona tenida en cuenta.

Jesús no pasaba al lado de las personas ignorándolas; Jesús se detenía junto a aquel que nadie valoraba y le daba la mano para levantarse. Recordemos el ciego de las calles de Jerusalén, el paralítico de la piscina, a Zaqueo escondido entre las ramas de la higuera; si nos vamos fijando en las páginas del evangelio encontraremos muchas más ocasiones.

Ahora al entrar en la sinagoga se ha fijado en aquella pobre mujer encorvada, quizás medio oculta en un rincón entre la gente y en la que nadie se habría fijado; o estaban acostumbrados a verla que parecía como si fuera natural lo que le sucedía a aquella mujer y ya nadie le prestaba atención. Pero Jesús se detiene, la mira, la llama, la hace ponerse en el centro de aquella asamblea. Lleva un montón de años en aquella situación – diez y ocho años comentará el evangelista - y nadie se había fijado en ella, nadie se había preocupado por ella.

Y aquella mujer se ve restablecida en su dignidad solamente con que Jesús se haya fijado en ella y la pusiera en medio. Para que todos se fijaran, era una mujer y una mujer enferma, nunca hubiera estado en el centro de la asamblea haciendo que la gente se fijara en ella. Incluso era menospreciada cuando el jefe de la sinagoga diga que no vengan en sábado para que Jesús los cure sino en otro día para no saltarse el descanso sabático. Era una forma quizás de querer poner a los que se encontraban en la situación de aquella mujer en un segundo plano. Pero solamente con eso, con que Jesús la pusiera en medio, ya se sentía curada, porque se sentía restablecida en su dignidad; Jesús se referirá a ella como una hija de Abraham. Pero además Jesús la curó de su enfermedad.

En otros aspectos podríamos fijarnos también en este pasaje en referencia al tema del descanso del sábado que se tomaban con tanto rigor y que Jesús les desmontará haciendo que nos fijemos más en la persona que en la letra de la ley que tomada así lo que hace es esclavizar. Pero ya es importante que aprendamos de Jesús a fijarnos en las personas, a restablecer la dignidad de las personas con nuestro aprecio y consideración, cómo una mirada puede levantar un ánimo caído y una sonrisa despertar una esperanza en el corazón.

domingo, 24 de octubre de 2021

Que no se nos cierren los ojos y los oídos del alma para no ser capaces de ver, o no querer escuchar aquellas estridencias de las cosas amargas que sucedan en nuestro entorno

 


Que no se nos cierren los ojos y los oídos del alma para no ser capaces de ver, o no querer escuchar aquellas estridencias de las cosas amargas que sucedan en nuestro entorno

Jeremías 31, 7-9; Sal. 125; Hebreos 5, 1-6; Marcos 10,46-52

Parece una escena muy estática el comienzo de la narración que nos hace hoy el evangelista Marcos. A la salida de la ciudad un ciego al borde del camino pidiendo limosna – era un lugar de paso muy apropiado – y un grupo de peregrinos que se dirige a Jerusalén. Era el camino normal para los peregrinos que venían de Galilea bajando el valle del Jordán para no tener que cruzar por Samaria y desde Jericó iniciaban la subida hasta Jerusalén. Algo que podría pasar sin mayores incidencias.

Pero allí había oídos atentos, aunque hubiera otros que quisieran hacerse sordos. Y aunque no ve, Bartimeo escucha. Qué importante es tener los oídos atentos para escuchar donde podría parecer que todo se confundía. Habría otros quizá que también quisieran hacerse los ciegos y pasar de largo como tantas veces sucede. Aquel grupo no era un grupo cualquiera porque allí iba Jesús con sus discípulos y acompañantes. Y Bartimeo lo escucha y comienza a gritar.

Ya en esa pequeña descripción que estamos haciendo se están manifestando muchos signos. El ciego que está al borde del camino, los oídos atentos para percibir la más mínima señal de lo que quizás otros no son capaces de escuchar, la confusión y la ceguera de los que quieren pasar de largo. Nos daría para muchas consideraciones. Vamos por el camino de la vida muy ensimismados en nuestras cosas o en nuestros intereses y ni vemos ni escuchamos, no somos capaces de percibir algunas veces ni el dolor de los que están a la vera del camino de la vida, a cuantos vamos marginando en nuestro caminar porque no son de los nuestros o porque son incapaces de seguir nuestro ritmo. ¿Qué será realmente lo importante en ese camino que vamos haciendo, simplemente el llegar porque es de nuestro interés o estar atentos para escuchar o para percibir lo que hay o sucede a nuestro lado?

Por eso aquellos que caminaban al lado de Jesús – quizás incluso intentando escuchar las palabras de Jesús – recriminan al ciego para que se calle porque sus gritos son una molestia. ¿No dejan oír o simplemente pueden interpelarles su conciencia? Pero Jesús si ha escuchado – y volvemos con la escucha – los gritos de aquel ciego que está a la orilla del camino. Y lo llama, les pide a los que le acompañan que se lo traigan. Ahora sí que le dicen ‘mira que te llama’ y le abren camino para que llegue hasta Jesús.

Ya conocemos el diálogo entre el ciego y Jesús. ‘¿Qué quieres que haga por ti?’ Aquel hombre está pidiendo una limosna al borde del camino porque la vida del ciego era de una pobreza y miseria extrema. Pero ahora no es una limosna lo que pide. ‘Señor, que pueda ver’. Y Jesús le dice ‘anda, tu fe te ha salvado’, y recobró la vista.

Aquel hombre estaba ciego pero su fe no se había apagado. Y fue su salvación. La sensibilidad de su alma se había mantenido firme y eso le hacia tener quizás oídos más atentos para darse cuenta del paso salvador que estaba acaeciendo a su lado.

¿Se nos apagará la fe cuando los problemas nos envuelven, cuando la necesidad nos aprieta, cuando nos vemos quizás tirados al borde del camino? Aunque vayamos aparentemente caminando con normalidad por los caminos de la vida ¿se nos habrá apagado quizás nuestra fe porque ya teníamos nuestras seguridades y nuestros apoyos en nuestras posibilidades o en lo que de normal íbamos haciendo?

Acomodados en nuestra vida y en nuestros caminos que vamos haciendo de un lado para otro ¿se nos habrán ido cerrando los ojos y los oídos del alma para no ser capaces de ver, para no querer escuchar aquellas estridencias de las cosas amargas que puedan suceder en nuestro entorno o puedan suceder a los demás y ya no queremos ver ni queremos oír?

¿Nos habremos ido cansando de lo dura que es la vida y de forma egoísta nos centramos solo en nuestras cosas queriendo desentendernos de los demás porque ya tenemos bastante con lo nuestro? Nos vamos encerrando de tal manera y perdiendo la sensibilidad que ya no somos capaces de escuchar el paso salvador de Dios a nuestro lado.

Pero fijémonos en un detalle último. Jesús a aquel ciego, al que han tenido que ayudar para que pudiera llegar a los pies de Jesús, ahora lo pone en camino. ‘Anda, le dice, tu fe te ha salvado’. Y el ciego se puso en camino, pero para seguir a Jesús en el camino de subida a Jerusalén que tanto iba a significar. Ahora ya él no era como aquellos que simplemente iban al lado de Jesús, sino que se puso a seguir el camino de Jesús. ‘Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino’.

¿Será ésa nuestra reacción tras el encuentro con Jesús que hemos tenido con este evangelio?